miércoles, 30 de abril de 2025

En tu nombre echaré las redes (Domingo 4 de Mayo, III Pascua)


EVANGELIO 
Jn 21,1-19

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.

Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar.» 
Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo.»

Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.

Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?»

Ellos contestaron: «No.»

Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.»

La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: «Es el Señor.»

Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.

Jesús les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger.»

Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.

Jesús les dice: «Vamos, almorzad.»

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?»

Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»

Jesús le dice: «Apacienta mis corderos.»

Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»

Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»

Él le dice: «Pastorea mis ovejas.»

Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»

Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.»

Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.» Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.

Dicho esto, añadió: «Sígueme.»

Palabra del Señor

* * *


Cuántos sermones dominicales, pláticas religiosas y actos de piedad! ¡Cuántas “catequesis de” -primera comunión, confirmación, adultos, pre-bautismales, prematrimoniales,…-! ¡Cuántos sacramentos administrados!, y ya ves: toda la noche bregando y no hemos pescado nada (cf Lc 5,5). 

 Seguimos bautizando, celebrando primeras comuniones, confirmando y casando  -a cada vez menos-,  pero pocos de entre los que reciben nuestra atención  se insertan en cuerpo y alma como miembros vivos y activos de la Iglesia. ¿Malos tiempos de pesca?

Un buen pescador no se resigna a la mala suerte; se pregunta por qué su trabajo ha sido tan infructuoso. Sopesa el estado del mar, las condiciones ambientales, el equipo de pesca. También el apóstol debe mirar el mar en que se mueve, las condiciones ambientales en que vive, los métodos usados, etc. Para una buena pesca: ¿basta con una buena edición de los santos evangelios o  un bien trabajado directorio de pastoral? ¿basta con las últimas publicaciones sobre técnicas y dinámicas de grupo, y con un ingenioso decálogo del buen misionero y catequista? ¿Es suficiente invertir en locales y medios técnicos y materiales cada vez mejores? ¿No se necesita algo más?

Es importante saber que no somos nosotros los que tenemos el poder de convertir a alguien; nosotros sólo ponemos la barca y las redes; la pesca la da Él.

Tres claves para evangelizar 

Jesús, antes de elegirlo como jefe, da a Pedro y a los demás apóstoles tres lecciones importantes: 

1) “Sin mí no  podéis hacer nada” (Jn 15,5).  Y para que no lo olviden, tras una noche de trabajo infructuoso, pone ante sus ojos una “pesca milagrosa”: la que se obtiene con las redes de la fe: “´Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis´.  La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces” (Jn 21,6).

 2) Y Juan dijo: “Es el Señor” (Jn 21,7). La segunda lección es la de confesar la fe. La palabra  “confesión” tiene aquí un doble sentido: confesión de los propios pecados ("Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua”) y confesión de fe y de amor a Jesús: "Tú lo sabes todo, tu sabes que te quiero" (Jn 21,16). ¡Qué importante es la experiencia de la propia debilidad y la experiencia del amor! No sólo del amor con que lo amo, que es voluble y deficiente, sino ante todo del exceso y eternidad del amor con que Él me ama. 

 3) Finalmente: disponibilidad. Pedro se pone a los pies de Jesús, y Jesús le profetiza: “Te lo aseguro: cuando eras joven tú mismo te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará a dónde no quieras” (Jn 21,18). Estas palabras auguran a Pedro un crecimiento espiritual típico caracterizado por dejar progresivamente paso a la voluntad de Dios como referente primero. La vida del apóstol se ha de configurar cada vez más con el ser del Maestro, hasta sufrir el martirio por Él: “Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios” (Jn 21,19).  

En tu Palabra echaré la red

 La experiencia de la resurrección no puede callarse; la evangelización emana del gozo del encuentro con el Señor; cuando esto se da el apóstol deja de vivir para sí y comienza a vivir para el Señor. Pedro, a pesar del fracaso de la primera redada, se fía de quien le dice: "echad las redes a la derecha de la barca y encontraréis". Y en nombre del Señor echaron las redes y la pesca fue abundante.

¡Qué bien recoge esta lección san Antonio de Padua en sus sermones!:


"En tu Palabra, no en la mía, echaré las redes. Mientras las eché en mi palabra no pesqué nada. ¡Lástima! Cuántas veces las eché en mi palabra, me lo atribuí a mí mismo, no a Ti; me prediqué a mi y no a Ti; prediqué mis palabras, no las tuyas. Por eso no pesqué nada; y si algo atrapé no fueron peces, sino ranas locuaces que me alabasen, lo cual es nada.

Pero en tu palabra echaré la red.

Echa la red en la palabra de Jesucristo quien nada se atribuye a sí mismo, sino todo a Él; quien vive en conformidad con lo que predica; si así lo hiciere, la captura de peces será copiosa".

A quienes vivimos en el pesimismo de la ineficacia o ineficiencia de nuestras catequesis y demás actividades pastorales, Jesús les dice hoy: “echad las redes”. Eso sí, échadlas en mi Nombre. ¿Recuerdas aquella ocasión en que los discípulos quisieron curar a un  paralítico y no fueron capaces? Jesús lo cura, y ellos le preguntaron luego: «¿Por qué no pudimos echarlo nosotros?». El les respondió: «Esta especie solo puede salir con oración»” (Mc 9,28-29). Y hay una oración vocal y gestual que da eficacia a nuestras acciones; es tan sencillo como santiguarse, poner el corazón en Dios y decir:  “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, en el nombre de Dios, en nombre de la Santísima Trinidad.. Entonces, sabiéndonos enviados por Él, podemos decir luego: “«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre».” (Lc 10,17).  

Es el Señor quien  tiene todo el poder, y él solo se debe dar gloria. 

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Tienes otros comentarios y reflexiones a las lecturas de hoy en: 



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Mayo 2025
Casto Acedo 

Obedecer a Dios (Domingo 3º Pascua C)

Comentario a partir de la segunda lectura del día, de los Hechos de los Apóstoles


HECHOS DE LOS APÓSTOLES
(5,27b-32.40b-41):

"En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó a los apóstoles y les dijo: «¿No os hablamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.»

Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.»

Prohibieron a los apóstoles hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Los apóstoles salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús"

¡Palabra de Dios!

 * * *

Comentamos hoy el texto de los Hechos de los Apóstoles, primera lectura del domingo. Y nos fijamos en la respuesta de Pedro al sumo sacerdote. Éste, de acuerdo con el Consejo de ancianos o Sanedrín, había prohibido a los apóstoles enseñar en el nombre del Señor. Sin embargo, los apóstoles, apelando a su propia conciencia, replican que no van a callar, porque “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Y aún más, Pedro no se limita a exponer su postura sino que aprovecha para anunciarles el mensaje que le mandan silenciar saltándose la prohibición expresa: “a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo de un madero, Dios lo ha exaltado para otorgarle a Israel el perdón de los pecados”.

Llama la atención el cambio que la experiencia de la resurrección produjo en los apóstoles. Los que habían huido en el momento de la detención del Maestro, ahora se muestran dispuestos a darlo todo por él, han perdido el miedo; su vida han dado un vuelco total. ¿Qué es lo que ha cambiado? Su visión de las cosas. Las enseñanzas que Jesús les dio han dejado de ser una doctrina entre otras para convertirse en un proyecto de vida entusiasta motivado por el triunfo de Jesús y la adhesión a Él, a quien han visto resucitado.

Hasta el encuentro con el Resucitado los discípulos entendieron su Palabra como una filosofía más. Tal vez la vivieron centrados en su propio interés, alimentado su ego, bailando al ritmo que le marcaba el ambiente social y religioso judío de su época. Recordad cómo la madre de los Zebedeo, Santiago y Juan, propuso a Jesús colocar a sus hijos en puestos importantes cuando llegue el momento, y cómo los demás se enfadaron al enterarse de la petición. Acto seguido Jesús les advierte que seguir el Camino no es fácil, porque trae problemas (cf 20,17-27; Mt 10,34-41;), pero no debieron creerle; siguieron con Él tal vez confiando en sacar algún provecho siendo fieles al grupo.

También nosotros nos dejamos llevar por la inercia de la costumbre, nos pasamos la vida adaptándonos a la sociedad en la que nacimos, siguiendo los parámetros sociales y religiosos del entorno. Se nos educa para agradar a los demás, para dar gustos y contentos a nuestros padres, a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestra pareja, a nuestro grupo, a nuestra iglesia, a nuestro club, etc. Vivimos anclados a un concepto estereotipado de Dios. Desde la infancia nos han enseñado que este es el camino, y nos han obligado a ocultar lo que de veras pensamos y sentimos. Estamos muertos. Tenemos que resucitar nuestro verdadero ser.

* * *

Ser uno mismo no es fácil, sino en cierto modo complicado. Primero porque hasta el presente nos hemos pasado la vida cuidando nuestra imagen, cultivando el “personaje” que nos hemos inventado, procurando agradar a los demás para no perder su simpatía, callando las verdades y asintiendo a cosas injustas por temor a ser rechazados. La familia, los parientes y el grupo social en el que nos movemos nos dan cierta seguridad; y el miedo a perder lo que nos parece un suelo firme nos hace sumisos a esa ley social no escrita y cobardes para poner sobre la mesa la verdad y la justicia en que creemos. 

Y, en segundo lugar, es complicado ser uno mismo porque llevar una vida transparente y justa descubre la suciedad e injusticia del mundo que nos rodea. El justo es como una luz que deja ver con la pureza de su vida la suciedad de los corazones injustos.  Por eso éstos le señalan, le ridiculizan, le persiguen, y si llega el caso incluso le matan. No pueden soportarlo.

Vivir en justicia trae consigo soledad e incomprensión; incluso los que hasta ahora fueron tus mejores amigos pueden llegar a dejarte. ¿Quién defiende al justo? Es más cómodo callar y otorgar, volver la mirada ante los insultos y salivazos que recibe el hombre bueno, sonreír hipócritamente las gracias del insolente y pendenciero, cuando se me complica la vida al defenderlo. A veces sólo Dios está de su parte.

* * *

Cuando entramos en el conocimiento interno de Jesús Resucitado vemos la vida de una manera diferente. Y en ese modo nuevo de ver el mundo descubrimos que si queremos ser felices no nos queda otra que armonizar nuestra vida con la verdad que hemos encontrado en Él. Descubrimos que la mayor parte de nuestras decepciones nos vienen porque “no caemos bien a otros”.  Pero ¿por qué tienes que caer bien a nadie? La resurrección de Jesús  viene a decirte que te es posible vivir desde tu propia interioridad; lo importante es "caerte bien a ti mismo". Jesús, hombre libre, vivió siendo fiel a sí mismo, y eso le acarreó el rechazo, pero su fidelidad al modo de ser del Padre Dios no quedó frustrada. El amor es más fuerte que la muerte. Resucitó.

Su resurrección abre las puertas a mi resurrección. Los apóstoles, al ver a Jesús Resucitado, se dieron cuenta de que la verdadera vida se les estaba escapando; y decidieron recuperarla: “hay que agradar a Dios antes que a los hombres”; ahora sabemos que la verdadera vida no la garantiza la sumisión a las costumbres sociales sino la obediencia (escucha, audiencia) a Dios, defensor del justo, único garante de la libertad y felicidad verdaderas. Lo que Jesús ha dicho y hecho es la verdad. La resurrección lo ratifica.

Frente al miedo y la sumisión servil al “qué dirán”,  la Resurrección de Jesús, a quien antes rechazamos, le hace ser la piedra angular del nuevo orden (Mt 21,42; Lc 20,17; Hch 4,11). Basta mirar a Jesús para aprender a vivir en libertad. En Él vemos a “un hombre que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo” (Hch 10,38), que no le importó perder la buena fama porque nunca la tuvo ni la buscó; es de idiotas aferrarse a algo que depende sólo del juicio de los demás. Tampoco importó a Jesús quedarse sin propiedades, porque vivió en pobreza; ni perder la vida, porque no estuvo aferrado a ella. La resurrección deja ver el absurdo de buscar alabanzas ajenas, acumular títulos, acumular poder, obtener ganancias materiales, etc.; todo esto forma parte de las trampas que pone el enemigo. Morir a todo, vaciarme de todo aquello que parece vida y no lo es, ser yo mismo o yo misma sin adornos, es más saludable y garantiza mejor mi felicidad. La resurrección da fe de esto.

Considera hoy la Resurrección desde esta perspectiva. Hay un ego en ti que se alimenta del qué dirán los demás, y un yo profundo, imagen de Cristo, que quiere abrirse paso, que quiere salir de la tumba quitando la losa de los convencionalismos que te agobian por ser opuestos a tu mismo ser. No es fácil dejar de hacer lo que los demás esperan de ti para hacer lo que realmente crees que has de hacer. Esto es ir contra corriente. Tendrás que sufrir un poco, pero será un sufrimiento fecundo, que no terminará en muerte sino en una mayor felicidad; como la de los apóstoles, que “salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús”.

Si te has encontrado con el Resucitado en tu vida, obedece su Camino, sé fiel a ti mismo, porque sólo serás feliz si obedeces a Dios, a tu conciencia, antes que a los hombres.

¡Feliz domingo!
Abril 2025
Casto Acedo

Dos reflexiones al hilo del III domingo de Pascua C.


1.
Invitación al apostolado
(Reflexión personal para agentes de pastoral)

En la raíz de muchas de tus desilusiones pastorales está el hecho de querer evangelizar sin evangelizarte a ti mismo. ¿No dedicas un tiempo excesivo a proyectos pastorales y muy poco a ponerte a los pies el Señor escuchándole en la Palabra, en el templo y en la calle? ¿Puedes ser apóstol sin poner a Cristo resucitado en la base de tu vida? Quien no escucha la palabra -quien no es evangelizado- ¿cómo puede evangelizar? ¿Se puede ser buen pastor sin intimidad con Cristo y contacto directo con las ovejas? Tal como dijo el papa Francisco: no es buen pastor el que no huele a oveja. Tampoco el que no ha asimilado que sólo hay un Buen Pastor en sentido preciso: Jesucristo.

Hubo un momento en que Pedro tuvo miedo al seguimiento; no estaba dispuesto a seguir a su maestro hasta el final. Recuerda cómo quiso andar sobre las aguas y finalmente hubo de reclamar la ayuda del Señor por su miedo y poca fe (cf Lc 14,22-34), o cómo tentó al mismo Señor pretendiendo alejarle de la cruz (cf Mc 8,33), o la triple negación después de haber jurado fidelidad hasta la muerte (cf Mc 14,31; Mt 26,35). Jesús a través de la vida de Pedro te dice implícitamente a ti lo mismo que a él:
Has fracasado, me has negado, no te has dejado guiar por mí, no has seguido mi Palabra sino la tuya; bienintencionada, pero tuya. “¡No te negaré jamás!”, me dijiste. Y tres veces me negaste. Hoy me has escuchado, y por eso has echado las redes; te has arrojado al agua, te has mojado, has renovado por tres veces tu amor por mí y te has dejado ceñir por el Espíritu, que te llevará a donde no quieres. Hoy la pesca ha sido abundante. ¿Por qué? Porque hoy has puesto mi Palabra antes que la tuya.
Tres veces negó Pedro al Señor antes de la Pascua, y tres veces hubo de confesar, tras la resurrección, que lo único importante para él era su Señor. Te engañas a ti mismo si crees que puedes ser maestro sin ser discípulo, que puedes anunciar la Pascua (el paso) de Cristo, sin que previamente la Pascua pase por ti. ¿Cómo pretendes colocar al Señor en el centro del mundo si tú mismo lo tienes al margen de tu vida? ¡Hipócrita! (cf Mt 7,3-5).

Los evangelios nos muestran una imagen del primer Papa como hombre en constante proceso de fe, hasta ceder a Cristo el control de su propia vida; será Dios quien marcará los pasos que le guiarán hasta la prueba del martirio; ¿ha renunciado por ello a su libertad? No. Porque Dios sabe lo que más te conviene para ser libre, y fiándose de Él fue fiel a sí mismo, a sus promesas y aspiraciones.

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2.
¿Pescar en la pecera?
(Una reflexión para instituciones eclesiales y comunidades)
 
Una segunda reflexión; en este caso más para pescadores de salón; me refiero a los que no están dispuestos a remar mar a dentro, donde se corren riesgos, y se limitan a "pescar en la pecera", haciendo lo que se ha hecho siempre y huyendo de todo lo que suene a creatividad pastoral. Todos los conocemos. Normalmente son pescadores que buscan arrimar el pez ya pescado a su particular red, a su institución religiosa, su movimiento o hermandad particular, a su modo exclusivista de vivir la fe.

Los movimientos de la Iglesia deberían estar al servicio de las parroquias acercando a los hombres a la Iglesia en su concreta comunidad parroquial. Pero, sin desmerecer a los que aún trabajan para este fin (¡en teoría todos suelen declararlo sobre el papel en sus estatutos!), da la sensación de que abundan cada vez más los que no ven a la parroquia sino una pecera de segundo orden, de la cual se pueden sacar peces para asegurarles su futuro en la charca del grupo particular. Éstos están más interesados en tomar peces de la red que en añadirlos. ¿No es esto un contrasentido?

Me atrevo a decir que muchos movimientos eclesiales, al menos en España, tuvieron una época dorada en la que sirvieron muy eficazmente de plataformas a las iglesias locales acercando con ilusión a los fieles a la mesa común (un recuerdo especial a la Acción Católica y al Movimiento de Cursillos de Cristiandad). Pero ahora veo movimientos envejecidos, cansados, con esa "tristeza dulzona" que dijo el papa Francisco (EG 83), de quienes "se conforman con tener algún poder y prefieren ser generales de ejércitos derrotados antes que simples soldados de un escuadrón que sigue luchando" (EG, 96).

Están perdiendo tropa, bien por abandonos o simplemente por defunción de sus miembros envejecidos. Se niegan a reformar sus predios y para subsistir no encuentran otro camino que allegar adeptos a su causa entre los que ya están en la causa de Cristo, aunque en otros lugares que califican de inferiores a los suyos. Todo movimiento eclesial debería acercar a la parroquia, pero algunos dan la sensación de que en su agonía sólo buscan subsistir vampirizando, pescando en la pecera.

¡Cuántos pescadores, ingenuamente, ven en la parroquia el único caladero! Echan el ojo a éste o a aquel feligrés de misa dominical y se lanzan a la caza y captura de la pieza para su particular institución. Sacan los peces de la red ya recogida, en vez de ir a caladeros lejanos para traer más pescados a la casa de Cristo. ¡Pescadores de salón!, que no arriesgan ni piensan arriesgar!; porque lo suyo no es la vocación misionera sino el mantenimiento del status social-religioso adquirido en la institución. Echan la red en su propio nombre, no en el de Jesús.

Sabemos que la pesca fuera de los ámbitos clericales y eclesiales es ardua, difícil y complicada. Pero ¿no es esa la tarea fundamental de la Iglesia? No es fácil ser una "iglesia en salida". Primeramente porque salir supone dejare atrás determinadas comodidades. Pero sólo saliendo se puede avanzar; La solución a la crisis eclesial que vivimos en occidente no pasa por pescar en la pecera repitiendo una y otra vez la misma música una cacofonía pastoral que más que armonía sólo produce cansancio interior y rechazo.

Para ser un buen apóstol hay que escuchar en serio su llamada ("¡Sígueme!", Jn 21,19) y, dejando atrás lo viejo, embarcarse en la novedad de ser discípulo; estando dispuesto a la aventura, a arriesgar, a salir a las periferias para echar las redes en nombre del Señor; y luego sentarse a la mesa común, ahí donde el mismo Cristo se hace con nosotros Iglesia.
 
Mayo 2025.
Casto Acedo 

martes, 29 de abril de 2025

Novena Día 9º Puerta

 NOVENA 

A LA VIRGEN DE LA ALBUERA

Dia 9º. Puerta

Vos sois, ¡Oh Abogada y patrona nuestra!, aquella hermosa Puerta que vio Ezequiel cerrada siempre para la culpa y abierta para la misericordia. Vos sois aquella puerta de oro donde el pobre paralítico pedía limosna y la lograba. Vos sois, finalmente, aquella puerta del cielo que vio Jacob de nuestra España, Santiago, por donde todos los justos han entrado en la gloria. Hasta ahora a nadie se le ha cerrado esta puerta; a cualquiera que ha pedido a ella se le ha socorrido en lo necesario. Pues, Señora, no sea yo sólo el desgraciado que llegando a vuestra puerta, tan patente para todos, la halle para mí cerrada. Aquí me tenéis postrado a vuestros pies; llamando estoy a la puerta de vuestra misericordia; no me desechéis sin consuelo ni sin el favor que os pido en esta Novena, si conviene para adoraros por una eternidad en la gloria. Amén.

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Hay una puerta en la parte este de las murallas de Jerusalén (hoy tapiada; ver foto) que el profeta Ezequiel señala como la puerta por donde entrará el Mesías esperado en su venida. A esta puerta también se le llama la puerta Dorada o la puerta Hermosa. En esa puerta san Pedro curó a un paralítico que pedía limosna, según cuenta el libro de los Hechos de los apóstoles.

Apelando imaginativamente a esta puerta el autor de nuestra Novena nos presenta hoy a la Virgen de la Albuera como “aquella hermosa Puerta que vio Ezequiel cerrada siempre para la culpa y abierta para la misericordia” (cf Ez 44,1-10) y “aquella puerta de oro donde el pobre paralítico pedía limosna y la lograba” (Hch 3,1-10). Los textos se refieren a la puerta Hermosa del Templo y la Dorada de Jerusalén. La Virgen de la Albuera se muestra así como madre misericordiosa y atenta a quienes esperan que se abra para ellos la puerta del Cielo por donde entrará en el mundo el Mesías que cubrirá las necesidades de quienes le esperan.

También se menciona hoy en la Novena una “Puerta del cielo” que ve Jacob. El nombre de Jacob se refiere al patriarca Jacob, que tuvo la visión en sueños de una escalera que llegaba hasta el cielo por donde subían y bajaban ángeles (cf Gn 28,10-19). Ese sueño ha quedado en la historia de la espiritualidad cristiana como referente de la experiencia mística, es decir, de que es posible el acercamiento y la visión de Dios en esta vida, vislumbrando así el cielo.

Pero nuestro autor amplía el significado de esa escalera que lleva a la puerta del cielo hablando del “Jacob de nuestra España”.  El nombre de Jacob pasa a decirse en español San-tiago (que viene de “San-Iacob), a quien la Virgen María se aparece en Zaragoza, a orillas del Ebro, sobre un pilar animándole y ratificándole como apóstol misionero de España. La Virgen de la Albuera, contemplada sobre el trasfondo de la Virgen del Pilar, se presenta aquí como “la puerta del cielo que vio Santiago” cuando se le apareció la Virgen María.

En conclusión: la Virgen de la Albuera es puerta por donde nos viene la misericordia de Dios, puerta a donde podemos ir a pedir con la seguridad de que seremos escuchados si la petición es justa y conviene a nuestra salvación, y puerta del cielo, escalera de acceso a la eternidad; puerta, en fin,  por la que el Mesías entró en la historia y entrará  al final de los tiempos. Postrados ante la Virgen María podemos esperar su venida.

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En el Evangelio es el mismo Jesús el que dice: “: yo soy la puerta de las ovejas. … Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”. (Jn 10,7-9). La puerta que es María conduce a Jesús.

Esta puerta de entrada en Dios tiene sus exigencias; si se quiere entrar en la Vida de Cristo no se puede estar a Dios rogando y con el mazo dando, sirviendo a Dios y al dinero, golpeándose el pecho y mostrándose duro de corazón, pidiendo misericordia y condenando al prójimo; la puerta de la salvación pide elegir un modo de vida que sea coherente con el Evangelio reflejado en las virtudes que veneramos en la Virgen de la Albuera: transparencia de vida, obediencia a Dios, humildad, capacidad de sacrificio, etc.

Entrar en la Vida Nueva o en el Cielo a través de la puerta que es  nuestra Madre, y que asume en sí ser Puerta de acceso a su hijo Jesús,  pide el compromiso de esforzarnos en imitarla. “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; pero él os dirá: ´No sé quiénes sois´" ( Lc 13,24-25).

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Hemos acompañado a la Virgen y a la comunidad parroquial esforzándonos con la participación en esta Novena. Ella es la puerta por la que queremos entrar en la vida de Dios.

Durante estos nueve días la hemos contemplado como Paraíso, Fuente, Piscina, Paloma, Nave, Nube, Columna, Torre y Puerta. Son imágenes bíblicas. Ella dijo en el momento de la Anunciación, cuando el Ángel le propuso el plan de Dios de ser Madre de Jesús, “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra”. Fue su compromiso, el culmen de su particular Novena. Lo que le propuso Dios no fue una puerta ancha para seguir los caprichos de su corazón sino una puerta estrecha sumisa a la voluntad del Padre. El anciano Simeón se lo profetizó: “A ti, una espada te traspasará el alma”.

Que la Virgen te conceda lo que le has estado pidiendo en esta Novena; y como es de bien nacidos el ser agradecidos, que tus peticiones vayan a unidas de tu parte  al compromiso de honrar a Nuestra Señora de la Albuera con aquello que ella más desea: que entres en comunión de vida con su hijo y tu hermano mayor Jesucristo; es decir, que no estés cerrado, sino con las puertas de tu alma abiertas, para que el Señor Jesucristo habite en ti como habitó en ella.

Decía más arriba que no es honrado el estar rezando y con el mazo dando. Si la Virgen ha abierto la puerta de su ser a la escucha de tus oraciones, ¿no es de recibo que tú también abras tu puerta a la Vida de Dios? A menudo te preguntas si tus oraciones serán correctas; lo serán cuando no te límites a pedir gracias a la Virgen sino cuando a tus peticiones le acompañe una respuesta positiva a la petición que ella te hace: “Haced lo que Él os diga”; haz lo que Jesús te dice; entonces, como en las bodas de Caná, se producirá el milagro. En tu vida se dará un paso importante; tu agua se convertirá en vino, tu tristeza en alegría, tu desazón en gozo. ¡Atrévete a responder a la petición que hoy te hace la Virgen de la Albuera!


Bajo tu amparo nos acogemos, 
Madre de la Albuera,
santa Madre de Dios.
No desoigas la oración 
de tus hijo necesitados.
Líbranos de todo peligro,
oh siempre Virgen,
gloriosa y bendita. 

San Pedro de Mérida
Abril 2025
Casto Acedo

sábado, 26 de abril de 2025

Novena a la Virgen de la Albuera (Día 6º. Nube)

 Novena a la Virgen de la Albuera


Dia 6º. Nube

Vos sois, ¡Oh, gran señora!, admirable Nube que lloviste al mundo, con el Justo, copiosas aguas de misericordia. Y en Vuestra divina imagen sois mística Nubecilla de Elías  que, subiendo del mar, regáis con dulces y abundantes aguas la tierra de nuestros campos para que produzca copiosos frutos. Regad, pues, Nube divina, la tierra seca y estéril de mi corazón para que, fertilizada con la lluvia de vuestras gracias, produzca copiosos frutos de obras buenas. Convertid las amargas aguas de la culpa que esterilizan mi alma en aguas dulces de virtud que la endulcen y fertilicen en lo bueno. No me neguéis, Señora, esta gracia, porque me conviene, ni la especial que os pido en esta Novena, si vos sabéis que es útil para mi bien. Amén. 

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En libro bíblico del Éxodo dice que cuando el pueblo de Israel peregrinaba por el desierto hacia la tierra prometida, “el  Señor caminaba delante de los israelitas: de día, en una columna de nubes, para guiarlos por el camino; y de noche, en una columna de fuego, para alumbrarlos; para que pudieran caminar día y noche. No se apartaba de delante del pueblo ni la columna de nube, de día, ni la columna de fuego, de noche" (Ex 13,21-22). La nube representa la presencia de Dios, y la Virgen María, que lleva en su seno al Hijo de Dios, es también portadora de la presencia divina, es “nube viviente”.

El pedestal de nuestra imagen es una nube nimbada de ángeles; la Virgen de la Albuera sostenida y apoyada en la nube de Dios; y también ella misma “nube” que sostiene en sus manos al niño que trae la paz de la gracia en sus manos. La nube es algo que se ve, pero no se puede asir, no se puede agarrar ni atar; permite ver la luz sin ser ella la luz; las Sagradas Escrituras nos dicen que no se puede ver a Dios (Ex 33,20), pero sí podemos ver su reflejo en sus criaturas; la Virgen Madre Inmaculada es la criatura más sublime, la que mejor nos permite ver claramente a Dios en sus gracias.

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Por María nos acercamos y palpamos a Dios; y también por la Virgen María llega Dios a nosotros. Hay un texto bíblico que nos ayuda a entender esta verdad desde el título “nube” aplicado a la virgen María. Es una escena que se desarrolla en el monte del Carmelo, símbolo mariano, lugar donde los primeros carmelitas, allá por el siglo XII, eligieron a la Virgen María como su patrona.

La Biblia nos dice de que, tras casi cuatro años de prolongada sequía, “el profeta Elías dijo al rey  Ajab: «Sube, come y bebe, porque va a llover mucho».  Ajab subió a comer y beber, mientras Elías subía a la cima del Carmelo para encorvarse hacia tierra, con el rostro entre las rodillas.  Había ordenado a su criado: «Sube y mira hacia el mar»; el criado subió, miró y dijo: «No hay nada». Elías repitió: «Vuelve»; y así siete veces. A la séptima dijo el criado: «Aparece una nubecilla como la palma de una mano que sube del mar». Entonces le ordenó: «Sube y dile a Ajab: “Engancha el carro y desciende, no te vaya a detener la lluvia”». En unos instantes los cielos se oscurecieron por las nubes y el viento, y sobrevino una gran lluvia” (1 Re 18, 41-44).

Contemplamos la escena: El rey Ajab, que podría ser cualquiera de nosotros, esperando que la oración sea escuchada;  Elías, el profeta, orando con perseverancia; por siete veces se detiene para preguntar al criado si ve venir algo desde el mar; en seis de esas ocasiones la respuesta fue “no hay nada”; pero en la séptima  oración el criado responde: “Aparece una nubecilla como la palma de una mano que sube del mar». Es un signo: una nubecilla, pequeña, como la palma de una mano, que se acerca” y “en unos instantes los cielos se oscurecieron por las nubes y el viento, y sobrevino una gran lluvia”.

La tradición carmelitana ha entendido siempre que esa pequeña nube, que trae agua abundante es la Virgen María, mujer pequeña, sencilla, insignificante, pero que lleva en su seno el agua viva que es Jesús. Sin la nubecilla no habría nubarrones que descarguen la lluvia; sin la Virgen María no se hubiera cumplido esta profecía de Isaías 45,8: “¡Cielos, lloved vuestra justicia, ábrete tierra, haz germinar al Salvador!”.  La justicia y salvación de Dios nos vienen del cielo; la tierra que se abre a la Presencia de Dios, queda preñada de Él y  da fruto. La Virgen María es la tierra fecunda que recibe de Dios la semilla de la salvación y permite que Dios Encarnado, Jesús, germine y crezca en la tierra y de frutos de vida eterna.

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María es una "nube pequeña" que acaba siendo la que trae la lluvia en periodo de sequía. Su aparente insignificancia ("nubecilla") merece ser elogiada; en ella tenemos el elogio de la sencillez; la vida se edifica desde los pequeños detalles. Si bien es verdad que las grandes solemnidades, como la Misa Solemne y la Procesión de la tarde,  marcan el ritmo de la devoción mariana de san Pedro de Mérida, lo cierto es que es más sencilla y auténtica la devoción que acude con más frecuencia a la Virgen. Sin la oración diaria, sin el encuentro semanal con Cristo a los pies de Nuestra Señora, las grandes solemnidades quedan desdibujadas, borrosas, poco definidas. ¿Qué pensar de quien sólo visita a su madre en fechas muy señaladas? ¿No se esconde en ello cierta desidia o interés? 

Ella canta y enseña que el Señor "derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes" (Lc 1,52), que la vida no la llenan los resplandores de fuegos de artificio ocasionales sino la luz del día día. Su imagen no pretende deslumbrar sino alumbrar; tampoco quiere anotar en su haber lo que sabe que es don de Dios: se asustó ante las palabras del ángel de la Anunciación, pero dio paso a la acción del Espíritu en ella: "!hágase en mí según tu palabra!" (Lc 1,29.38). Tanto ella como san José desparecen en los Evangelios una vez han cumplida su misión.  

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Contempla hoy a María de la Albuera como Nube divina que viene a ti, que tienes sed de Dios, trayendo la lluvia que es su Hijo. Y termina haciendo tuyo su gozo cuando Isabel le dice. "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre" (Lc 1,42). Canta con ella:

«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
su nombre es santo, y su misericordia
llega a sus fieles de generación en generación. 

Él hace proezas con su brazo: 
dispersa a los soberbios de corazón, 
derriba del trono a los poderosos 
y enaltece a los humildes, 
a los hambrientos los colma de bienes 
y a los ricos los despide vacíos. 

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia 
 —como lo había prometido a nuestros padres— 
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

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Abril 2025
Casto Acedo

viernes, 25 de abril de 2025

Novena a la Virgen de la Albuera (Dia 5º Nave)

Novena a la Virgen de la Albuera


Dia 5º. Nave 
Vos sois, ¡Oh Abogada nuestra!, la Nave del Mercader divino, que desde el cielo lo trajiste a la tierra, el pan de ángeles y hombres, Jesucristo; nueve meses navegó felizmente el Dios humanado por el mar de este mundo, embarcado en vuestras purísimas entrañas. Pero ¿quién no navegará seguro por el mar de este mundo si se embarca en la Nave de vuestra protección? Espero de vuestra piedad compasiva que me conduciréis felizmente entre las olas y peligros de este siglo al seguro puerto de la eterna gloria y provecho de mi alma. Amén.

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Nos ofrece hoy la novena la imagen de una nave, un barco, para describir a la Virgen María, imagen muy común también a la  hora de describir el ser de la Iglesia. Existe una gran afinidad entre la Virgen María y la Iglesia.

Hoy me gustaría detenerme en reflexionar sobre esta relación tan íntima. También a la Iglesia la llamamos madre, nuestra santa madre Iglesia, una consideración que no solemos tener en cuenta. La Iglesia es madre porque en ella, en la pila bautismal, nacimos a la vida nueva de hijos e hijas de Dios. La  Iglesia nos dio a luz por el agua y el Espíritu en el bautismo, y como buena madre nos educada con la catequesis, nos alimenta con los sacramentos y nos da el calor familiar con la comunidad de vida.

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Nuestro concepto de Iglesia suele quedarse en el de una institución de poder y autoridad. Vista así la Iglesia es el papa, los obispos, los curas, las monjas y monjes, los religiosos y religiosas. A esto es a lo que nos referimos normalmente cuando se habla de la Iglesia. Pero ¿es esto la Iglesia?

La  palabra “ecclesia”, latina, significa “asamblea”, y se aplicó a los primeros cristianos que se reunían cada domingo en asamblea. “Ir a la asamblea” acabó significando  “ir a un lugar donde se reunían los cristianos”; y cuando se construyeron templos “ir a la Iglesia” pasó a ser “ir al templo”; la palabra iglesia pasó así a significar también el lugar donde se reúnen los cristianos. Más tarde se identificó con el clero, los que gestionaban el culto y funcionamiento de los templos e instituciones religiosas, restando importancia al pueblo de Dios  como parte de ella. En el siglo XIX se impuso la idea de la Iglesia como “sociedad perfecta”,  lo cual generó una soberbia eclesiástica que no podemos negar. Pero ¿es la Iglesia un edificio,  un grupo de dirigentes eclesiásticos o una “sociedad perfecta”?

El concilio Vaticano II habla de la Iglesia definiéndola como “Pueblo de Dios”. Por tanto cada uno de los bautizados no es que "tengamos o estemos" en una Iglesia sino que "somos" Iglesia. También dice el Concilio que la Iglesia es “sacramento”, signo visible de la realidad invisible que es Cristo. A mí me gusta decir que la Iglesia es la comunidad de aquellos que se han encontrado con Jesús resucitado o han sido encontrados por Él y comparten esa misma experiencia de muerte y resurrección, de amor y de entrega de Jesús.

Hay quien sigue pensando que los curas son unos funcionarios públicos que tienen la obligación de servir al pueblo en los ritos. La Iglesia son los curas, dicen. Pues que se preparen éstos para la desaparición de una Iglesia así,  porque los curas son una especie en vías de extinción. Si no se da un paso de “la Iglesia son los curas” a “todos somos Iglesia” estamos gastando energías para nada. 

Si queremos una buena enseñanza de lo que es y a lo que está llamada  la Iglesia podemos mirar a la Virgen. Mucho de lo que decimos de la Iglesia lo hemos aprendido de nuestra Madre. Igual que ella asumió la obediencia a Dios haciéndose portadora de la persona de Jesús durante nueve meses para dar a luz al Salvador, así la Iglesia, obediente a la voluntad de Dios, hace presente a Jesucristo. En la Iglesia, como en María, se sigue dando el misterio de la Encarnación de Jesús.  María cuidó con esmero la vida que habitó en ella y la dio al mundo. La Iglesia tiene la misma misión: mantener viva la presencia de Cristo en ella y darlo al mundo en la evangelización, las celebraciones litúrgicas y la caridad.

Por otra parte, los cristianos tenemos un deber  hacia la Iglesia, el mismo que tenemos hacia nuestra Madre la Virgen: cuidarla, acrecentarla, mimarla, atendiendo a sus necesidades materiales y espirituales (catequesis, celebraciones, cáritas). 

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La presencia de la Virgen María es muy “espiritual”, muy etérea, invisible e intocable. Pero Dios nos ha dejado su Iglesia como una “nave” más tangible, más palpable. Decimos hoy en la novena a la Virgen. “Espero de vuestra piedad compasiva que me conduciréis felizmente entre las olas y peligros de este siglo al seguro puerto de la eterna gloria y provecho de mi alma”. Muy bonito, pero ¿cómo va a hacer eso María? ¿Cómo puede protegernos realmente de los peligros? La respuesta la tenemos en la Iglesia. Ésta es la “nave” en la que La Virgen de la Albuera viaja y nos acompaña. La Iglesia nos protege dándonos a conocer el evangelio de Jesucristo frente a los peligros de las falsas enseñanzas del mundo, fortaleciéndonos con los sacramentos (bautismo, confirmación, eucaristía, penitencia, matrimonio, etc) y dándonos el apoyo caritativo de una comunidad que nos anima y nos permite sentir el cielo por adelantado.

La Iglesia, como María, es “la Nave del Mercader divino, que desde el cielo lo trajiste a la tierra, el pan de ángeles y hombres, Jesucristo”. En la misa la Iglesia sigue siendo nave que pone en el mundo a Jesucristo por la Palabra anunciada, la eucaristía celebrada y la caridad practicada.

No se puede ser devoto de la Virgen de la Albuera sin sentirse a la vez hijo de la Iglesia. Ella es también nuestra madre. ¿Permitiría una madre de muchos hijos que le profesara y confesara su amor a ella sin confesárselo a su vez a sus hermanos? Es verdad que la madre Iglesia no es tan perfecta como la Virgen, porque en ésta hay ausencia de pecado mientras que la Iglesia es santa (porque Dios está en y con ella) y a la vez pecadora (la formamos personas imperfectas). No obstante, una devoción a la Virgen solo es real y sincera si se da en el seno de una familia, la de la iglesia, en la que no todos los hijos son ejemplares. Y quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. María es madre de misericordia, de perdón, y también a mi se me pide el esfuerzo de aceptar, perdonar y abrazar a los hermanos que formamos parte de la familia de María.

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María y la Iglesia forman una  unidad misteriosa y preñada de esperanza . No me resisto a transcribir un texto de Henri de Lubac que puede servirte de meditación sobre la Iglesia, más en concreto sobre tu parroquia,  desde el prisma de la Virgen de la Albuera:

“María contiene eminentemente todas las gracias y perfecciones de la Iglesia. Todas las gracias de los santos entran en ella, como todo los ríos entran en el mar. Sobre ella, en quien ha puesto eternamente fija Su Mirada, el Eterno ha tomado la medida de todas las cosas. En ella se bosqueja toda la Iglesia, y al mismo tiempo llega ya a su última perfección. Ella es a un tiempo su germen y su pléroma. Ella es su forma perfecta, morada donde habita la plenitud de los santos. Ella es la Mansión de todos los bienaventurados, casa donde todos se alegran. María es en la Iglesia lo que la aurora es en el firmamento, y en su juvenil esplendor Ella es ya este nuevo universo que debe ser la Iglesia…

Al final de los tiempos, la Iglesia, que es la belleza de todas las almas individuales, será “toda hermosa”: María es “la misma belleza”. Ella es toda hermosa desde el primer momento de su ser… y su Amado puede decirle desde el primer instante: “No hay en ti mancha alguna”.

¡Qué espectáculo más arrobador el ver en esta sola alma, ya desde sus comienzos, todo lo que el Espíritu de Dios derramará un día sobre toda la Iglesia!

Henri de Lubac, Meditación sobre la Iglesia, Ed Encuentro (Madrid, 2ª reimpresión, 1988) ,267.

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Es la Iglesia la que ha mantenido viva la fe y la fiesta de la Virgen de la Albuera. Sin Iglesia sólo tendríamos estos días una "feria", un folklore exterior. La espiritualidad mariana que transmite la Iglesia, ligada a la persona de Jesucristo, el Hijo de Dios, Hijo de María, es la esencia que debemos cuidar y transmitir con esmero. Hay "fiesta" cuando hay algo que celebrar; y esa celebración es siempre en comunidad. La Iglesia es la Nave en la que compartiendo vida podemos encontrarnos con Jesús y María. Dice Jesús: "Cuando dos o mas se reúnen en mi nombre yo estoy en medio de ellos" (Mt 18,20). ¿No dirá lo mismo Nuestra Señora de la Albuera?

Abril 2025
Casto Acedo 

15º Domingo Ordinario C (13 de Julio)

EVANGELIO  Lc 10,25-37 Un hombre que bajaba de Jerusalén loa Jericó cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y...