sábado, 29 de abril de 2023

Iglesia y pastores (Reflexión)


Hay una parábola recogida por san Mateo y san Lucas que podemos considerar muy próxima a los textos en los que san Juan habla del buen Pastor. Se trata de la oveja perdida. Dice así: 
Suponed que un hombre tiene cien ovejas: "si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en los montes y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado”. (Mt 18,12-13; cf Lc 15,4-6). 
Una parábola corta, rompedora como todas las parábolas del evangelio, pero que no podemos usar como argumento para entender "el todo del Pastor". 

Intentemos una variante: 
“Un pastor tenía cien ovejas, y se le perdió una. Dejando las noventa y nueve en el aprisco salió a buscarla por cañadas y montes, por bosques y desiertos, por veredas y caminos, incluso miró uno por uno los pozos del entorno por si hubiera caído en alguno de ellos. Pasaron días de búsqueda y al fin la encontró cercana a un precipicio, enredada entre unas zarzas; cuando volvió con ella, contento porque había cumplido su misión de buen pastor, se encontró con que de las noventa y nueve sólo quedaban unas diez en el redil, exhaustas, sedientas y hambrientas. ¿El resto?: unas murieron por inanición y otras, desesperadas y urgidas por la necesidad, superando el muro del aprisco, habían escapado en busca de mejor vida. La alegría del Pastor se transformó en tristeza, y a la oveja perdida, la verdad, no le alegró volver a un redil así;  se preguntó seriamente si no sería mejor volverse a marchar”.
¿Qué pretendo al hacer esta corrección de la parábola? Pues algo tan simple como echar mano del sentido común. Las parábolas suelen ser “exageradas” en sus planteamientos; ¿de veras creéis que es justo que el hijo pródigo goce de todos los beneficios en detrimento del que se queda en casa?, ¿sería viable un desarrollo económico que se basase en que el obrero que trabaja una hora cobre lo mismo que el que lo ha hecho durante todo el día? ¿no es un gesto de egoísmo que las doncellas listas sean las que se niegan a compartir su aceite con las necias?, … Olvidamos que las parábolas inciden en una idea de choque que ayude a replantearnos cuestiones, pero no podemos hacer de ellas una lectura literal.

Así pues, no es lógico que un pastor abandone a noventa y nueve ovejas para dedicarse a una privilegiada a costa de las otras. Esta parábola, como la del Hijo pródigo, no va más allá de llamar la atención sobre la importancia de la acogida de los más pobres y alejados -¡id por todo el mundo a buscar ovejas perdidas para que entren en el redil del Reino!- pero deja mucho que desear a la hora de explicar cómo debe  actuar el pastor con el resto de las ovejas, que se supone son la mayoría. 


La misión del pastor  

Los pastores (sacerdotes, catequistas, agentes de pastoral, etc.), todos los que tenemos una tarea “pastoral” en la Iglesia deberíamos de preguntarnos si somos “buenos pastores del rebaño”. 

Lo digo porque, a veces, estamos tan obsesionados por conseguir que los que  están fuera de la Iglesia entren que  olvidamos cuidar a los que ya están. Parece que lo que cuenta es el número de ovejas y no la calidad. Es verdad que Jesús se dedicó a las masas, y “se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor” (Mt 9,36), pero no acababa en ellas su misión. 

Poco a poco fue surgiendo en Él una logística pastoral,  y halló el modo de llegar a muchos más de una forma indirecta, pero no por ello menos eficaz. Para este fin decidió formar a algunos discípulos y discípulas para que  cuando Él marchara se ocupasen en ser pastores que apacienten a los que entrasen a formar  parte del rebaño del Reino.

El verbo afín a la palabra "pastor" es pastorear, que incluye llevar o acercar pasto a las ovejas, apacentar; este verbo define su tarea ordinaria, algo que a menudo olvidamos en la Iglesia. Confundimos evangelización (llamar al nacimiento espiritual) con atención pastoral (apacentar a los ya nacidos), ignorando que, aunque ambas tareas se implican mutuamente, hay entre ellas una diferencia importante. Evangelizar es llevar el evangelio del Reino a todos por la predicación-atracción de la palabra y el testimonio, luego, los tocados por el mensaje se adhieren a una comunidad cristiana donde seguir alimentando la fe.

"Apacienta mis ovejas", dijo Jesús a Pedro.  Para ello había formado un reducido grupo de discípulos. Y es aquí donde surge la “pastoral”. Jesús alimenta cuidadosamente el grupo más fiel de seguidores, les da formación y ánimo haciendo de ellos a su vez una comunidad que será agente de evangelización. Si Cristo atraía a las multitudes, también la Iglesia, bien alimentada con la Palabra y los Sacramentos, se hace atractiva para los que buscan saciar su hambre y su sed de Dios. Formar comunidades sólidas es el primer paso para una  evangelización seria.

Jesucristo, el Buen Pastor, nos ha demostrado la grandeza de su ...

 Unas preguntas personales

Todo lo dicho me lleva a hacer unas preguntas: 

¿Cuál es mi mayor preocupación: llevar gente a la Iglesia o hacer verdadera Iglesia de comunión? ¿Qué debería ser más importante hoy en nuestras parroquias?

¿Me he preguntado alguna vez por qué muchos no se acercan a la Iglesia, o porqué algunos se acercan y desaparecen al poco tiempo? ¿Será porque el pastor no es bueno?  ¿O habrá que buscar también las causas en el mal  estado de las relaciones entre ovejas que dicen pertenecer al mismo rebaño? El pastor puede perder el norte obsesionándose por acercar ovejas nuevas al redil, pero ¿para qué las quiere si cuando la trae o bien duran poco, escandalizadas por la poca seriedad del rebaño, o mueren de inanición por la despreocupación del pastor? 

Echando una mirada a mi comunidad parroquial, ¿es un rebaño hermoso y cuidado, orgullo de los que lo forman y admiración de los que la contemplan? ¿o está formada por “okupas”, es decir, ovejas que no deberían estar en el aprisco pero que se han instalado en él a perpetuidad? 

Esto de los okupas es para revisarlo.  Si las ovejas que suelen ocupar las dependencias parroquiales se caracterizan por ambicionar cargos, rehuir los últimos puestos, establecer grados entre las ovejas, emitir juicios descarnados sobre los demás, hablar de todo menos de Dios y Jesucristo, etc., entonces son okupas, es decir: no están en su sitio. Les está haciendo falta el buen pasto, es decir, una formación cristiana genuina y exigente. Deberían ser llamados a la conversión por la Palabra y los Sacramentos, y si no están por la labor ser expulsados como mercaderes del templo. Es duro decirlo, pero ¿qué oveja nueva querrá entrar en un rebaño que no es reflejo del Espíritu del Buen Pastor? 

No se debe olvidar nunca que Jesús es “la puerta de las ovejas”. En él tenemos la entrada al redil. Además de pastor, Jesús es pasto y alimento (Pan de Vida). ¿Qué papel juega el Buen Pastor Jesús en la vida de mi comunidad? Es una pregunta para pastores y ovejas de la Iglesia. ¿Es Jesús el centro de todo en la vida de la parroquia, o es el “argumento” para que determinadas personas o cosas ocupen ilegítimamente el centro? La vida de la Iglesia no depende de nuestros títulos, planes y proyectos, sólo Él puede alimentar esa vida. “Señor, a quien iremos, solo tú tienes palabras de vida eterna”. 

Estamos muy confiados pensando que quienes necesitan conocer a Dios son sólo los que no están en el rebaño, y nos equivocamos. Muchos de los que forman parte de la comunidad desconocen al Buen Pastor. Intenta hablarles del Dios de Jesucristo más allá de las fórmulas litúrgicas y lo políticamente correcto; háblales de tu vida con Jesús como hablas de tus relaciones familiares o de amistad. Si ponen cara de póquer es que algo rechina. 

¿Se puede ser buen cristiano sin relación personal con Jesús? Porque a sus ovejas “las llama por su nombre” y “ellas conocen su voz”, es decir, hay una cercanía, una experiencia-diálogo intimos entre oveja y Pastor. Entrar por “la puerta del conocimiento de Jesús” es básico para no ser un okupa.

Jesucristo como puerta y pastor | Alfa y Omega

Concluyendo

Palabra de Dios, oración-sacramentos y caridad, son el pienso con que se alimenta el Pueblo de Dios. Ser buenos pastores  es procurar esto a las comunidades. La caridad cristiana tiene dos vertientes: "koinionía" (comunión interna entre el grupo de creyentes) y "diakonía" (servicio de caridad hacia los más pobres, creyentes o no). 

La "diakonía", Caritas de la Iglesia, es muy necesaria en la Iglesia sobre todo en un mundo donde el lenguaje de la "ayuda solidaria" es bien entendido por todos; y no está mal que se sirva a los más pobres. Pero esa "diakonía" sólo será implícitamente evangelizadora si se hace desde la "koinonía", o comunión fraterna. Y a esta faceta de la caridad solemos darle menos importancia que a la otra. 

Si no queremos hacer de la Iglesia una ONG entre otras muchas, lo cual supondría su desaparición como Iglesia de Jesucristo, habrá que hacerla portadora del alimento espiritual cristiano, es decir: Palabra, Sacramento y Comunión interna. Está muy bien que la gente acuda a las parroquias a pedir  atención primaria, ya sea a ser escuchados  o a pedir bolsas de comida; pero no olvidemos que la misión específica de la Iglesia es la de dar el pan espiritual que es Cristo. Y éste es tan importante, que el otro depende de Él. Sin Cristo no habrá paz, justicia y fraternidad. 

Es importante, por tanto, apacentar a la comunidad (koinonía), no sea que queriéndonos justificar con una  caridad cristiana un tanto impostada (diakonía, caritas meramente asistencial), nos quedemos sin Iglesia y sin servicio de atención a los pobres.

La Iglesia no dispone de recursos económicos suficientes para hacer frente a problemas económicos de gran calado. Esas soluciones corresponden a las fuerzas políticas y económicas del país; pero tenemos algo que estas autoridades no tienen: «No tengo plata ni oro -dijo Pedro al cojo que pedía en la puerta del templo- , pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda». (Hch 3,6). Esta es nuestra aportación, el nombre de Jesús como fuerza capaz de levantar el ánimo y ponerlo en marcha hacia un mundo más justo. Si no damos esto estamos perdiendo el norte.

Nunca es tarde para reestructurar la vida de nuestras parroquias.  Revisemos nuestra pastoral. Tomemos decisiones serias que alejen a los okupas y acerquen a quienes buscan de verdad la Verdad de Jesucristo.  Reforcemos el Cuerpo de Cristo que somos con una genuina espiritualidad evangélica. Y, sin menosprecio de la vocación misionera, no juguemos a salvar una oveja perdida cuando tenemos sedientas y hambrientas a las noventa y nueve restantes.

Abril 2023
Casto Acedo. 

domingo, 23 de abril de 2023

Pastor y Puerta (30 de Abril)


EVANGELIO Jn 1,1-10

En aquel tiempo, dijo Jesús: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.

Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Palabra del Señor

* * *
NOTA: Son muchos los que me reprochan que me alargue en algunos comentarios, como en este caso. Y como siempre reitero que mi intención no es dar una píldora concreta sobre el evangelio sino una visión más abierta, más global. Poner sobre la mesa una "variedad de ideas o puntos de meditación" para que cada cual escoja la que más se adapte a su necesidad.

*

Hablar de Dios no es fácil. Tal vez por ello, desde el púlpito los predicadores tendemos a disertar sobre moral (mandamientos de la ley de Dios propios del Antiguo Testamento), costumbres, normas de comportamiento o avisos espirituales. 

¡Qué distinto es el evangelio de Jesucristo! No pretende darnos normas sino enseñarnos quién es Dios. Para que le conozcamos echa mano de imágenes que podamos entender. En el Evangelio de san Juan son muy recurrentes las que se ofrecen a partir de los “ego eimi” (yo soy), palabra griega que nos recuerda el mismo nombre de Dios en el Antiguo Testamento, cuando Dios revela a Moisés su nombre en el monte Horeb: Yahvé: Yo soy el que soy- (Ex 3,14). 

Pues bien, a partir de esa afirmación del “ser de Dios” Jesús se presenta en san Juan como “yo soy el Pan de vida, yo soy el Buen Pastor, yo soy la Vid, yo soy la Puerta, yo soy el Camino, yo soy la Verdad, yo soy la Resurrección y la vida”.

El cuarto domingo de Pascua es conocido como el Domingo del Buen Pastor; aunque en este ciclo el Evangelio habla más bien de Jesús desde la imagen de la Puerta unida a la de Pastor que abre, recoge, y protege al rebaño haciéndole entrar y salir del aprisco.


El simbolismo del pastor y el rebaño.

Yo soy el buen pastor” (Jn 10,14), dice Jesús enlazando con la tradición religiosa de su pueblo Israel. La imagen de Jesús y su Padre como buen pastor enlaza con la tradición bíblica, que se desarrolla en un mundo esencialmente agrícola y ganadero. En un mundo tan industrial y tecnificado como el nuestro nos va costando entender en profundidad los símbolos bíblicos relacionados con el mundo rural antiguo.

La figura del pastor, como la del sembrador, tuvieron una gran significación en los tiempos y ambientes Biblicos, como también la tuvo hasta hace poco entre nosotros. 

En el AT muchos de los que luego serán reconocidos como personajes que prefiguran al Mesías se relacionan con el oficio de pastor: el justo Abel (Gn 4,2), José (Gn 37,2), David (Sam 17,15; Ez 37,24). Y entre los profetas no solo hubo pastores (Am 7,14), sino que muchos profetas anuncian a Dios como el supremo Pastor de Israel: “Como pastor pastorea su rebaño: recoge en brazos los corderos, los lleva en el seno, y trata con cuidado a las paridas” (Is 40,11). Lo mismo reflejan los salmos: “El Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace reposa, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas” (Sal 23,1-3).

Observando el trabajo diario del pastor, los autores bíblicos extraen toda una teología, es decir, toda una visión de Dios desde los rasgos del pastor. 

También se denuncian en la biblia las prácticas de los malos pastores: “¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No es el rebaño lo que deben apacentar los pastores? Vosotros os bebéis su leche, os vestís con su lana, matáis las ovejas gordas, pero no apacentáis al rebaño. No habéis robustecido a las flacas, ni curado a las enfermas; no habéis reunido a las descarriadas, ni buscáis a las perdidas, sino que las habéis tratado con crueldad y violencia” (Ez 34,2-4; cf todo el cap. 34). 

El pastor “imagen de Dios” no se corresponde con la de un criador de ganado o un asalariado contratado a sueldo, sino con una persona que ha adquirido cierta sensibilidad por su oficio: las horas dedicadas al rebaño le lleva a conocer a todas y cada una de sus ovejas a las que les procura alimento, las trata con cariño y las defiende de los peligros que le acechan. 

Tras denunciar la irresponsabilidad de los pastores de Israel, Dios, por boca del profeta Ezequiel, dice: “Yo mismo buscaré a mis ovejas y las apacentaré,… las reuniré de todos los lugares por donde se habían dispersado en días de oscuros nubarrones” (Ez 34,11-12). “Yo mismo”, el mismo Dios, en Jesucristo se hace buen pastor cumpliendo su palabra. El evangelio de san Juan, que hemos proclamado, es un buen resumen de ello. (Jn 10,1-21).


Jesús, el Buen Pastor.

El de "Buen Pastor" es uno de los primeros títulos aplicados a Jesús por su Iglesia. Lo encontramos en los evangelios; y ya en las catacumbas y en los mosaicos de las antiguas basílicas es frecuente la iconografía del "pastor", joven y fuerte, que carga una oveja sobre sus hombros, imagen que nos remite también a Cristo camino del Calvario cargando con la cruz de nuestras injusticias y librándonos así de muerte eterna. Pastor y cordero dan pie en la Escritura para describir a Jesús, buen Pastor que al dar su vida por las ovejas es también Cordero inmolado. 

¿Qué rasgos de buen pastor 
encontramos en Jesús de Nazaret?

1. “El buen pastor da la vida por las ovejas” (Jn 10,11): No es buen pastor en el sentido bíblico el que se dedica a alimentar y cuidar las ovejas con ánimo de lucro; tampoco es buen Pastor el que va detrás de las ovejas azuzándolas, obligándolas a ir por donde él quiere que vayan. Más bien es el que va delante con el callado de la Cruz y con su testimonio, ganándose el respeto y admiración de sus ovejas por el cariño y la entrega de su vida conduciéndolas así hacia fuentes tranquilas y reparando sus fuerzas (Sal 23,2). Jesús sigue siendo así buen pastor en la Eucaristía, donde da la vida por sus ovejas y repara sus fuerzas con el alimento de la vida eterna.

2. “Yo soy la puerta de las ovejas” (Jn 10,7). Muy unida a la definición de Jesús como Pastor, esta la de “Puerta de las ovejas”. Es una imagen con resonancias eclesiales. El buen Pastor da acceso al aprisco por la puerta, sin las mentiras, engaños y manipulaciones propias de los mercenarios y los malos pastores. Entrando por la Puerta que es Jesús se adquiere la verdadera libertad, porque “podrá entrar y salir y encontrará pastos” (Jn 10,9). En el aprisco del buen Pastor, en la Iglesia, a la que se tiene acceso por la puerta de la ciudad amurallada, las ovejas encuentran seguridad y salvación. 

Aquí hay una llamada a la Iglesia para que tenga siempre abiertas las puertas de la misericordia, la Puerta que es Jesús. Que nadie necesitado de ayuda: inmigrantes. dependientes físicos y anímicos y demás marginados por su religión, fe, pensamiento o condición social, racial, sexual, etc., encuentre cerrada la puerta de Jesús en la Iglesia. Cristo es Puerta abierta al mundo entero, sin excepción o acepción de personas.

3. “Yo soy el buen pastor que conozco a mis ovejas y las mías me conocen” (Jn 10,14). Propio del buen Pastor es “conocer”, estar abierto al ser y a la realidad, sea cual sea, de las ovejas. El verbo “conocer” tiene un hondo sentido bíblico: conocer es amar. Ya sabemos que sólo desde un amor muy sincero y respetuoso se puede llegar al conocimiento de otra persona. Como Puerta y Pastor Jesucristo está abierto a la escucha, al conocimiento de cada discípulo en particular. Por eso “llama por el nombre a las ovejas y las saca fuera”, y como puerta abierta deja que las ovejas entren su misma vida.

Decir “yo conozco a las mías y las mías me conocen” es decir “yo amo a las mías y las mías me aman”. Hay un conocimiento que va más allá de lo netamente intelectual; es el conocimiento del amor, que no se apoya en la química de las neuronas, sino en el movimiento del corazón que late por el Otro. 

Estamos ante el misterio del encuentro con Dios, que no se puede expresar con palabras: “que ni basta ciencia humana para lo saber entender, ni experiencia para lo saber decir; porque sólo el que por ello pasa sabrá sentir, mas no decir” (San Juan de la Cruz). Entre el Pastor y las ovejas se da una relación de intimidad cuyo fruto es la  paz y la serenidad. No como el ladrón o los falsos pastores que hacen estragos que crean desconcierto en la interioridad y en el redil. Por sus obras los conocereis (Mt 7,20).


4.”El buen pastor va delante de las ovejas, y las ovejas le siguen”. Un buen pastor no usa a sus ovejas como escudo, no huye cuando viene el lobo, sino que va delante de ellas. El falso pastor va detrás de las ovejas, ya sea bailando al ritmo de sus gustos para obtener sus votos, o azuzándolas con autoritarismos a fin de explotarlas y proteger sus intereses. Los que así obran no son buenos pastores sino mercenarios. 

Cristo buen Pastor va delante de los suyos en el camino del Calvario, dándolo todo por no traicionar la verdad; y también va delante de ellos a Galilea, donde en la fiesta de la resurrección participan de la fiesta de su victoria. 

5. “Tengo además otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer” (Jn 10,16a). El buen Pastor tiene una preocupación pastoral y sacramental: mimar a sus ovejas, intimar con ellas, apacentarlas debidamente; pero no menos cierta y apremiante es su preocupación evangelizadora: traer otras ovejas al redil, ya sea de entre las que se han salido de él (alejados) y de las que nunca han estado (lejanos). 

Esta figura del buen Pastor nos obliga a repasar nuestra eclesiología, nuestra imagen de Iglesia y de hermandad cristiana, centrada más de lo debido en una pastoral de mantenimiento y descuidada, o poco interesada por las ovejas que han perdido su sentido de pertenencia y ya no son del redil, que suelen ser la mayoría. Es cierto que debemos cultivar nuestras prácticas religiosas y nuestras tradiciones como comunidad parroquial; pero sin olvidar que la iglesia y en ella la parroquia no son fin en sí mismas. Su misión es trabajar con un fin: “que todos sean uno para que el mundo crea” (Jn 17,21). La meta: que haya un solo rebaño y un solo Pastor. 

El proselitismo, palabra maldita en nuestro tiempo, es inherente al evangelio. Para salvar la maldición hay que entender bien qué es ser proselitista; no se trata de imponer, sino de la necesidad de comunicar espontáneamente la riqueza (buena noticia) que se ha encontrado. 

6. “Escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor” (Jn 10,16b). Acabo estas notas sobre el buen Pastor con una optimista mirada escatológica, es decir, una mirada esperanzada al futuro, hacia la promesa de Dios. Escatología quiere decir “cosas últimas”. Miramos el futuro con la esperanza que nos da el presente del amor dre Dio, sabiendo que a pesar de que las dificultades de la evangelización no son pocas, el éxito está garantizado por la Palabra: “Habrá un solo rebaño”; así, en futuro perfecto. 

La meta de la unidad de todos con Dios al final de los tiempos tiene su realidad en el presente. En la Eucaristía dominical adelantamos "el domingo sin ocaso en el que la humanidad entrará en el descanso" de la vida eterna, tal como reza uno lo prefacios de la misa. 

Es importante ir creando entre todos un sentido de unidad en el Uno, de pertenencia a un solo Cuerpo místico, a un solo rebaño unido por un mismo Espíritu, con el Padre, en Cristo. Cuando lo hacemos, estamos adelantando el cielo.

Abril 2023
Casto Acedo.


jueves, 20 de abril de 2023

Emaús, camino hacia la luz (Domingo 23 de Abril)


EVANGELIO
Lucas 24,13-35.

Aquel mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios;
iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.

Él les dijo:«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».

Ellos se detuvieron con aire entristecido, Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:«Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».

Él les dijo:«¿Qué?».

Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».

Entonces él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».

Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.

Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».

Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron.

Pero él desapareció de su vista.

Y se dijeron el uno al otro:«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».

Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».

Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

¡Palabra del Señor!

* * *

El episodio de los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35) es un relato eminentemente catequético. Toda experiencia de conversión personal y toda la misión  de la Iglesia están reflejadas en este texto. Emaús es el relato de un camino hacia la luz.

La narración parte de una situación de muerte (desánimo, cansancio, sufrimiento desesperanza) que, por la escucha de la Palabra y la visión del Resucitado en el  Sacramento,  es transformada radicalmente. Los que se han sentido aplastados por los dramáticos acontecimientos de la pasión y muerte de Jesús, hallan en la resurrección el punto de apoyo necesario para liberarse de su cobardías y reiniciar 
un seguimiento sin miedos tras los pasos de Jesús y su Reino . 

Seguir a Jesús antes de la Pascua 

La frustración que muestran los de Emaús al desconocido que les sale al paso es la misma de quien falto de la fe pascual, confrontado con la realidad del fracaso y de la muerte, sufre el ocaso de sus ilusiones, sus proyectos y sus esperanzas; la experiencia de quienes se ilusionan con el Jesús terreno (histórico) y no llegan a completar su percepción del Jesús histórico con el Cristo de la fe (eterno).

Los evangelios dan testimonio de la dispersión de los discípulos que se produce tras la muerte de Jesús. ¿Porqué?  Unos le siguieron “porque han comido de los panes y se han saciado” (Jn 2,26); otros buscaron solo la curación física sin querer profundizar más (cf Jn 6,2); entre sus discípulos había quienes aspiraban a medrar buscando los primeros puestos (cf Mt 20,20-28). Cada uno tenía un motivo más o menos interesado para escuchar y acompañar a Jesús por los caminos de Palestina.

Pero al final las masas, desencantadas, pronto le abandonan; y también  muchos de los discípulos, ante la perspectiva de tener que compartir la cruz con el Maestro, le dan plantón (cf Jn 6,66); algunos incluso le traicionan (cf Mt 26,49) y le niegan (Mt 26,69-75). El seguimiento del Jesús pre-pascual termina en la duda y en la incredulidad; no fue capaz de mantenerse más allá de la prueba. 

Nadie puede negar la buena voluntad con la que los de Emaús (prototipos del discipulado) se embarcaron en el seguimiento de Jesús; pero  tras la tragedia de la cruz les venció el desánimo; ahora “caminan hacia atrás”, vuelven al lugar de donde partieron; “En Egipto comíamos pan hasta hartarnos” (Ex. 16,3). ¿No reconoces en ti esta experiencia? 

Todos los que estamos por la causa de Jesús hemos vivido esa tentación de volver sobre nuestros pasos cuando el futuro ha perdido su horizonte. Lo mejor –decimos- es dejarnos de idealismos, de utopías que solo existen en nuestra imaginación, y conformarnos con lo que hay: relativismo, disfrute de la vida a costa de quien sea, consumo, indiferencia, ir tirando... ¡Todo lo demás está condenado al fracaso! 

Si Jesús de Nazaret, pura bondad y misericordia, capaz de apasionar a las masas con su modo de vida y su palabra, acabó siendo derrotado, ¿para qué seguir intentándolo? ¿Qué vamos a conseguir los que no somos ni sombra de lo que Él fue? Descolocados por el escándalo de la cruz reaccionamos huyendo de nosotros mismos, de nuestros ideales y nuestras esperanzas. ¡Sálvese quien pueda!


El seguimiento del Resucitado.

¿Cómo reacciona Dios cuando vas de vuelta a Egipto? Su respuesta constante es la fidelidad: Dios sigue caminando contigo, “Jesús se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo” (Lc 24,15-16). 

Nunca deja Dios de estar a tu lado, pero en las noches oscuras del sentido y del espíritu, la debilidad y el pecado te impiden una visión clara de su presencia. ¿Cómo curar esta ceguera? La intervención de Jesús resucitado se da de forma escalonada; los de Emaús  no vivieron una conversión súbita, sino progresiva; hay un proceso por el que va aflorando en el corazón la fe pascual.

Primeramente, “comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura” (Lc 24,27). Jesús enseña a leer los acontecimientos desde la fe en las Escrituras, a hacer una lectura creyente de la historia personal y comunitaria. Muestra cómo actúa Dios, cómo se manifiesta en la paradoja de la cruz, cómo hay que buscarlo en la madeja enredada de los fracasos, depurando los egoísmos que sutilmente anidan en el seguimiento. Es la luz de la Palabra que te abre una puerta para ver más allá de tus oscuridades.

Pero no basta eso para ver con claridad. La Palabra ilumina la oscuridad y suscita el deseo de cambiar, lo cual mueve a orar pidiendo al Peregrino que no se aleje:  “¡Quédate con nosotros, porque atardece, y el día va de caída!” (Lc 24,29). A menudo la persona siente la emoción de la Palabra en su interior: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las escrituras?” (Lc 24,32); pero cuando el discípulo está demasiado abatido necesita algo más. Lo pide en la oración: "¡Quédate!, no te vayas, no me dejes solo. Necesito que sigas dando luz a mis ojos. Quédate, que atardece en mi vida".

Jesús escucha la oración y se queda. “Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos” (Lc 24,30-31). El gesto eucarístico de Jesús remata la faena que inicia la Palabra; el gesto está cargado de una fuerza imparable porque transmite, sin palabras, todo el mensaje de la salvación (kerigma): “mi cuerpo entregado,... mi sangre derramada,... para el perdón-salvación vuestra”. Es Él.  ¡ha resucitado! Es esa certeza, esa seguridad más allá de la razón, la que cambia todo. Aquél que murió en la cruz, está vivo. ¡Lo hemos visto!

Los mismos que le conocieron en sus predicaciones, en sus milagros y luego en su pasión y muerte, ahora “lo habían reconocido al partir el pan" (Lc 24,35). La experiencia del Jesús terreno al que los discípulos habían seguido y del que ahora se alejaban, se completa con la visión de Cristo resucitado. Es el paso del Jesús histórico al Cristo de la fe, la percepción de que la muerte no es el final, sino el principio de algo nuevo.


La Pascua  cambia la mirada sobre el  mundo

Como creyente, sabes que la irrupción nueva de Cristo Resucitado en tu vida es la que ensancha tu corazón. De la contracción temerosa pasas a la expansión, de la dispersión vuelves a la concentración, de la tristeza al gozo, el miedo a la cruz se transforma en alegría de padecer por Cristo. 


Tras la experiencia pascual inicias un nuevo seguimiento animado por la fe en “el que vive” (Ap 1,18) y que conduce inevitablemente al entusiasmo de la misión: “Levantándose al momento, volvieron a Jerusalén” (Lc 24,33). La fe nacida en la superación de la muerte es más pura, más decidida, más activa; misionera.

¿Dónde he de situarme para ser merecedor de él? Hoy como ayer, para ver a Jesús no basta con quedarme en Jerusalén llorando junto al sepulcro. A los discípulos se les pide que vayan “a Galilea, allí me verán” (cf Mt 28,10); Galilea es el lugar donde vivían antes, y donde comenzaron el seguimiento del Nazareno. Tras la experiencia de la cruz vuelven al día a día, pero con una nueva mirada que supera el duelo y crea un modo nuevo de vivir.

Como los de Emaús, tal vez muchos estén de vuelta, flacos de fe, parcos en esperanzas y tímidos en amor. ¿En qué medida estás entre ellos? La dureza de la vida, las experiencias dolorosas hunden a muchos que  creían que estar sólidamente asentados sobre roca. Pero el resucitado sigue presente, aunque tus ojos no sean capaces de reconocerlo. Otros le ven a diario: ¡Cuántos serán los que están viendo a Jesús en estos días viviendo en solidaridad y compasión, dando su vida por los demás!, Cristo Eucaristía partiendo y compartiendo su pan con los enfermos y los pobres, con los marginados, los que viven en soledad y abandono. ¿Quedará sin fruto tanto amor entregado, tanta vida ofrecida con Cristo a Dios en la misa del mundo?

Cuesta ver a Jesús cuando las lágrimas del dolor empañan los ojos, pero basta echar  una mirada positiva al mundo  para descubrirle en Galilea, en el amor que muchos practican, en los pequeños y grandes gestos de solidaridad Cristo sigue regalándonos su presencia resucitada. Tal vez algún día debas decir: "Era necesario que pasara todo esto" (Lc 24,26), que vinieran tiempos de desolación y sufrimiento. Comprenderás entonces que a la vida se llega por la muerte, y que huir en el momento de la noche es quedarse a medio camino.  

Vuelve a Jerusalén (a la oración, a la contemplación de los misterios), donde Jesús se te hará presente en la Comunidad; y luego dirígete a Galilea (a la vida diaria con sus trabajos y sus momentos de descanso) y abre los ojos y los oídos. Ahí lo verás. Porque sigue presente en cada persona que ama y sirve, en el que  lucha por superar su enfermedad, en el niño que comienza a descubrir la luz de la vida, en todo aquel que se pone al servicio de quien le pueda necesitar. También le verás en la luz de la primavera que acaba superando al invierno, en el futuro despejado que creías oscuro para siempre, en cada detalle que te muestra que la vida sigue adelante.

Mirarle ahí, resucitado,  es un poderoso antídoto contra el veneno del derrotismo. Conoces la frase: "si lloras porque no ves el sol, las lágrimas no te permitirán ver las estrellas". Me parece una buena conclusión para este domingo. No te enclaustres en tus dolores, penas y fracasos, y confía en que tu oscuridad es un buen principio para que se manifieste la Luz de Dios. A los que abatidos y tristes iban de regreso a Emaús Jesús les hizo ver que la necedad y escándalo de la Cruz es sabiduría y fuerza de Dios. Misteriosamente, en la Cruz hay incrustadas unas piedras preciosas: fe, esperanza, y amor; mucho amor.

Jesús sigue hoy resucitado y presente. ¡Mira al mundo con  los ojos nuevos de la fe!

* * *

NOTA: Este comentario evangélico tiene como trasfondo textos de  Martínez Díez, F.
                     -“Creer en Jesucristo, vivir en cristiano”, (Navarra,2005), 619-623, y
                      -¿Ser cristiano hoy?, Ed. Verbum Dei, (Navarra, 2007) 276-278.

Abril 2023.
Casto Acedo.

jueves, 13 de abril de 2023

Domingo de la misericordia (16 de Abril)


Domingo de la Divina Misericordia

EVANGELIO 
Juan 20,19-30

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.

Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.

Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados! quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»

Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»

Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»

Contestó Tomás: «¡Señor Mío y Dios Mío!»

Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»

Palabra del Señor

 * * *

Este segundo domingo de Pascua se celebra el Domingo de la Divina Misericordia, título que recibió gran impulso con el pontificado de Juan Pablo II.

¿Por qué la misericordia de Dios adquiere importancia en la Pascua? ¿No es más cosa de la Cuaresma? La Cuaresma invita a ponernos en manos de Dios misericordioso tras reconocer nuestros pecados, pero es en la Pascua donde se muestra explosiva y sorprendente la divina misericordia.

Contemplemos a los apóstoles “en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos”. Habían apresado a Jesús y lo habían matado,  ¿qué esperaban sus seguidores sino correr la misma suerte? Ese miedo estaba justificado. Pero hay otro miedo del que no hablan  expresamente los evangelios, pero se intuye. En otros textos de apariciones, al presentarse Jesús a los suyos, comienza con una frase muy significativa: “No tengáis miedo”. ¿A qué miedo se refiere aquí el Señor? 

No es difícil de imaginar. Le  habían traicionado y abandonado. ¿Para qué vendrá Jesús ahora?  ¿Se vengaría de ellos por haberle traicionado? Tal vez por eso Jesús comienza calmándoles: “¡No tengáis miedo!”, tal como dijo a los de Emaús todo lo ocurrido estaba previsto por el Padre, y Él sabía que eran “torpes y necios para entender las escrituras” (Lc 24,25), muy limitados para la fe que se les exigía. Su principal pecado fue la ignorancia, "pues, si hubiesen conocido la sabiduría divina, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria" (1 Cor 2,8).

No entran la revancha y la exclusión en los planes de Dios Padre sino la restauración e inclusión de todo en Jesucristo, el Hijo. Dios no sólo perdona todo dando su Espíritu sino que, además, da con él el poder de perdonar, que no es otro que el poder de amar perdonando. "quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados".

“Dios es amor” (1 Jn 4,8) y en su ser “no puede negarse a sí mismo” (2 Tm 2,13), su respuesta al odio no puede ser otra que la misericordia. ¿Para qué vino Jesús sino para amar? Llegada la plenitud de los tiempos Dios envió a su hijo al mundo para que todos volvieran a Él, que es como decir para que nos diéramos cuenta de quién es Él;  no es un patrón que impone unas normas sino un Padre que ama y perdona; por su misericordia no eres siervo sino hijo de Dios (cf Gal 4,4-7). 

La resurrección va a suponer un giro de ciento ochenta grados. Es el punto omega en el que culmina el amor de Dios. Lo que va a contar de ahora en adelante no es el dedo acusador de la ley sino los brazos abiertos de la misericordia divina manifestada en Jesucristo. Decir "Jesús ha resucitado" es decir "Dios te ama".

“Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”. A partir de ahora lo que moverá al discípulo de Jesús no será el temor servil a Dios, ni el miedo a los judíos, sino al amor y la alegría. Sabemos que lo más contrario al amor no es el odio sino el miedo; y lo más parecido a él no son las buenas obras sino la alegría con que éstas se hacen. La presencia de Jesús da alegría e infunde paz. Por tres veces repite Jesús en el evangelio: “Paz a vosotros”. La clave del crecimiento espiritual está en la paz y la alegría. Y quien vive en paz y alegría las irradia. 

Misericordia de Dios, paz de Dios y alegría de Dios brillan de modo especial en este domingo. No debemos confundir la misericordia de Dios con la nuestra, ni su alegría con nuestros contentos, ni su paz con el silencio de las armas. La misericordia divina no es el fruto de una “buena confesión de nuestros pecados”, ni su alegría es la consecuencia de nuestras satisfacciones, ni su paz el resultado de nuestra paciencia. 

La divina misericordia es ante todo un don de Dios que sólo se comprende desde la experiencia personal del encuentro con el Resucitado. Repito: la misericordia, la paz y la alegría  son dones de Dios; y quien los deja entrar en su vida, los goza. Si hasta ahora yo buscaba esos dones sin conseguirlos, ahora es Dios el que me los regala sin yo merecerlos. ¡Basta que tengas fe! "Dichosos los que crean sin haber visto".

Me gusta decir que la Iglesia es la comunidad de los que se han encontrado con Jesucristo resucitado. ¡El Señor ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!  Estas dos frases resumen la experiencia de ser Iglesia; en ellas yo confieso mi fe,  mi experiencia de haberme encontrado con Cristo, y otros ratifican y comparten conmigo esa experiencia. La Iglesia es la comunidad de los que comparten ese Misterio. A partir de mi experiencia todo lo que sabía sobre Jesús y sobre mí se ilumina. 

Cuando los discípulos conocen y aceptan al Resucitado, cuando “se les abrieron los ojos y le reconocieron”, se “les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras” (Lc 24, 31.45).  A la  luz de la vida, muerte y resurrección de Jesús comprendieron su propia vida. Fue entonces cuando Tomás profesó su fe: “¡Señor  mío y Dios mío!”. Ha entrado en la Iglesia del Resucitado; ya no es un extraño entre los demás discípulos.

* * *

No me resisto a señalar otro dato importante en el evangelio de hoy. Jesús resucita “el domingo de Pascua”, se aparece a los suyos “el primer día de la semana”, domingo, y vuelve a aparecerse estando Tomás “a los ocho días”, otro domingo. Los primeros cristianos celebramos el domingo como el día del Señor  (eso significa domingo) porque en este día recordamos la resurrección. Es muy importante no perder esta tradición fundamental para nosotros: el domingo. Su celebración participando en la misa, descansando, conviviendo con familia y amigos, debería adquirir relevancia en nuestra vida personal y parroquial.

Sobre la importancia del tema puedes leer lo publicado en otro de mis blogs:

https://blogdecastoacedo.blogspot.com/2022/04/domingo-de-la-misericordia-24-de-abril.html

Feliz domingo de la octava, y no dejes de anunciar a otros que ¡Jesucristo ha resucitado!, porque ¡verdaderamente ha resucitado!.

Abril 2023

Casto Acedo

La tentación mesiánica (I Cuaresma)

Reflexión para el primer domingo de Cuaresma a la luz de la situación sociopolítica actual Las sorprendentes circunstancias internacionales ...