
El comienzo de la vida espiritual de María fue de una pureza inusual para el género humano. Así lo proclama el Prefacio de la
fiesta: “Preservaste a la Virgen María de toda pecado original para
que, enriquecida con la plenitud de tu gracia, fuese digna Madre de tu Hijo,
imagen y comienzo de la Iglesia, que es la esposa de Cristo, llena de juventud
y de limpia hermosura”.
¡Qué suerte tuvo María! Se vio libre de pecado desde
el instante de su concepción. Pero debemos matizar que ese privilegio lo hemos
gozado todos los que en el sacramento del bautismo recibimos lo mismo que
recibió María "desde el instante de
su concepción”. Por el agua y el Espíritu, en el bautismo, fuimos
"elegidos" como lo fue María; y también en el bautismo fuimos
liberados del pecado original.
"Dios nos ha elegido -como a María- para
que seamos santos e irreprochables ante Él por el amor" (Ef 1,4).
El bautismo da un excelente punto de partida, pero no da la meta. Ni a María ni
a nadie se le exime de una respuesta libre y responsable a la llamada de Dios.
El hecho de su Concepción Inmaculada no le ahorró la prueba de la fe en
momentos como el de la Anunciación, el parto en Belén, o el Calvario. De otro
modo no hubiera sido una persona libre sino solo un autómata en manos de
otro.
¿Qué aprender de esta fiesta de la Inmaculada
Concepción? Lo primero que nos enseña es que Dios no abandona nunca a la
persona; desde el comienzo de la vida está ya presente en al ser humano; y se
muestra especialmente generoso en el despertar de la vida espiritual. Lo
queramos o no, Dios tiene un plan de salvación para cada cual, y llega un
momento en que, como hizo a María, se lo revela.
Aunque haya quien te quiera convencer de lo contrario,
Dios quiere que seas feliz con una felicidad muy tuya, distinta de la
felicidad del consumo y las dependencias. Sólo desarrollando tu libertad puedes
ser verdaderamente feliz. La felicidad es parte de tu verdadera naturaleza,
porque no fuiste creado por Dios para el sufrimiento y la muerte sino para el
gozo y la vida. El pecado -dependencias, miedos, tristezas, etc.-, que te aleja
de la felicidad, no pertenece a tu naturaleza, es obra del maligno.
María vivió siempre en Dios; que es lo mismo que decir que vivió en felicidad. Nunca perteneció al mundo
de los alejados (pecadores, pecado original). Ella es un espejo donde mirar tu
naturaleza original perfecta, sin defecto, sin pecado. Eso es lo que tú y yo
somos, aunque la soberbia, avaricia, ira, miedos, etc. oscurezca a veces esa imagen y
semejanza de Dios que sigue oculta en cada cual. La tarea de la vida cristiana
consiste en desarrollar el bautismo recibido, despojarse del hombre viejo pecador, recobrar y mantener la belleza de Cristo que
preservó de modo admirable su Madre.
Mírate hoy en el espejo de María Inmaculada. Contempla
en su bondad, su fe inconmovible y su belleza, lo que tú mismo eres cuando
vives sin arrimo de pecado. Bienaventurada. Bienaventurado. Llevar una vida espiritual cristiana no es otra cosa
que volver la mirada una y otra vez al bautismo, a ese momento en que renuncias
al mal y confiesas que sólo en Dios está la plenitud de tu alegría. ¡Qué hermoso sería que
pudieses cantar el magníficat con la misma fuerza y verdad con que ella o cantó
ella!. Inténtalo. Lc 2,47-55. ¿Qué mejor oración para este día que cantar con
María su mismo gozo?
Feliz día de la Inmaculada, nuestra Madre, ejemplo insigne de pureza y de fe; también abogada e intercesora. “Ruega
por nosotros, santa madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar -como tú-
las promesas de nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo”. Amén.
María, Madre Inmaculada, ruega por nosotros.
Diciembre 2024
Casto Acedo