lunes, 20 de septiembre de 2021

En memoria de Antonio Mendoza

Ha fallecido Antonio, mayordomo de nuestra hermandad de la Virgen de la Albuera y pilar importante en el edificio de nuestra comunidad parroquial, una de esas personas que, desde su entrega desinteresada y discreta hacen posible que funcionen bien las cosas que todos disfrutamos.

Aunque en mi anterior etapa en san Pedro (1985-1992) se le veía por el pueblo sólo en fechas señaladas dada su residencia en Madrid, nunca dejó de sentirse plenamente sampedreño y, por supuesto, nunca dejó de acudir a la fiesta de Nuestra Madre de la Albuera. Desde su jubilación y regreso a casa ha sido un fiel servidor de la Hermandad y la Parroquia, y un eficiente juez de paz para el pueblo.

El primer año que celebré con los sampedreños la fiesta de la Virgen recuerdo que tuvimos unos pequeños “peros” acerca del cómo se hacía la procesión por su desorden y barullo. Sé que no le gustó mi actitud de queja por ese desorden. Tuvo la oportunidad de responderme de mala manera o con desdén, pero supo hacerlo como lo que siempre fue, una persona educada y paciente. Desactivó mis quejas sucesivas con su actitud sencilla y su humildad. Nunca le vi presumiendo de sus cargos ni de sus grados, y en especial, nunca le sorprendí queriendo sobresalir entre los miembros de la hermandad, regida entonces por Daniel.

En el mes de Julio pasado, al saber que volvía a la Parroquia me llamó inmediatamente por teléfono felicitándose y felicitándome por ello; y en más de una ocasión volvimos a contactar haciendo planes para el futuro. Todo vía telefónica, mantenido las distancias a causa del covid. El era consciente de que su enfermedad tal vez no le daría la oportunidad de que trabajáramos juntos mucho tiempo, pero desde luego sí confiábamos en poder compartir un tiempo de servicio común a la Parroquia.

No ha podido ser. Hemos rogado a Dios y a la Virgen por su salud y su reintegración a la vida familiar, parroquial y social. El día después de mi presentación como párroco se nos ha ido. No ha sido de incógnito sino despacio, bebiendo el cáliz amargo de su pasión con la entereza de su fe cristiana; sin perder la esperanza.

Me apena su partida por su gran valía humana y cristiana, y también por ese deseo un tanto egoísta de que ya no pueda contar con él como servidor fiel y solícito para la Parroquia. Seguirá presente, pero desde la otra orilla, la de los justos y los buenos.

El hombre propone y Dios dispone. Aceptar que personas que amamos se vayan de nuestro lado pide a quienes quedamos un ejercicio de renuncia y humildad. También una invitación a continuar los buenos ejemplos y tareas que emprendieron con nosotros o para nosotros.

Antonio amó la vida, la entendió como un don de Dios, pero también como una tarea ejercida en libertad; tuvo muy presente lo que dijo san Agustín: “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Es verdad que venimos al mundo por voluntad divina, nadie nos pidió permiso para nacer; pero también es verdad que una vez nacidos toca a cada uno decidir qué camino seguir.

Hay una palabra que solemos malinterpretar al referirla solo a las realidades futuras; es la palabra “salvación”. Nos educaron con esa idea de que el objetivo de la vida es “salvarse”, ir al cielo y librarse del infierno. Muchos entienden la salvación cristiana como un fastidiarse en un presente cierto para gozar luego en un futuro incierto. ¡Qué gran error! No me imagino a los seguidores de Jesús atraídos por unas promesas que se desentiendan del presente. Tampoco he visto en Antonio, como creyente que era, a una persona que buscara el sufrimiento para ganar el cielo.

El cielo comienza en la tierra; Antonio lo entendió bien, y por eso procuró hacerlo presente aquí. ¡Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia! Felices los que hacen felices a los demás.  ¿No hizo Antonio felices  a quienes pudo ayudar con sus atenciones? Esa es la salvación cristiana, una vida feliz que goza haciendo el bien. Quien vive así participa ya del cielo.

“Pongo ante ti el bien y el mal, la vida y la muerte, la felicidad y la desolación -dice Dios en la Biblia- escoge el bien y serás feliz”. Y Antonio supo elegir. Salvando el dolor que en este momento nos embarga y el recuerdo de sus padecimientos recientes, creo que podemos decir con certeza que Antonio ha disfrutado de la vida, ha sido feliz. Porque ha sido un hombre bueno. No ha sido perfecto, porque nadie es perfecto más que Dios.  Pero ha sido bueno. Y así le recordamos.

* * *

Antonio, todo se ha cumplido, descansa. Ya estás con Él, ya ha concluido la batalla interior que has debido sostener durante tu enfermedad. La luz vence a las tinieblas. Te pienso ahora triunfante, feliz, sereno, en paz contigo, con todos y con Dios. Estás en paz y felicidad porque en tu vida elegiste eso: vivir en paz y felicidad. Has sido feliz amando y dejándote amar por Dios y por la Virgen; has sido feliz sirviendo a los que te rodearon: como joven creyente en su momento, como esposo fiel, como padre amoroso, como honesto profesional de la guardia civil, como miembro activo de la comunidad, como devoto y mayordomo de la Virgen de la Albuera, como buen discípulo de Jesucristo. Quien te ha conocido sabe de tu entrega a aquello en lo que has creído. Eso te honra, y honra a quienes te apreciamos.

Me quedo con tu sonrisa amable, tu moderación, tu paciencia, tu elegancia en el trato, tu empeño en llevar adelante todo lo que te propusiste en tu vida personal, familiar, social y cristiana. Te miro y te veo como Jesús camino del Calvario diciéndonos a quienes nos dolemos por ti: “No lloréis por mí, llorad más bien por vosotros”. No sufráis, porque yo quiero que seáis felices, tan felices como yo lo estoy ahora.
Mi más sentido pésame y ánimos a su esposa, a sus hijos y demás familia. Es inevitable el dolor de la pérdida, pero vividlo con esperanza. Tened esta certeza de fe: descansa en paz.  

  Antonio, nos vemos en la casa del Padre.

Casto Acedo.
Párroco de san Pedro 

domingo, 19 de septiembre de 2021

Saluda y bendiciones del párroco

Saluda

Queridos feligreses de las Parroquias de san Pedro Apóstol y Santísima Trinidad. Un saludo en Cristo.

Dicen que “nunca segundas partes fueron buenas”. Pero yo no me tomo mi llegada como una segunda parte. No voy a enlazar con lo que dejé hace 30 años. Y tengo dos buenas razones para ello.

Primero porque estas parroquias y estos pueblos no son los mismos que dejé atrás. Los años no pasan en balde. Han cambiado muchas cosas a nivel cultural, social y político; y también a nivel de fe e Iglesia. Las nuevas generaciones se mueven por valores muy distintos a los de hace treinta años.

Se mantienen muchas “tradiciones religiosas” (más bien las llamaría "costumbres": comuniones, entierros, fiestas, algunas bodas, etc…), pero el fondo con que se viven es distinto. Nuestros pueblos han crecido en secularización y en consumismo; hemos puesto mucho empeño en el cultivo de los bienes y el bienestar material, y  está bien; pero ¿no hemos dejado a un lado la dimensión espiritual de la existencia? No basta con “vivir bien”, también necesitamos saber en qué consiste realmente el “vivir bien”; de lo contrario podemos caer en la trampa de pasar los días como pájaros en jaulas de oro, satisfechos a la vez que hastiados de tanto confort.

En segundo lugar, no considero que vaya a vivir una segunda parte de lo que fue porque yo no soy el mismo. No tengo la misma edad (27 años entonces, 63 ahora), ni la misma energía física, ni la misma visión de la vida y de la religión. Para quienes sean menores de 35 años soy un desconocido… para los que superan esa edad soy “un recuerdo”; alegre para aquellos a quienes caí bien, y no tanto para quienes tuvieron que sufrirme.

Por tanto, no consideréis mi nueva estancia en estas parroquias como una segunda parte (mirada al pasado) sino como una nueva etapa (mirada al presente, que es siempre nuevo y abierto).


Esperar  y trabajar el presente

En estos años que nos separan de mi primera estancia entre vosotros he cambiado, aunque espero que haya sido para bien. Ahora valoro más la vida interior que la exterior, doy más importancia a lo que tengo que hacer para crecer como persona que a qué hacer para caer bien a la gente. Voy descubriendo que en la vida no hay nada como ser uno mismo siendo exigente a la hora de conocer los propios errores para tratar de corregirlos.

¿Qué podéis esperar de mí? Desde luego no esperéis que sea una repetición de los años ochenta-noventa del siglo pasado. En eso de la esperanza estoy con san Juan de la Cruz que decía  que el mayor enemigo de esta virtud es “la idea, la ilusión, el sueño" de lo que esperamos. Él dice que no llegamos a descubrir a Dios -que está en nuestra vida- porque “esperamos un Dios ideal, fruto de nuestra imaginación”. Y Dios sigue viniendo y estando, pero de manera sorprendente, inesperada. Hay que poner la atención en el presente de la vida, en lo que te ocurre en cada momento, para poder verlo. Nuestra “idea de Dios” es un ídolo, un Dios falso. También la idea que muchos tengáis de mí es falsa. Sólo es la invención y el fruto de vuestra memoria.  

Al Dios verdadero se le descubre en el día a día, y a las personas también.  Si quitamos nuestros prejuicios religiosos y personales, “ilusorias esperanzas”, prevenimos nuestras decepciones. Creo que esto es importante. No pongáis esperanzas en "el párroco que fui", ya no existe. Tampoco yo pondré mis ilusiones en los pueblos que fueron, porque ya no son. Pongámonos a trabajar en el aquí y ahora. De lo que fue recojamos sólo el amor que Dios nos dio en su momento; le damos gracias por ello; pero no nos detengamos a vivir de nostalgias, de batallas pasadas, como hacen las personas que ya se han dado por vencidas. La única vida es la que vivamos en el día a día. 

Me gustaría que me vierais más como quien viene a acompañaros en la búsqueda de Dios que como alguien que os trae algo ya encontrado. Una parroquia no es una “estación de servicio” donde adquirimos la fe a un módico precio; es más bien un espacio donde cada uno comparte lo que vive. Y yo, aunque sacerdote, soy hombre y cristiano como vosotros. Mi sacerdocio no anula mi humanidad, y por eso soy consciente de que tengo las mismas virtudes y defectos que todos; como sacerdote creo que me debo exigirme más, y como párroco adquiero una responsabilidad que no podré llevar a cabo sin vuestra colaboración; desde aquí os la pido.

Iglesia (parroquias) en salida
 
Dice el Papa Francisco que la iglesia no debe ser auto-referencial, es decir, no debe tener como objetivo el predicarse y alabarse a sí misma; el ser de la Iglesia es servir al Reino de Dios. ¿Qué es el Reino de Dios? Pues no es otra cosa que una situación en la que Dios, su amor, su misericordia, su presencia, son lo primero… Podría decirse que El Reino de Dios es el mismo Dios, Jesucristo. La razón de la Iglesia es el anuncio del evangelio de Jesucristo: poner a Dios-amor en medio del mundo.

También dice el Papa que quiere una “Iglesia en salida”. Hay quien piensa que esto significa que debemos salir a buscar ovejas perdidas y a pescar peces para traerlos al redil o a la barca de la Iglesia. Creo que quienes piensan así no han entendido el mensaje de Jesús, que es el que predica el Papa. Lo que pide el Papa es una Iglesia que salga de sus seguridades y se haga presente allí donde se le necesita. Jesús es el modelo. Y si viniera hoy no estaría tan preocupado por el hecho de que las Iglesias no estén muy llenas sino por la desconexión que esa Iglesia pudiera tener de los problemas reales de la gente. Una Iglesia, una parroquia, en salida es una Iglesia que se hace presente a quienes están buscando una palabra, un gesto o un hogar donde descansar sus cansancios y sus sufrimientos. Pues bien, esta es la Iglesia que os invito a redescubrir y seguir construyendo.


 Cuento con vosotros. Bendiciones.

No vengo a unas parroquias nuevas, sino marcadas por el trabajo de unas generaciones de cristianos que han vivido la fe en conexión con los sacramentos (misa, semana santa, bautismo, confesión, confirmación, matrimonio, entierro… ) y las fiestas (Virgen dela Albuera, Santísima Trinidad, san Isidro) muy concretas. Debemos mantener estas tradiciones cuidando el “cómo las celebramos” pero sin dejar de profundizar en el “qué celebramos”, ahondando en el sentido que le damos a todo eso en lo que gastamos tantas energías. Mantener viva unas tradiciones es cultivar los valores en los que dichas tradiciones nacieron. Espero poder seguir ayudándoos a ahondar en la riqueza de las devociones propias de nuestros pueblos.

Creo que un buen lema para lo que espero de mí y de vosotros es el que nos regala el Evangelio de este domingo: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Vengo a serviros como sacerdote, y espero que poniéndonos todos en actitud de servicio llevemos adelante el Reino de Dios en Trujillanos y en san Pedro de Mérida. Bendiciones.

Vuestro Párroco. Casto Acedo. 

Trujillanos - San Pedro de Mérida. 19 de Septiembre de 2021

sábado, 18 de septiembre de 2021

Primero Dios

 

Como medio de comunicación y para tener acceso a la predicación de los domingo  y otras reflexiones y noticias abrimos este blog para las parroquias de Trujillanos y san Pedro.

El título me viene sugerido por un viaje que realicé a Guatemala hace unos años. Me sorprendió, cuando nos reuníamos con catequistas u otros grupos de Iglesia, que se despedían siempre diciendo: ¡Primero Dios! Al principio me extrañó la expresión, pero luego comprendí el significado. Es como decir por aquí: ¡Sea lo que Dios quiera! o ¡Si Dios quiere!.

El título puede tener varias lecturas:

1. La primera es la ya indicada. ¡Primero Dios! es lo mismo que  ¡Si Dios quiere! Expresión que expresa una gran confianza en la providencia divina y su voluntad. En realidad las cosas  no salen ni vienen como nosotros queremos sino que es Dios tiene la última palabra. Por tanto, se expresa la confianza en que Dios decidirá o proveerá lo más conveniente.

2. Otro sentido es la convicción de que la felicidad que predica Jesús es tan simple como poner al Padre Dios como el principal motor de la vida. ¡Primero Dios! es una exclamación de ánimo cuando nos vemos tentados a poner otros intereses sobre los propios. Es una oración: ¡que Tú, Señor, seas siempre el número uno en mi vida!

3. Un tercer sentido nos lo daría esa expresión muy iberoamericana, y muy del Papa Francisco: Dios primerea, que significa que Dios siempre tiene la iniciativa; que antes de que tú le hayas dicho "sí", ya él se ha adelantado a  llamarte.  Dios es primero. No crea el hombre y la mujer  a Dios sino Dios al hombre y a la mujer; no llaman Abrahán, Moisés y los profetas a Dios sino que es Dios quien les llama a ellos; antes de que tú le pidas ya sabe Él de tus necesidades; ... Dios es el "principio de todo". Dios es el primero.

Creo que estas razones y otras que tú puedes extraer son un buen motivo para el título. Las entradas de este blog se regirán por su título: poner primero a Dios en todo lo que somos, vivimos y hacemos.

Saludos a todos los feligreses de san Pedro y Trujillanos a quienes el blog se dirige especialmente. 

Casto Acedo.  

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