viernes, 25 de noviembre de 2022

Ven, Señor Jesús (I Adviento. 27 de Noviembre)

EVANGELIO 

Mt  24,37-44.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé.

En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán.

Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.

Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.

Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».

Palabra del Señor

* * *

En ambientes de “meditación laica” se  habla mucho de “vida consciente” centrada en el presente, de “atención plena”, de "cortar relaciones tóxicas" y de "crecer en virtudes"; y resulta sorprendente cómo cala el mensaje en la ciudadanía, especialmente en personas con cierta madurez que ven como su vida no acaba de encajar en los esquemas sociales del momento. 

Desde hace siglos, la Iglesia ha predicado los mismos temas; y hoy lo sigue haciendo, aunque parece que con menos éxito. Ya hubo quien apuntó que el mayor problema de la Iglesia es que tiene una “imagen de marca deformada”. Tal vez se deba al uso de un lenguaje estereotipado, fijo, dogmático, esencialista y nada subjetivo, que no es significativo en la modernidad. 

¿Se puede seguir hablando de la presencia de Cristo en la Eucaristía remitiéndonos a una palabra, transubstanciación, y dejando a un lado la experiencia del encuentro personal con Cristo-Eucaristía-Amor? ¿Qué entiende el común de las personas cuando les hablas de pecado? ¿Saltarse una ley o haber abandonado el camino de la auténtica felicidad? Cuando se dice que el matrimonio es indisoluble, ¿se piensa en que el amor de Dios fortalece con su gracia la vida en pareja hasta hacerla irrompible? ¿O la expresión “para toda la vida” tiene como trasfondo la idea de “aguantar como sea”?

Lo mismo nos ocurre con el lenguaje escatológico, el de "las cosas últimas". Los evangelios que se leen en las semanas finales  del año litúrgico y que se prolongan hasta el primer domingo de Adviento dicen cosas como: “Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra”. Lo que se nos queda al escuchar esto es la idea de que es inminente el castigo divino y debemos dejar todas esas cosas que tanto nos gustan si queremos salvar el alma. 

Los sacerdotes de la autoayuda venden mejor el mensaje que contiene este texto: para mejorar y ser más tú mismo -te dirían- debes dejar a un lado tus “relaciones tóxicas” (las personas que te influyen negativamente, la vida desordenada, el alcohol, las ocupaciones banales, etc), no porque el alcohol, las personas que te rodean o el planteamiento de vida que tienes sea malo, sino porque tu relación con esas realidades te intoxica; ¡ojo! la toxicidad no está en las cosas, las situaciones y las personas, sino en la “mala relación” que estableces con ellas. Cuando sanes tu corazón podrás volver a relacionarte con todo de una manera diferente y liberadora. Dicho así, ¿no entenderían mejor el mensaje los hombres y mujeres de nuestro tiempo? Es sólo un ejemplo de cambio de lenguaje que se podría aplicar a otros textos. 


El evangelio de hoy dice: “En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos”. Es como decir que nuestra estancia en el mundo es limitada, que somos impermanentes, aves de paso, y no es lo más acertado desperdiciar la vida aferrándonos a algo que no tiene consistencia ni perdurabilidad. Y vuelvo a matizar que el problema no está en que comida, bebida y matrimonio sean algo malo, lo malo es el modo en que te relaciones con ello. Cuando tu vida sólo tiene sentido por lo que comes, lo que bebes o lo que vives en pareja, la dependencia o idolatría que tienes con todo eso te impide ver que hay un bienestar que está más allá de lo inmediato. “Porque el reino de Dios no es comida y bebida, sino justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo;” (Rm 14,17).

“Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre”. Este es el mensaje de Adviento: estar atentos, “atención plena”, despertar, porque quien se mantiene en pie no está dormido, y leer correctamente los signos que ves ante ti, tanto en tu exterioridad (guerras, discriminación, injusticias, catástrofes, etc.) como en tu interior (asimiento a placerse y bienes efímeros, individualismo, desesperanza, desánimo, etc.). Contemplando todo esto, abre los ojos de tu corazón y cree con firmeza que el Señor está aquí, que sigue viniendo, que hay esperanza. Para lograrla sólo has de vaciarte de todas esas dependencias que hacen de ti un esclavo. Dice san Juan de la Cruz que “Dios es como la fuente, de la cual cada uno coge como lleva el vaso” (2 S 21,2). Dios es el agua fresca de la esperanza que llena el vaso de tu alma, si no te llega es porque la tienes tan okupada, estás tan invadido por  “relaciones tóxicas”, que no hay espacio para Él.

Así que necesitas una ecología de interiores, una limpieza del alma. ¿Por qué tienes que soportar tanta basura?. Es tiempo actuar, de despertar a tu presente y tomar decisiones. Y permíteme que sea reiterativo: no se trata de renunciar a nada, sino de cuidar que nada te posea; en palabras de san Juan de la Cruz:

Para venir a gustarlo todo
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a saberlo todo
no quieras saber algo en nada.
Para venir a poseerlo todo
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo
no quieras ser algo en nada.


* * *

Para terminar, unas apostillas: Alguno dirá, ¿pero no habla el evangelio de hoy de que se acerca la muerte como un ladrón en la noche? “Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”. ¿Por qué no me limito aquí a comentar lo que parece evidente en la advertencia? Es verdad, hemos de estar preparados para recibir la muerte, pero eso sólo debe hacerse desde la conciencia del presente, no desde el miedo al futuro. La consciencia de que un día moriremos libera; sin embargo el miedo a eso mismo angustia y paraliza. Lo que el evangelio de hoy pretende no es amedrentar sino invitar al cambio de actitudes. El miedo no invita a la esperanza sino al desánimo. ¡No a los profetas de calamidades!, ¡sí a los que anuncian esperanza!

Otros dirán ¿qué bueno sería hacer una buena confesión en estos días? Es un mensaje que no falta en los comentarios conservadores. Pues sí, no estaría mal acercarse al confesionario, pero ¿de qué sirve confesar faltas puntuales (acciones) si el corazón sigue apegado a las dependencias (actitudes) y no tiene visos de cambiar? Una confesión sin conversión, sin depuración de actitudes, es una mentira. También nuestra relación con los sacramentos puede ser tóxica. Lo es cuando se utilizan para justificar una vida que sigue atada a sus caprichos y se niega a soltar sus apegos. 

Convéncete de que no tienes que "conquistar el cielo" con extrañas prácticas religiosas; el evangelio no es un libro de autoayuda; lo que tienes que hacer es recuperar tu interioridad okupada por idolatrías (dependencias de cosas ajenas a Dios). La oración continua te ayudará al despertar consciente,  a ver cuales son los hilos que te impiden volar y con la  ayuda de Dios conseguir cortarlos ("cortar" es otra palabra clave para el crecimiento).  Ligado a este despertar y deseo de libertad encuentra sentido la práctica de los sacramentos, entre ellos el de la reconciliación. En tu vida espiritual no estás sólo (autoayuda) sino acompañado (presencia divina). Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos" (Mt 28,20); estoy contigo en mi palabra, en la Iglesia, en los pobres, y también en los sacramentos. Medita y contempla esto. 

Cuando honestamente estés decidido a vaciar tu vaso y des pasos en ese sentido -"los ojos en Cristo"- el agua de la fuente que es Dios lo irá llenando. Sabrás entonces que el cielo está ya ahí, dentro de ti, "adonde está el rey, allí dicen está la corte. En fin, que adonde está Dios, es el cielo" dice santa Teresa (Camino 28,2). Vivir la esperanza es vivir esta realidad, en el día de hoy, en la fiesta cercana de la Navidad y cuando llegue la hora de estar definitivamente con el  Padre eterno.  ¡Ven, Señor, Jesús!.

¡Feliz Adviento!

* * *
Otro comentario a la liturgia de este domingo en:

Noviembre 2022
Casto Acedo

viernes, 18 de noviembre de 2022

Jesucristo, Rey del Universo (20 de Noviembre)

Aunque con cierta continuidad, en esta entrada hay dos comentarios en uno. Para los amantes de versiones cortas y que prefieran centrarse más en el Evangelio del día les aconsejo que vayan al segundo comentario. Feliz domingo.

  EVANGELIO Lc 23,35-43

En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo:
- «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
- «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
Había también por encima de él un letrero:
- «Este es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
- «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
- «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha hecho nada malo».
Y decía:
- «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
Jesús le dijo:
«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».

Palabra del Señor

1

"Pilato le dijo, «entonces, ¿tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey»" (Jn 17,37). Antes Jesús había dicho: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí» (Jn 17,36).

Celebramos la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo; Jesucristo es Rey, pero su reino es muy especial; él mismo dice: “mi reino no es de este mundo”, lo cual puede llevarnos a pensar que lo del Reino de Dios es cosa de “otro mundo”, tal vez de ese mundo feliz que esperamos para después del juicio final. ¿Es esto lo que quiso decir Jesús al desmarcarse decir “no es de este mundo”?

Es conveniente aclarar qué se entiende por “mundo” en el evangelio de san Juan, porque en él se encuentran afirmaciones que pueden resultar equívocas. En san Juan el mundo se menciona a veces como sinónimo de la creación, algo bueno en sí, en línea con Gn 1,31: "Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno" . Pero en otras ocasiones aparece la palabra mundo como algo nada bueno. Incluso en un solo versículo se llegan a unir los dos sentidos: “el mundo se hizo por medio de él y el mundo no lo conoció”. Por tanto, el mundo es creación de Dios, y por tanto  bueno; pero también se entiende el mundo como el estado de la creación tras la caída; Adán da la espalda a Dios y se cierra así al conocimiento de sus mandatos.

Según la doctrina tradicional, tres son los enemigos del alma (del ser humano): *el demonio, que podemos definir como el "yo falso", un alter ego que seduce con la atracción del dinero, el poder y la vanidad, *la carne (el cuerpo desligado del Espíritu que se apasiona con la soberbia, la avaricia, la ira, la lujuria, pereza, etc., y *el mundo, que nos es otra cosa que el modo de pensar y vivir opuesto a las virtudes evangélicas recogidas en el sermón del monte, especialmente en las bienaventuranzas (Mt 5-7). En este sentido de opositor a  Jesús y su mensaje, se define al demonio como “el príncipe de este mundo” (Jn 16,10).

No podemos entender el Reino como enemigo de la creación; pero sí hay un antagonismo entre el Reino y el mundo como mentalidad o sistema contrario al evangelio. «Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el mayor entre vosotros se ha de hacer como el menor, y el que gobierna, como el que sirve” (Lc  22,25-26). Donde alguien se hace el menor y el servidor de todos, ahí está la felicidad del Reino de Dios; y donde unos dominan, explotan, someten y matan a otros, está el fracaso de los reinos de este mundo

El Reino de Dios está en guerra (cf Mt 10,34-42),  en una lucha que “no es contra hombres de carne y hueso sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas” (Ef 6,12). 

Es preciso prevenirse ante la entrada del mundo en el corazón de cada uno y en el de la Iglesia. Vivir según el mundo es lo que el Papa Francisco sugiere al hablar de la  “mundanidad espiritual”. 

“El peor daño que puede pasar a la Iglesia: caer en la mundanidad espiritual. En esto estoy citando al cardenal De Lubac. El peor daño que puede pasar a la Iglesia, incluso peor que el de los papas libertinos de una época. Esa mundanidad espiritual de hacer lo que queda bien, de ser como los demás, de esa burguesía del espíritu, de los horarios, de pasarlo bien, del estatus: ‘Soy cristiano, soy consagrado, consagrada, soy clérigo’. No se contaminen con el mundo, dice Santiago. No a la hipocresía. No al clericalismo hipócrita. No a la mundanidad espiritual”.

Estas palabras del Cardenal Jorge Bergoglio antes de su acceso al pontificado previenen sabiamente acerca de cómo el mundo como sistema contrario al evangelio es el mayor enemigo del Reino. La mundanidad consiste en entrar en el sistema, en asimilarse al pensamiento ambiente, en perder la identidad propia para adaptarse a la de la mayoría.  El mantra "ahí o ante esta injusticia no se puede hacer nada" repetido cuando nos desbordan las condiciones sociales, es parte de esa mentalidad mundana que nos lleva a sucumbir en el empeño de un mundo mejor. 

Jesús no desistió ante el estereotipado mundo judío y romano de su tiempo. Donde detectó crímenes y mentiras actuó y no calló. Aunque a algunos les suene a política, apostar por el Reino de Dios es formar parte de un grupo anti-sistema. ¿O a Jesús lo crucificaron por su fidelidad a los poderes mundanos establecidos?

Cuando la mentalidad del sistema liberal-capitalista, socialista, consumista o individualista, entra en la Iglesia, todo va perdido. Es importante abrir los ojos, porque el enemigo no está sólo fuera de la Iglesia, también está dentro; la “mundanidad espiritual” lo delata. Cuando el Papa habla de una "Iglesia en salida" ¿no está refiriéndose a una Iglesia que sale de la mundanidad en busca del Reino de Dios más allá de estructuras acomodadas al mundo? ¿Estamos, como Iglesia, siendo críticos con el sistema imperante en lo que tiene de antievangélico? ¿O hemos tirado la toalla justificándonos en el "no se puede hacer nada"?

* * *
2


Observa la escena del evangelio de hoy. Dos miradas sobre el pobre, el que sufre, el crucificado. Una es la de los que viven dentro del sistema, los magistrados, los soldados y uno de los malhechores: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Como personas mundanas a éstos no les interesa para nada lo que le ocurra a Jesús; ellos viven en su burbuja, salvando sus negocios; y para justificar su impostura dirigen al "justo injustamente perseguido" palabras de desprecio: Idealista: ¿no ha salvado a otros? Que se salve a sí mismo. La "mundanidad" desprecia a quienes creen en la paz, la bondad y la compasión; y lo hacen porque no los soportan, porque los que son fieles a sus principios hasta el final son un bofetón para quienes se han rendido al príncipe de este mundo.

Pero junto a la cruz hay también personas que están fuera de la mentalidad mundana y viven el sufrimiento de los pobres desde la compasión y el amor:  “su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena”, (Jn 19,25), y ese malhechor arrepentido que la tradición llama Dimas; estos fueron capaces de hacer una lectura diferente de lo que pasa ante sus ojos. “Nosotros recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha hecho nada malo». Es un inocente injustamente condenado. Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». 

Dimas la contemplación de aquel justo condenado, le abrió los ojos a la contemplación del Reino. Vio a Dios en el Crucificado. Ahí a su lado, el mismo que predicó las Bienaventuranzas del Reino está dando cumplimiento a su palabra, haciendo ver que el bienaventurado es el pobre, el hombre de corazón humilde, el pacífico, el perseguido  por causa de la justicia, el que llora la ignorancia del pecador. En la Cruz Jesús es bienaventurado, no por sus sufrimientos sino por su fidelidad y amor.  ¿Acaso Dios no saldrá en su socorro?

Se abrieron los ojos de Dimas a la compasión y vio que el Reino de Dios no era otro que Jesús crucificado; y que su cruz no era un fracaso sino un triunfo. Se dio cuenta de la indignidad con la que él había vivido y la dignidad de Jesús que no cede al odio en una situación límite. En ese cruce de experiencias el buen ladrón entra en oración: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Recuerdan mucho sus palabras a la confesión de fe del centurión presente también en el escenario, y que cuenta así san Lucas: "Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y, dicho esto, expiró. El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios, diciendo: «Realmente, este hombre era justo»" (Lc 22,46-47).

Por un lado, la solemnidad de Cristo Rey te obliga a posicionarte en una de las miradas sobre el Crucificado. O estás con el sistema (el boato de los reinos de este mundo: el lujo, el poder, las riqueza, etc.) o estás con Cristo (la compasión y misericordia del Reino: los pobres, los que sufren, los despreciados, etc.). No hay punto intermedio. “El que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama” (Mt 12,30). 

Observa tu vida y pregúntate de qué lado estás. Procura hacerlo sin dejarte engañar por la “mundanidad espiritual”. Para saber si estás atrapado en ella sólo debes hacerte una pregunta muy atrevida: ¿Qué cambiaría en mi vida -ratos de oración y misa aparte- si no creyera en Jesucristo y su Reino? Si crees que no cambiaría nada o muy poco, si todo seguiría igual, tu religiosidad es sólo un barniz que oculta tus escondidos deseos de ser servido y amado;  conviene entonces que empieces a preocuparte.

Y por otro lado, esta solemnidad es una oportunidad para gozar por adelantado el triunfo del Reino de Dios, la victoria de Cristo sobre el mal y la muerte. Esa es la convicción de los santos: «¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!».(Ap 7,10). Los que apuestan por Dios y su Reino tienen en Jesucristo la garantía del triunfo. En el trono de la Cruz, el Cordero inmolado, coronado de espinas, aparentemente fracasado, ha sido elevado y ensalzado como Rey del Universo. 

Aprovecha para revisar qué tal vasallo de Cristo eres y para afianzarte en la fe de que no  hay Señor más grande al que servir.

¡Feliz Domingo de Cristo Rey!

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Noviembre 2022
Casto Acedo

viernes, 11 de noviembre de 2022

Vivir en el presente (13 de Noviembre)


EVANGELIO
Lucas 21,5-19

En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
-«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».

Ellos le preguntaron:
-«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».

Él dijo:
-«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».

Entonces les decía:
-«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.

Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.

Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.

Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre.

Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Palabra del Señor

* * *


Quedaron deslumbrados los discípulos al ver el lujo del templo de Jerusalén. Mirando la calidad y grandeza de la construcción y los exvotos (ofrendas hechas a Dios en cumplimiento de alguna promesa), los que seguían a Jesús, debieron sentir la admiración y  el orgullo de pertenecer a un pueblo y una religión que podía presumir de tal grandeza. Como cuando un católico visita la basílica de san Pedro del Vaticano, alguna de las espectaculares catedrales góticas europeas u otros templos grandiosos y saborea con delectación la grandeza de la Iglesia.

¿Qué te dice Jesús cuando vives algo así? «Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida». Lo que contempláis es pura apariencia, fachada, transitoriedad, impermanencia. Tened cuidado, porque el espectáculo de las grandes obras y montajes escénicos o artísticos, pueden generar confusión sobre el camino a seguir. También debéis estar atentos a quienes os puedan manipular recurriendo al miedo de que “está llegando el tiempo”. «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”». 

Las obras faraónicas remiten a pasados gloriosos que dan la sensación de que todo está cumplido, y los anuncios catastrofistas que sostienen la inminencia del final pueden llevar al sometimiento acrítico a líderes mesiánicos que prometen salvarte del sufrimiento futuro. ¿No lo ves? Corren tiempos de catástrofes y unos se agarran a la nostalgia gloriosa de las viejas construcciones, mientras que otros con sus novedades se presentan como salvadores. Son tiempos mesiánicos.  ¡Tened cuidado! No os estanquéis en las glorias del pasado, ni os dejéis engañar por falsas promesas de futuro. Centraos, buscad el centro: abrid conmigo los ojos a la realidad presente, al "Reino que está en medio de vosotros" (Lc 17,21). 

¿Cuál es esa la realidad presente en la que tenemos que buscar el Reino? A nivel social, “guerras y revoluciones”, nacionalismos que enfrentan a “pueblos contra pueblos y reino contra reino”, grandes catástrofes, como “terremotos, y en diversos países hambres y pestes” como el covid y otras pandemias. Esto es lo que hallas en un mundo imperfecto; y tienes que aceptar esta realidad,  “porque sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto” (Rm 8,22), hasta el día en que por Jesús sean reconciliadas “todas las cosas, las del cielo y de la tierra”. (Col 1,20).

En su momento llegará el final, con “fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo”. Pero no debemos preocuparnos de la muerte o del destino final. A fin de cuentas, cuando lleguemos, será tiempo presente. Abrir los ojos al aquí y al ahora,  viviendo el evangelio de la compasión y la misericordia, es lo único que nos debe ocupar. Sin ignorar que seguir a Jesús y actuar su Reino en el día a día no es fácil, porque "el Reino de Dios sufre violencia" (Mt 11,12).

Deberíamos fiarnos de Dios y procurar ser honestos, justos, generosos; aunque la honestidad, la justicia, la generosidad sin limites, no es aceptada por todos; muchos la rechazan. El mundo no acepta la verdad cuando pone en evidencia las mentiras, y se niega reconocer el valor supremo del amor y la compasión porque desenmascara el encumbramiento del ego social y personal. 

Cuando el evangelio invita a matar el "ego" soltando las glorias del pasado y los miedos al futuro, provoca la ira de ególatras y timoratos, que se revuelven contra quienes predican tal libertad; por eso los justos son perseguidos. “Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre”. 

Pero dice Jesús: no tengáis miedo a los tiempos de rechazo, porque no son lo definitivo, no tengáis miedo al futuro que no existe; simplemente amad, confiad, perseverad en la fe. "Yo estaré siempre con vosotros" (Mt 28,20), soltad los miedos, “meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro”.

"El señor llega para regir los pueblos con rectitud”, esto dice hoy la antífona del salmo responsorial. (Sal 97). Me gusta la palabra "rectitud" porque desde nuestra orilla da a entender el deber de caminar comprometidos por la senda del bien (rectitud) y desde el lado de Dios la palabra revela que el Dios en quien creemos viene con "la rectitud del amor".

Los tiempos pueden ser tan duros que incluso “hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros”. Tened fe, todo eso pertenece al mundo de la transitoriedad, un mundo cuya solidez es falsa; vosotros -dice Jesús- sois eternos, habéis nacido de nuevo, vivís una vida nueva (cf Jn 3,5-12), habéis entrado en el eterno presente, en la "Presencia de Dios"; si lo queréis podéis permanecer aquí conmigo para siempre; “ni un cabello de vuestra cabeza perecerá”

* * *


Aprovecha este domingo y esta semana para situarte en el presente, con ojos abiertos, observando el mundo que  habitas. Mira si vives en el mundo del pasado, embelesado en tu historia personal o familiar, tu fortaleza física, tus posesiones, tus títulos o tu estatus;  de todo esto “no quedará piedra sobre piedra”. 

O mira si  vives en la incertidumbre y el miedo a un futuro que intuyes catastrófico; ¿no notas un cierto miedo como signo de los tiempos? Miedo a una guerra mundial, miedo a una crisis económica seria, miedo a perder la democracia y los derechos y privilegios adquiridos; ¿por qué temer a situaciones que tal vez nunca existirán?. Alguien que vivió aterrorizado por el futuro llegó a decir: “me he pasado la vida preocupado y sufriendo por cosas que nunca sucedieron”. No merece la pena sufrir por lo no existente; mejor vivir en el ahora, confiando en el Señor. ¡Que tu miedo a "la otra vida" no paralice el dinamismo de esta.

Deja que tu fe sea más fuerte que tus miedos. La sabiduría de la Palabra te pide hoy perseverar en la prueba del presente siendo fiel al nombre de Jesús: “A vosotros, los que teméis (honráis) mi nombre, os iluminará un sol de justicia y hallaréis salud a su sombra”, dice el profeta Malaquías (3,19-20a). El evangelio termina con  una frase similar: "Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas” (1). 

A la meta no se llega rememorando el punto de partida ni obsesionándose por cómo alcanzaré el objetivo de la carrera;  se llega dando un paso cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo. Con los materiales del presente se construye la esperanza. 

* * *
Otro comentario a la liturgia de este domingo en: 

¡Feliz domingo!
Noviembre 2022
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Nota (1): "Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Así se lee en la última  traducción del leccionario I del ciclo C. Yo prefiero traducir el término original griego Yucax, de Yuch (soplo, hálito, aliento vital, alma, vida) por "vidas" mejor que por "almas", porque creo que no se trata sólo de que el alma (entendida como parte separada del ser humano) vaya finalmente al cielo, que es lo que parece sugerir la frase con el término "alma", sino que se trata de que ya aquí y ahora toda mi vida encuentra el cielo, la salvación, es decir, ya puede ser en la tierra una vida fresca, honesta, sana, no contaminada por el veneno de lo perecedero, gozosa desde ahora en la dicha y en la tribulación; una vida llena de  sabiduría del Señor. "Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas", que ya aquí participan del  presente eterno. C. A.
Casto Acedo.

sábado, 5 de noviembre de 2022

¿Es aburrido el cielo? (6 de Noviembre)

 

EVANGELIO 
Lucas 20,27-38.

En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús:
- «Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y de descendencia a su hermano . Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer».

Jesús les dijo:
-«En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección.

Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».

¡Palabra del Señor!


El cielo debe de ser muy aburrido. Allí los hombres no se casan ni las mujeres toman esposo, no se puede disfrutar de un buen banquete de bodas gustando los mejores vinos y los más sabrosos manjares. Tampoco se puede practicar sexo, ni tomar drogas, que para tantos es la panacea de la felicidad.

¿Qué es una vida sin los gustos de la buena mesa y los placeres de la carne? Además, en el cielo no hay cuentas bancarias a las que mirar devotamente y sobre las que sostener mi estatus, ni registro de títulos académicos o nobiliarios. Ni siquiera se puede disfrutar de las desgracias ajenas practicando el noble arte del chinchorreo, porque allí todos son buenos y todo juicio malicioso un imposible. ¿Tiene sentido una existencia así, privada de los placeres del cuerpo y del alma? ¿Quién quiere ir a un cielo así?

No es extraño que los saduceos, contemporáneos de Jesús, negaran la resurrección. Ellos formaban parte de la casta de gobernantes, del grupo de los ricos y poderosos de Israel. “No hay resurrección”, decían; y esta negación tenía su lógica: “Dios premia a los buenos en la tierra, y a nosotros nos ha dado riquezas porque somos buenos; y el que es pobre es porque se lo merece; algo habrá hecho”. 

Por otro lado, el también importante grupo de los fariseos, amantes de la ley, afirmaban que "sí hay resurrección" para quienes cumplen los preceptos establecidos. 

¿Y qué dice Jesús? Jesús dice sí a la resurrección, pero no como premio al cumplimiento de la ley sino por pura fidelidad-amor  de Dios que nos hace participar de su naturaleza viviente: “Que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos”.

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Ahora bien ¿cómo será el cielo en el que resucitaremos? 

Nuestra imaginación tiende a hacer un cielo a medida de nuestros deseos y nuestros gustos. Para hablar del cielo los cristianos hemos recurrido al imaginario terrenal y lo hemos pintado como un lugar suave y cálido, lleno de simpáticas y luminosas nubes, un vergel que contrasta con la sequedad del desierto, un paraíso complaciente, un banquete de bodas donde todos pueden degustar sin límites manjares suculentos. Son imágenes que intentan explicar el cielo, pero que a veces no hacen sino deificar muy sutilmente los placeres de la carne.

Reducir el cielo a la suma plena de placeres de la tierra es un equívoco lamentable. Lo sabemos por experiencia. Cuando se da el abuso en lo que nos parecía placentero: comida, bebida, sexo, vacaciones, reconocimientos humanos, etc., el exceso empieza a causar tedio, insatisfacción y vacío.  Todo placer mundano lleva ínsito, inherente, el sufrimiento. Una vez satisfechos los deseos  suele venir el cansancio, el aburrimiento y el tedio. Sabemos que el placer es efímero, se acaba, y ya sólo de pensar su finitud comenzamos a sufrir su pérdida. ¿Cómo va a ser el cielo un lugar de placer eterno si éste no puede ser infinito? 

Pero hay esperanza: la misma frustración del placer parece despertar en el alma el anhelo de hallar algo que me satisfaga eternamente. El anhelo es distinto al deseo, aunque fáciles de confundir, igual que ocurre con el placer y el gozo. Una frase atribuida a Thomas Merton puede ayudar a entender lo que pretendo decirte: “No busques descanso en ningún placer, porque no fuiste creado para el placer sino para el gozo. Y si no conoces la diferencia entre el placer y el gozo aún no has comenzado a vivir” (Th. Merton). 

El deseo de placer lo motiva algo exterior que seduce y ata mis sentidos; el anhelo de gozo  me nace  de dentro y despierta lo mejor que hay en mi interioridad, donde me descubro -lo dice el evangelio de hoy- como "hijo de Dios, hijo de la resurrección".


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La vida verdadera no es la que obtenemos por disfrute y apego a los placeres, sino por el gozo de vivir en Dios y en su creación. “El reino de Dios -y con él el estado de cielo- no es comida y bebida, sino justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo” (Rm 14,17).  Quien vive el gozo de la unión de su espíritu con el Espíritu de Dios comienza a vivir la vida eterna.

No dediques mucho tiempo a imaginar el cielo, porque no es un lugar sino un estado. No vas al cielo, estás en el cielo. Más que desbordar tu imaginación lo que necesitas es abrirte al silencio, dejar que Dios te hable, despertar tu corazón al Misterio inagotable de la divinidad y convertirte a la mirada de Jesús sobre las cosas: “En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles”

Es como si dijera Jesús: en este mundo vivimos momentos de placer y de gozo; pero no os apeguéis a esas experiencias en lo que tienen de mundanas, porque “ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman” (1 Cor 10,9). Simplemente calla, ama y espera. 

El cielo no es ni aburrido ni divertido, es placer sin asomo de sufrimiento, un inimaginable gozoso placer.

¡Feliz y gozoso domingo!
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Otro comentario a la liturgia de hoy en:

Noviembre 2022.
Casto Acedo

miércoles, 2 de noviembre de 2022

La muerte no es nada ( H. Scott Holland)

 Un texto atribuido a san Agustín por muchos, aunque es de otro autor (Henry Scott Holland) (1847-1918) inspirado  en un sermón de San Agustín llamado «La muerte no es nada en absoluto», que puede iluminar el duelo por nuestros difuntos.

“La muerte no es nada, sólo he pasado a la habitación de al lado. Yo soy yo, vosotros sois vosotros. Lo que somos unos para los otros seguimos siéndolo. Dadme el nombre que siempre me habéis dado. Hablad de mí como siempre lo habéis hecho. No uséis un tono diferente. No toméis un aire solemne y triste. Seguid riendo de lo que nos hacía reír juntos. Rezad, sonreíd, pensad en mí.

Que mi nombre sea pronunciado como siempre lo ha sido, sin énfasis de ninguna clase, sin señal de sombra. La vida es lo que siempre ha sido. El hilo no se ha cortado. ¿Por qué estaría yo fuera de vuestra mente? ¿Simplemente porque estoy fuera de vuestra vista? Os espero; no estoy lejos, sólo al otro lado del camino. ¿Veis? Todo está bien.

No lloréis si me amabais. ¡Si conocierais el don de Dios y lo que es el Cielo! ¡Si pudierais oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos! ¡Si pudierais ver con vuestros ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso! ¡Si por un instante pudierais contemplar como yo la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen!

Creedme: Cuando la muerte venga a romper vuestras ligaduras como ha roto las que a mí me encadenaban y, cuando un día que Dios ha fijado y conoce, vuestra alma venga a este Cielo en el que os ha precedido la mía, ese día volveréis a ver a aquel que os amaba y que siempre os ama, y encontraréis su corazón con todas sus ternuras purificadas.

Volveréis a verme, pero transfigurado y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando con vosotros por los senderos nuevos de la Luz y de la Vida, bebiendo con embriaguez a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás». 

(Henry Scott Holland)


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Noviembre 2022

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