miércoles, 31 de julio de 2024

La obra que Dios quiere (4 de Agosto)


EVANGELIO
Juan 6,24-35

En aquel tiempo, al no ver allí a Jesús ni a sus discípulos, la gente subió a las barcas y se dirigió en busca suya a Cafarnaún.

Al llegar a la otra orilla del lago, encontraron a Jesús y le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»

Jesús les dijo: «Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros. No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna. Ésta es la comida que os dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, ha puesto su sello en él.»

Le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?»

Jesús les contestó: «La obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado.»

«¿Y qué señal puedes darnos –le preguntaron– para que, al verla, te creamos? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: «Dios les dio a comer pan del cielo.»»

Jesús les contestó: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el verdadero pan del cielo! Porque el pan que Dios da es aquel que ha bajado del cielo y da vida al mundo.»

Ellos le pidieron: «Señor, danos siempre ese pan.»

Y Jesús les dijo: «Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed.»

Palabra del Señor

* * *
La Eucaristía es un Misterio (sacramento) que pide fe para ser  entendido. Es muy difícil comprender la espiritualidad eucarística en un mundo donde la idolatría del trabajo, el bienestar físico  y la rentabilidad económica inclinan la balanza hacia la increencia. La fe no es mundanamente rentable. Defender a la Iglesia en tiempos de escándalos no reporta ganancias. Los que permanecemos en ella deberíamos hacernos dos preguntas: 1) -¿por qué seguimos estando?, y 2) -¿es el silencio de Dios la causa de la crisis eclesial o lo es  nuestra falta de fe? La fe es definida en el evangelio de hoy como la obra de Dios. Dios da la fe, que es lo importante. El creyente también tendrá que obrar (amar), pero a causa de su fe, no para creer. Es apremiante trabajar para que el  mundo escuche  la Palabra a fin de saciar su hambre de justicia y de paz. La fe es como el aire que permite seguir caminando al peregrino. Hambre de Dios. A ello apunta la piedad eucarística genuina.



Tiempos de desierto

Vivimos un mundo obsesionado con lo práctico. Lo importante es hacer cosas, lograr objetivos, alcanzar metas,... pero sobre todo obtener beneficios. Si no hay beneficios ¿para qué hacer nada? Así pensamos, y así pensaron muchos antes que nosotros. No nos debe extrañar, por tanto, que en el evangelio de este domingo Jesús reproche a quienes le siguen que lo hagan por conveniencia personal. “No me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros”, les dice

Por la mentalidad práctica imperante son pocos los que se acercan a la Iglesia movidos por pura gratuidad o por simple gratitud. Casi siempre suele haber detrás algún interés: celebrar el bautizo del hijo, la comunión, la boda, obtener ayuda en la enfermedad, ser socorrido en Caritas, etc. Hoy, como en los tiempos en que la Iglesia de España gozaba de poder e influencia social, no faltan acólitos arrimados a ella en busca de beneficios. 

En tiempos pasados ir a la Iglesia daba prestigio y respetabilidad. Recuerdo cuándo las autoridades de mi pueblo tenían un lugar reservado en los primeros bancos para la celebración de la misa mayor del domingo.

La situación ha cambiado y la institución eclesial no goza hoy de la alta apreciación que tuvo por parte de la sociedad española. El fenómeno de la secularización con sus secuelas de ateísmo e indiferentismo religioso, y el añadido de los escándalos morales relacionados con la pederastia o la mala gestión de los bienes económicos, han llevado a la Iglesia a ser una de las instituciones peor valoradas en las encuestas; tanto, que muchos huyen de ella por miedo a ser tildados de carcas o fanáticos. Muchos de los advenedizos de antes han desertado de las filas militantes. 

Deberíamos preguntarnos: ¿Por qué seguimos estando? ¿Por qué rezamos? ¿Para qué? ¿Qué esperamos obtener con ello? ¿Qué nos motiva a ser cofrades, catequistas o voluntarios de Cáritas? ¿Qué sacamos de nuestra pertenencia a la Iglesia? Quizá los motivos no sean económicos, pero puede haber otros intereses o motivaciones que, sin ser de orden crematístico, tienen mucho de interés personal o egocentrismo. Deberíamos tener esto en cuenta en nuestro examen de conciencia. Porque sólo el amor a Jesucristo debería justificar nuestra pertenencia eclesial.

Preguntarnos, además: está Dios detrás de la crisis eclesial, o lo que es está nuestra falta de fe en Él.

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La obra que Dios quiere

¿Todo ha de tener un por qué y un para qué? Aparentemente sí; sobre todo las actividades laborales y económicas; sin embargo, las realidades espirituales no deberían someterse a los mismos cálculos. Hay una frase sobre la amistad que siempre me fascinó:  "amistad es estar con tu amigo sin un por qué y sin un para qué," es decir, sin una causa o una finalidad que les robe la gratuidad, que es lo más hermoso que tienen el amor y la amistad.

Algo parecido ocurre con la fe. Es verdad que creer en Dios tiene sus ventajas, pero cuando la fe se cimenta en las ventajas andamos mal; cuando se acabe el premio, se hundirá la fe. Y aquí viene bien recordar lo que dice Jesús: “No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna”. Deberíamos trabajar más nuestra fe. ¿Cómo? Escucha de la Palabra y oración. "La fe nace del mensaje que se escucha, y la escucha viene a través de la palabra de Cristo" (Rom 10,17). La fe tiene un mucho de intuición, pero sobre todo tiene mucho de escucha atenta a la Palabra que es Jesucristo  en la oración y la contemplación. Sólo desde la inmersión en  el corazón de Dios se puede entender la gratuidad de la fe

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Por incomprensible que parezca, la fe es más importante que las obras. Por eso a la pregunta acerca de cuáles son las obras de Dios Jesús responde: “la obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado”. Esta es la respuesta de Jesús a la pregunta: "¿qué debemos de hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?". Uno esperaría una respuesta más simple: "hacer buenas obras", pero responde que para el buen obrar (amar) se ha de obrar desde la fe en Jesús: "que creáis en el que el Padre ha enviado"; primero creer en Jesucristo, luego hacer su obra, la obra de Dios, no la mía. Muy agudo.

Pero ¿no nos enseñaron siempre que lo más importante son las obras (el amor)? Incluso hay muchos que imaginan la fe como una obra. Pero la verdad es que no ganamos a Jesús con las buenas obras, Él se nos da a pesar de las malas acciones. “Es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo”, el que sacia de una vez por todas y para siempre. “Yo soy el pan de vida. El que viene a mi no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás”. Los que escuchan a Jesús, guiados aún por el interés de un pan fácil y cómodo, le piden “Señor, danos siempre de este pan”. Y el evangelio de hoy aclara que el hambre espiritual sólo se sacia con la aceptación creyente de Jesús, enviado como “verdadero pan del cielo”; creer en Él es la consigna. El creyente también tendrá que obrar, pero a causa de su fe, no para creer.

¿Añoras tiempos pasados de fe católica en España? Aquellos tiempos de triunfalismo religioso puede que no tuvieran mucho de triunfo de la fe (Jesucristo) sino más de triunfo de obras pías  (cristianismo social). Sin negar los valores positivos que tuvieron aquellos momentos, procura poner la fe en Jesucristo y su evangelio en el centro de la vida. Esa es la obra de Dios: que Cristo sea el motor de la historia. Para ello sólo hace falta fe; por ella vendrán  las obras de Dios. 

Es apremiante poner a nuestro mundo a la escucha de la Palabra a fin de saciar el hambre de justicia y de paz que padece. A ello apuntará una piedad eucarística genuina.

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Vive hoy la celebración eucarística con fe. Nutre tu fe con la frescura del pan eucarístico.  No entiendas ni evalúes tu participación en la misa como una obra tuya sino como un regalo de Dios. El pan del cielo se nos da gratuitamente, sin merecerlo. ¡Créelo! Y cuando la vida se torna difícil, no murmures como el pueblo de Israel en el desierto. Vuelve tus ojos a Él. En ningún otro lugar mejor que la Eucaristía puedes palpar el Misterio de Dios; ahí está la Presencia seductora de Jesús. No olvides que la obra que has de realizar es esta: creer en Jesús como enviado del Padre para la salvación del mundo. Sin referencia a Él ni tienes piedad eucarística ni te es posible una vida eucarística, por muchas comuniones que recibas.

 Agosto 2024

Casto Acedo

viernes, 26 de julio de 2024

Milagro de los panes y los peces (28 de Julio)


EVANGELIO 
6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.

Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?».

Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.

Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».

Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo».

Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.

Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda». Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».

Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Palabra del Señor

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El milagro de la multiplicación de los panes y los peces inicia el cap 6 del Evangelio de san Juan y abre las puertas al discurso del pan de vida que se proclamará durante los próximos cuatro  domingos. Hoy nos centramos en el milagro considerando las condiciones necesarias para que este se dé: presencia de Jesús, fe de los discípulos y obras que certifiquen y hacen patente la fe.  Y como nadie  duda de que este milagro tiene una clara intención catequética sobre el sacramento de la  eucarística, propongo unas ideas para dilucidar en qué consiste eso de la piedad eucarística.


El milagro 

Ante la necesidad apremiante de alimentos para una multitud que le sigue, Jesús lanza una pregunta: "¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?". Y añade: “Doscientos denarios de pan no bastan”. Hay, pues, un problema: hambre de la muchedumbre; y unos cálculos que llevan a un túnel sin salida; no tememos dinero parea comprar nada. Oscuridad. ¿Quién quitará la piedra del sepulcro para que entre la luz? 

Andrés, más práctico, deja a un lado los cálculos y se agarra a una solución posible, aunque parcial: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces”. A partir de los datos disponibles Jesús va a proponer una solución que va a exigir la puesta en marcha del corazón de todos. Primero convoca: “Decid a la gente que se siente en el suelo”. Los discípulos debieron quedar desconcertados. ¿No sería mejor que cada uno vuelva a su casa a procurarse la comida? Sin embargo, oyendo a Jesús invitan a todos a sentarse. Son muchos; el evangelio, con cierta exageración, dice que “sólo los hombres eran unos cinco mil”. Sea como sea, los discípulos obedecieron, y dan un primer paso: creer en la palabra de Jesús.

No obstante, el milagro pide algo más: un signo que muestre y demuestre que se cree de verdad. En este caso la prueba de la verdad de la fe va a recaer principalmente en un muchacho que tiene cinco panes y dos peces. Puede negarse a compartirlos; incluso puede que no sean suyos, lo cual le creara un problema moral: ¿debo compartir lo que no es mío? Pero ante la necesidad no se arredra y dando un paso hacia adelante  pone los panes y los peces a disposición del Maestro.

A la fe le acompaña la práctica de la compasión. La mesa está servida. ¡Cómo recuerda esto la Carta de Santiago!: "¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos del alimento diario y uno de vosotros les dice: «Id en paz, abrigaos y saciaos», pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no tiene obras, está muerta por dentro" (2,15-17).

La fe obra el milagro y todos pueden comer. ¿Cómo ocurre esto? Tú pones los panes y los peces y Dios pone lo demás, tú vives según los criterio del Reino y todo lo demás viene sólo (cf Lc 12,31). Tú das tu vida y Jesús la multiplica. "Tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados. Lo mismo todo lo que quisieron del pescado”. El simbolismo eucarístico del texto es evidente: tomó, bendijo, repartió. Comió la multitud, y para asombro de todos sobró. ¡Este es el sacramento (signo, símbolo, milagro) de nuestra fe!


La piedad eucarística 

Durante unos domingo iremos meditando el capítulo sexto de san Juan, toda una catequesis sobre el sacramento de la Eucaristía. Hablemos de piedad eucarística, realidad que solemos reducir a ritualismos y misticismos sentimentales, pero que bien entendida nos lleva a comprender por qué la Eucaristía es un sacramento tan importante.  Van unas notas sobre la piedad eucarística:

a) La Eucaristía es un sacramento de presencia; y al decir presencia me refiero a "estar presente" o "hacerse presente". El milagro de los panes se da por la presencia de Jesús; y también por la presencia (atención, conciencia) de quienes participaron en él. La Eucaristía no es un simple recuerdo; es un memorial, es decir, un recuerdo que hace presente aquello que conmemora. Por tanto, no nos reunimos en la misa para recordar y añorar algo ocurrido sino para vivir en el presente lo que sigue ocurriendo. Cada domingo Jesús se hace presente en el pan y el vino eucarísticos; se multiplica para ti y para mí, y eso es fascinante. Sin presencia de Cristo no hay misa.

b) Anhelar el alimento de la Palabra de Jesús. "Le seguía mucha gente" porque habían visto en Jesús algo nuevo. La búsqueda parte de un vacío que pide ser colmado. Si no estás satisfecho de tu vida, si te sientes solo, abatido, deprimido, hueco en tu interior, y has salido a buscar al Maestro, ya estás bien encaminado. El hambre, en cierto modo, es una bendición, porque me pone en marcha hacia el alimento.

c) Conectar con el sufrimiento de los demás (compasión). Jesús "se da cuenta", observa, ve, contempla, a una multitud hambrienta de Palabra; pero llega un momento en que también están necesitadas de pan material. Es propio de una piedad eucarística vivir encarnado con quienes sufren en el cuerpo o en el espíritu, hacer propias sus carencias y necesidades  y preocuparse por dar soluciones prácticas, como hicieron Andrés y el muchacho del evangelio de hoy. Sin conexión con los hermanos, sin compasión ("sentir, padecer con")  Jesús no hubiera  obrado el milagro. La compasión de Jesús se sigue dando en cada Eucaristía ("entregado en favor vuestro"), ¿qué tal tu compasión por los que sufren?

d) "Tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió". Como hace Jesús, la auténtica piedad eucarística toma la propia vida en las manos, agradece las cualidades y dones recibidos el Padre, y anudando la propia vida con la de quienes viven en necesidad, se hace alimento para ellos. ¿Has probado alguna vez a hacer tuyas las palabras de la consagración cuando el sacerdote dice. "Tomad y comed, esto es mi cuerpo .. Tomad y bebed, esta es mi sangre"? Puedes sentirte a tí mismo en tus momentos de entrega (yo dándome en alimento, entregándome para la reconciliación). Y también puedes sentir esas palabras como dichas por quienes viven para los demás; personas que se hacen pan nutritivo y vino de reconciliación para ti cada día: tu esposo o esposa, tus amigos, tus padres, tu vecino, tu catequista, tu párroco..., ellos, como Jesús, se dan en comunión por y para ti. Cuando vives esta  verdad estás entendiendo la eclesialidad del misterio de la piedad eucarística.

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Quien dice que se aburre en la misa necesita mirar su vida. El síntoma apunta a una enfermedad provocada por un acumulación de virus: egoísmo, individualismo, ritualismo, espiritualismo. Hay que soltar ataduras y recuperar la conexión de la  Eucaristía y la vida. La misa no es una celebración para huir de la vida; es una oportunidad para poner el centro de atención en la propia vida unida a la de Jesús. Es sentirte privilegiado porque has sido invitado a sentarte a la mesa y a sentirte comensal con el mismo Jesús. 

No duermas, despierta tus sentidos, porque el milagro de la multiplicación y de los panes y los peces puedes experimentarlo cada día en tu misma vida, y de modo muy especial en la misa dominical. Ahí. junto con  los hermanos, te haces comunión con Cristo; y, lo más gratificante, Cristo se hace comunión contigo. "La gente, al ver el signo que había hecho, decía: ´Este es verdaderamente el profeta que va a venir al mundo".  Ahí lo tienes, en la misa de este domingo. ¿Te lo vas a perder?

Julio 2024
Casto Acedo

martes, 23 de julio de 2024

Santiago Apóstol (25 de Julio)


EVANGELIO 
Mt 20, 20-28

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?».

Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».

Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».

Contestaron: «Podemos».

Él les dijo:
 «Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».

Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».
. . . . . . . .

Poco tiempo después 
“El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan” (Hch 12,2).

Palabra del Señor.

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Un equívoco, tal vez desde una desenfocada lectura del evangelio, llevó a imaginar a Santiago como amante de la guerra santa (¿acaso alguna guerra puede ser santa?) Pero esa imagen no tiene cabida en un tiempo como el nuestro. La fiesta de hoy nos invita a despojar a Santiago de su amenazadora espada, a desmontarlo de su caballo blanco y a contemplarlo de camino al finis terrae como servidor humilde y  valiente del evangelio. El camino de Santiago tiene un alto componente espiritual. Peregrinar para merecer la compostelana es conectar con el apóstol, al cual el Espíritu llevó a dar testimonio de su amor a Jesús con el martirio.

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"Los hijos del trueno"

En cierta ocasión en que los samaritanos no recibieron bien a Jesús y los suyos, Santiago y su hermano Juan no se anduvieron con chiquitas: "Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?”. Violentos ellos. “Pero Jesús, volviéndose, les reprendió” (Lc 9,54-55). Tal vez esta impetuosidad de carácter hizo que Jesús les pusiera el sobrenombre de Boanerges, “los hijos del trueno” (Mc 3,17). Y así pasó Santiago al imaginario medieval hispano, como trueno y espanto bajado del cielo, montado en su caballo blanco y blandiendo la espada contra el moro.

Puede que la forma de ser impulsiva y arrojada hiciera de Santiago un provocador, pero no un violento sino un predicador difícil que no se vendía a la mentira ni se resignaba a hablar la verdad, y se ganó así el mérito de contarse entre los primeros mártires cristianos: “El rey Herodes echó mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos, e hizo morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan.” (Hch 12,1-2). Siguió así los pasos de los profetas y del Profeta por excelencia: Jesús, su Maestro.




El camino "interior" de Santiago.

Para purificar la imagen guerrillera del santo nada mejor que contemplarlo en el seguimiento de Jesús y su martirio. Llegar hasta ahí no debió ser fácil para él. Su carácter violento y las pretensiones de ascenso puestas en boca de su madre en el evangelio de este día, “ordena que estos dos hijos míos –Juan y Santiago- se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”, evidencian que debió operarse en este santo un fuerte cambio de mentalidad. Hubo de aceptar, y no sin resistencias, que el camino de Dios no es la imposición sino el servicio, no es la venganza sino la misericordia. Así lo hizo y así lo enseñó su Maestro. Y para quien tuvo un temperamento violento y vivió acostumbrado al ordeno y mando no debió ser fácil asumir esta enseñanza.

Hubo un Santiago que hizo una “peregrinación interior” bajando a las zonas oscuras de su alma, aceptando el perdón de Dios, y volviendo luego a los caminos del mundo para ser mártir, testigo, de Jesucristo. Esta imagen de Santiago peregrino es distinta de la que le imagina como guerrero violento. Si hemos de aceptar la incidencia del Apóstol en la evangelización de España, dejemos a un lado a “Santiago matamoros” y contemplémoslo como peregrino de la fe que, acompañado por algunos seguidores y animado por la misma Virgen María, lleva el evangelio de su mano hasta el confín de la tierra (finis terrae) apoyado en el cayado de la cruz.

Podemos poner en primer plano esta imagen de Santiago como ejemplo de lo que ha de ser hoy el apostolado; quien quiera ser apóstol que aprenda a ser discípulo, quien quiera renovar la Iglesia renuévese a sí mismo, quien quiera “ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20,27-28).

Bajemos a Santiago de su caballo. El santo Apóstol que hoy celebramos no es el agresor sino el agredido (mártir). El que deseó en un momento de arrebato que cayera del cielo un fuego devorador que arrasara a quienes consideraba enemigos del evangelio de Jesús cambió de vida, se hizo buen samaritano descendiendo de su cabalgadura y subiendo en ella a los heridos y desheredados para acercarlos a la Iglesia del Señor. Ese fue y es el Camino de Santiago, jalonado de catedrales e iglesias que conducen a Dios, de puentes que comunican a los hombres, de hospitales que curan a enfermos caminantes y de casas de acogida que atienden a los peregrinos. Hacer cristianamente este camino no es otra cosa que ir a Jesucristo (cf Jn 14,6). Allí, con Él, nos espera Santiago.

Feliz día del Patrón de España
Felicidades a quienes celebran su santo.

Julio 2024
Casto Acedo

miércoles, 17 de julio de 2024

Vacaciones (21 de Julio)

   


EVANGELIO Mc 6, 30-34

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo:

-«Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco».

Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer.

Se fueron en barca a solas a un lugar desierto. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.

Palabra del Señor



Estamos en pleno verano. Tiempo de vacaciones, de oportunidad para cambiar de actividad, viajar y conocer otros mundos. Hay quienes aprovechan para hacer viajes turísticos programados. Otros, más sabios, se toman unos días para sumergirse en el silencio y la soledad que no pueden disfrutar cuando apremian obligaciones laborales. El verano da para mucho, y hay que equilibrar. No está mal divertirte, soltar un tiempo los horarios estrictos y los convencionalismo dando rienda suelta a la espontaneidad. Pero también es bueno recogerte, adentrarte en ti mismo, hacer un viaje interior.

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Vacaciones

Si nos remitimos al origen etimológico de la palabra “vacaciones”, encontramos que ésta viene “del latín vacans, participio del verbo vacare: estar libre, desocupado. Está detrás el término vacuus: vacío, desocupado libre. Me gusta esta palabra, vacío (nada), por lo que tiene de resonancias místicas.

Hacer vacaciones es vaciarse, soltar, desprenderse. Cuando tomamos vacaciones ¿no lo hacemos con el ánimo de desprendernos del tedio, la rutina, el cansancio de cada día? A esto es a lo que invita Jesús a los suyos tras unos días de intenso ajetreo misionero: "volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado" y Él les dijo -´Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar´. El ajetreo de la actividad misionera es agotador -"eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer” (Mc 6,30-32)-,  y Jesús se da cuenta de la necesidad de un descanso. 

La atención al prójimo no es posible sin el cuidado propio. ¿Qué podré dar a los demás si estoy lleno de prisas, preocupaciones y nerviosismo? ¿Cómo mantener mi ritmo de trabajo y de dedicación a la causa del amor: la familia, los amigos, la parroquia, la asociación benéfica, etc., si no dedico tiempo a mi formación y mi cuidado espiritual? Se equivocan quienes se pasan la vida diciendo “¡no tengo tiempo para mí!”. Se equivocan porque quien no se cuida a sí mismo se incapacita para cuidar a los demás. Sin embargo, nos resistimos a cuidarnos.

Si invitas a alguien aprovechar el verano para hacer ejercicios espirituales, o un retiro de silencio suele decir, ¿y quien se ocupa de mis niños?, ¿quién atiende a los abuelos?, ¿quién hará esa reforma de la casa que no puedo hacer en otro tiempo? Generalmente excusas; para una escapada a la playa, un crucero o un viaje turístico por el extranjero, sí hay tiempo. Retirarte o no a reflexionar, orar y contemplar, suele ser posible; todo es cuestión de prioridades.

Nos dejamos llevar por la inercia de nuestra sociedad de consumo, para la cual sólo tiene valor lo que produce ventajas materiales o sacia la sensualidad más burda. Toda actividad improductiva o no  placentera físicamente es desdeñable para el mundo. Sin embargo, pararse, serenarse, abrirse a la escucha en el silencio, es la actividad más necesaria, tal como dijo Jesús a Marta, la hermana de María y de Lázaro (cf Lc 10,41-42).


Cuidar de uno mismo

Sin un viaje interior los viajes exteriores son nada. La procesión va por dentro. Más importante que la vida en sí es el sentido de la vida. Todo puede quedar en la oscuridad si no hay una luz que ilumine. Es muy importante sanar el ojo, es decir, encender la lámpara de la consciencia que permita ver la vida tal como la quiere Dios. “Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz, pero si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras” (Mt 6,22).
Debes cuidar tu ojo. El cuidado del mundo y de los hermanos no es posible sin el ejercicio previo del cuidado propio. Cultivar la interioridad, vaciarse del estrés que provocan las diversiones mundanas,  es el prefacio para conectar con lo divino.


“Se fueron en barca a solas a un lugar desierto”. Jesús se retiraba con frecuencia a orar a solas (cf Mc 1,35; Lc 5,16). ¿Por qué no haces lo mismo? ¿Por qué no te dejas llevar por Jesús a un lugar tranquilo? ¡Inténtalo ahora!:
Aparta tu vista unos minutos de la pantalla en la que estás leyendo esto, respira profundamente , cierra los ojos, y siente la mirada de Jesús sobre ti; “mira que te mira”, como decía Santa Teresa; te mira y te dice: “ven conmigo a un sitio tranquilo a descansar un poco”. ¿No es una invitación hermosa?
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San Juan de la Cruz invita al vacío, a dar vacaciones al propio ego; y a no quedarnos con nada que no sea Dios. 

"Para venir a gustarlo todo,
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a poseerlo todo,
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo,
no quieras ser algo en nada.
Para venir a saberlo todo,
no quieras saber algo en nada".
Para venir a lo que gustas
has de ir por donde no gustas.
Para venir a donde no sabes
has de ir por donde no sabes"

Para alcanzar el todo, vacíate, haz vacaciones de todo lo que te impide ser tú mismo e ir y estar en Dios. Para eso has nacido. A fin de cuentas aspiras a unas vacaciones eternas. No has sido creado para trabaja sino para, como dice la liturgia, entrar en el "domingo sin ocaso en el que la humanidad entera entrará en tu descanso" (prefacio dominical X). 

Felices vacaciones.

Julio 2023
Casto Acedo 

martes, 9 de julio de 2024

Enviados (10 de Julio)


EVANGELIO Mc 6,7-13

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.

Y añadió: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»

Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

Palabra del Señor

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Jesús, al ver que el pueblo no capta la verdad de su ser y su misión,  elige de entre la multitud a un grupo de doce discípulos a quienes formará más de cerca para que continúen la labor misionera cuando se marche. Les envía a predicar (práctica) dándoles unas consignas básicas (teoría): pobreza, sinodalidad, sencillez y abandono, claves esenciales para tener cierta autoridad como predicadores del Reino. Hacer lo que se dice, decir lo que se hace. Ser rechazado también forma parte de la  vida del apóstol. "Ladran, luego cabalgamos". ¿No será el mismo Jesús  perseguido y asesinado? Termino esta entrada comentando como la Eucaristía es escuela de misioneros.

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Jesús busca ayudantes 

Desde el inicio de su vida pública Jesús fue un incomprendido, un “extraño” (extranjero) en su propia tierra: ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿de dónde le viene esa sabiduría? Y se extraño de la falta de fe de sus paisanos (Mc 6,2-6). Pero no se desanimó, asumió el riesgo de ser diferente, de ser distinto en su forma de pensar y actuar. En una palabra: Jesús no se vendió, sino que mostró una libertad inusitada ante quienes querían adocenarle y asimilarle a la cultura y religión del ambiente. 

Tras un increíble éxito inicial, se percata de que no será fácil plantar la semilla del Reino en una tierra endurecida por el paganismo y el fariseísmo. Se da cuenta de que quienes le buscaban lo hacían por intereses espurios: milagros, portentos, beneficios interesados, ventajas y protagonismos personales, etc. "Me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros" (Jn 6,26). El pueblo no está preparado para la inversión de valores que exige la instauración del Reino de Dios. ¡Esto va para rato!, debió pensar Jesús. Y da un giro a su estrategia.

Consciente de que su estar en el mundo será transitorio, elige un grupo de doce “para que estuvieran con él”, para que le conozcan más de cerca y aprendan con él a ser distintos, para que se empapen de su personalidad y así poder luego enviarlos a vivir y predicar lo que hayan visto y oído, lo que contemplen sus ojos y palpen sus manos (cf Mc 3,14; 1 Jn 1, 1-4). Les educa (conduce) para que luego ellos sean educadores (conductores).

La formación de los discípulos no será sólo teórica; Jesús no es un maestro de letras e ideas; su enseñanza es eminentemente práctica.  Instruye, pero sabe que sin  experiencia de vida no hay verdadero aprendizaje. ”Llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas” (Mc 6,7-8). 


Unos consejos para la eficacia de la empresa

¿Cómo han de vivir y trabajar los elegidos? ¿Qué testimonio acompañará al anuncio para que sea eficaz? Siguiendo el evangelio de hoy el anuncio se ha de hacer:

*En comunidad: "de dos en dos", porque quien anuncia un mensaje de comunión no debe hacerlo en solitario, sino con y desde la comunidad; en sinodalidad. 

*Desde la pobreza y la sencillez, viajando ligero de equipaje, con sólo lo imprescindible para vivir (un bastón, sandalias y túnica), no sea que el apego a las “cosas materiales” oscurezca y obstaculice el mensaje.

*También se ha de evangelizar desde el abandono en manos de aquellos mismos a quienes se dirige el mensaje: “Quedaos en la casa donde entréis hasta que os vayáis de aquel sitio” (Mc 6,10), porque no basta el discurso para llegar a los hombres si a éste no le acompaña la comunión de vida con ellos.

*Y el apóstol ha de ser consciente de que es posible el rechazo, incluso violento, del evangelio. También da aquí Jesús su consejo: “si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies en testimonio contra ellos” (Mc 6,11).El rechazo  es posible e incluso esperable, ya que forma parte de la vivencia misma del maestro que “vino a su casa y los suyos no lo recibieron (Jn 1,11). Es más, ser perseguidos puede ser un signo evidente de que estamos en el camino; "ladran, luego cabalgamos", dice el refrán. La consigna de “sacudirse el polvo de los pies” viene a decir que la tarea del apóstol es anunciar el mensaje, pero la ausencia de frutos  al instante no desdice nada de su misión.

A este propósito, creo que todos los sacerdotes y directores de espíritu han tenido que escuchar alguna vez en coloquio o confesión la queja amarga de padres que lloran el fracaso a la hora de transmitir a sus hijos la fe y la práctica religiosa. “Son buenos chicos, pero a pesar de nuestro ejemplo y de haber procurado darles una formación cristiana adecuada, nos parece que no lo hemos conseguido”. Muchos expresan cierto sentimiento de culpabilidad al decir esto. Y yo les suelo decir que no hay motivos para sentirse culpable. “Uno es el que siembra y otro es el que siega” (Jn 4,37), la semilla se ha sembrado, ¿quién sabe qué cosecha habrá al final?
 
De todos modos, cuando la palabra rebota, cuando sólo encuentra cerrazón y rechazo, acordaos del consejo del Señor: “Si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies en testimonio contra ellos” (Mc 6,11). No es una invitación a odiar a los que ni escuchan ni acogen el mensaje, ¿cómo odiar a nuestros propios hijos?, pero sí conviene al apóstol alejar de sí mismo el sentimiento inmerecido de culpa que puede conducir a dudar de la eficacia del evangelio y a agotar la paciencia del evangelizador.


La Eucaristía: escuela de profetas y apóstoles
 
Jesús manda a los suyos a predicar y a sanar. Quienes formamos parte de algún grupo eclesial concreto (orden religiosa, movimiento cristiano, miembros activos de una parroquia, etc.) podemos vernos hoy en el evangelio como elegidos y enviados a dar testimonio.  Llamados a predicar en las mismas circunstancias que vivieron los primeros discípulos, en un mundo pagano y en una iglesia no exenta de fariseísmos. Ahí no gusta la verdad. Por eso, tal como  le ocurrió al profeta Amós, también hoy el profeta gusta, pero no aquí; mejor en otro lugar donde su propuesta no sea tan molesta (Am 7,12-15). No faltarán quienes recurran al desprestigio personal, a la marginación, la violencia e incluso a la muerte del profeta para hacer callar su voz y apropiarse de su discurso en beneficio propio (cf Mt 21,37-39). Así ocurrió  con Jesús a cuya memoria nos remitimos cada domingo. 

La misa celebra el destino del Profeta Jesús. Palabra y Pascua. La Eucaristía dominical es la fiesta de los inconformistas, ese momento de la semana en el que nos ponemos en el regazo de Dios dejándonos serenar e interpelar por la voz y el testimonio profético del Enviado. En la misa nos adentramos en la persona de Jesucristo mientras esperamos la plenitud de sus profecías. "Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡ven, Señor Jesús!". En el encuentro sacramental descargamos nuestras fatigas, descansamos nuestra inquietud  y tomamos fuerzas, para salir a la calle a dar testimonio del Reino -¡Ite missa est!-, algo sencillo pero molesto para quienes prefieren vivir en sus mundos de Yupi

 Como Jesús fue acogido, así serán acogidos los suyos, y como fue rechazado, también los suyos lo serán. Es normal e incluso esencial en la vida del apóstol la fricción, el choque de mentalidad y la consiguiente incomprensión y persecución. El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán” (Jn15,20) .

Pero no seamos pesimistas; el éxito -no de la persona del apóstol sino del Reino- está garantizado cuando el lema de la vida es "Primero Dios": "Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban". Está claro que no son ellos quienes obran los milagros, sino Dios en ellos. Es lo que ocurre cuando se pone a Dios primero. Por aquí empieza el apostolado. 

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Julio 2021
C. Acedo  

jueves, 4 de julio de 2024

Ver a Dios en el día a dia (7 de Julio)


EVANGELIO Mc 6,1-6

En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos.

Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»

Y esto les resultaba escandaloso.

Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»

No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

Palabra del Señor

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Partiendo de la incredulidad de los paisanos de Jesús reflexionamos aquí sobre cómo cuando nos "acostumbramos", es decir, cuando ponemos la vida en "piloto automático", nos incapacitamos para ver la realidad. La solución a esto está en "despertar", en salir de la rutina, ponerse en camino ("ser en la vida romero"), abrir los ojos para ver y sentir en el día a día de cada acontecimiento y de cada persona la presencia de Dios (vida de fe). Porque está siempre con nosotros (es paisano, paisaje de nuestra vida), pero cuando nos encerramos en nuestros esquemas no le vemos.


¿Quién es este?

Al narrar el evangelista Marcos el milagro de la tempestad calmada pone en evidencia la sorpresa de quienes estaban con Jesús en la barca:“¿Quién es este que hasta el viento y el mar le obedecen?” (Mc 4,41). Hoy el evangelio recoge una reacción similar; en esta ocasión son sus paisanos los sorprendidos por sus palabras en la sinagoga.   "La multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?» Y esto les resultaba escandaloso". (Mc 6,2-3).

Los paisanos de Jesús pasan del asombro (reconocimiento de la sabiduría de sus palabras en la sinagoga) a la desconfianza (¿qué nos puede enseñar el hijo del vecino José? Sabemos que no tiene estudios). Si en multitud de pasajes evangélicos podemos observar cómo la fe propicia el milagro -recordemos la curación de la hemorroísa y la resurrección de la hija de Jairo del domingo pasado-, hoy se ve la otra cara de la moneda: la desconfianza del hombre bloquea la eficacia del amor de Dios: “No pudo hacer ningún milagro por su falta de fe” (Mc 6,5). Sin la apertura a la fe, sin abandono a Dios, no hay salvación (milagro)

Jesús resume la actitud de sus paisanos echando mano de un refrán tan corriente en su tiempo como en el nuestro: 
Nadie es profeta en su tierra, “no desprecian a un profeta más que en su tierra, entre los suyos y en su casa" (Mc 6,4).  Sus paisanos se habían acostumbrado a él. Le habían visto crecer, sabían de él, conocían a sus padres y parientes. ¿Qué se puede esperar de este carpintero? La rutina de la vida diaria, los automatismos mentales adquiridos acaban empañando los ojos e impidiendo ver la realidad misma que se manifiesta ante los propios ojos. 

Acerca de Dios hemos de reconocer que nos acostumbramos de tal manera a las cosas que nos cuesta verle, aunque le tengamos delante. Por eso es fundamental la enseñanza de este evangelio: "no te acostumbres a nada", despierta a la vida de cada día. Porque es triste encontrar un marido que se ha acostumbrado a su mujer, o la esposa que se ha acostumbrado a su marido (¿qué me va a enseñar? ¿qué voy a esperar ya de él o de ella?); más triste es un sacerdote acostumbrado a su oficio (¿no percibes su rutina y frialdad celebrativa?), o el cristiano acostumbrado a la misa, a la participación rutinaria en los sacramentos, a la doctrina bien estudiada o a la teología perfectamente estructurada. 

Quién vive acostumbrado ha perdido la sensibilidad y ya no encuentra novedad alguna en los acontecimientos y las personas. Es el pecado de los fariseos, tan seguros ya de estar en el buen camino y en la posesión de la verdad que sus oídos y sus vidas quedan impedidos para percibir la presencia de Dios más allá de la costumbre. 



Ser en la vida “romero”.
 
Dios no admite “acostumbrados”, porque éstos hacen un Dios a su modo y manera y están cerrados al Dios siempre nuevo, o lo que es lo mismo, están muertos a la fe. Ya no esperan nada, tienen cada pieza de su vida colocada en su lugar, y a Dios también. El acostumbrado  no es capaz de ver la “novedad” de Dios, su profecía, el milagro diario que le llega a través de la naturaleza, de los acontecimientos que vive, de las palabras sabias que le llegan a través de amigos,  parientes y vecinos.

La Palabra evangélica nos dice que el remedio contra la ceguera del "siempre lo hemos visto así, siempre ha sido así, siempre se ha hecho así", está en romper esquemas, en huir de la tentación de la “costumbre”, del acomodo en lo fácil, en abrir la mente para superar el escándalo de un Dios que se revela en lo ordinario. El poeta León Felipe canta que hay que ser “romeros”, peregrinos que no se instalan en un lugar apacible, que no dogmatizan su fe, sino que se ponen cada día en marcha no dejando que el alma sientan la tentación de instalarse en ideas e imágenes prefabricadas y fijas sobre Dios y sobre la vida. 

Cuando hacemos de Dios una idea lo transformamos en un ídolo. Cuando hacemos de la fe  un rito, la transformamos en rutina ciega. El Dios verdadero no se deja encerrar ni en ideas, ni en imágenes, ni en ritos vacíos. Para acercarnos a Jesús, para crecer en la fe, para no perder la sorpresa, hay que vivir siendo romero que busca siempre caminos nuevos, romero con el corazón abierto a la noticia de Dios.


"Ser romero” es el estilo vida de quien se resiste a acostumbrarse a la vida haciendo de ella una tediosa rutina; romero es quien mira siempre más adelante, más allá; romero es quien advierte cada día la belleza del atardecer y contempla cada amanecer como algo nuevo.  Romero es quien es capaz de ver a Dios en la humanidad de Jesús de Nazaret.

Los paisanos de Jesús ya no le veían; se habían acostumbrado a Él.  A Jesús le sorprende, “y se extrañó de su falta de fe” (Mc 6,6). Los más cercanos, los más allegados, los más seguros de sí, fueron incapaces de ver al “profeta” que vivió entre ellos; tenían una imagen concreta de Jesús y de Dios difícil de desmontar: ¡qué nos vas a decir que ya no sepamos de ti, carpintero!. 


Ver a Dios en el día a día

No es fácil asimilar el hecho de que Dios se haga presente en la debilidad de la carne. Se es Dios o se es hombre, ¿acaso se pueden ser las dos cosas a la vez? Con la encarnación, y más aún, con la muerte en cruz, el escándalo está servido. Los paisanos de Jesús se escandalizaron de él. Esperaban un Mesías más divino, no tan humano como el hijo de María y José. Esperaban que la fuerza de Dios se revelara de manera portentosa y espectacular. Pero Dios no usa del poder y el espectáculo para imponerse, sino que muestra su fuerza en la debilidad de la cruz (cf 2 Cor 12,9-10). ¿Quién creerá en un Dios así?
 
El evangelio de hoy invita a convertirse, que no es otra cosa que "despertar", limpiarse las legañas de la costumbre, las ideas, los apegos; la conversión se da cuando se toma conciencia de la presencia de Dios en las realidades cotidianas; un despertar-conversión se aprende a vivir día a día, en cada momento de la vida, como romeros que van contemplando las huellas de Dios en el caminar de su vida, en su historia. Al final converso es quien  mira con fe su realidad y toma conciencia de que Aquel a quien buscaba ha estado siempre ahí.

Acostumbrados a "las cosas de Dios": a los rezos, las misas, las meditaciones, las fiestas y solemnidades, ... ¿no nos estaremos perdiendo algo? 

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Julio 2024
Casto Acedo

La tentación mesiánica (I Cuaresma)

Reflexión para el primer domingo de Cuaresma a la luz de la situación sociopolítica actual Las sorprendentes circunstancias internacionales ...