Santísima Trinidad
Paciencia - 8
"Dios es paz"
TEXTO BÍBLICO
Sant 1,2-4
"Considerad, hermanos míos, un gran gozo cuando os veáis rodeados de toda clase de pruebas, sabiendo que la autenticidad de vuestra fe produce paciencia. Pero que la paciencia lleve consigo una obra perfecta, para que seáis perfectos e íntegros, sin ninguna deficiencia. no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda sino que todos accedan a la conversión"
* * *
REFLEXIÓN
Contemplamos, ya casi
finalizada la novena, la cualidad de Dios paciente; lo que nos lleva a afirmar
que “Dios es paz”, el “Dios de la paz” (Rom 15,32).
Uno de los males que
aquejan a la sociedad que tenemos es la impaciencia. Nos hemos acostumbrado a
conocer nuestros derechos y a ser servidos; si puede ser ayer mejor que hoy.
Este modo de entendernos genera un estrés en nosotros que suele estallar en
puntos de ira y enfados cuando las cosas no marchan al ritmo de nuestras expectativas.
Paciencia y paz tienen
la misma raíz. Ser paciente es persona de paz, persona que en su
relación con el mundo y con las otras personas no pierde los papeles, no se
deja llevar por la ira y la violencia; pero esto no es concebible si la persona,
previamente, no ha pacificado su alma. Todos sabemos que “el hombre bueno,
de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la
maldad saca el mal” (Lc 6,45). Quien vive interiormente en paz es capaz de
sacar paciencia, quien vive confusión saca ira.
Dios es paz en su ser personal en armonía, Padre Hijo y Espíritu. Y la prueba más evidente
de la paz y la paciencia de Dios la tenemos en Jesucristo, que a pesar del desprecio
de muchos mantuvo la paz interior (comunión con el Padre y el Espíritu) siguiendo el consejo de “No devolváis mal por mal, ni insulto por
insulto, sino al contrario, responded con una bendición” (1 Pe,3,9) Él, en su pasión, “no devolvía el insulto cuando lo insultaban;
sufriendo no profería amenazas; ... Llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta
el leño, para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia. Con sus
heridas fuimos curados” (1 Pe 2,23-24). La paciencia o no-violencia es
sanadora; las heridas espirituales que se reciben de otros no sanan con la réplica
de la venganza sino con el perdón y la paz.
*
Como hijos de la Santísima
Trinidad, cuyas relaciones se establecen en el vínculo de la paz entre las
personas, somos invitados a vivir la paz desarrollando paciencia, como nos indica san Pablo: “Revestíos
de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos
mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha
perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es
el vínculo de la unidad perfecta. Que la paz de Cristo reine en vuestro
corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo” (Col 3,12-15).
Somos llamados a vivir
la paciencia o paz de Dios. ¿Cómo?
*Buscando la paz interior
en la oración y vida contemplativa; eso nos hará ser compasivos, es decir,
capaces de ver a quien nos agrede o violenta como una persona que más que
reproches necesita compasión y ayuda.
*Practicando la bondad, alejándonos de la malicia que nos pueda llevar a retorcer la realidad desde
nuestros egoísmos.
*Viviendo en Humildad.
Sólo quien es humilde es capaz de paciencia con el prójimo, porque logra ver en
él a alguien necesitado como él de misericordia.
*Trabajando uno mismo el
corazón entrenándose para responder a las provocaciones sin violencia, con mansedumbre.
Dios es paz en Jesucristo;
a esta paz somos llamados; no a la paz de unas normas que nos dicen “no
matarás, no robarás, etc” sino a la paz de Jesucristo, paz que no se caracteriza por permanecer
inactivos por miedo a represalias sino por ser activos y valientes apostando por el amor
a los enemigos como el único modo de que no haya enemigos y de que así podamos hacer un
mundo mejor.
*
Dios Hijo, en la Cruz,
despliega una paciencia que deberíamos imitar. Piensa en cuánta paciencia tiene
contigo. Te pongo una parábola de Jesús para que la medites.
“Jesús dijo esta
parábola: Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en
ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves, tres años llevo
viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué
va a perjudicar el terreno?". Pero el viñador respondió: "Señor,
déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré
estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar"» (Lc 13,6-9).
En la parábola, Jesús,
el Hijo, es el viñador; el dueño 3es el Padre, los cuidados que promete el Hijo son
las gracias y dones del Espíritu Santo. ¿Puedes ver en tu vida los frutos de la
compasión, el perdón y la paz? Entonces, ¿a que estás esperando?
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