Novena a la Virgen de la Albuera
Dia 4º. Paloma
Vos sois, ¡Oh Madre de misericordia!, Paloma que después de un diluvio de culpas llevaste a la Arca de la Iglesia el ramo verde de olivo, vuestro divino Hijo, ramo de paz, porque lo puso entre Dios y los hombres, y repetidas veces hiciste las paces entre vuestro hijo y los pecadores, y suspendiste los diluvios de castigos que merecían por sus culpas. Venid, pues, paloma mía, amantísima y Madre mía, haced entre en mi alma y vuestro Hijo una paz indisoluble, desterrad de mí todos los afectos impuros y pasiones desordenadas que ponen guerra contra Jesús y en vez de constituirme Paloma cándida de pureza me harían negro cuerpo de inmundicia; limpiad mi corazón de toda mancha par que con un corazón puro sirva a Jesucristo, venere vuestra piedad y alcance la merced que os pido den esta novena, si conviene para mi bienaventuranza eterna. Amén.
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Hoy miramos a la Virgen de la Albuera y nos llenamos de la paz que irradia su rostro. Dice la Biblia que Moisés, cuando se retiraba a hablar con Dios cara a cara, volvía con el rostro resplandeciente (cf Ex 34, 29-35). Pues bien, María Inmaculada, que no conoció sombra de pecado, que estuvo siempre en presencia del Altísimo, también irradia esa luz que proviene de una vida de relaciones transparentes con Dios, con el prójimo y con ella misma.
Sólo se puede dar lo que se tiene, y María da la paz al mundo porque tiene la paz en su corazón (vida contemplativa), y así la llevó en sus brazos para compartirla con todos (vida activa).
Observa al niño llevando la paloma en sus manos. Nos recuerda, lo dice la novena, al episodio del Diluvio, cuando una vez acabada la tormenta la paloma que Noé había liberado del Arca para evaluar el estado de las cosas regresa con una rama de olivo en su pico. Con una imagen antropomórfica muy típica del Antiguo Testamento Dios se arrepiente de haber mandado el diluvio y promete nunca más dañar a la humanidad (cf Gn 8). Esa paloma ha pasado a la iconografía universal como símbolo de la paz.
No hay que ser muy sabio para ver que en el mundo hay guerras. Estos días nos abruman las noticias de la guerra en Ucrania, pero sabemos que no es la única; hay conflictos bélicos en más de treinta países del mundo. Pero no sólo hay guerras entre naciones, también se viven enfrentamientos, rencores, odios, entre regiones, pueblos pequeños, familias, o personas particulares. El veneno del rencor, la marginación y el desprecio hacia otras personas sigue estando presente en nuestra historia social y personal. A poco que te pares descubres en tu interior que hay personas a las que evitas o desprecias directamente.
La guerra y el odio no traen beneficio alguno. Nos engañamos al pensar que odiando o deseando el mal a nuestros enemigos somos más felices. Nada de eso. La violencia, sea física o del corazón, siempre se vuelve contra quien la practica. Quien siembra odio recoge odio.
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Contemplamos a María en este día como Paloma de paz. Una paz que se ha de trabajar en el corazón, porque las guerras no salen de la nada sino de corazones que optan por el egoísmo, la ambición y el poder. Por eso la novena pide: “Desterrad de mí todos los afectos impuros y pasiones desordenadas que ponen guerra contra Jesús”. ¿Qué son esos afectos impuros? No son otros que el apego a las riquezas, el poder y la consideración social. ¿Y quién es Jesús? El que tiene en sí mismo a toda la humanidad. Quien violenta a cualquier persona violenta a Jesús.
Entramos en guerra porque somos soberbios y queremos imponer a los demás nuestra autoridad, nuestro criterio y nuestros deseos. Y cuando los demás no se someten a nuestra voluntad los apartamos y arrojamos fuera de nuestro círculo de relaciones.
Son los primeros pasos de la guerra: establecer fronteras para proteger mi territorio. ¿Quién no practica esto aunque sea a pequeña escala? Casi imperceptiblemente, con los juicios, los desplantes y el ninguneo del otro, vamos levantando muros y distancias donde Dios pide puentes y cercanía. Las fronteras exteriores comienzan con las alambradas del corazón.
Jesús predicó un amor sin fronteras: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros”. (Lc 6, 35-38). Esta es la enseñanza de Jesús. Dios es Padre misericordioso, y la Virgen María es madre de misericordia.
Por tanto, ¿cómo te atreves a odiar a nadie mientras rezas a la Virgen de la Albuera “vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”?, ¿o cómo puedes decir al rezar el padrenuestro “perdona nuestras ofensas como nosotros personamos a quienes nos ofenden” si ésto último no responde a la realidad?
Toda persona está llamada a ser transparente en su vida, como hemos dicho que lo es nuestra Madre. Y sin practicar la misericordia con todos no se puede vivir la transparencia del amor cristiano. Dice Jesús: “Si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas” (Mt 6,14-15). No es que Dios y la Virgen dejen de ser misericordiosos para quienes no perdonan; son éstos los que se cierra al perdón. El corazón del hombre es único, y no caben en él dos contrarios; el perdón y el odio no pueden estar en el mismo lugar. Quien cree eso es posible es un hipócrita. "Quien no ama a su
hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve" (1 Jn, 4,20).
Tal como hemos dicho antes, si siembras odio cosechas odio. Ahora bien, si siembras perdón en tu corazón y con tus obras cosechas perdón. “Donde no hay amor siembra amor y sacarás amor” (san Juan de la Cruz).
Te preguntas: ¿Cómo trabajar por la paz? Y te respondo: cultivando la paz, el perdón, el amor en tu alma. Esto es lo primero y fundamental. Las guerras no salen de la nada sino de la interioridad. “Del corazón salen pensamientos perversos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, difamaciones, blasfemias” (Mt 15,19). Y de todo esto la guerra.
“Haced entre en mi alma y vuestro Hijo una paz indisoluble”, dices a la Virgen de la Albuera. Y al pedirlo estás dando con la clave de una vida de paz, serenidad y armonía. Basta que coloques a Cristo en el centro de tu alma; que sea el más amado, el más presente en tu pensamiento y el referente primero para tus decisiones. Madre de la Albuera, “limpiad, mi corazón de toda mancha para que con un corazón puro sirva a Jesucristo”. Quien vive en Jesús tiene un corazón puro, como María.
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Deténte hoy un momento y observa hasta qué punto vives en paz con Dios, con los hermanos y contigo mismo. Son tres facetas de la paz: paz interior, paz social y paz espiritual. Son inseparables. Quien no está en paz con el prójimo que no presuma de estar en paz consigo mismo y con Dios; miente. Quien rechaza a Dios habiéndole conocido rechaza al prójimo y se rechaza a sí mismo como creado a su imagen. Quien no tiene paz consigo mismo porque no se acepta o no acepta la historia que Dios le da, tampoco vive en paz con Dios al que desprecia ni tiene paz con el prójimo al que envidia.
Termina reconsiderando lo que dice la Novena refiriéndose a la Virgen de la Albuera: Eres “Paloma que después de un diluvio de culpas llevaste a la Arca de la Iglesia el ramo verde de olivo, vuestro divino Hijo, ramo de paz”. He repetido insistentemente estos días que María es figura de la Iglesia, la comunidad de todos los cristianos. Igual que ella al dar a luz a Jesús puso en el mundo al Príncipe de la paz, así la Iglesia, tú que eres iglesia, estás llamada o llamado a poner a Jesús en medio del mundo, y al hacerlo está trabajando por la paz mundial. Eso sí, como quedó dicho, sólo puedes dar lo que tienes. ¿Llevo a Jesús en mi corazón? ¿Qué importancia tienen para mí sus enseñanzas?
Hoy, unido o unida a la Virgen de la Albuera como Madre de la Paz, puedes rezar y meditar la oración de san Francisco, un buen resumen de lo que tenemos que creer y hacer por la paz siguiendo los pasos de Jesús y la Virgen.
"Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que donde hay odio, yo ponga el amor.
Que donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que donde hay error, yo ponga la verdad.
Que donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que donde hay desesperación,
yo ponga la esperanza.
Que donde hay tinieblas,
yo ponga la luz.
Que donde hay tristeza,
yo ponga la alegría.
Oh Señor, que yo no busque tanto
ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo
como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita
a la vida eterna".
Vos sois, ¡Virgen de la Albuera, Madre de misericordia!, Paloma de paz. Haz que sea un digno hijo tuyo, una digna hija tuya, imitando tus virtudes.
21 de Abril de 2022
Casto Acedo
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