miércoles, 20 de abril de 2022

Novena Virgen de la Albuera (3º día. Piscina)

 Novena a la Virgen de la Albuera



Dia 3º. PISCINA

Vos sois, ¡oh celestial Princesa! Saludable Piscina en quien todos los enfermos del linaje humano logran salud de cualquier enfermedad, y a veces más pronto lo consiguen al invocar vuestro nombre que el de vuestro Hijo Jesús. A vos, pues, acudo, clementísima Madre, para que sanéis no solo las enfermedades de mi cuerpo, sino las dolencias de mi alma. Quiero, Señora, la Salud y confío lograrla con vuestra poderosa intercesión,  junto con la gracia que os pido en esta Novena, si conviene para mi eterna salvación. Amén.

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PISCINA

No. No hablamos de las piscinas en las que refrescamos el verano para paliar las calores. Escasas serían esas piscinas en la época en que el autor de esta novena, publicada en 1937,  aplicó a la Virgen de la Albuera el título de Piscina. Tengamos en cuenta que hasta no hace mucho las piscinas sólo existían en los sanatorios, y eran valoradas por sus propiedades  curativas.

A esas piscinas acudían, y aún acuden, personas que buscan descansar y curar los achaques físicos y el estrés con sus baños; son balnearios como los del cercano pueblo de Alange o los Baños de Montemayor.

Hay dos pasajes evangélicos muy significativos que hablan de piscinas con propiedades curativas; uno se sitúa en  Betesda y el otro en Siloé.

“Hay en Jerusalén, dice el Evangelio de san Juan (5,2-9),  junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.  Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: «¿Quieres quedar sano?».  El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».  Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar».  Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar”.

Jesús se muestra aquí como el Sanador que sustituye al agua de la piscina de Betesda. No ayuda al paralítico a entrar en el agua, Él mismo lo baña con su amor infinito y lo sana con su palabra. Así Jesús se manifiesta como el agua de la nueva piscina. María, y la Iglesia con ella,  la Piscina, Jesús el Agua sanadora.

En otro texto del mismo evangelio Jesús, después de untar con barro los ojos de un ciego, le dice: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado). Él fue, se lavó, y volvió con vista" (Jn 9,7). Como signo de fe en que Jesús le puede curar le pide ese gesto: ¡ve a la piscina de Siloé y lávate en sus aguas!. Podríamos tomar hoy estas palabras de Jesús y escucharlas como envío a su Madre, Piscina llena del Agua de la Gracia: ¡Ve a lavarte, a bañarte en la Piscina que es  tu Madre de la Albuera!.

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Bajo la mirada de Jesús contemplamos hoy a la Virgen de la Albuera como Piscina sanadora. Ella nos sana, nos da la “salud”, que en latín se dice “salus”, palabra que significa salud, sanación,  y también salvación.  Nuestra Señora de la Albuera tiene en sus manos la medicina para curar: el niño Jesús, el Salvador-Sanador del mundo. El ángel de la anunciación llama a la Virgen Llena de Gracia, Piscina llena de la Presencia de Dios. ¿Qué mejor agua medicinal que el Amor de Dios escondido en el Misterio de la Inmaculada Concepción? "Ser sin pecado" es el paradigma de la perfecta salud.

La denominación de Albuera que aplicamos a María, nos remite por su mismo nombre a un lugar que contiene agua. Albuera viene del árabe, y significa “mar pequeño”, extensión de agua no muy grande, albufera. Por tanto, el mismo nombre de nuestra Madre viene a significar que ella contiene el Agua de la Salvación, de la salud, que no es otra que el mismo Jesucristo. Jesús es el océano inmenso, La Virgen de la Albuera "mar pequeño", y por eso más cercano. 

La novena  dice hoy: “Vos sois… piscina en la que todos los enfermos del linaje humano logran la salud de cualquier enfermedad”, y añade algo que parece escandaloso, y que conviene matizar: “Y a veces más pronto lo consiguen al invocar vuestro nombre que el de vuestro Hijo Jesús”. Conviene matizar esto último, porque si María cura y sana no es por su propio poder sino por el poder de Dios, el poder de su Hijo. A Jesús siempre se le ha tenido como  más lejano e inaccesible por divino -curioso si se tiene en cuenta que es Dios Encarnado, hecho hombre,  hecho cercanía- , y a María como más humana y cercana; tal vez por eso dice el texto de la novena que “más pronto consiguen” la salud al invocar a la Madre;  no porque sea ella la que sana sino porque parece que nos es más fácil acercarnos a Él por ella; solo Dios sana y salva. María no es diosa, pero sí es aquella a quien, tal vez por falta de la conveniente formación espiritual, nos acercamos con más confianza por parecernos  más accesible. 

* * *

Cada vez son más las personas acuden al terapeuta; y no solo a los médicos que se encargan de curar las enfermedades físicas sino también a psicólogos y psiquiatras que sanen las heridas interiores. 

Pues bien, sólo con echar un vistazo a los evangelios, te das cuenta de la identidad de Jesús como terapeuta. Dice de Él el libro de los Hechos de los Apóstoles que “pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo” (10,38); el diablo es la encarnación del agente que causa todos los males corporales y espirituales. 

La gente sencilla acudía a Jesús, “venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos” (Lc 6,18). Un centurión que se le acercó a pedir la sanación de su criado confesó el poder sanador de la oración dirigida a Jesús por los enfermos: “«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo;  tampoco me creo digno de venir a ti personalmente. Dilo de palabra y mi criado quedará sano” (Lc 7,6-7).

El médico Jesús ha venido a nosotros encarnándose en el vientre de la Virgen María. ¡Bendito el fruto de tu vientre, Jesús! La primera sanada fue ella misma, Inmaculada desde su concepción. 

Me atrevería a decir que Jesús es terapeuta y la Virgen de la Albuera la enfermera, la que cuida de cerca al enfermo, la que se sirve de puente entre el médico y el paciente. La Virgen es Piscina-Hospital, y quien ingresa en su casa encuentra toda la atención que requiere su enfermedad. ¿Qué devoto de la Virgen no tiene experiencia de ello? Si acudes a rezar a menudo  ante la imagen de la Virgen de la Albuera, si estás haciendo la novena, o leyendo este comentario, si tienes fe en ella,  piénsalo, es porque en algún momento te ha sanado, ya sea de algún malestar corporal o de algún sufrimiento espiritual. Ya sabes por experiencia que es portadora de la mejor Medicina y el mejor Terapeuta: Jesús,  Hijo suyo   y Hermano nuestro.

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Termina tu novena de hoy haciendo silencio.  Sigue estos pasos si te ayudan:

1. Busca un sitio tranquilo y acalla tus pensamientos y tu corazón. ... Si no estás en la iglesia ante la Imagen de la Virgen de la Albuera pon una estampa o un cuadro ante ti; y enciende una vela (con esto indicas que quieres estar unos minutos con ella, dejándote iluminar por su presencia).... Permanece sentado o en cualquier otra postura que facilite tu quietud interior  durante este lapso de tiempo. 

2. Por un momento deja a un lado las preocupaciones; inspira y espira dulcemente sin forzar la respiración. Silencia y relaja tu mente y tu cuerpo para estar con Ella.

3.Ahora cierra suavemente los ojos, o fíjalos entreabiertos en su imagen o estampa, y repite: ¡Virgen de la Albuera, Madre de Dios y Madre mía, sáname! Repite esta oración sin prisas, sintiendo como tu corazón sintoniza con el de la Virgen. Deja que el amor entre Ella y tú fluya ... ¡Virgen de la Albuera, Madre de Dios y Madre mía, sáname de …. (puede añadir lo que quieres que sane en ti!).

4. Añade peticiones de sanación por otras personas: ¡Virgen de la Albuera, Madre de Dios y Madre mía, sana a N. …. (Puedes añadir el nombre la persona por la que oras).

5. Déjate envolver por la mirada tierna y el amor dulce de la Virgen María, que es bálsamo y consuelo. ¡Gracias Madre, porque me amas; gracias porque me acoges; gracias porque me escuchas; gracias por dejar que me bañe en la Piscina sanadora de tu Amor!

20 de Abril de 2022

Casto Acedo.

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