sábado, 16 de abril de 2022

Al hilo de la Palabra (Resurrección, 17 de Abril)

  



DE LAS TINIEBLAS A LA LUZ

Todas las celebraciones del año litúrgico convergen en la noche del Sábado Santo, en la celebración de la Solemne Vigilia Pascual. Porque ésta no es una noche cualquiera: “Esta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo. ¿De qué nos serviría haber nacido si no hubiéramos sido rescatados?” (Pregón Pascual). Esta es la noche en la que la oscuridad de estos días respira luz y esperanza.

Esta es la noche

Sin esta noche ni la fe (creer ¿para qué?, ¿para morir?), ni la Iglesia (sería una comunidad de fracasados) ni la vida misma (¿de qué serviría una vida abocada inexorablemente a la muerte?), tendrían sentido alguno. Porque “la gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios” (San Ireneo); la vocación a la vida sólo encuentra su plenitud en la resurrección para una Vida Eterna.

Esta es la noche en que “se une el cielo con la tierra, lo humano y lo divino” (Pregón). La vida de Dios alcanza de pleno al hombre y desde ella el hombre tiene acceso a Dios. En Cristo resucitado la humanidad recobra la chispa divina que le fue arrebatada en el paraíso: "Dios se hace hombre para que el hombre sea divinizado" (San Atanasio).

Estamos en la noche del encuentro de Dios con la humanidad. En esta madrugada y al alba del día de mañana tendrán lugar en nuestros pueblos y ciudades las  procesiones que llamamos de "los encuentros”. En ella se celebra la resurrección y su proyección salvífica en el mundo simbolizado en María. Ella es la imagen viva de la Iglesia que recibe la buena noticia de que su Señor ha resucitado. Cristo se encuentra con su Madre, con su Iglesia. 

La Pascua es la aurora de una nueva era en la que todo es nuevo: “Esta es la noche de la que estaba escrito: `Será la noche clara como el día, la noche iluminada por mi gozo´. Y así esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos” (Pregón Pascual). Es la noche del magníficat, noche en la que proclamamos con María y con la Iglesia las grandezas del Señor.



En esta noche converge 
toda la historia de la salvación

Los motivos de nuestra alegría pasan ante nosotros en la liturgia de la Palabra que narra los hitos de nuestra salvación, desde la creación del mundo y del hombre (Gn 1, 1-31;2,1-2), hasta la nueva creación por la resurrección (evangelio: Mt 28,1-10) y el bautismo (epístola: Rm 6,3-11). Contemplamos como la Iglesia ve la salvación incluso en las situaciones más difíciles, como lo fueron el sacrificio de Abrahán (Gn 22,1-18), el paso del mar Rojo (Ex. 14,15-15,1), o el momento del Exilio (Ez 36,16-28).

El mensaje central de todas las lecturas proclamadas confluye en una afirmación incontestable: La victoria es de nuestro Dios. Ya no hay situaciones totalmente desesperadas. “La tumba está vacía. No está aquí: HA RESUCITADO, como había dicho” (Mt 28,6a).

Por tres veces aparece en el evangelio de hoy el verbo “ver”: “Al alba del primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro” (Mt 28,1); “Venid a ver el sitio donde yacía”(Mt 28,6b); El ángel: “Ha resucitado de entre los muertos... id a Galilea. Allí lo veréis(Mt 28,7), Jesús: “...Que vayan a Galilea; allí me verán (Mt 28,10). Por otro lado, se nos dice: “no está aquí”. 

Ya no es visible, ni tangible, ni verificable. Ya no es localizable en un espacio y un el tiempo concretos. El evangelio juega con la paradoja tan propia de la fe que es el “ver y no ver”. Cristo ha resucitado, pero eso lo ven los que creen. La visión física se queda en un dato: “ved el sitio donde lo pusieron”, el sepulcro está vacío. El sepulcro vacío es visible para todos. Pero la fe va más allá y ve en el sepulcro la victoria de Dios sobre la muerte.

Con la resurrección las situaciones oscuras  (el dolor, la enfermedad y la muerte) adquieren un tono distinto. Ya no hay lugar para la desesperación total.   Si el que murió en la cruz y “descendió a los infiernos”  ha resucitado siendo acreditado por el Padre ¿qué mal podemos temer?

"No temáis", dirá Jesús resucitado a sus discípulos bloqueados por un hecho hasta entonces  inusual que les lleva a confundirlo con un fantasma. Soy yo, que vuelvo para estar con vosotros y sosteneros en vuestra lucha. Es como si dijera: "Todo irá bien" -decía Juliana de Nordwich-  ... El Señor nunca dijo ‘no seréis zarandeados por la tempestad’ o ‘no os veréis abrumados por el trabajo’ o ‘no os faltará consuelo’, sino que dijo: ‘No seréis vencidos’. Dios quiere que tengamos en cuenta estas palabras, de forma que siempre, tanto en la alegría como en el dolor, tengamos una total confianza".


De la muerte a la vida 
(Bautismo y Eucaristía).

En el día del Viernes Santo  hemos contemplado el dolor del Hijo que nos ha llevado al llanto, a llorar nuestro pecado, a compadecernos de Cristo que sufre en los hermanos. Hoy vemos el gozo de la Iglesia, la alegría del resucitado, que nos motiva para la  propia alegría. Si con Cristo sufriente somos invitados a solidarizarnos con el dolor de los hombres, con Cristo triunfante, vencedor del mal y de la muerte, somos invitados a repartir alegría y esperanza“Id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán” (Mt 28,10).

Todo este misterio de muerte y de resurrección se celebra en la Iglesia sobre todo en los dos grandes sacramentos: el Bautismo y la Eucaristía.

“Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo fue despertado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva” (Rm 6,4). Hoy renovamos las promesas de nuestro bautismo que nos injerta en la Vida resucitada del Señor: “Si hemos muerto con Cristo (ritual y existencialmente), creemos que también viviremos con Él” (Rm 6,8). Este se nuestro gozo y nuestro “secreto” (el misterio de nuestra fe).

Jesús resucitado también partirá el pan con nosotros y para nosotros esta noche. “El que come de este pan vivirá para siempre... El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día” (Jn 6,51.54). No sólo celebramos la resurrección sino que también la participamos (comemos) en la Eucaristía.

* * *
Cristo viene a ti como Luz. No para deslumbrarte y cegarte sino para iluminarte. Deja que su Palabra, que es "lámpara para tus pasos" (Sal 108,105), te guíe, sus sacramentos te alimenten, porque "el que come de este pan vivirá para siempre" (Jn 6,48), y su Espíritu del Resucitado sea tu brújula, porque sabe mejor que tú lo que te conviene (cf Rm 8,26).

Que se abran las ventanas de nuestro espíritu y griten griten nuestra alegría a todos los que aún no conocen la noticia de la resurrección,  porque
 Cristo“ verdaderamente ha resucitado el Señor” (Lc 24,34), y entre las tinieblas de la enfermedad y la muerte se abre el paso la Luz. 

¿Te vas a perder esta fiesta? 
Es la fiesta de las fiestas.

¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCION!

Abril 2022. 
Casto Acedo.

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