Vida oculta
El pasaje evangélico que se proclama este domingo da un salto en el tiempo y presenta a Jesús con unos treinta años de edad acercándose a Juan Bautista para ser bautizado en el Jordán. Los evangelios no dicen nada de la adolescencia y juventud de Jesús; sólo hablan de un viaje a Jerusalén con sus padres, a los doce años. ¿Qué ha pasado en el periodo de tiempo intermedio, desde el nacimiento hasta la aparición en el Jordán? ¿Qué experiencias ha vivido Jesús en su infancia, adolescencia y juventud? No hay respuestas concretas a estas preguntas. Con razón se llama a este periodo el de la vida oculta de Jesús. Y esta vida oculta es también misterio y evangelio, buena noticia en la que aprender.
Es un gran testimonio que Dios hecho hombre pase en el ocultamiento unos treinta años y sólo tres (según san Juan) o uno (según los sinópticos) de vida pública. Dios se hizo hombre y, de hecho, como la mayoría de seres humanos, tuvo una vida anónima, escondida, sin fama ni publicidad.
En esos años podemos imaginar a Jesús como un niño normal de su tiempo, o como un joven que va madurando humanamente, aprendiendo su oficio, conociendo la realidad en la que se mueve, los problemas de su entorno, sensible a las alegrías y a los sufrimientos de sus vecinos. Podemos sospechar como vivió Jesús en el silencio de Nazaret; un joven contemplativo que abre los ojos y ve como la vida bulle a su alrededor: amas de casa como su madre que amasan el pan poniendo la levadura y barren su casa buscando la moneda perdida; jornaleros que esperan ser contratados al amanecer; labradores que siembran el trigo, que cosechan y limpian el grano quitando la paja; vecinos que llaman en la noche a pedir un pan que necesitan porque han tenido un imprevisto; pastores que pasan el día entero buscando una oveja perdida; hacendados que construyen grandes graneros para almacenar la cosecha; novios que se casan, vecinos que fallecen y son sepultados; etc...
El lenguaje de su predicación posterior da a entender que el joven Jesús no vivió ignorante de su mundo, sino abierto a la realidad que vibraba a su alrededor; con esa apertura de mente y de corazón adquirió una sabiduría que no dan los libros sino la vida. En sus años de Nazaret escuchó la "música callada" de Dios que en el silencio compone la sinfonía de su Reino.
Bautismo
El bautismo de Jesús a manos de Juan es un punto de inflexión en su vida. Sabiéndose preparado para la misión a la que ha sido enviado por el Padre Jesús decide salir del armario y dar a conocer su identidad de Hijo predilecto del Padre.
Comienza por alienarse en el grupo de los que acuden a Juan para recibir el bautismo de conversión que predica. ¿Tiene sentido que Jesús, que es Dios, que no tiene pecado, se deje bautizar por Juan? La única explicación está en que Jesús, que no conoce pecado, no es ajeno el sufrimiento del hombre pecador; se solidariza abajándose y a colocándose entre los que se saben necesitados de perdón y misericordia. “Al que no conocía el pecado, (Dios) lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él” (2 Cor 5,21).
La persona de Jesús, vista desde la perspectiva del Siervo de Yahvé, nos da pie a conocerle ya desde el inicio de su vida pública como aquel que será entregado por nosotros y por nuestros pecados (cf Gal 3,13); el mismo Bautista lo presenta a los suyos diciendo que es "el Cordero de Dios" (Jn 1,29), venido para ser siervo de los siervos, para cargar y liberar a la humanidad de la injusticia en que vive y de las maldades que le dominan.
Mi bautismo
La vida pública de Jesús se inicia con el bautismo de Juan, donde el Espíritu y el beneplácito del Padre, descienden sobre Él: “Tú eres mi hijo el amado, mi predilecto” (Lc 3,22). Luego de salir victorioso en las tentaciones o pruebas del desierto, iniciará su vida pública, un tiempo “que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo” (Hch 10,38), hasta culminar su vida en el bautismo de la Cruz. Había dicho a los suyos: “¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?” (Mc 10,38). Jesús, en la Cruz completa su misión en la Cruz entregando el Espíritu que bajó sobre él en el Jordán. . “A tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46)
El
bautismo de Jesús me remite a mi bautismo, donde recibí el Espíritu Santo
que me introdujo en el desierto de la vida cristiana. Hoy es un buen día para meditar si he asimilado la misión a que me llama el Espíritu, la de hacer mía la entrega de Jesús a la causa del Reino. ¿Estoy dispuesto a ser bautizado con
ese bautismo con el que Cristo se bautizó?
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Enero 2025
Casto Acedo
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