EVANGELIO. Mc 10,17-22
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: -«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?»
Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.»
Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.»
Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.»
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!»
Palabra del Señor
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Todos somos ricos. Y no me refiero a poseer abundancia de riquezas materiales. Me refiero a que todos tenemos “posesiones”, apegos o aferramientos al dinero, al cargo, a la consideración social, a las ideas propias, a las creencias, a una imagen idealizada de sí mismo, etc.
Este aferramiento a cosas que no soy yo (me bastaría con saber y sentirme “hijo de Dios”) hace vivir en la jactancia de mis creencias, en la soberbia del cuanto más tengo más soy, en la envidia de poseer lo que otros poseen, en la ira de pensar que los demás me están robando, en la avaricia enfermiza de querer tener más y más cosas, más estatus social, más prestigio, más admiradores, etc.
El miedo a no tener lo que ambiciono, o a perder lo que ya tengo, me hace ser un insatisfecho crónico. Quiero ser feliz y no puedo. Y acudo a Jesús preguntándole cómo. "¿Qué haré para heredar la vida eterna?", ¿qué tengo que hacer para ser plenamente feliz?
Jesús me deja ver que para ser feliz no basta con cumplir unos mandamientos cuyos estándares morales se definen sobre todo por la abstención del mal: “no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre”. Para vivir una vida cristiana en plenitud, ¿basta con "no hacer el mal"? Evidentemente no. “Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño”, ¿por qué no soy feliz?.
Si tengo de todo, ¿por qué no se calma mi ansiedad vital? Quizá sea porque el apego afectivo a ese "todo" ata mis alas. Jesús invita a romper las cadenas, que no son las riquezas en sí mismas sino el aferramiento a ellas. El apetito, el deseo de poseer, es el hilo invisible que ata. ¡Qué bien lo describe san Juan de la Cruz al hablar de quien opta por la “desnudez de los apetitos y gustos"!:
“No tratamos aquí del carecer de las cosas, porque eso no desnuda al alma si tiene apetito de ellas, sino de la desnudez del gusto y apetito de ellas, que es lo que deja al alma libre y vacía de ellas, aunque las tenga. Porque no ocupan al alma las cosas de este mundo ni la dañan, pues no entra en ellas, sino la voluntad y apetito de ellas que moran en ella” (1 S 3,4) .
A quien le preguntó sobre cómo llegar a la alegría de la unión con Dios (la vida eterna) Jesús le responde: suelta los apetitos de tu alma; "anda, vende lo que tienes". Ante esta sabia propuesta el personaje que se acercó a Jesús “frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico”. El "gusto y apetito" de las riquezas frustró la vocación al seguimiento del Maestro.
“Supliqué y me fue dada la prudencia, invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría”, proclama hoy en la primera lectura (Sb 7,7-11) Leyendo bajo su luz el evangelio podemos decir con el ya citado san Juan de la Cruz que “si purificares tu alma de extrañas posesiones y apetitos, entenderás en espíritu las cosas; y si negares el apetito en ellas, gozarás de la verdad de ellas entendiendo en ellas lo cierto” (Avisos, 49).
¿Cómo saber si estoy o no apegado a mis riquezas? Lo averiguaré por el modo de encajar esta sentencia: "vende todo lo que tienes y da el dinero a los pobres". Si entro en pánico de sólo pensarlo ya sé que me queda un largo camino por recorrer; muchos hilos que cortar.
Saca las conclusiones necesarias para tu vida. ¿Qué hilos te atan y te impiden volar? ¿Qué cosas te urge soltar para seguir libremente a Jesús? No se puede nadar y guardar la ropa.
Buen domingo.
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Para un comentario más amplio sobre los textos de hoy:
https://blogdecastoacedo.blogspot.com/2021/10/sab-77-11-sal-8912-17-hb-412-13-mc-1017.html
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Octubre 2024
Casto Acedo.
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