viernes, 23 de agosto de 2024

Hora de decidir (25 de Agosto)


DEL IBRO DE JOSUÉ (Primera lectura)
24,1-2a.15-17.18b

Josué reunió a las tribus de Israel en Siquén. Convocó a los ancianos de Israel, a los cabezas de familia, jueces y alguaciles, y se presentaron ante el Señor. Josué habló al pueblo: «Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor.»

El pueblo respondió: «¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!»

Palabra de Dios
*
EVANGELIO
Jn   6,60-69

Muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».... y desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.

Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?».

Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»

Palabra del Señor

*
La vida no se da hecha; la recibimos como un proyecto que se ha de realizar tomando decisiones, o sea, ejerciendo la libertad. Ser cristiano no es algo que recibimos con la nacionalidad, la familia o el bautismo; llega un momento en que hay que hacer una elección consciente, como el Pueblo de Israel en la Asamblea de Siquém o como los discípulos de Jesús tras el discurso del pan de vida. ¿Qué criterios deberíamos tener en cuenta a la hora de decidirnos?  El evangelio apunta que es de sabios fiarse más de la experiencia propia que de teorías o ensoñaciones idílicas. Se trata de mirar la propia vida y discernir si verdaderamente los momentos en que has sentido cerca a Dios te han llenado más que aquellos en que te echaste en brazos de los ídolos. Un buen ejercicio para decidir es pararte, meditar, sopesar cómo andas de fe. Pregúntate:  ¿Qué aporta Jesús a mi vida?  ¿Soy feliz estando con Él? Cuando medito los textos de la Escritura, ¿encuentro en ellas palabras de vida eterna?  Anota, compara, y decide.

* * *


Hay momentos en la vida en que nos vemos forzados a tomar decisiones que pueden variar el curso de nuestra historia personal. Optamos ya en la adolescencia por estudiar o no estudiar, por escoger esta especialidad o aquella; más tarde  habrá que tomar la decisión de casarse y formar una familia, seguir la vida religiosa o simplemente mantenerse célibe; también puede tocarnos elegir en vivir en tal o cual ciudad o país o lanzarse a tal o cual negocio, etc.

Hubo un tiempo en que la religión, el trabajo, el domicilio, e incluso el esposo o la esposa, venían dados por la costumbre o la tradición; generalmente los padres, apoyados en la tradición social y familiar  determinaban la elección. 
Hoy puedes elegir tu religión, tu trabajo, tu modelo de familia,  e incluso algunos  se atreven a afirmar -en el colmo de las opciones- que también puedes elegir tu ser masculino o femenino (?). Sea como sea te encuentras ante la belleza y el riesgo de la libertad. Y a
unque los patrones familiares o sociales pesan bastante a la hora de la decisión, la elección es siempre una tarea muy personal. 

Cuando el pueblo de Israel entró en contacto con los pueblos que habitaban en Canaán, entre ellos los amorreos que cita la lectura,  hubo de  convivir con la cultura y religión propias de esos pueblos; y en ese ambiente muchos israelitas se deslizaron peligrosamente o incluso cayeron en la tentación de seguir los valores y la práctica de sus cultos idolátricos. 

Josué, sucesor de Moisés,  viendo cercana su muerte, y consciente de la situación,  reúne en Siquén “a todas las tribus de Israel, a los ancianos de Israel, a los jefes, a los jueces y a los magistrados” (Jos 24,1).  Es lo que se llama la Asamblea de Siquén. Allí les recuerda todo lo que Dios ha hecho por ellos desde la elección de Abrahán hasta el momento presente (24,2-13), algo que algunos parecían haber olvidado.  Luego pone a los Israelitas en el trance de elegir: “Si os resulta duro servir al Señor, escoged a quién servir: a los dioses a quienes sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis. Yo y mi casa serviremos al Señor” (Jos 24,15).  ¿Dios o los ídolos? Se trata de una decisión importante para cada tribu de Israel, y por tanto para cada persona. De su respuesta dependerá su futuro.

Observa algo importante: ante el riesgo de una pérdida de identidad como Pueblo de Yahvé, Josué invoca la experiencia histórica 
que les ha configurado como tal: “porque el Señor nos sacó a nosotros y a nuestros padres de Egipto, de la esclavitud, e hizo ante nuestros ojos grandes prodigios” (Jos 24,17).  Y el pueblo, haciendo memoria de su experiencia, decide: “¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros!” (Jos 24,16),  "serviremos al Señor, ¡porque él es nuestro Dios!” (24,18), “¡al Señor nuestro Dios serviremos y obedeceremos su voz!” (24,31). 

La experiencia de Dios como liberador y salvador es importante a la hora de tomar una decisión por Él.  

Es hora de decidir

En una situación similar a la de Josué coloca Jesús a sus seguidores. Tras el largo discurso del pan de vida, dice el evangelio que “muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso?" (Jn 6,60), ¿Quién está dispuesto a dejarse comer o triturar por amor a la humanidad? ¿Quién va a renunciara a sí mismo por el Padre Dios y los hermanos? La dureza del mensaje de Jesús hace entrar en crisis a sus seguidores.

No es extraño que muchos abandonen a Jesús. No fueron capaces de dar el salto a la fe ante estas palabras que apuntaban directamente a cambiar el modo de vida: “Desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con Él” (Jn 6,66).  Otros, que  habían tratado a Jesús más de cerca, deciden dar un paso adelante apoyados en la experiencia de estar con Él: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. Y sabemos que Tú eres el Santo consagrado por Dios” (Jn 6,68-69).

Muchos se acercaron a Jesús esperando recibir mucho; y en un principio así fue, recibieron dones abundantes. A todos nos ha pasado: acudimos a Jesús por  lo que nos beneficia.  Pero la relación con Él no se para ahí, su misma dinámica pide un paso más,  el paso  de ser Con el discurso del pan de vida abre Jesús a sus seguidores una visión nueva, les invita a un  cambio  fundamental: pasar de recibir (ser sólo discípulos) a dar (ser apóstoles y mártires, testigos de lo recibido). Este sigue siendo un punto de inflexión en la vida personal de cada discípulo y de cada comunidad, un momento en el que, ante la persona de Jesucristo,  toca decidir si  seguir adelante con Él dándose hasta el final o echarse atrás. No valen términos medios. 
 
* * *

También tú sigues a Jesús; has sabido que Él puede colmar tus anhelos de una vida y un mundo mejores; pero llegan  momentos en que descubres que te estás buscando a ti mismo en Jesús; y te das cuenta de que eso no es lo correcto. Cuando ves eso sabes que debes dar un paso decisivo en tu vida espiritual; deberás renunciar a “tus sueños”, a “tus planes” para servir a los planes de Dios (Reino). Ante tal descubrimiento, que es una gracia de Dios, no es raro entrar en pánico por lo que supone de renuncia. La tentación de echarte atrás no te va a faltar. 
 
Sabes que si quieres crecer en la vida en el Espíritu ya no puedes dejarte llevar por la inercia de una religiosidad tradicional o de costumbre, una religiosidad de intereses y folklores; tienes que “optar”, elegir; hoy más que nunca sabes que no se es cristiano por nacimiento, sino por decisión. Este domingo, en la meditación de la liturgia de la Palabra, el mismo Jesús que provocó a la multitud te pone a ti ante la tesitura de tomarte en serio la fe o retirarte. Dios te está llamando a revisar tu vida y a personalizar tu fe abrazando el compromiso serio de vivir con Él y como Él, diciendo "hasta aquí he llegado", me vuelvo atrás. Y no vale nadar y guardar la ropa.

Es hora de renovar la Alianza, de dotar de sentido tu bautismo. Es tiempo de aligerar tu ego, de desmontar lo que de farisaico hay en tu religiosidad, de vaciarte y decidirte por un seguimiento más auténtico. Esta decisión de seguir a Cristo no es una opción intrascendente ni un mandato imperativo, es una decisión personal. Y sabes que si no te decides por Él, con todas las consecuencias que implica, irás perdiendo fuelle, te irás muriendo interiormente y caminarás sin remedio hacia atrás, hacia una vida gris e insípida.

 * 

Personalizar la fe y orarla

La experiencia y el conocimiento personal de Jesús, la personalización de la fe, es hoy más necesaria que nunca, porque los patrones religiosos familiares y sociales ya no tienen poder de convicción que tuvieron en otros tiempos. 

Es verdad que  el pluralismo cultural y religioso en que estamos inmersos hace complicado el arraigo y desarrollo de la vida cristiana; lo hace más difícil, pero también más apasionante. El hecho de convivir con otras creencias religiosas pone en jaque mi fe y me obliga a profundizar en mi propia identidad si quiero seguir siendo católico. Porque es muy común entre nosotros querer ser  cristianos, pero condicionales, "a condición de" poder mantener la adhesión a Jesús sin renunciar a los ídolos particulares. 

Como a los judíos del tiempo de Jesús, nos escandaliza la pretensión de absoluto que reclama Jesús. Lo pide todo, lo exige todo, y yo sólo estoy dispuesto a darle una parte. Me niego a aceptar que quien me ha dado todo tenga ahora derecho a exigirme el todo.

En tiempos de relativismo tanto “todo” resulta escandaloso. ¿Cómo romper la dinámica del escándalo?

- Primero recurriendo a la experiencia: haz una lista, como hizo Josué, de todo lo que el Señor ha hecho contigo, todo lo que te ha dado, tus  momentos de encuentro con el Señor, las veces que te ha tomado de la mano y te ha librado del dolor y el sinsentido; las veces que ha alegrado tu corazón con su presencia y su amor. Sólo desde la memoria de tu experiencia de Dios podrás decir con Israel: lejos de mí abandonar al Señor, porque Él me sacó de la esclavitud e hizo ante mí  grandes prodigios” (cf Jos 24,16.17). ¡Conecta con tu  tradición cristiana! Rememora tu historia personal de fe. 

En segundo lugar convéncete de lo que dice san Juan de la Cruz: “para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada”. Jesús es el “Todo”. Merece la pena dejarlo "todo" por Él. Decídete por su seguimiento; a fin de cuentas: ¿hay quien dé más que Él?


-Finalmente, reza con Pedro y con toda la Iglesia. A los apóstoles  les mantuvo en fidelidad la experiencia de  vida con Jesús. Pedro nos da una oración magnífica que ensalza los tesoros recibidos de Dios. Una vez que se ha probado la miel ¿merece la pena volver a la hiel?  Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Jn 6,68-69).  Repite estas palabras a Jesús en el silencio de tu meditación y afianza con ellas tu pertenencia a Jesús.
 
Agosto 2024.
Casto Acedo

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