jueves, 8 de febrero de 2024

Si quieres, puedes limpiarme (Domingo 11 de Febrero)

EVANGELIO 
Mc 1,40-45

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme.»

Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio.»

La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.

Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.»

Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

Palabra del Señor
*
Conjugamos el comentario del evangelio de hoy con  la celebración de la Jornada de Manos Unidas. 


San Marcos es reiterativo al narrar los milagros de Jesús. El evangelista debió ser muy sensible al sufrimiento y le debió llamar poderosamente la atención la exquisita sensibilidad de Jesús para con las personas que sufren.

Tal vez por eso coloca en su primer capítulo la narración de varios milagros, con lo que muestra que Jesús no se limita a decir "ha llegado el Reino de Dios", sino que lo actúa. Se cumple así lo que ya anunciara el profeta Isaías para los tiempos mesiánicos: “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres reciben la Buena Noticia” (Mt 11,5; Is 35).

Jesús y los marginados

En el evangelio de este domingo Jesús sana a un leproso, alguien condenado de por vida a la marginación (Mc 1,21-28). Tal como dictaba la ley de Moisés a los leprosos había que echarlos fuera de los límites de la aldea. Pero Jesús parece no compartir el legalismo y da un paso hacia adelante no ciñéndose a los preceptos. Más allá de la lepra ve a una persona marginada, rechazada, condenada a ser un cadáver viviente; y apuesta por ella: extiende la mano y le toca. ¡Qué ejemplo el de Jesús!

La lepra en la Palestina del siglo I era una pesadilla social y un estigma religioso según la ley judía. El leproso era considerado enfermo a causa de sus pecados y además, al ser portador de una enfermedad contagiosa, era un proscrito por el peligro que suponía para la salud de la comunidad. Por eso se le condenaba al distanciamiento social. Tocarle no sólo era un acto de irresponsabilidad porque te podrías contagiar, también incurrías en impureza (pecado) si lo hacías. Al leproso se le obligaba a vivir más allá de las fronteras de la población, a andar “harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: ¡Impuro, Impuro!” (Lv 13,44-45).

Jesús percibe el sufrimiento y la dolorosa exclusión del leproso; lo mira no desde el prejuicio de la ley sino desde su ser persona, hijo de Dios, y digno de consideración. Se acerca y toca la enfermedad, contraviniendo así las más elementales normas de higiene y pureza legal. Con su actitud está afirmando que el leproso sigue siendo una persona digna, y muestra a todos que por encima de las leyes hay que poner la practica la misericordia como eje fundamental para conducirse en una vida según Dios.

La Iglesia, comunidad de discípulos de Jesús, no sin deficiencias, ha seguido y sigue los pasos compasivos de Jesús con la atención a viudas y huérfanos, la erección de hospitales, la habilitación de centros de acogida a peregrinos, la construcción de hogares para mayores; estableciendo escuelas y universidades, fundando cofradías y hermandades, etc. 

Prueba de ese interés de la Iglesia por mostrar el rostro misericordioso de Dios es la organización católica Manos Unidas, Campaña contra el hambre, que celebra este día su jornada de concienciación y su colecta. 

Manos Unidas 

Siguiendo los pasos de Jesús, como respuesta a su llamada a paliar la injusticia y el sufrimiento del mundo, nació en España, en al año 1958, Manos Unidas, organización no gubernamental de la Iglesia Católica para la promoción y desarrollo de los países del tercer mundo. Su finalidad es la lucha contra el hambre, la ruina, el desalojo, la pobreza, el subdesarrollo y las causas que lo provocan. Y un detalle que pasa desapercibido: nació de manos de mujeres de Acción Católica. 

Alguien me hizo notar no hace mucho que, si me fijo en las instituciones caritativas de la Iglesia que funcionan bien, tome nota de que suelen estar en manos de mujeres. Mujeres luchadoras, perseverantes, valientes. Un detalle a tener en cuenta. No le falta razón a quienes destacan el papel de las mujeres como referentes actuales de la promoción de la justicia social. 

El primer impulso de aquellas mujeres salidas de una posguerra de hambre y miseria permanece vivo. Manos Unidas sigue siendo un signo de la presencia siempre actual de Jesucristo en el mundo, una prueba evidente de que el Reino de Dios ha llegado.

Los campos de la marginación siguen siendo amplios hoy: tenemos refugiados de varias guerras que buscan cariño y asilo, hay minorías religiosas, culturales o raciales que sufren la afrenta de la persecución; rechazo y hostilidad hacia el inmigrante, negación de la vida del no nacido, olvido del anciano y del enfermo terminal; también existe la marginación económica de millones de personas que a causa del mal reparto de los bienes de la tierra se ven obligados a vivir bajo mínimos; niños sin hogar en las grandes ciudades, indígenas recluidos en reservas condenados a la extinción; exclusión del diferente, ya sea por minusvalía física o por incapacidad psíquica, por razón de la raza, la religión o el género... etc.



El efecto ser humano

Este año Manos Unidas invita a tener en cuenta que, sin negar la atención inmediata a quien sufre las consecuencias de la injusticia y el mal, es urgente actuar también sobre las causas que conducen al sufrimiento de los más pobres. Y, en línea con la carta del Papa  Laudato Si´, sobre el cuidado de la casa común,  pone su acento en la "enfermedad de la tierra".

"La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado -dice la carta- también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura" (n. 2).

Tan faltos estamos de conciencia cósmica y social en la Iglesia que puede que a muchos les resulte extraño el eslogan escogido para este año: El efecto ser humano, la única especie capaz de cambiar  la tierra. Cada cual con su acción personal, y cada comunidad con las políticas ecológicas que aplique, puede cambiar la tierra; eso sí: para bien o para mal. Se impone por ello tomar conciencia y formarse adecuadamente para conocer cómo la contaminación ambiental influye en la vida diaria de la gente. No se puede desligar el cuidado de las personas del cuidado del medio ambiente, porque, como quedó dicho antes, "nosotros mismos somos tierra", no sólo estamos en el mundo sino que somos mundo y todo lo que afecta a la naturaleza afecta de una u otra forma a toda creatura, ser humano incluido.

"El calentamiento originado por el enorme consumo de algunos países ricos tiene repercusiones en los lugares más pobres" (n 51). Un ejemplo: "Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable. Esa deuda se salda en parte con más aportes económicos para proveer de agua limpia y saneamiento a los pueblos más pobres. Pero se advierte un derroche de agua no sólo en países desarrollados, sino también en aquellos menos desarrollados que poseen grandes reservas" (n.39). Es cierto que "la tierra de los pobres del Sur es rica y poco contaminada, pero el acceso a la propiedad de los bienes y recursos para satisfacer sus necesidades vitales les está vedado por un sistema de relaciones comerciales y de propiedad estructuralmente perverso". (n 52)

No es este el lugar para extendernos en la importancia del cuidado de la tierra como tarea ineludible para un mundo más justo. Remito a una lectura pausada de la carta encíclica del Papa Francisco  Laudato Si´; también podéis acceder al breve video que  Manos Unidas divulga en esta campaña; lo podéis ver clicando este enlace:


* * *


“Si quieres puedes limpiarme”, un grito que dirige el leproso del evangelio de hoy a Jesús, y que te dirige a ti. La misma petición angustiosa nos viene de la tierra enferma de contaminación:  si quieres puedes limpiarme. Está en tu mano. Es cuestión de voluntad personal, política y económica.

En este domingo de la Campaña contra el hambre en el mundo, haz tuyo el evangelio de Jesús que te pide actuar contra la lepra que pudre la carne del planeta; aprende que el cuidado de los hermanos pasa por el cuidado de la casa común. Conciénciate y sé generoso con tu aportación a paliar el sufrimiento de los pueblos más pobres y a mejorar las condiciones de vida de personas y comunidades desfavorecidas. No es compasión paternalista, es justicia lo que reclaman.
 
Febrero 2024
Casto Acedo

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