jueves, 18 de enero de 2024

La urgencia de la conversión (21 de Enero)


LITURGIA DE LA PALABRA
Jon 3,1-5.10; 1 Cor 7,29-31; Mc 1,14-20

“¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!” (Jonás) . 

 “El momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina” (San Pablo). 

“Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio. ... Venid en pos de mi y os haré pescadores de hombres” (Jesús).

* * *

Convertirse (adherirse) a la ley de Dios 

La urgencia de la conversión que piden los textos de hoy fue entendida en otro tiempo, y aún hoy por algunos, como invitación a arreglar cuanto antes los fondos del alma de cara a una severa auditoría divina. A muchos nos educaron en la idea de que estas palabras son una amenaza, un aviso severo sobre la necesidad de "estar en gracia de Dios" en cada instante. Para ello conviene hacer con frecuencia un pormenorizado y meticuloso examen de conciencia, un sincero propósito de enmienda, una detallada confesión en número, género y  especie de los pecados cometidos desde la última penitencia y la firme decisión de vivir en adelante como Dios manda, es decir, cumpliendo escrupulosamente cada uno de los diez mandamientos, con especial énfasis en el sexto y con alguna sordina en el séptimo. "Moral burguesa" se llama  esto.

"El momento es apremiante", ... "se ha cumplido el plazo". ¿Es miedo lo que pretenden transmitir Jonás, Pablo y Jesús hoy?  Se ha predicado la conversión recurriendo al terror, y apremiando a hacer un cambio de vida con tanta urgencia que no se han tenido en cuenta los procesos internos que propician  una conversión sincera, sólida y duradera.  Nos limitamos a menudo a una confesión mecánica de actos pecaminosos sin tener en cuenta para nada la raíz del mal ni las facilidades que damos para que arraigue en el corazón.

Hay una urgencia mal entendida que hace que ni siquiera nos paremos a pensar qué es lo que me seduce y arrastra hacia el pecado, que es lo que hay que convertir dentro de mí ser y en qué sentido. Quién vive la espiritualidad de las prisas  considera normal limitarse a seguir unos pasos rituales sin discernir seriamente, sólo repasar aprisa los mandamientos, hacer propósito de enmienda, confesar, ...y listo; misión cumplida. ¡Cuánta gente cree haberse convertido tras una confesión puntual realizada en un retiro de fin de semana!; como si la conversión fuera un lavado de cara instantáneo y que  dura para siempre.

Funciona este discurso de urgencia con quienes tienen a Dios por “justiciero” interesado en castigar más que en perdonar y reformar. A muchos les ha movido más el temor al castigo eterno que la esperanza de la felicidad en Dios. Lo podemos comprobar cada domingo. La feligresía antes asidua ha aflojado mucho en el cumplimiento perseverante del precepto desde que “oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar” no es pecado mortal. Si para ir al cielo ya no es absolutamente imprescindible ir a la Iglesia el domingo, ¿por qué tomárselo tan en serio? Si todos vamos al cielo ¿para qué vamos a esforzarnos por entrar por la puerta estrecha? Muchos se sienten como aliviados de una carga, nunca descubrieron la riqueza espiritual de la Misa, la verdadera necesidad de Dios y la dimensión gratificante del encuentro con Dios en la comunidad. Tal vez nunca fueron verdaderos conversos.

*

Convertirse (adherirse) al amor de Dios

Pero hay otra lectura posible de estos textos; la que ve en ellos una urgencia de felicidad, una llamada a soltar lo que hipoteca la libertad incapacitándola para el bien y haciendo de la vida un infierno de prohibiciones y despropósitos. La invitación a la conversión es en este caso una buena nueva feliz, un anuncio de que merece la pena seguir a Cristo con libertad y alegría. Se trata de no ser atrapado por el miedo a la condena sino liberado por el gozo del amor de Dios. 

Es una pena que todavía haya quienes consideren los evangelios como un código de normas de obligado cumplimiento, un  manual de buenas prácticas para alcanzar el paraíso celestial. Se equivocan. Si fuera así sobraría el Nuevo Testamento. Gracias a Dios Jesucristo no vino a consagrar ley del Antiguo Testamento sino a revestirla de sentido con el traje del amor; vino a despertar la conciencia de la humanidad ante el hecho de que "está cerca el Reino de Dios”, que es lo mismo que decir que el amor de Dios y su felicidad se aproximan; que Dios quiere personas libres antes que súbditos sometidos  por el miedo al castigo. "No tengáis miedo" a quienes os anuncian un final apocalíptico y oscuro; tampoco tengáis miedo al mundo y sus seducciones, porque "yo he vencido al mundo" (Jn 16,33), dice Jesús; he venido "para que mi  alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud" (Jn 15,11).

Para entrar en el Reino de la alegría y la felicidad verdaderas se dan hoy unas claves muy sencillas: primeramente liberarse de todo lo que pueda atar: "los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él" . Esto hay que aclararlo, porque parece invitar a la desgracia. San Juan de la Cruz nos ayuda a comprender el texto cuando al referirse a
l desapego del mundo dice que "no se trata del carecer de las cosas, porque eso no desnuda al alma si tiene apetito de ellas, sino de la desnudez del gusto y apetito de ellas, que es lo que deja al alma libre y vacía de ellas, aunque las tenga” (1Subida 3,4). No se trata de carecer de mujer, de no llorar cuando sea tiempo de ello, ni de evitar la alegría en momentos felices, ni de negarse a hacer negocios, sino de no estar atados por el gusto o el disgusto de las cosas. Esta es la primera parte de la conversión, la eliminación de ataduras, soltar todo lo que esclaviza y mata la alegría cristiana.

La segunda parte es el seguimiento: Llamó Jesús a Simón y a Andrés, luego a Santiago y a Juan, y "dejándolo todo se marcharon tras Él". Jesús es el premio de la conversión, quien lo encuentra y lleno de alegría decide  vender todo lo que tiene para quedarse con Él  (Mt 13,44-46) 
ha encontrado la plenitud de su ser; y también la vida eterna.

* *


El sentido de la urgencia 

La representación de este mundo se termina”. Urge dejar lo impermanente y abrazar la eternidad siempre presente de Dios, urge unirse a quien permanece siempre, a Jesucristo; no por miedo sino por amor, no para escapar del infierno llevando una existencia monótona y gris sino para abrazar la felicidad del cielo en la alegría ya presente en la tierra.

¿Qué es lo verdaderamente  urgente? Un poema de Facundo Cabral sirve para resumir de manera muy sencilla la diferencia que hay entre la urgencia de vivir obsesionado por las cosas de este mundo y la de abrazar los valores  del Reino de Dios.

Puedes escuchar el texto con voz del autor en:

Para ti, que siempre vives la vida a un ritmo vertiginoso, quiero recordarte que lo más importante que tienes en la vida, eres tú y todos los que te rodean, y recuerda que...

*Urgente es una palabra con la que vivimos día a día, en nuestra agitada vida, y a la cual, le hemos perdido ya todo significado de premura y prioridad.

*Urgente es la manera más pobre de vivir en este mundo, porque sabes, el día que nos vamos, dejamos pendiente las cosas, que verdaderamente fueron urgentes.

*Urgente es que hagas un alto en tu ajetreada vida, y te preguntes: ¿Qué significado tiene todo esto que yo hago?

*Urgente, es que seas más amigo, más humano, más hermano.

*Urgente es que sepas valorar el tiempo que te pide un niño, una niña.

*Urgente, es que cada mañana, cuando veas salir el sol, te impregnes de su calor, y le des gracias al Señor, por tan maravilloso regalo.

*Urgente es que mires a tu familia, a tus hijos, a tu esposa, y a todos los que te rodean, y valores ese tan maravilloso tesoro.

*Urgente es que le digas a las personas que quieres, hoy, no mañana, cuánto los quieres.

*Urgente es que te sepas hijo de Dios, y te des cuenta que él, te ama, y quiere verte sonreír feliz y lleno de vida.

*Urgente es que no se te vaya la vida en un soplo y que cuando mires atrás, seas ya un anciano que no puede echar tiempo atrás, que todo lo hizo urgente, ... que fue un gran empresario, un gran artista, un gran profesional, que llenó su agenda de urgencias, citas, proyectos, pero dentro de todo, lo más importante, se te olvidó VIVIR.

Urgente no es guardar las formas sino vivir a tope desde el fondo. No pide el Señor otra conversión que no sea la vida misma como donación de amor. Más urgente que confesar los pecados es cuidar el corazón para que no arraigue. Estamos aún a principios del 2024. No estaría mal hacer una lista de las tareas urgentes que nos vamos a proponer en este tiempo para que no se no se pierda la gracia de Dios por entre las grietas del alma. Sin miedos, con creatividad y valentía; con la certeza de que merece la pena seguir a Jesús. Esto es conversión al Reino, la más buena y urgente.

Feliz domingo. 

Enero 2024
Casto Acedo

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