HECHOS DE LOS APOSTOLES, 1,4-11
Dijo Jesús: "Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo" Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista.Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse."
Palabra de Dios
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Confiesa nuestro Credo que Jesucristo “subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso". Subió al cielo. Siempre imaginé el cielo como un lugar arriba, luminoso y alegre; luego me enseñaron que el cielo no es un lugar sino un estado. Se usa la palabra cielo porque las limitaciones que tenemos a la hora de expresar las experiencias más profundas obligan al lenguaje a recurrir a palabras e imágenes que por su impacto emocional puedan acercarnos a las realidades inefables. Decir cielo, sabemos, es decir luz, altura, grandeza infinita, eternidad…
Las consecuencias de negar el cielo.
¿Creemos hoy en el cielo? ¿No nos hemos excedido en la importancia concedida al “suelo” en detrimento del “otro mundo”? Tras el vaticano II, una tendencia muy agudizada, y nada negativa, dicho sea de paso, ha sido la de hacer una lectura “encarnada” de la fe; el error, también hay que decirlo, es que algunos han terminado por confundir vida “encarnada” con vida exclusivamente “carnal”, ninguneando al espíritu que ha de encarnarse.
Cuando se dice que con la llegada de Cristo ya no hay distancias entre lo "profano" y "sagrado" (cf Mt 15,15-20; Hch 10,10-16), porque en Él humanidad y divinidad se aúnan -con y por Él las distancias han sido eliminadas (cf Col 1,15-20)-, muchos interpretan que ya todo es profano (secularismo). ¿Por qué no decir que todo es sagrado? La creación entera es lugar y motivo para el encuentro con Dios. La redención de Cristo alcanza a todo y a todos; con su irrupción en la historia el cielo no queda excluido de las realidades de la salvación sino que se hace más accesible al poder ser participado ya en el presente mientras esperamos poseerlo plenamente en el futuro.
Los excesos son siempre nefastos; no podemos negar el cielo impunemente; sin trascendencia la inmanencia pierde todo sentido cristiano. Reducir la religión a un fenómeno que debe ocuparse exclusivamente de los problemas materiales del pueblo, reducir la religiosidad a moral sea ésta de matiz progresista o conservadora, es hacerle un flaco favor. Y a veces, quiero pensar que sin mala voluntad, se hace. Es más fácil y cómodo usar del púlpito para amonestar sobre la bondad o maldad de tal o cual comportamiento, de ésta o aquella injusticia, que proclamar a pecho descubierto la gloria de la divinidad para pasar luego a su consecuente implicación en la redención de la humanidad. Es más fácil predicar y oír un sermón sobre uno de los diez mandamientos -sobre todo cuando el punto de moral que tratamos coincide con la moral de moda- que tratar del cielo, de la experiencia de Dios que prometen las bienaventuranzas, porque esto segundo supone, en quien proclama y en quien escucha, una experiencia previa de la gloria de Dios sólo posible desde una vida espiritual intensa y coherente.
Creer en el cielo sin desentenderse de la tierra
¿Puede existir una fe religiosa sin Dios? ¿Puede haber un Dios sin eternidad? ¿Puede creerse en un Dios eterno sin esperar el don de la eternidad para uno mismo? ¿Hasta dónde nos está permitido esperar? Por muy sorprendente que parezca, cuando a Jesús le preguntan «¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?». Él responde: «La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6,29). ¿No hubiera sido más lógico afirmar que la obra que Dios quiere es que practiquemos la misericordia con los más necesitados? Pero no, Jesús pone la fe en Dios como la premisa para una vida cristiana profunda y comprometida de veras.
Por muy importante que sea la dimensión moral de la fe, se comete un error de bulto si negamos la dimensión teológica (experiencia de Dios). Ser cristiano no es reducible a la simpleza de “ser buena persona”; cristiano es quien tiene fe en el Dios de la Vida Eterna; sin fe en el mundo de lo sobrenatural e imperecedero no hay religión; sin cielo, sin vida eterna con Cristo junto al Padre, nuestra esperanza queda frustrada por el sinsentido de la muerte.
La fiesta de la Ascensión del Señor viene a coronar la obra de la redención de Jesucristo. Muerte y resurrección culminan en la ascensión, en la vuelta del Hijo a su origen trinitario. Su ascenso a la derecha del Padre no es una retirada, "no se ha ido para desentenderse de este mundo, sino que ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino” (Prefacio I de la Ascensión del Señor).
No podemos ningunear ni ignorar lo que llamamos la dimensión escatológica de la fe, su cumplimiento pleno en una eternidad donde todo y todos seremos felices. Sin esa meta final la fe queda empequeñecida y simplificada de tal modo que podríamos llamarla con verdad opio del pueblo, porque, con perdón de los marxistas, sólo serviría para engañarnos con unas aspiraciones revolucionarias que ser verán frustradas con la muerte.
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“Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?” (Hch 1,11). Unas palabras que parecen invitar a mirar a la tierra. Pero ¿invitan también a no mirar al cielo? Creo que la clave está en lo de "no quedarse plantados". No es bueno mirar al cielo con el embelesamiento bobalicón de los falsos místicos. Pero es bueno mirar al cielo de vez en cuando, como hacía Jesús retirándose a orar con frecuencia (cf Mc 6,46; Jn 6,15), o como hizo en Getsemaní (cf Lc 22,41-42) y en la misma cruz, momento en el que encarnado y clavado a las realidades de la tierra, no dejó de elevar sus ojos al Padre que todo lo puede (cf Lc 23,46; Hbr 5,7). ____________________
Otro comentario sobre la Ascensión, con un estilo más personal, como el del domingo pasado, en:
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Mayo 2025
Casto Acedo
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Me gusta lo de reducir la religiosidad a moral. Ya lo señaló Jesús en los fariseos. Ni siquiera sierndo Buenos. Nos perdemos lo mejor al quedarnos así Jesús es muuucho más. La experiencia de Dios en cada oración en cada encuentro diario es lástima perderlo.
ResponderEliminarSoy Julia Timón
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