jueves, 20 de marzo de 2025

Cuidado, no caigas (III de Cuaresma, 23 de Marzo)


LECTURA BIBLICA
1 Corintios,10,1-6.10-12.

No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto.

Estas cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo hicieron ellos. Y para que no murmuréis, como murmuraron algunos de ellos, y perecieron a manos del Exterminador. 

Todo esto les sucedía como un ejemplo y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades.

Por lo tanto, el que se crea seguro, ¡cuidado!, no caiga.

¡Palabra de Dios!

* * *


No coger las flores

La segunda lectura de la liturgia de la Palabra de hoy pone en guardia ante las seguridades que creemos tener por el hecho de pertenecer a una buena tradición espiritual o por haber vivido en algún momento de la vida claras experiencias de Dios. Esto nos ayuda también a entender la idea central del Evangelio, que invita a una conversión que sea más efectiva que afectiva. Hemos de reconocer que a menudo nos sentimos seguros con ser higueras frondosas, aunque poco productivas (cf Lc 13,1-9). Cuidamos mucho la imagen que damos al exterior, pero nuestras almas no siempre dan el fruto del amor que Dios espera de ellas. 

Somos como el Israel del Antiguo Testamento “Todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo”. La vida religiosa tiene un peligro muy sutil que consiste en creer que ya lo tenemos todo hecho por estar bautizados o confirmados, por ser fieles a los cultos semanales, por haber vivido momentos de efusión mística o porque hayamos superado duras crisis de fe. ¿Hace falta algo más? Sí,  una vida de sincero servicio a Dios. “La mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto”.

San Juan de la Cruz considera dos extremos que retrasan la comunión con Dios: los éxitos y los miedos. Lo dice en una hermosa estrofa del cántico espiritual:

Buscando mis amores
iré por esos montes y riberas;
no cogeré las flores,
ni temeré a las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.

Quédate con lo de “las flores” y “las fieras”. *Las fieras son los miedos que vienen cuando se trata de dejarlo todo para andar libremente por la vida en busca de “mis amores” (la felicidad en Cristo); *“las flores” son las experiencias gozosas de Dios: el regalo de un momento de oración glorioso, la visión de su presencia en algún acontecimiento milagroso, la paz tras una buena celebración penitencial, el deleite de una consciente comunión eucarística, etc. 

Dice el santo que hay que perder el miedo a las fieras, a todo lo que amedranta para seguir adelante en la entrega a Dios, pero también es importante no quedarse embelesado por las experiencias gozosas, que es quedarse alelado por la belleza de las flores, enganchado a la nostalgia de esas experiencias. Ese embelesamiento te da la sensación de que ya has llegado y  frena tu crecimiento espiritual; es más, te ancla en el  pasado, esperando que vuelva a repetirse aquella experiencia que viviste, y que ya pertenece al pasado. 

He escuchado muchas veces a personas dando testimonio de su fe con motivo de algún retiro o encuentro religioso. Los organizadores les invitan a contar su experiencia, y ellos siempre cuentan lo mismo; las primeras veces con una alegría desbordante que, cuando pasan los años, va aminorándose paulatinamente hasta convertirse en rutina. Se han quedado con las flores; como quien ya llegó al cielo y sólo espera que el tiempo dé marcha atrás para volver a estar en él. ¡Cuidado no caigas en esto!

Las experiencias felices de Dios hay que vivirlas cuando se tienen, pero no hay que engancharse a ellas.  ¿Entonces, hay que olvidar todo lo bueno vivido y recibido? Sí que conviene olvidar los gustos; es bueno quedarse con todo el amor que Dios te dio en ese momento pero dejando atrás la memoria sensible (fenomenología) de la experiencia; esta no volverá; no te apegues a ella porque te puede dar una falsa sensación de seguridad que pone en peligro tu crecimiento en la verdadera madurez espiritual. En esto no es bueno mirar atrás porque como ocurrió a la mujer de Lot podría quedar tu alma petrificada (Gn 19,26), atada al pasado e incapaz de progresar. En esto de la fe no se puede vivir de las rentas; lo pasado pasó, "cada día tiene su afán" (Mt 6,34). Dios es siempre nuevo.


Cultivar el cuidado

Un dicho popular dice que “el que peca y reza, empata”. Algo que viene a negar el texto que comentamos: el que peca y reza, como la higuera infructuosa, no sólo no empata sino que pierde por goleada, porque a sus pecados se le suma la hipocresía de  sus oraciones, el único pecado contra el que Jesús descarga duramente su ira en el evangelio. ¡Ay de vosotros, hipócritas…! (cf Mt 23,23-29).

Las virtudes y los rezos de hoy no se guardan en un almacén al que podemos acudir mañana para equilibrar la balanza en el día del juicio final. Quien practica la injusticia se engaña si cree que con limosnas puntuales y oraciones esporádicas puede eludir su obligación de amar. Es una farsa hacer obras de caridad con el dinero del narcotráfico, la explotación del pobre o el tráfico de armas; ningún bien puede servir de bandera para bendecir el mal;  ningún mal puede justificarse como medio para el bien.    

La oración y las buenas obras, si son sinceras, fortalecen el alma; pero cuando son falsas la arruinan del todo. ¡Cuidado!, no caigas por confiar en tus méritos. Hacer el bien por un lado no es una venia para hacer el mal por el otro; y tener un presente virtuoso no te garantiza que no volverás al vicio en el futuro. *Cuando ya crees que eres santo y lo tienes todo comienzas a perderlo, la soberbia te come; *cuando ya crees tener la seguridad de la fe puede que la hayas perdido, porque la fe no es certeza sino duda; *cuando estás convencido de haber alcanzado la libertad te estás descuidando, porque estás poniendo los cimientos para que algo te esclavice de nuevo; *cuando ya te ves como un ejemplo de amor para todos acabas de vender tu alma al diablo.

*

“El que se cree seguro, ¡cuidado!, no caiga”.  No te creas nunca seguro por oraciones, ni por tus acciones y experiencias pasadas. Cultiva el presente, no te fíes de tus éxitos pasados; agradécelos y ahonda en el día a día. Deja el futuro siempre abierto; busca el bien en cada momento y no te preocupes de nada más. Créeme, Dios te tiene preparado algo que ni puedes imaginar. Conviértete al presente de Dios y vive en Él la esperanza.

Marzo 2025
Casto Acedo

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