viernes, 15 de diciembre de 2023

Alegría (III de Adviento; 17 de diciembre)

  

LECTURA 
2 Tes 5,16-24

Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión: ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. No apaguéis el espíritu, no despreciéis el don de profecía; sino examinadlo todo, quedándoos con lo bueno. Guardaos de toda forma de maldad. Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas.

Palabra de Dios

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Te hago una propuesta para ahora mismo: 

Comienza apartando la vista de este texto. ¿Por qué no? Cierra los ojos, o contempla algo hermoso que tengas ante ti. Haz tres respiraciones abdominales serenas y profundas soltando el aire de los pulmones mientras te vacías de ideas y tensiones. Siente como el aire cálido, el viento del Espíritu, fluye por tus pulmones y los latido de tu corazón expanden su caricia por todo tu ser.  (...)  Tómate unos minutos en este breve ejercicio de toma de conciencia del milagro que es vivir.

Hazlo, y el contenido de este escrito tendrá algún sentido, porque el gozo y la alegría no pueden describirse, sólo experimentarse.

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Déjate llevar por el silencio unos minutos

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La palabra ALEGRIA puede resumir lo que sientes cuando te paras y dejas de lado tus preocupaciones y proyectos y simplemente observas que el aire inunda tus pulmones y la sangre corre por tus venas al ritmo de los latidos del corazón ... Al ser consciente de ello te sientes vivo o viva y pruebas el sabor de la alegría. ¿Qué es la alegría sino la consecuencia lógica de una vida despierta? Estar alegre es percibirte y saberte lleno, completo, rebosante de virtud y fuerza creativa.

La alegría del Adviento

El tercer domingo de Adviento es conocido como el domingo laetare o domingo de la alegría. "Que la esperanza os tenga alegres, manteneos firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración" (Rm 12,12). La esperanza cristiana vive en la seguridad de que Cristo tiene la última palabra;  por eso se mantiene a flote en la tribulación. Como nunca pierde el fondo de alegría en que se sustenta no se hunde ni se rinde en la dificultad.

Cuando me piden que esté alegre con un imperativo tan insistente lo primero que pienso es ¿acaso no quiero estar alegre? ¿Puedo imponerme a mí mismo la alegría? Y concluyo que no, que la alegría no está en mi mano, que es un don de Dios que viene con Jesús, y lo único posible de mi parte es preparar el camino para que llegue. ¿Cómo?

1.- Primero, desmontando mitos. Porque me han enseñado que la alegría es cuestión de "salud, dinero y amor", posesiones que considero imprescindibles para ser feliz. ¿Quién no piensa que la alegría es monopolio de quienes gozan de una salud envidiable, un capital holgado y una fama admirable?  Son muchos los que viven, o vivimos, enganchados o apegados a las condiciones externas que creemos necesarias para encontrar la felicidad. 

Pero no está tu felicidad en poseer bienes sino en ser agradecido por lo poco o mucho que tienes sin dejar que eso te posea; ser  dueño de ti  y así poder darte. Por tanto, desmonta el mito; la felicidad  es un don que se recibe con agradecimiento y se comparte con generosidad. Un primer paso para ser feliz consiste en vivir centrado en los propios valores y no confundir la alegría con la diversión (dispersión).

2.- Segundo paso para prepararnos a vivir la alegría: superar el concepto negativo de la alegría que muchos suelen tener. Somos herederos de una espiritualidad cristiana que en determinadas épocas ha ensalzado la mortificación, el dolor y la impasibilidad (apatheia) y ha levantado sospechas sobre el buen humor. Hay quien en la Iglesia se siente llamado  a ser como Jorge de Burgo, el monje asesino del relato de El nombre de la rosa, que llega incluso a matar para evitar el peligro de que una supuesta obra de Aristóteles sobre la comedia y la risa pudiera contaminar la esencia de la fe cristiana. 

Quienes piensan así entienden que la vida cristiana auténtica está más cerca de la tragedia, el sufrimiento y el llanto que del gozo y  la alegría; un error lamentable que frena cualquier intento de evangelización, que no es sino la transmisión de la alegría (buena noticia) del Espíritu.

3. En fin, podemos preparar el camino a la felicidad aprendiendo que la alegría cristiana, si bien depende en parte de los bienes de afuera, se fragua finalmente dentro. Me explico: El nacimiento de Jesús en Belén y su muerte y  resurrección son una alegre realidad objetiva (buena noticia exterior a nosotros), pero si no la hacemos nuestra por la fe seguiremos en la tristeza. Es la fe, la decisión de confiar en la Palabra (Jesús) la que nos hará gozar a fondo la Navidad. Quien vive su fe cristiana con amargura, quien no se  alegra de haber conocido a Jesucristo, quien no vive en la Eucaristía el encanto semanal del encuentro, debería plantearse en qué cree realmente.

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El Papa Francisco publicó su primera exhortación apostólica con el título Evangelii  gaudium, la alegría del evangelio, que comienza proclamando que “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”. Es como decir que no hay mejor modo de discernir la vida espiritual que midiendo el grado de alegría que nos produce sentir cerca a Jesús. Su cercanía es “buena noticia”, novedad que alegra. Si la verdadera alegría es fruto de una vida satisfecha, el cristiano es aquel o aquella que se ha encontrado con Jesús y su ser y su vida se ha llenado de Él hasta desbordarse en gozo. 

¡Cuántos textos evangélicos nos refieren alegrías fruto del encuentro con Jesús!: san Pedro, san Pablo, Zaqueo, la Samaritana, la mujer pecadora, María Magdalena, etc. ... hasta la mismísima Virgen María. Muchos son los santos que a lo largo de la historia se han llenado “de alegría al ver al Señor” (Jn 20,20); han encontrado en Él el antídoto adecuado para la tristeza y el desencanto. 

Sin embargo, denuncia el Papa Francisco, ¡cuántos que se llaman a sí mismos buenos cristianos gustan de encerrarse en la “psicología de la tumba que poco a poco los convierte en momias de museo; desilusionados con la Iglesia y consigo mismos, que viven la constante tentación de apegarse a una tristeza dulzona, sin esperanza... Llamados a iluminar y comunicar vida, finalmente se dejan cautivar por cosas que sólo generan oscuridad y cansancio interior”!. Por todo esto, dice el Papa, “me permito insistir: ¡No os dejéis robar la alegría evangelizadora!” (EG 83). “La alegría del evangelio es esa que nada ni nadie nos podrá quitar” (EG 84). 

Al creer y ponerse en manos de Dios los santos no han vivido como personas ingenuas o bobaliconas que miran para otro lado ante los sufrimientos propios o ajenos. “Fe, alegría, optimismo. -Pero no la sandez de cerrar los ojos a la realidad”, dijo san J. Mª. Escrivá.  "Los males de nuestro mundo, -dice el Papa Francisco- no deberían ser excusas para reducir nuestra entrega y nuestro fervor. Mirémoslos como desafíos para crecer” (EG 84). La alegría que brota de la fe y la esperanza fortalece el corazón y lo lanza a trabajar por el Reino de Dios. La verdadera alegría abre los ojos para conocer a fondo las desdichas del mundo  e impulsa a trabajar con efectividad para remediarlas. No es feliz con Jesús quien pretenda escapar de sus responsabilidades, la alegría que uno pretenda  guardar egoístamente  sólo para sí no es alegría cristiana. 

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San Pablo exhorta: ¡Estad siempre alegres!. Más reiterativo es en su carta a los  Filipenses: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos”.  Aunque san Pablo parezca imponer –“¡estad siempre alegres!”-, su intención es exhortar y animar. Por eso a continuación dice: “Sed constantes en orar. ... Guardaos de toda forma de maldad”. ¿Quieres una Navidad Feliz? Sigue estos consejos de san Pablo: oración y bondad. Oración para conocer a Dios y conocerte y bondad para extender la alegría por el mundo.

Toma conciencia de la alegría que Dios ha sembrado en tu interior; porque tienes la chispa divina, y Dios es alegre. Como cristiano estás invitado al banquete de la alegría. La misa es un adelanto de esa fiesta, ella te invita a volverte a Dios en Adviento y Navidad. 

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Postdata: No cierres la lectura de este post sin repetir el ejercicio inicial.  Vuelve a tu presente aquí y ahora; siente tu respiración, y con ella siente la alegría de ser amado por Dios y por muchos que te quieren;  gózate en tu alegría y manda desde ahí bendiciones y parabienes a quienes sabes que se sienten tristes, solos y abatidos; y en estos días no dejes de hacerte físicamente presente y cercano a quienes  sabes que necesitan de tu amor bondadoso. La caridad es manantial de alegría.

Feliz domingo.

Diciembre 2023

Casto Acedo

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