lunes, 9 de septiembre de 2024

La fe de Pedro y de la Iglesia (Domingo 15 de Septiembre)


EVANGELIO
Marcos 8,27-35

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino, preguntó a sus díscípulos:«¿Quién dice la gente que soy yo?»

Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.»

Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?»

Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías.»

Él les prohibió terminantemente decirselo a nadie.

Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.»

Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo.

Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!»

Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»

Palabra del Señor

* * *
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En unos días de retiro espiritual con sus discípulos, cerca de Cesarea de Filipo, Jesús pregunta a los suyos: ¿Quién dice la gente que soy yo? Tras varias respuestas en las que  algunos le identifican con Juan Bautista o algún profeta esperado, en un arranque de lucidez espiritual (iluminación, despertar), Pedro proclama la divinidad de Jesús: “Tú eres el Mesías" (Mt 16,16). Y Jesús, añadirá el Evangelio de san Mateo, confirma la fe de Pedro otorgándole un lugar de preeminencia en la Iglesia: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18). Pedro es débil,  la fe que se le transmite es fuerte. No obstante, es importante entender que lo que hace grande a Pedro no es su persona sino la fe que confiesa  y que se deposita en sus manos como un tesoro en vasijas de barro (2 Cor 4,7). La primacía de la fe de la Iglesia sobre la persona de Pedro la prueba el hecho de que el mismo Pedro no tarda en recibir un buen varapalo del mismo Jesús: “Quítate de mi vista, Satanás; tú piensas como los hombres, no como Dios”. Pedro duda, se asusta, e incluso acabará abandonando al Señor; pero su conversión-compunción le empujará a ser fiel hasta el final a pesar de sus pecados (Mt 16,23). 

La fe se confirma en la cruz

La osadía de Pedro al corregir al Maestro nos muestra que su fe no estaba madura; aún no entraba en sus cálculos aceptar la cruz como camino para la glorificación.
 
Aquello de descubrir y confesar la divinidad de Jesús, ¡Tú eres el Mesías!, debió parecerle a Pedro algo maravilloso. Pero no le agradó tanto asumir que ser creyente y jefe de los creyentes llevaría consigo sufrimientos; le costó entender que ser Papa más que un privilegio es una carga, una tarea que no siempre resulta agradable. "El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga". Todavía Jesús no había “ofrecido su cuerpo como hostia (ofrenda) viva, santa, agradable a Dios” (Rm 12,1), mostrando así, como dice el prefacio en la fiesta de la Transfiguración, que “la pasión es el camino para la resurrección”, pero avisa de ello. Al final, tras una vida de conflictos y persecuciones, también Pedro pudo finalmente confirmar con el martirio su fe y su vocación de discípulo.
 
El pecado de Pedro, que para bien y para mal, es figura de la Iglesia -de todo discípulo-, nos viene a recordar que aunque seamos cristianos confesos no estamos exentos de ceder terreno al maligno en nuestra vida personal, social y eclesial. En una palabra: no debemos caer en la trampa de creernos convertidos del todo; y por supuesto hemos de evitar caer en la tentación de enmendar la plana al mismo Dios cuando no comprendemos su voluntad o no la queremos comprender porque no responde a nuestros intereses o expectativas.

A este respecto, conviene  revisar nuestra vida cristiana cada día, porque ésta no se da para siempre en el momento del bautismo sino que, como dice san Pablo, se ha de reafirmar día a día “por la renovación de la mente” (Rm 1,2), expresión que encierra una invitación a la conversión, a no huir sino a abrazar la cruz, una llamada propia del tiempo de Cuaresma que resuena para nosotros también en estos días finales del verano. 

El camino cristiano no es de subir y nunca bajar; que lleguemos a un punto de experiencia y a la confesión de fe no implica que ya esté todo hecho. La llamada a conversión es una constante en la vida. Quien crea que ya ha llegado a la "inmovilidad", es decir, a un momento en que no tiene que cambiar nada en su vida, es que está muerto. La tarea de la conversión o cambio de mentalidad  ha de ser una contante en la vida. 
  

La  Roca es Jesucristo

Si miras la historia de la Iglesia verás papas, obispos, sacerdotes y laicos que han proclamado solemnemente la fe: ¡Tú eres el Mesías! Seguramente tú eres uno de ellos. Pero muchos de esos que confesaron la fe -¿tú también?- huyeron al llegar el momento de la prueba. Nadie es perfecto mas que Dios (Mc 10,18). Es la fe católica, que el Papa representa como unidad, lo que la sostiene a la Iglesia a pesar de las dudas y los fracasos. Dice el evangelio de san Mateo: : "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16,18). ¿Cuál es la piedra a la que se refiere Jesús? ¿A Pedro en su humanidad y debilidad, o a la fe que acaba de confesar? 

La piedra sobre la que se edifica la Iglesia es Jesús, el  Mesías (el Cristo): "la piedra que desecharon los arquitectos es la piedra angular" (Mt 21,42); "la roca era Cristo", (1 Cor 10,4). La Iglesia se edifica sobre esta Roca; la firmeza de la fe se confiesa proclamando y viviendo la fe en Cristo Jesús, hijo de Dios, Verbo encarnado; fe que proclama para ti la Iglesia de Pedro, pecadora como él, y también santa. 

Tampoco olvides que tu también eres roca, piedra que edifica la Iglesia. También depende de ti la solidez del edificio. Toca hoy de rezar  por la Iglesia y por el papa Francisco, sucesor de Pedro, débil como él, pero garante del camino que te lleva a Jesucristo. "La fuerza se muestra en la debilidad" (2 Cor 12,9).  

Contempla este domingo cómo en tu debilidad arraiga la fuerza de la fe en el Evangelio. Y cuando asome en el horizonte  la sombra de la cruz no temas, no permitas que Satanás enturbie tu camino. Comulga con Cristo y con su Iglesia en la prosperidad y en la adversidad y sigue adelante. Y cuando te salga al encuentro la adversidad, esfuérzate por que sean las ideas y sentimientos de Cristo (fe),y no tus creencias y tus miedos, los que conduzcan tu vida. 
 
Septiembre 2024
Casto Acedo.

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