miércoles, 30 de abril de 2025

En tu nombre echaré las redes (Domingo 4 de Mayo, III Pascua)


EVANGELIO 
Jn 21,1-19

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.

Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar.» 
Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo.»

Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.

Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?»

Ellos contestaron: «No.»

Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.»

La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: «Es el Señor.»

Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.

Jesús les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger.»

Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.

Jesús les dice: «Vamos, almorzad.»

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?»

Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»

Jesús le dice: «Apacienta mis corderos.»

Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»

Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»

Él le dice: «Pastorea mis ovejas.»

Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»

Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.»

Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.» Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.

Dicho esto, añadió: «Sígueme.»

Palabra del Señor

* * *


Cuántos sermones dominicales, pláticas religiosas y actos de piedad! ¡Cuántas “catequesis de” -primera comunión, confirmación, adultos, pre-bautismales, prematrimoniales,…-! ¡Cuántos sacramentos administrados!, y ya ves: toda la noche bregando y no hemos pescado nada (cf Lc 5,5). 

 Seguimos bautizando, celebrando primeras comuniones, confirmando y casando  -a cada vez menos-,  pero pocos de entre los que reciben nuestra atención  se insertan en cuerpo y alma como miembros vivos y activos de la Iglesia. ¿Malos tiempos de pesca?

Un buen pescador no se resigna a la mala suerte; se pregunta por qué su trabajo ha sido tan infructuoso. Sopesa el estado del mar, las condiciones ambientales, el equipo de pesca. También el apóstol debe mirar el mar en que se mueve, las condiciones ambientales en que vive, los métodos usados, etc. Para una buena pesca: ¿basta con una buena edición de los santos evangelios o  un bien trabajado directorio de pastoral? ¿basta con las últimas publicaciones sobre técnicas y dinámicas de grupo, y con un ingenioso decálogo del buen misionero y catequista? ¿Es suficiente invertir en locales y medios técnicos y materiales cada vez mejores? ¿No se necesita algo más?

Es importante saber que no somos nosotros los que tenemos el poder de convertir a alguien; nosotros sólo ponemos la barca y las redes; la pesca la da Él.

Tres claves para evangelizar 

Jesús, antes de elegirlo como jefe, da a Pedro y a los demás apóstoles tres lecciones importantes: 

1) “Sin mí no  podéis hacer nada” (Jn 15,5).  Y para que no lo olviden, tras una noche de trabajo infructuoso, pone ante sus ojos una “pesca milagrosa”: la que se obtiene con las redes de la fe: “´Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis´.  La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces” (Jn 21,6).

 2) Y Juan dijo: “Es el Señor” (Jn 21,7). La segunda lección es la de confesar la fe. La palabra  “confesión” tiene aquí un doble sentido: confesión de los propios pecados ("Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua”) y confesión de fe y de amor a Jesús: "Tú lo sabes todo, tu sabes que te quiero" (Jn 21,16). ¡Qué importante es la experiencia de la propia debilidad y la experiencia del amor! No sólo del amor con que lo amo, que es voluble y deficiente, sino ante todo del exceso y eternidad del amor con que Él me ama. 

 3) Finalmente: disponibilidad. Pedro se pone a los pies de Jesús, y Jesús le profetiza: “Te lo aseguro: cuando eras joven tú mismo te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará a dónde no quieras” (Jn 21,18). Estas palabras auguran a Pedro un crecimiento espiritual típico caracterizado por dejar progresivamente paso a la voluntad de Dios como referente primero. La vida del apóstol se ha de configurar cada vez más con el ser del Maestro, hasta sufrir el martirio por Él: “Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios” (Jn 21,19).  

En tu Palabra echaré la red

 La experiencia de la resurrección no puede callarse; la evangelización emana del gozo del encuentro con el Señor; cuando esto se da el apóstol deja de vivir para sí y comienza a vivir para el Señor. Pedro, a pesar del fracaso de la primera redada, se fía de quien le dice: "echad las redes a la derecha de la barca y encontraréis". Y en nombre del Señor echaron las redes y la pesca fue abundante.

¡Qué bien recoge esta lección san Antonio de Padua en sus sermones!:


"En tu Palabra, no en la mía, echaré las redes. Mientras las eché en mi palabra no pesqué nada. ¡Lástima! Cuántas veces las eché en mi palabra, me lo atribuí a mí mismo, no a Ti; me prediqué a mi y no a Ti; prediqué mis palabras, no las tuyas. Por eso no pesqué nada; y si algo atrapé no fueron peces, sino ranas locuaces que me alabasen, lo cual es nada.

Pero en tu palabra echaré la red.

Echa la red en la palabra de Jesucristo quien nada se atribuye a sí mismo, sino todo a Él; quien vive en conformidad con lo que predica; si así lo hiciere, la captura de peces será copiosa".

A quienes vivimos en el pesimismo de la ineficacia o ineficiencia de nuestras catequesis y demás actividades pastorales, Jesús les dice hoy: “echad las redes”. Eso sí, échadlas en mi Nombre. ¿Recuerdas aquella ocasión en que los discípulos quisieron curar a un  paralítico y no fueron capaces? Jesús lo cura, y ellos le preguntaron luego: «¿Por qué no pudimos echarlo nosotros?». El les respondió: «Esta especie solo puede salir con oración»” (Mc 9,28-29). Y hay una oración vocal y gestual que da eficacia a nuestras acciones; es tan sencillo como santiguarse, poner el corazón en Dios y decir:  “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, en el nombre de Dios, en nombre de la Santísima Trinidad.. Entonces, sabiéndonos enviados por Él, podemos decir luego: “«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre».” (Lc 10,17).  

Es el Señor quien  tiene todo el poder, y él solo se debe dar gloria. 

*

Tienes otros comentarios y reflexiones a las lecturas de hoy en: 



*

Mayo 2025
Casto Acedo 

1 comentario:

  1. Cuanto sufrimiento para nada, cuantas reuniones, charlas, catequesis, meditaciones, oraciones, servicios, lágrimas, etc. No puedo hacer nada sin echar las redes por ..... no sé. Pero hay algo en mi interior que me dice sigue adelante estoy contigo no te rindas y eso es mi Esperanza.

    ResponderEliminar

16º Domingo Ordinario C (20 de Julio)

EVANGELIO Lc 10,38-42 Entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, ...