EVANGELIO Mc 6, 30-34
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo:
-«Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco».
Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer.
Se fueron en barca a solas a un lugar desierto. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.
Palabra del Señor
Estamos en pleno verano. Tiempo de vacaciones, de oportunidad para cambiar de actividad, viajar y conocer otros mundos. Hay quienes aprovechan para hacer viajes turísticos programados. Otros, más sabios, se toman unos días para sumergirse en el silencio y la soledad que no pueden disfrutar cuando apremian obligaciones laborales. El verano da para mucho, y hay que equilibrar. No está mal divertirte, soltar un tiempo los horarios estrictos y los convencionalismo dando rienda suelta a la espontaneidad. Pero también es bueno recogerte, adentrarte en ti mismo, hacer un viaje interior.
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Vacaciones
Si nos remitimos al origen etimológico de la palabra “vacaciones”, encontramos que ésta viene “del latín vacans, participio del verbo vacare: estar libre, desocupado. Está detrás el término vacuus: vacío, desocupado libre. Me gusta esta palabra, vacío (nada), por lo que tiene de resonancias místicas.
Hacer vacaciones es vaciarse, soltar, desprenderse. Cuando tomamos vacaciones ¿no lo hacemos con el ánimo de desprendernos del tedio, la rutina, el cansancio de cada día? A esto es a lo que invita Jesús a los suyos tras unos días de intenso ajetreo misionero: "volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado" y Él les dijo -´Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar´. El ajetreo de la actividad misionera es agotador -"eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer” (Mc 6,30-32)-, y Jesús se da cuenta de la necesidad de un descanso.
La atención al prójimo no es posible sin el cuidado propio. ¿Qué podré dar a los demás si estoy lleno de prisas, preocupaciones y nerviosismo? ¿Cómo mantener mi ritmo de trabajo y de dedicación a la causa del amor: la familia, los amigos, la parroquia, la asociación benéfica, etc., si no dedico tiempo a mi formación y mi cuidado espiritual? Se equivocan quienes se pasan la vida diciendo “¡no tengo tiempo para mí!”. Se equivocan porque quien no se cuida a sí mismo se incapacita para cuidar a los demás. Sin embargo, nos resistimos a cuidarnos.
Si invitas a alguien aprovechar el verano para hacer ejercicios espirituales, o un retiro de silencio suele decir, ¿y quien se ocupa de mis niños?, ¿quién atiende a los abuelos?, ¿quién hará esa reforma de la casa que no puedo hacer en otro tiempo? Generalmente excusas; para una escapada a la playa, un crucero o un viaje turístico por el extranjero, sí hay tiempo. Retirarte o no a reflexionar, orar y contemplar, suele ser posible; todo es cuestión de prioridades.
Nos dejamos llevar por la inercia de nuestra sociedad de consumo, para la cual sólo tiene valor lo que produce ventajas materiales o sacia la sensualidad más burda. Toda actividad improductiva o no placentera físicamente es desdeñable para el mundo. Sin embargo, pararse, serenarse, abrirse a la escucha en el silencio, es la actividad más necesaria, tal como dijo Jesús a Marta, la hermana de María y de Lázaro (cf Lc 10,41-42).
Cuidar de uno mismo
Sin un viaje interior los viajes exteriores son nada. La procesión va por dentro. Más importante que la vida en sí es el sentido de la vida. Todo puede quedar en la oscuridad si no hay una luz que ilumine. Es muy importante sanar el ojo, es decir, encender la lámpara de la consciencia que permita ver la vida tal como la quiere Dios. “Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz, pero si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras” (Mt 6,22).
Debes cuidar tu ojo. El cuidado del mundo y de los hermanos no es posible sin el ejercicio previo del cuidado propio. Cultivar la interioridad, vaciarse del estrés que provocan las diversiones mundanas, es el prefacio para conectar con lo divino.
“Se fueron en barca a solas a un lugar desierto”. Jesús se retiraba con frecuencia a orar a solas (cf Mc 1,35; Lc 5,16). ¿Por qué no haces lo mismo? ¿Por qué no te dejas llevar por Jesús a un lugar tranquilo? ¡Inténtalo ahora!:
Aparta tu vista unos minutos de la pantalla en la que estás leyendo esto, respira profundamente , cierra los ojos, y siente la mirada de Jesús sobre ti; “mira que te mira”, como decía Santa Teresa; te mira y te dice: “ven conmigo a un sitio tranquilo a descansar un poco”. ¿No es una invitación hermosa?
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San Juan de la Cruz invita al vacío, a dar vacaciones al propio ego; y a no quedarnos con nada que no sea Dios.
"Para venir a gustarlo todo,
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a poseerlo todo,
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo,
no quieras ser algo en nada.
Para venir a saberlo todo,
no quieras saber algo en nada".
Para venir a lo que gustas
has de ir por donde no gustas.
Para venir a donde no sabes
has de ir por donde no sabes"
Para alcanzar el todo, vacíate, haz vacaciones de todo lo que te impide ser tú mismo e ir y estar en Dios. Para eso has nacido. A fin de cuentas aspiras a unas vacaciones eternas. No has sido creado para trabaja sino para, como dice la liturgia, entrar en el "domingo sin ocaso en el que la humanidad entera entrará en tu descanso" (prefacio dominical X).
Felices vacaciones.
Julio 2023
Casto Acedo
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