viernes, 26 de julio de 2024

Milagro de los panes y los peces (28 de Julio)


EVANGELIO 
6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.

Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?».

Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.

Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».

Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo».

Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.

Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda». Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».

Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Palabra del Señor

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El milagro de la multiplicación de los panes y los peces inicia el cap 6 del Evangelio de san Juan y abre las puertas al discurso del pan de vida que se proclamará durante los próximos cuatro  domingos. Hoy nos centramos en el milagro considerando las condiciones necesarias para que este se dé: presencia de Jesús, fe de los discípulos y obras que certifiquen y hacen patente la fe.  Y como nadie  duda de que este milagro tiene una clara intención catequética sobre el sacramento de la  eucarística, propongo unas ideas para dilucidar en qué consiste eso de la piedad eucarística.


El milagro 

Ante la necesidad apremiante de alimentos para una multitud que le sigue, Jesús lanza una pregunta: "¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?". Y añade: “Doscientos denarios de pan no bastan”. Hay, pues, un problema: hambre de la muchedumbre; y unos cálculos que llevan a un túnel sin salida; no tememos dinero parea comprar nada. Oscuridad. ¿Quién quitará la piedra del sepulcro para que entre la luz? 

Andrés, más práctico, deja a un lado los cálculos y se agarra a una solución posible, aunque parcial: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces”. A partir de los datos disponibles Jesús va a proponer una solución que va a exigir la puesta en marcha del corazón de todos. Primero convoca: “Decid a la gente que se siente en el suelo”. Los discípulos debieron quedar desconcertados. ¿No sería mejor que cada uno vuelva a su casa a procurarse la comida? Sin embargo, oyendo a Jesús invitan a todos a sentarse. Son muchos; el evangelio, con cierta exageración, dice que “sólo los hombres eran unos cinco mil”. Sea como sea, los discípulos obedecieron, y dan un primer paso: creer en la palabra de Jesús.

No obstante, el milagro pide algo más: un signo que muestre y demuestre que se cree de verdad. En este caso la prueba de la verdad de la fe va a recaer principalmente en un muchacho que tiene cinco panes y dos peces. Puede negarse a compartirlos; incluso puede que no sean suyos, lo cual le creara un problema moral: ¿debo compartir lo que no es mío? Pero ante la necesidad no se arredra y dando un paso hacia adelante  pone los panes y los peces a disposición del Maestro.

A la fe le acompaña la práctica de la compasión. La mesa está servida. ¡Cómo recuerda esto la Carta de Santiago!: "¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos del alimento diario y uno de vosotros les dice: «Id en paz, abrigaos y saciaos», pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no tiene obras, está muerta por dentro" (2,15-17).

La fe obra el milagro y todos pueden comer. ¿Cómo ocurre esto? Tú pones los panes y los peces y Dios pone lo demás, tú vives según los criterio del Reino y todo lo demás viene sólo (cf Lc 12,31). Tú das tu vida y Jesús la multiplica. "Tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados. Lo mismo todo lo que quisieron del pescado”. El simbolismo eucarístico del texto es evidente: tomó, bendijo, repartió. Comió la multitud, y para asombro de todos sobró. ¡Este es el sacramento (signo, símbolo, milagro) de nuestra fe!


La piedad eucarística 

Durante unos domingo iremos meditando el capítulo sexto de san Juan, toda una catequesis sobre el sacramento de la Eucaristía. Hablemos de piedad eucarística, realidad que solemos reducir a ritualismos y misticismos sentimentales, pero que bien entendida nos lleva a comprender por qué la Eucaristía es un sacramento tan importante.  Van unas notas sobre la piedad eucarística:

a) La Eucaristía es un sacramento de presencia; y al decir presencia me refiero a "estar presente" o "hacerse presente". El milagro de los panes se da por la presencia de Jesús; y también por la presencia (atención, conciencia) de quienes participaron en él. La Eucaristía no es un simple recuerdo; es un memorial, es decir, un recuerdo que hace presente aquello que conmemora. Por tanto, no nos reunimos en la misa para recordar y añorar algo ocurrido sino para vivir en el presente lo que sigue ocurriendo. Cada domingo Jesús se hace presente en el pan y el vino eucarísticos; se multiplica para ti y para mí, y eso es fascinante. Sin presencia de Cristo no hay misa.

b) Anhelar el alimento de la Palabra de Jesús. "Le seguía mucha gente" porque habían visto en Jesús algo nuevo. La búsqueda parte de un vacío que pide ser colmado. Si no estás satisfecho de tu vida, si te sientes solo, abatido, deprimido, hueco en tu interior, y has salido a buscar al Maestro, ya estás bien encaminado. El hambre, en cierto modo, es una bendición, porque me pone en marcha hacia el alimento.

c) Conectar con el sufrimiento de los demás (compasión). Jesús "se da cuenta", observa, ve, contempla, a una multitud hambrienta de Palabra; pero llega un momento en que también están necesitadas de pan material. Es propio de una piedad eucarística vivir encarnado con quienes sufren en el cuerpo o en el espíritu, hacer propias sus carencias y necesidades  y preocuparse por dar soluciones prácticas, como hicieron Andrés y el muchacho del evangelio de hoy. Sin conexión con los hermanos, sin compasión ("sentir, padecer con")  Jesús no hubiera  obrado el milagro. La compasión de Jesús se sigue dando en cada Eucaristía ("entregado en favor vuestro"), ¿qué tal tu compasión por los que sufren?

d) "Tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió". Como hace Jesús, la auténtica piedad eucarística toma la propia vida en las manos, agradece las cualidades y dones recibidos el Padre, y anudando la propia vida con la de quienes viven en necesidad, se hace alimento para ellos. ¿Has probado alguna vez a hacer tuyas las palabras de la consagración cuando el sacerdote dice. "Tomad y comed, esto es mi cuerpo .. Tomad y bebed, esta es mi sangre"? Puedes sentirte a tí mismo en tus momentos de entrega (yo dándome en alimento, entregándome para la reconciliación). Y también puedes sentir esas palabras como dichas por quienes viven para los demás; personas que se hacen pan nutritivo y vino de reconciliación para ti cada día: tu esposo o esposa, tus amigos, tus padres, tu vecino, tu catequista, tu párroco..., ellos, como Jesús, se dan en comunión por y para ti. Cuando vives esta  verdad estás entendiendo la eclesialidad del misterio de la piedad eucarística.

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Quien dice que se aburre en la misa necesita mirar su vida. El síntoma apunta a una enfermedad provocada por un acumulación de virus: egoísmo, individualismo, ritualismo, espiritualismo. Hay que soltar ataduras y recuperar la conexión de la  Eucaristía y la vida. La misa no es una celebración para huir de la vida; es una oportunidad para poner el centro de atención en la propia vida unida a la de Jesús. Es sentirte privilegiado porque has sido invitado a sentarte a la mesa y a sentirte comensal con el mismo Jesús. 

No duermas, despierta tus sentidos, porque el milagro de la multiplicación y de los panes y los peces puedes experimentarlo cada día en tu misma vida, y de modo muy especial en la misa dominical. Ahí. junto con  los hermanos, te haces comunión con Cristo; y, lo más gratificante, Cristo se hace comunión contigo. "La gente, al ver el signo que había hecho, decía: ´Este es verdaderamente el profeta que va a venir al mundo".  Ahí lo tienes, en la misa de este domingo. ¿Te lo vas a perder?

Julio 2024
Casto Acedo

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