martes, 23 de julio de 2024

Santiago Apóstol (25 de Julio)


EVANGELIO 
Mt 20, 20-28

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?».

Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».

Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».

Contestaron: «Podemos».

Él les dijo:
 «Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».

Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».
. . . . . . . .

Poco tiempo después 
“El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan” (Hch 12,2).

Palabra del Señor.

* * *
*

Un equívoco, tal vez desde una desenfocada lectura del evangelio, llevó a imaginar a Santiago como amante de la guerra santa (¿acaso alguna guerra puede ser santa?) Pero esa imagen no tiene cabida en un tiempo como el nuestro. La fiesta de hoy nos invita a despojar a Santiago de su amenazadora espada, a desmontarlo de su caballo blanco y a contemplarlo de camino al finis terrae como servidor humilde y  valiente del evangelio. El camino de Santiago tiene un alto componente espiritual. Peregrinar para merecer la compostelana es conectar con el apóstol, al cual el Espíritu llevó a dar testimonio de su amor a Jesús con el martirio.

* * *


"Los hijos del trueno"

En cierta ocasión en que los samaritanos no recibieron bien a Jesús y los suyos, Santiago y su hermano Juan no se anduvieron con chiquitas: "Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?”. Violentos ellos. “Pero Jesús, volviéndose, les reprendió” (Lc 9,54-55). Tal vez esta impetuosidad de carácter hizo que Jesús les pusiera el sobrenombre de Boanerges, “los hijos del trueno” (Mc 3,17). Y así pasó Santiago al imaginario medieval hispano, como trueno y espanto bajado del cielo, montado en su caballo blanco y blandiendo la espada contra el moro.

Puede que la forma de ser impulsiva y arrojada hiciera de Santiago un provocador, pero no un violento sino un predicador difícil que no se vendía a la mentira ni se resignaba a hablar la verdad, y se ganó así el mérito de contarse entre los primeros mártires cristianos: “El rey Herodes echó mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos, e hizo morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan.” (Hch 12,1-2). Siguió así los pasos de los profetas y del Profeta por excelencia: Jesús, su Maestro.




El camino "interior" de Santiago.

Para purificar la imagen guerrillera del santo nada mejor que contemplarlo en el seguimiento de Jesús y su martirio. Llegar hasta ahí no debió ser fácil para él. Su carácter violento y las pretensiones de ascenso puestas en boca de su madre en el evangelio de este día, “ordena que estos dos hijos míos –Juan y Santiago- se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”, evidencian que debió operarse en este santo un fuerte cambio de mentalidad. Hubo de aceptar, y no sin resistencias, que el camino de Dios no es la imposición sino el servicio, no es la venganza sino la misericordia. Así lo hizo y así lo enseñó su Maestro. Y para quien tuvo un temperamento violento y vivió acostumbrado al ordeno y mando no debió ser fácil asumir esta enseñanza.

Hubo un Santiago que hizo una “peregrinación interior” bajando a las zonas oscuras de su alma, aceptando el perdón de Dios, y volviendo luego a los caminos del mundo para ser mártir, testigo, de Jesucristo. Esta imagen de Santiago peregrino es distinta de la que le imagina como guerrero violento. Si hemos de aceptar la incidencia del Apóstol en la evangelización de España, dejemos a un lado a “Santiago matamoros” y contemplémoslo como peregrino de la fe que, acompañado por algunos seguidores y animado por la misma Virgen María, lleva el evangelio de su mano hasta el confín de la tierra (finis terrae) apoyado en el cayado de la cruz.

Podemos poner en primer plano esta imagen de Santiago como ejemplo de lo que ha de ser hoy el apostolado; quien quiera ser apóstol que aprenda a ser discípulo, quien quiera renovar la Iglesia renuévese a sí mismo, quien quiera “ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20,27-28).

Bajemos a Santiago de su caballo. El santo Apóstol que hoy celebramos no es el agresor sino el agredido (mártir). El que deseó en un momento de arrebato que cayera del cielo un fuego devorador que arrasara a quienes consideraba enemigos del evangelio de Jesús cambió de vida, se hizo buen samaritano descendiendo de su cabalgadura y subiendo en ella a los heridos y desheredados para acercarlos a la Iglesia del Señor. Ese fue y es el Camino de Santiago, jalonado de catedrales e iglesias que conducen a Dios, de puentes que comunican a los hombres, de hospitales que curan a enfermos caminantes y de casas de acogida que atienden a los peregrinos. Hacer cristianamente este camino no es otra cosa que ir a Jesucristo (cf Jn 14,6). Allí, con Él, nos espera Santiago.

Feliz día del Patrón de España
Felicidades a quienes celebran su santo.

Julio 2024
Casto Acedo

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