jueves, 16 de noviembre de 2023

El amor se pierde si no se da (Domingo 19 de Noviembre)


EVANGELIO
Mt 25,14-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: 

«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. 

El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. 

Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. 

Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." 

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo." El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez.

 Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes."»

¡Palabra del Señor!

* * *


Los últimos domingos del año litúrgico nos hablan de “las cosas últimas” (escatología), del final de los tiempos, del futuro último, de la vida del “más allá” (1Tes 4,12-17.5,1-6). Pero no lo hacen para amedrentar con lo “por venir” sino para dar esperanza.
 
Siguiendo la lectura continuada del capítulo 25 del evangelio de san Mateo, la semana pasada la parábola de las diez doncellas animaba  mantener encendida la luz cuando llegue el Esposo (vv 1-13); este domingo nos cuestiona acerca de la responsabilidad adquirida al recibir de Dios determinados talentos (vv 14-30); y la próxima semana la fiesta de Cristo Rey nos encarará con la “realeza humilde” de nuestro Señor Jesucristo y el discernimiento necesario acerca del trato que le damos como “Dios-escondido” en los hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos o encarcelados (vv 31-46). Luego iniciaremos el Adviento, tiempo de esperanza, donde seguiremos ahondando en la venida del Señor, pero más centrados en el ahora de su venida.

Talentos naturales y talentos espirituales

Cuando hablamos de talento en nuestra cultura solemos referirnos a esos dones naturales con los que nace cada uno, especialmente los intelectuales o artísticos. Se dice así que una persona tiene talento para los estudios, para la música, la pintura, el teatro, etc. En su parábola de los talentos ¿se refiere Jesús a estas dotes naturales con las que se nace? Pues no especialmente. Aunque todos tenemos ciertos talentos naturales, la parábola habría que leerla más en la línea de los talentos espirituales que hemos recibido, como lo son la Palabra de Dios, la fe, el Reino de Dios. En cierta manera habría que leer esta parábola en sintonía con aquella que nos habla del sembrador que siembra la semilla en el campo y produce frutos de diversa intensidad según es acogida (Mt 13,1-23).

Además de haber recibido un cuerpo y una mente dotados de capacidades propias,  también hemos recibido unos dones espirituales. Todo esto no nos lo hemos ganado, no lo hemos conquistado con nuestro esfuerzo; son algo inmerecido, don gratuito de Dios, y no nos ha sido dado para vanagloria nuestra y admiración de otros sino para potenciarlo, para negociar; y no olvidemos que la palabra “negocio” significa “negación del ocio”, o sea, trabajo, actividad.

 ¡Hay que poner en marcha los talentos recibidos! Por lo general los talentos naturales que recibimos (capacidad física, inteligencia) solemos desarrollarlos bien, aunque las más de las veces movidos por intereses de rentabilidad económica. Tan es así que en nuestra cultura se ha acuñado la figura del cazatalentos, persona que se dedicada a buscar individuos idóneos para ser contratados por compañías necesitadas de ellos, todo en orden a la obtención de mayores beneficios. 

En el mundo de la economía neoliberal no se tiene en cuenta que los talentos físicos y mentales los hemos recibido para servicio de la humanidad, no para explotarlos y servirnos egoístamente de ellos. Eso no es “ser fiel en lo poco”, y quien lo hace no merece pasar “al banquete de su Señor” (Mt 25,21.23). Al contrario, su paga será la reprobación del Señor, que le privará del banquete: “Apartaos de mí, malditos, porque tuve hambre y no me diste de comer...” (Mt 25,41-42).

 
¿Miedo a negociar los talentos espirituales?

Pero ¡vayamos a los talentos espirituales!. ¿No eres poseedor de un espíritu que te hace semejante a Dios?  ¿No tienes un espíritu, además de un cuerpo y un alma? ¿Acaso no recibiste el don de Dios, su gracia, en el Bautismo? ¿No han sido la fe, la esperanza, el amor, la eucaristía, la confirmación, el matrimonio, el sacerdocio, e incluso la Iglesia, dones que el Señor te ha dado? Estos talentos que has recibido en su momento son gracias sobrenaturales que Dios da “a cada cual según su capacidad” (Mt 25,15). Y podrías preguntarte: ¿Qué uso estás haciendo de ellos? ¿Cómo los pones en juego? ¿Cultivas tu vida espiritual?  ¿Se deja ver en tu vida la Palabra de Dios, la fe, el orgullo de ser hijo de Dios,  u ocultas la fe por vergüenza, miedo o temor a perderla si la embarras con los problemas del mundo? 

¡Ay, el miedo! ¡Cuánto amor perdido por su causa! Porque, aunque lo contrario al amor es el odio, su mayor enemigo es el miedo que retrae, paraliza, desactiva la fuerza del amor (gracia) de Dios en nosotros.

 “Sabía que eres exigente, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra” (Mt 25,24-25).  Hay muchos miedos -¿vergüenzas?- que nos llevan a esconder nuestros talentos en un hoyo:
 *miedo al fracaso porque no creemos en el poder de la Palabra que nos dice que quien todo lo da recibe el ciento por uno (Mt 10,29-30), 
*miedo a no ser capaz de darlo todo, como aquel joven rico que no quiso arriesgar y “se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes” (Mt 19,22), o 
*miedo a perder la posición social o económica, como le ocurrió a los fariseos y saduceos del tiempo de Jesús, que escondieron su talento bajo los mantos, las filacterias, los ritos y los preceptos de la ley (Mt 23,13-32), que le parecieron más seguros. No fueron éstos malas personas tanto por sus acciones como por su inactividad.
 
Critica Jesús con dureza a  quienes "dicen y no hacen" (Mt 23,3), a quienes han hecho del pecado de omisión una forma diabólica de justificación. ¡Yo no he hecho nada malo! ¡Ni robo ni mato ni hago mal a nadie! No podemos discernir nuestro progreso espiritual por lo que no hacemos, en este caso los más santos serían los cadáveres del cementerio. La clave de un buen examen de conciencia está en preguntarte cada día ¿qué he hecho hoy por mí y por mi prójimo?, que es lo mismo que decir ¿qué he hecho por Dios? Recuerda que a la tarde te examinarán no de lo que no hiciste, sino de lo que hiciste. Pierde, pues, el miedo a ser un "cristiano en salida" que pone en juego sus talentos.
  
Hay muchos miedos en la vida que nos llevan a abrir hoyos para enterrar los talentos que Dios nos ha dado. A veces enterramos el don de Dios en hoyos tan cínicos como son  la oración desencarnada, la liturgia ritualista, las devociones interesadas o el amor frío y legalista. El empleado negligente no arriesgó, se contentó con estar en regla: "Aquí tienes lo tuyo” (Mt 25,25).  


"La monedita del alma"

La matemática espiritual descoloca al calculador. Conservar el capital recibido conduce a la ruina, regalar amor da siempre beneficios. "Al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene” (Mt 25,29).

Un poema de Antonio Machado resume con acierto el pasaje evangélico que comentamos:
 
Moneda que está en la mano
quizá se deba guardar:
la monedita del alma
se pierde si no se da.
  
En la vida del Espíritu las cosas no funcionan como en los negocios mundanos. La gran paradoja del amor que dando recibe rompe los cálculos matemáticos. Lo dice la oración atribuida a san Francisco de Asís "es dando como se recibe",  gastando como salimos ganamos, practicando la virtud de la pobreza como nos enriquecemos, ... .

“Sabía que eres exigente, … tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra” (Mt 25,24-25). Enterrar los talentos recibidos es vivir como cristiano vergonzante y timorato. ¿Qué decir de quien guarda parea sí lo que es de todos? Porque lo que se te da es para ser compartido. Quien lo guarda sólo para así  es indigno, merecedor de ser "echado fuera, a las tinieblas, donde será el llanto y rechinar de dientes" (Mt 25,30). El miedo y la pereza son venenos paralizantes que llevan a la perdición.
 
Si has recibido el talento de la fe, no puedes callarlo. Así lo enseñó en su día el santo arzobispo Oscar Romero, que tuvo clara conciencia de que su bautismo no fue un simple rito costumbrista y folklórico sino un inmenso don de Dios que no podía ser enterrado. Con valentía negoció los talentos recibidos e hizo crecer el Reino de Dios sembrando su semilla de paz y justicia en los campos del mundo. Sirva su palabra hoy como colofón para este  comentario evangélico: 

“Cada uno de ustedes tiene que ser un micrófono de Dios. Cada uno de ustedes tiene que ser un mensajero, un profeta. Siempre existirá la Iglesia mientras haya un bautizado, y ese único bautizado que quede en el mundo es el que tiene ante el mundo la responsabilidad de mantener en alto la bandera de la verdad del Señor y su justicia divina. Por eso da lástima pensar en la cobardía de tantos cristianos y en la traición de otros bautizados. Pero ¿qué están haciendo, bautizados, en los campos de la política? ¿Dónde está su bautismo? Bautizados en las profesiones, en los campos de los obreros, en el mercado. Dondequiera que hay un bautizado, ahí hay Iglesia, ahí hay profeta, ahí hay que decir algo en nombre de la verdad que ilumina las mentiras de la tierra. No seamos cobardes. No escondamos el talento que Dios nos ha dado desde el día de nuestro bautismo y vivamos de verdad la belleza y la responsabilidad de ser un pueblo profético”. (Homilía de 8 de julio de 1979). 

Cuando monseñor Romero se presentó al Señor con la palma del martirio en sus manos el día 24 de marzo de 1980, le dijo: “Señor, cinco talentos me dejaste, mira, he ganado otros cinco. Su Señor le respondió: -Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor” (Mt 25,22-23).

Y tú ¿Cómo estás invirtiendo la salud, la inteligencia, los dones materiales, el tiempo,... los talentos que Dios te ha confiado? En ese "cómo" te estás jugando la vida. Y no me refiero solo a la "vida eterna" sino a la vida toda; porque quien no ama no vive dignamente porque no puede ser feliz. Considera esto.  

Feliz domingo.

Noviembre 2023
Casto Acedo 

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