jueves, 7 de diciembre de 2023

María Inmaculada, belleza de Dios (8 de diciembre)


EVANGELIO

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»

Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.

El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»

Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»

El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»

María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»

Y la dejó el ángel.

¡Palabra del Señor!

*

Verdad, bondad y belleza

Habla la filosofía clásica de tres cualidades o virtudes propias de todo ser: verdad, bondad y belleza. Lo que esperamos siempre de algo o de alguien es que sea verdadero, es decir, real, realista y sincero en sus manifestaciones,  que sea bueno, que su estar y su hacer sean una bendición, y que sea bello, capaz de provocar en quien lo contempla o lo escucha un placer sensorial, intelectual o espiritual.

Todos anhelamos y buscamos estas tres virtudes, y en un mundo de mentiras, medias verdades y posverdades necesitamos una verdad donde asirnos y mantener el necesario equilibrio. En un mundo violento necesitamos bondad y compasión. Y en un mundo poco amable,  áspero, opresivo, desagradable y oscuro, hay necesidad de la belleza que calme y eleve el corazón.

En María Inmaculada encontramos una vía, un camino para contemplar y  disfrutar de las tres virtudes señaladas.

*Hallamos en María la verdad de Dios, que es grande. ¡Proclama mi alma la grandeza del Señor! Yo no soy grande, dice María, es el Señor el que me engrandece porque pone su mirada en mi humildad. Soy la primera a sus ojos por ser la última y la esclava de todos. Y al amparo de la grandeza de Dios encarnada en María brilla la verdad de las personas sencillas y pequeñas. María aprendió la verdad en el aula de la fe.  "En verdad, en verdad os digo..." (Jn 6,26), decía Jesús. “Dichosa tú que has creído” (Lc 1,45), se dice de María.

*Hallamos también en María la bondad de Dios. Una persona buena es acogedora, tierna, paciente, fiable disponible para quien le necesite., “He aquí la esclava del Señor” (Lc 1,38). María se hace sierva, esclava, al servicio del amor de Dios. María acerca al mundo la misericordia de Dios al ofrecerle el espacio de su vientre. No es otra cosa ser bueno sino darle espacio a Dios en nuestra vida: “Nadie es bueno sino sólo Dios" (Lc 18,19). Ser buenos es llevar a Dios dentro, armonizar la propia vida con la bondadosa voluntad de Dios. Ser bueno es encarnar la caridad. María se puso en camino para ayudar a su prima Isabel (cf Lc 1,39). Es una mujer buena.

*Y, por supuesto, hallamos en María la belleza de Dios. La fiesta de la Inmaculada concepción es  exaltación de a esa belleza. La humanidad fue creada a imagen y semejanza del Creador (Gn 1,27). Somos una obra de arte del mismo Dios.. "Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro, y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano" (Is 64,8). Somos vasijas moldeadas por el mismo Alfarero. Y aunque esa obra quedó afeada por el pecado,  no todo quedó perdido; ya desde el principio se apunta una esperanza: “Pongo enemistad entre ti y la mujer, pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón" (Gn 3,15)..”.

Saborear la Belleza de María

Dios es el autor de la belleza. “Mil gracias derramando / pasó por estos sotos con presura / e yéndolos mirando, / con sola su figura, / vestidos los dejó de hermosura", dice san Juan de la Cruz. En la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María brilla especialmente el buen hacer de  Dios que se revela en María poniendo un esmero especial para conservar intacta la belleza del Autor. Contemplar a María Inmaculada es admirar la belleza y luminosidad divinas, emocionarse con la visión de la gracia de Dios en Ella. No es la fiesta de hoy una ocasión para especular sobre doctrinas o credos, ni para hacer discursos morales, sino para disfrutar la hermosura de esta "mujer vestida del sol,  la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza" (Ap 12,1). 

Las virtudes que brillan en María son necesarias para despertar a un mundo nuevo. De las tres que hemos citado la belleza parece la de menor interés práctico. La verdad sirve para pensar, la bondad se palpa en el hacer; la belleza, sin embargo, parece algo abstracto y romántico. No obstante, la experiencia interior que alienta esta virtud es la fuente del saber y la fuerza del hacer. Basta saber que la belleza se saborea en la oración, se reafirma en la intimidad del encuentro, y se goza y afianza en la experiencia mística. Ahí se ancla la esperanza, que es virtud del presente, se ensancha el corazón dándole mayor espacio a Dios y se ponen los cimientos para las aspiraciones más elevadas.

La Virgen María es belleza de Dios en estado puro; un corazón asentado en la esperanza, que aspira intensamente a Dios desde el principio. No es una persona extraña, no es una diosa, es de naturaleza humana; aunque entre todos los hombres y mujeres la Inmaculada es la criatura más perfecta, digna morada de Dios, anticipo de lo que estamos llamados a ser.
 
Contémplala hoy como tal, emociónate adentrándote en la transparencia de su hermosura. No pienses, no especules, no calcules ni hagas promesas de cambio que no sabes si cumplirás. Contempla el Reino encarnado en el vientre de María. Empápate del amor de Dios que rebosa en su Madre; déjate tocar por quién habita en ella, y todo lo demás se te dará con ello (cf Mt 6,33).

Te lo repito: aprovecha este día para  sumergirte y permitirte descansar con Cristo en María. Y no olvides que María es "Modelo de la Iglesia"; encontrarte en esta fiesta con tu comunidad en la Eucaristía es el modo más eminente de hacerte presente a María y al mismo Dios en el Sacramento.

¡Feliz día de la Inmaculada Concepción!

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Otro comentario a la liturgia del día en: 

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Diciembre 2023
Casto Acedo

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