martes, 21 de febrero de 2023

Miércoles de Ceniza (22 de Febrero)

EVANGELIO
 Mateo 6,1-6.16-18

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 

«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuand noo hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 

Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. 

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará». 

Palabra del Señor

En los días de Carnaval, fiesta pagana con cierto deje de reacción anticristiana, vemos como la gente se disfraza, se pone la máscara, juega a ser aquello que querría ser pero que no puede o no quiere, porque muchos condicionamiento o esclavitudes se lo impiden. No hace falta decir que tras la máscara se esconden las frustraciones y miedos que sólo el anonimato que facilita es capaz de romper.

Al Carnaval le sigue el Miércoles de Ceniza; y con él entramos en Cuaresma, tiempo de desenmascararse, de mirarse cara a cara al espejo, de despejar el rostro propio ante Dios; cuarenta días para entrenarnos en el noble arte de la "sinceridad para con Dios y para conmigo mismo", sinceridad que exige asumir el hecho de que somos mortales.  El "no moriréis" que predica la Serpiente en el jardín del Edén 
(Gn 3,4) es una mentira. La muerte descubre la verdad  que somos: "eres polvo y al polvo volverás" (Gn 3,19), eres un ser para la muerte. Y, oh paradoja, sólo la muerte dará acceso a la vida eterna. "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere..." (Jn 12,24).
 
AYUNO, ORACION Y LIMOSNA
 
La Iglesia nos propone en Cuaresma unas prácticas espirituales muy útiles para redescubrir las fuentes de la vida eterna. Se trata de la oración, el ayuno y la abstinencia. Oración para adentrarnos, pequeños como somos, en la grandeza de Dios; ayuno para despojarnos de la falsedad y mirarnos tal como somos: débiles y mortales;  limosna para situarnos en lugar del prójimo  y compadecer con él y de él. Tres prácticas que ayudan a reflotar esa empresa que es nuestra vida cristiana.  

1.-LA LIMOSNA. La limosna es un acto de misericordia y bondad hacia el prójimo. Si Dios se muestra en la Escritura como el defensor de los pobres, el discípulo también debe serlo.  

Dar limosna  es un gesto que no podemos reducir al hecho de desprendernos de unas monedas. La limosna paternalista está fuera de lugar. Hay que buscar las causas de la pobreza, y actuar sobre ellas. La limosna ha de hacerse desde la justicia, dando no por compasión sino como respuesta a un derecho que el prójimo tiene. Y ha de hacerse  en secreto, "que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha" (Mt 6,3).

La Caridad no debe ser un espectáculo, un medio para ganar fama, sino un acto de humildad. 

Desprenderse a escondidas de algo sin esperar nada a cambio, servir a los más pobres, comprometerse en la vida pública como servicio al bien común por  pura gratuidad, esa es la auténtica limosna, la que Dios quiere.


2.- LA ORACION. La Cuaresma invita a acrecentar la oración, a dedicar más tiempo a la búsqueda y encuentro con Dios. Sabemos que necesitamos de Dios, que nuestra carga es pesada y no podemos con ella. Cualquier mortificación que vivamos sin la mística de la oración no tendrá sentido.

La oración la practicó Jesús los cuarenta días que estuvo en el desierto siendo tentado por el diablo. El cristiano que vive la cuaresma ¿no va a necesitarla? En cuaresma somos invitados a intensificar la lectura de la Palabra de Dios, a cultivar la oración personal y comunitaria y a una participación más frecuente en los sacramentos (Eucaristía dominical y diaria, Penitencia....); no olvidemos que el espíritu del mal y la injusticia no puede ser arrojado fuera más que con las armas de la oración y el ayuno (Mc 9,29).

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En nuestras Parroquias de San Pedro de Mérida (Jueves) y Trujillanos (Viernes) se ofrecen ejercicios de oración comunitaria (meditación y oración eucarística), a las 7,30 en el templo parroquial. Los días 30 (San Pedro de Mérida) y 31 (Trujillanos) de Marzo, tendremos celebración comunitaria de la Penitencia.  Y el día 4 de Marzo, durante todo el día, un Retiro espiritual  en la Casa de Espiritualidad y oración Ntra. Sra. de Guadalupe de Gévora.


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3.- EL AYUNO Y LA ABSTINENCIA. Llevar una vida moderada, tomar conciencia de que "no sólo de pan vive el hombre" (Lc 4,4). El ayuno no puede limitarse a la privación de comida. El ayuno que Dios quiere es el ayuno de injusticias, purificación del espíritu más que del estómago.

¿Quiere esto decir que debemos abandonar el signo externo y centrarnos en el interno? ¡De ninguna manera! Ciertamente lo que cuenta en la práctica del ayuno es la disposición interior, pero ¿será capaz de ayunar de soberbia, avaricia o  gula espiritual, quien es incapaz de privarse de ello materialmente?

El ayuno externo ayuda a profundizar en el interno, obliga a tomar conciencia de la necesidad de privarse de alguna que otra comodidad. Hemos de evitar la paradoja de “ayunar exteriormente  sin ayuno interior”, es decir, abstenernos de comer alimentos, pero no renunciar a alimentar nuestro ego con alimentos como la soberbia o la ira; pero también és aconsejable evitar el “no ayunar material” ya que el olvido de la práctica exterior también puede arrastrarnos al abandono  de la exigencia interior. 

De todas formas, no consideremos el ayuno como una competición (“a ver quien resiste más sin comer”), ni tampoco como una huelga de hambre (1); el ayuno es un gesto de oración que se orienta a la “conversión personal”.


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(1) NOTA: Para clarificar ideas: ¿Qué diferencia hay entre  "practicar el ayuno" y hacer "huelga de hambre"?

Las diferencias entre el ayuno y la huelga de hambre:
-La huelga es más radical, a veces un absoluto que llega hasta el sacrificio de la vida. El ayuno siempre es moderado y nunca debe perjudicar la salud.
-La huelga es un grito de protesta. El ayuno es oración.
-La huelga es una denuncia de la injusticia. El ayuno es anuncio de otra realidad.
-La huelga ha de ser conocida. El ayuno no debe notarse.
-La huelga es un arma de lucha social. El ayuno es un medio de lucha contra ti mismo y tus pasiones.
-La huelga quiere cambiar la sociedad. El ayuno quiere cambiar el corazón.
-La huelga suele tener resultados espectaculares. El ayuno no tiene repercusiones en lo político-social.
        Pero la huelga y el ayuno, si son limpios, brotan de una raíz común, que es el amor. 
 
 (Tomado de El otro, la nueva teofanía, Cuaresma y Pascua, 1995; editado por Caritas Española, pg 37).

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El Evangelio que se proclama el Miércoles de Ceniza nos regala un programa para avanzar en la conversión.  Es un gran error el creer que ya estamos convertidos del todo; siempre estamos en camino. Este año, la Cuaresma quiere que des un paso más hacia adelante, hacia el encuentro con Dios, que te comprometas un poco más, que te vayas “con-formando” progresivamente con Cristo.

La escucha de la Palabra de Dios en actitud orante, la celebración de los sacramentos (Penitencia y la Eucaristía), y la práctica del amor cristiano serán otros pasos que puedes dar para alcanzar la meta: tu propia salvación, un sentido para tu vida que va más allá de la muerte. 
 
Si estás dispuesto a seguir ese camino, si quieres practicar el ejercicio de la Cuaresma, acércate y deja que el sacerdote imponga sobre tu cabeza la ceniza. Te dirá: “Conviértete y cree en el evangelio”, o bien, “acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás”. Este pequeño gesto es un primer paso hacia la Pascua; luego has de seguir el camino.

[Misa e imposición de la ceniza el Miercoles, a las 7 de la tarde (San Pedro de Mérida) y a las 8 (Trujillanos)]

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Otro comentario-reflexión sobre el sentido de la Cuaresma en:

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Febrero 2023
Casto Acedo

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