jueves, 19 de diciembre de 2024

El encuentro (IV Adviento. Domingo 22 dic)


EVANGELIO  Lc1,39-45.

En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a un a ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:

«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

Palabra del Señor. 
*


El pasaje del evangelio de hoy pone ante nosotros a María e Isabel, dos mujeres sabias, que han encontrado a Dios en sí mismas y se han encontrado a sí mismas en Dios; y con Él han aprendido la lección de que sólo el amor de Dios es importante.

Hacia ese amor caminamos, como María que llena de amor corre a encontrarse con Isabel. La palabra encuentro puede servirnos hoy como clave de reflexión y meditación. Navidad y encuentro son palabras hermanas. ¿No se ve clara esa relación en el gozo que desbordan María e Isabel en el encuentro de la visitación?

A unos días de la celebración de la Navidad, ¿cómo prepararme para que no se me escape el misterio de ese día? ¿Cómo implementar mi encuentro con Dios?

1. Lo primero y más importante es trabajar mi interioridad, el encuentro conmigo mismo. Para conocerme he de empezar sabiendo quién soy. María se definió a sí misma como “esclava del Señor”, servidora. Podríamos decir que es como si dijera “soy espacio para Dios”, vacío que aspira a ser llenado por Él, disponibilidad absoluta. “Hágase en mí según tu palabra”, dice,  y Dios ocupa el espacio que se le ofrece. Si considero que mi interioridad, como la de María, es un espacio para Dios, está claro que debo vaciarme de todo lo que impide  mi encuentro con Él.  Por eso debo preguntarme qué cosas esclavizan mi vida y no me dejan ser yo. Porque, si mi corazón está lleno de mentira, de maldad e increencia, ¿cómo podrá entrar Dios en mi vida? Primer paso para que Dios me encuentre: vaciarme de lo que estorba el señorío de Dios en mi vida.

2. Una vez purificado por el perdón de Dios su amor me llevará al encuentro con los otros. La experiencia de Dios-dentro es mágica, como la Navidad, y consigue que personas alejadas puedan reconciliarse, que quienes se desconocían puedan reconocerse, que parientes y amigos cuyo amor enfrió el tiempo y la distancia vuelvan a abrazarse. Si contemplas la escena de la visitación verás que la alegría de Dios que María e Isabel llevan muy dentro explota en alabanzas, cánticos y acción de gracias. Aún no ha llegado el día del nacimiento de Juan ni el de Jesús, pero ya se saborea la felicidad que produce la espera. Es la alegría de la esperanza (cf Rm 8,24). El encuentro se disfruta incluso antes de que se produzca en su concreción.

3. Y un tercer encuentro a trabajar estos días es el encuentro con Dios, o mejor el encuentro de Dios con nosotros, la apoteosis de la Navidad. A este encuentro se puede acceder en el encuentro con  los hermanos. Al prójimo se llega se llega desde Dios y a Dios desde ellos. Con la irrupción de Dios en la historia se rompe la barrera que separa lo profano de lo sagrado; pero no porque todo sea profano, sino porque ya todo es sagrado, con su irrupción en la historia Dios lo llena todo: la lengua, la cultura, los espacios, los tiempos, las personas, etc. En un mundo tan materialista y consumista, tan proclive a olvidar lo divino, un consejo: equilibra y procura no olvidar que más importante que la cuna o el pesebre, más importante que la Madre y las demás figuras del Belén, es el Niño. Sin Él todo queda vacío. Primero Dios. Sin Niño no hay Navidad.

* * *

Quedan pocos días para Navidad:

Si andas perdido, vacíate de mapas engañosos y deja que Dios escriba en ti sus caminos; si últimamente andas queriendo no saber nada de nadie, o de alguien en concreto, mira a quienes te rodean, que son imagen de Dios como tú y merecen ser amados; y si has perdido el sentido del Misterio, déjate embaucar por Él. Si aprendes que “Dios es” y lo dejas ser en ti y en los hermanos te darás cuenta de que todo lo demás carece de importancia.

Diciembre 2024
Casto Acedo

2 comentarios:

  1. Si si Navidad es encuentro y tengo que orar para cuidar el encuentro con Dios y con las hermanas y hermanos. Muchas gracias.

    ResponderEliminar
  2. Lo anterior es mío. Julia Timón

    ResponderEliminar

La tentación mesiánica (I Cuaresma)

Reflexión para el primer domingo de Cuaresma a la luz de la situación sociopolítica actual Las sorprendentes circunstancias internacionales ...