EVANGELIO
Mt 10,26-33
Dijo Jesús a sus apóstoles: «No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.»
¡Palabra del Señor!
Abro la entrada de este domingo con esta pintura de Masaccio, Martirio de san Juan. El evangelio de este domingo es una invitación al "martirio", al testimonio. El Bautista vivió sin miedo a proclamar la verdad; la denuncia profética le llevó a la muerte. No tuvo miedo a los que pueden matar el cuerpo. No negó a Dios, se puso de su parte; y Cristo estuvo con él dándole la gloria del cielo. La víspera de este domingo es la Solemnidad de san Juan Bautista; en él puedes ver plásticamente el evangelio que comentamos.
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El Evangelio de hoy invita a evitar prejuicios y perder el miedo a la espiritualidad poniéndola como clave duradera y necesaria para el concierto de la existencia; "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?" (Mc 8,36). Esta enseñanza evangélica choca de frente tanto con el sistema liberal-capitalista como con el materialista-comunista. Porque ambos sistemas ponen el interés material (unos de manera más individualista y otros de modo más colectivista) como lo único verdadero.
Los primeros cristianos debieron sorprender a sus coetáneos por su mentalidad antisistema, no tanto por considerar la vida terrena como tránsito para una vida eterna, algo que sostenían también otras filosofías y religiones, sino porque relativizaban las cosas del mundo material dando mayor protagonismo a lo espiritual. ¿Qué sentido tiene vivir en la abundancia de bienes materiales si para ello has de someter tu espíritu a los caprichos del ego o del poder establecido?
Se atribuye a P. Teilhard de Chardin una sentencia que dice que "no somos seres humanos viviendo una experiencia espiritual, sino seres espirituales viviendo una experiencia humana", que es una manera afirmar que nuestra identidad es más espiritual que material. La experiencia espiritual es irrenunciable si se quiere vivir una vida verdaderamente humana; somos mucho más que células; el bienestar físico no satisface todas nuestras aspiraciones; incluso me atrevería a decir que la felicidad es más asunto del alma que del cuerpo.
"No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma” (Mt 10,28). Esta frase es toda una invitación a establecer una concreta escala de valores en la que valores como la libertad y dignidad humanas se anteponen a la misma vida física.
Ante quienes viven sometidos por el miedo a no-ser, a desaparecer, a morir, Jesús dice que la vida ha triunfado ya sobre la muerte. "Animo, soy yo, no tengáis miedo" (Mc 6,50) dice Jesús haciéndose presente a los suyos cuando el miedo les tenía paralizados en la embarcación zarandeada por el oleaje. También se dice "no temáis" (Mt 28,4.9) cuando se da a conocer la noticia de la resurrección.. La irrupción del Resucitado sirve de revulsivo ante el miedo. Es como si sus seguidores se dijeran: ¿miedo a qué si Cristo ha resucitado?
"No hay miedo en el amor, el amor perfecto expulsa el miedo" (1 Jn 4,18). Cuando todos pensamos que lo contrario al amor es el odio, resulta que lo es el miedo. Suelo quejarme en mi fuero interno de que el mundo, o yo mismo, no amamos lo suficiente. Pero lo que realmente ocurre es que tengo o tenemos miedo a amar; me da miedo dejar la vida de comodidad que llevo (¡sería la muerte de lo que soy, porque mi vida se asienta en esa comodidad!); me da miedo cambiar mis opciones políticas, porque, aunque creo que no son las mejores para todos, el cambio puede tener consecuencias menos buenas para mi; tengo miedo a vivir como creo que debo poniendo en práctica mis propias convicciones, porque sospecho que, además de la ruina de mi imagen personal y de mi economía, se puedan volver contra mi el cuchicheo de la gente, y las críticas mordaces de quienes esperan mí traspiés ansiosos por empujarme al abismo.
“No tengáis miedo, … No tengáis miedo, … No tengáis miedo” (Mt 10, 26.28.31). Por tres veces se repite la llamada en el texto evangélico de hoy. Apartar el miedo del corazón se convierte en la primera tarea de quien aspira a ser espiritual. Es la primera tarea, ya que por regla general las ataduras más fuertes que nos impiden volar suelen ser apegos materiales. Estamos demasiado atados al cuerpo, al vestido, a la vivienda, el salario, al seguro del coche, de la casa y de la vida; vivimos las realidades exteriores como si fuéramos eternos. Nos da miedo "soltar", liberarnos de los pesos que nos impiden volar.
Y por otro lado, el temor nos lleva a no invertir tiempo, energía y espacio e las cosas del espíritu, que es la sede de lo inmortal. “No tengáis miedo … a los que no pueden matar el alma” (Mt 10,28). Es una invitación de Jesús a perder el miedo a edificar la vida sobre las realidades espirituales, es decir, a amar la interioridad como la parte más valiosa, por imperecedera, del propio ser.
De modo especial el Evangelio de hoy invita a perder el miedo a la verdad; ya sabes que tarde o temprano aparece, porque “nada hay encubierto que no llegue a saberse” (Mt 10,26). Por tanto, vive con transparencia: ¡qué tranquila es la vida cuando no se tiene nada que ocultar, cuando no hay nada de qué avergonzarse!. No vayas contando tu vida a cualquiera, pero tampoco ocultes lo que eres; no tengas miedo siquiera a que tus deficiencias sean conocidas; cuando las aceptas creces en humildad, y ganas el respeto de los hermanos.
Y lo que sientes sobre Jesús, lo que te dice, no lo escondas. “Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea” (Mt 10,27). Sé que a menudo vivir como Jesús nos dice es complicado. También es contracultural hablar de él en cualquier sitio. Puede ser que el hecho de predicar el misterio de Dios (el modo de ser y vivir de Jesucristo) desde los balcones te acarree la persecución y la muerte social, como le ocurrió a tantísimos mártires, que no sólo sufrieron marginación por su fe sino que llegaron incluso a perder la vida por causa de ella. No obstante, en esta batalla, ten siempre presente que Dios no deja solo a quien se decide a amar la verdad y la vida.
“¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y sin embargo, ninguno de ellos cae al suelo sin que lo disponga mi Padre. Pues vosotros, hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados” (Mt 10,29-3).
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Perder el miedo es el primer paso para crecer en el espíritu, la primera condición para “amar”. Por eso conviene que te preguntes: ¿A qué tengo miedo? ¿Qué me impide amar como quisiera? ¿Qué me quita la libertad para poseerme y poder darme del todo a Dios y a los demás? Son preguntas que no se responden con la palabra sino con la vida concreta. ¿Has probado alguna vez a hacerlo?
Junio 2023
Casto Acedo
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