Quiso hace unos años el Papa Francisco que el Tercer domingo del Tiempo Ordinario, se celebre como Domingo de la Palabra de Dios a fin de que los fieles católicos, tal vez excesivamente abstraídos en lo sacramental, tomen conciencia de la necesidad de conocer las Sagradas Escrituras y de escuchar la Palabra que se revela en ellas; porque ciertamente los sacramentos en cuanto acciones de Dios evangelizan, pero ¿acaso hay un sacramento más grande que la Palabra de Dios hecha carne en Jesucristo?
Históricamente se ha dado siempre como un enfrentamiento entre el sacerdote, que preside y administra los ritos en el templo, y el profeta, voz que profiere la Palabra en la calle. El primero suele tener residencia estable en el santuario donde realiza sus oficios, el segundo es invitado a salir de su estabilidad e ir por los caminos anunciando la Palabra de Dios y denunciando la negligencia de los injustos. El oficio del sacerdote es más o menos gratificante según la categoría del santuario donde sirven y según la mayor o menor respuesta de quienes acuden a beneficiarse de sus rituales. La labor del profeta, sin embargo, es más dolorosa, propensa a ser perseguida cuando molesta, sobre todo a las autoridades y los sacerdotes dedicados al culto oficial (cf Amós 7,10-17).
*
Teniendo como telón de fondo las figuras del sacerdote y el profeta, hagámonos hoy tres preguntas distintas pero implicadas mutuamente:
Primero nos preguntamos acerca de Jesús: ¿fue sacerdote o profeta? Desde luego que podemos afirmar de él ambas cosas; pero no cabe duda de que en una primera mirada a los evangelios lo primero que nos viene a la mente es su misión profética. Y así lo proclama hoy el evangelio: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres". Tendríamos que remitirnos a escritos posteriores, más teologizados para contemplar la figura de Jesús como sacerdote. Así lo hace la carta a los Hebreos, que pone en evidencia su sacerdocio, pero quedando claro que no se trata tanto de un sacerdocio ritual sino existencial: "Al entrar él (Cristo) en el mundo dice: Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste \ holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije: He aquí que vengo -pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mi— para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad" ... "Todo sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo, después de haber ofrecido por los pecados un único sacrificio, está sentado para siempre jamás a la derecha de Dios" (Hb 10,6-7.11-12). Ese único sacrificio es el de su vida total entregada en obediencia a la voluntad del Padre. En Cristo el sacerdote y el profeta se encuentran, Palabra y Vida confluyen. Su palabra revela su ser y hace creíble su vida y su vida da fuerza y sentido a sus enseñanzas.
La segunda pregunta es para la comunidad: En nuestra Iglesia, parroquia o grupo cristiano, ¿prima más el oficio sacerdotal (sacramentalización) o el profético (evangelización)? Es verdad que seguimos bautizando, confirmando, confesando, diciendo misas, ungiendo enfermos, casando y ordenando personas para el sacerdocio ministerial (de éstos dos últimos sacramentos cada vez menos); también dedicamos tiempo a predicaciones y ofrecemos catequesis; pero ¿a qué damos más importancia? ¿Qué tiempo dedicamos a "ir a misa" en comparación con el tiempo dedicado al estudio, escucha y meditación de la Palabra y a la predicación fuera de los sacramentos?
Sabemos la respuesta. Por eso es importante escuchar este Domingo de la Palabra de Dios la llamada a poner empeño en equilibrar, o, mejor, unificar ambos ministerios. Acostumbrados a acudir cada domingo a la misa a comulgar el sacramento del cuerpo de Cristo, deberíamos potenciar encuentros para entrar en comunión con la Palabra de Dios, que purifica ("Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. Jn 15,3), nutre (“No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” Mt 4,4), ilumina (“Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero”. Sal 118,115) y sana (“Una Palabra tuya bastará para sanarme”. Lc 7,7). ¿No están faltas nuestras comunidades de una espiritualidad sólida asentada en la Palabra? (cf Parábola de la casa edificada sobre roca. Mt 7,24-27)
Y una tercera pregunta, más personal: ¿Qué importancia doy a la Palabra de Dios? Jesús es la Palabra hecha carne (Jn 1,14a). Debería preguntarme hasta qué punto he asumido aquello de san Ignacio de Loyola cuando dijo que "no el mucho saber y satisface al alma", no el conocimiento intelectual de las Sagradas Escrituras llenará mi vida, "sino el sentir y el gustar de las cosas internamente", es decir vivir la meditación de la Palabra haciendo de ella la brújula y el motor de mi cambio de vida hacia una mayor misericordia. Palabra, oración y acción no soportan estar la una sin las otras.
*
Jesús pasó treinta años de vida oculta estudiando y meditando la palabra, creciendo en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres (Lc 2,52). Hizo suya la misericordia del Padre manteniéndose atento a la ley y los profetas; luego, durante tres años, desplegó explícitamente su ser en una actividad profética que con sus palabras y su estilo de vida proclamaba el amor y la gloria de Dios. La entrega al Padre en la cruz será el gran signo profético que, por un lado anuncia de facto el amor-perdón de Dios y por otro denuncia la ingratitud e injusticia de quienes siguen dando culto al odio y la violencia. En Jesús la Palabra se hace carne y en su vida, muerte y resurrección hemos contemplado su gloria (Jn 1,14b).
Feliz Domingo de la Palabra.
____________
Notas:
Otra homilía sobre el Domingo de la Palabra de Dios en:
https://trujillanos-sanpedro.blogspot.com/2022/01/al-hilo-de-la-palabra-23-de-enero.html
Y un poema digno de ser meditado en este día en:
https://trujillanos-sanpedro.blogspot.com/2025/01/parabola-leon-felipe.html
* * *
Enero 2025
Casto Acedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario