viernes, 12 de enero de 2024

Elí y Juan Bautista, guías espirituales (Domingo 14 de Enero)

 

PRIMERA LECTURA
1 Sam 3,3-10

...Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel: «Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: "Habla, Señor, que tu siervo te escucha."»
Samuel fue y se acostó en su sitio.
El Señor se presentó y le llamó como antes: «¡Samuel, Samuel!»
Él respondió: «Habla, que tu siervo te escucha.»

EVANGELIO
Jn 1,35-42

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.

Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.

Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús.
Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»

* * *

"De noche, por tres veces, oyó Samuel su nombre". Así reza un himno de la liturgia de las horas   cuya antífona se repite una y otra vez proclamando que “la noche es tiempo de salvación”.(1) 

San Juan de la Cruz, en sus escritos místicos, elevó a categoría espiritual la idea de la noche. Hay quienes ven la noche como algo negativo, deprimente, oscuro. Sin embargo, el santo carmelita no ve en ella una desgracia sino una oportunidad; la noche es sobre todo un tránsito, un paso que purifica y potencia la fe y desemboca en la luz del amanecer; la noche está preñada del triunfo final que es de la Luz.

En la noche recibe Samuel la llamada de Dios. Y en una noche espiritual recibieron los primeros discípulos la llamada a seguir al Señor. En ambos casos no hay detrás una situación vital que comienza a hacer agua y necesita un cambio. En las crisis personales o sociales Dios purifica y nos abre a la fe. Como Samuel y los discípulos del Bautista son muchos los que buscan a Dios en el  tiempo de crisis espiritual que vivimos. ¿Qué respuesta estamos dando a su búsqueda?

* * *


Elí y el Bautista

Tanto la primera lectura como el evangelio de este domingo invitan a meditar y hablar sobre la llamada de Dios y su respuesta como seguimiento. Para reflexionar sobre ello solemos fijarnos en los protagonistas:  Samuel en el Antiguo Testamento  y los primeros discípulos en el Nuevo.  Hay en los textos otros personajes, como Elí y Juan Bautista, a quienes no solemos tener suficientemente en cuenta para este tema.  Sin embargo tienen un papel importante como facilitadores del encuentro y seguimiento de Jesús. 

Para ello hubieron que renunciar al protagonismo y desprenderse de  sus discípulos aventajados haciéndolos espirituales adultos y autónomos. Tanto Elí como Juan supieron discernir (leer) el momento apropiado para apartarse a un lado y dejar que Dios entre de lleno en la vida de aquellos que tenían bajo su mano. Entendieron y aceptaron con humildad  que ellos no eran la referencia última sino sólo puentes hacia Alguien mayor.

Por tres veces escucha Samuel la voz que le llama, y acude a Elí: “¡Aquí estoy!”. Hay en él una voluntad de obediencia y servicio. ¿A quién? De momento a su maestro, porque “aún no conocía Samuel al Señor”. A la tercera llamada el maestro aconseja bien al discípulo. Elí se da cuenta de que  ha llegado el momento de la mayoría de edad para Samuel, la hora en que Dios le toma el relevo: “Anda, acuéstate; y si te llama alguien responde: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. El Señor se presentó de nuevo y le llamó como antes: “¡Samuel, Samuel”. Él respondió: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”.

A partir de ahora Dios será el punto primero de referencia para Samuel;  comienza una una etapa de fe adulta: “Ya no creo por lo que me han dicho sino por lo que yo mismo he experimentado” (cf Jn 4, 42). Y lo mismo ocurre con los primeros discípulos de Jesús, que fueron antes discípulos del Bautista. Juan era el maestro a quien seguían. “No era él la luz sino testigo de la luz” (Jn 1,8). ¡Qué grandeza la de su pequeñez! Como hizo Elí con Samuel así hace Juan Bautista con sus discípulos: “fijándose en Jesús que pasaba, dice: Este es el cordero de Dios”. Y como hiciera Samuel, los discípulos dejaron a Juan y se fueron tras Él. ¿Qué buscáis?, les dice Jesús; ellos le contestan: Maestro, ¿dónde vives?".  Resulta curioso que directamente se interesen por el lugar donde vive Jesús; y dejando a Juan  “fueron, vieron donde vivía y se quedaron con él aquel día”.

La narración de la vocación de los primeros discípulos y la de Samuel dejan ver la importancia de los mediadores o maestros de la vocación; el Bautista y Elí facilitan el encuentro con el Misterio. Más adelante, como hace Andrés con su hermano Simón, serán ellos quienes sirvan de guías espirituales para otros.

* * *


¿Crisis de vocaciones?

Desde la reflexión expuesta hablemos de vocaciones. Normalmente nos referimos con esta palabra a las llamadas a la vida sacerdotal y religiosa; pero esto es una reducción clerical; y desde esta visión solemos hablar de crisis. Faltan curas, monjas y frailes, decimos.  A mí me gusta decir que no faltan sacerdotes sino que sobran misas. Es una manera de decir que la verdadera crisis de vocaciones se ve sobre todo en la escasez de verdaderos discípulos del Maestro. 

En realidad no hay crisis de vocaciones, porque Dios sigue llamando. En todo caso hay crisis de “oyentes” o “escuchas”. Debemos ser conscientes de que lo grave no es la falta de sacerdotes y religiosos sino la falta de cristianos con experiencia de Dios, que se sientan discípulos de Jesús y sean fervorosos seguidores del Camino. Las vocaciones a la vida religiosa nacen en el campo de la vocación cristiana general. 

No poca culpa de esta falta la tenemos quienes no seguimos los pasos de Elí y el Bautista y hacemos de la Iglesia un patio particular poniendo a un lado la referencia a Dios.  La existencia de una Iglesia autorreferencial puede estar en el fondo de la crisis de nuevas vocaciones y la poca revitalización de las ya existentes. Nos duelen los seminarios y los templos vacíos, pero no nos preocupa tanto facilitar el encuentro de las personas con el Misterio de Dios. Ya se ha dicho que Dios sigue llamando, pero esa llamada requiere atención, que no es sino abrir los oídos del corazón a Dios. 

Define san Juan de la Cruz la oración como “advertencia amorosa a Dios”, atención a sólo Dios  a fin de escuchar su llamada, que no será otra que las invitación a vivir unido a Él e irradiar su presencia en el mundo. Para fijar los ojos en Él se necesitan maestros (guías) de oración experimentados que, como Elí y el Bautista, se preocupen de facilitar el encuentro con Dios. Para llegar a Él se han de sortear las miradas seductoras del mundo; y entre ellas la idealización del propio grupo religioso,  el modo interesado de entender la vida religiosa o incluso un cómodo concepto de dios que se resiste a dar el paso a Dios mismo. Al Dios de Jesús se le conoce en la cercanía personal, en el toque de amor (tacto, experiencia), no en la distancia académica o doctrinal. 

“Aquí estoy...habla, Señor, que tu siervo escucha”, “fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día”. Estas citas bíblicas remiten a la práctica de la oración en vistas a la experiencia del Misterio o experiencia mística. A veces la obsesión por cumplir mandamientos, defender instituciones religiosas o fijar doctrinas seguras impiden la que debería ser la única obsesión cristiana: el deseo de Dios y su búsqueda. Muy distinta a la obsesión de llenar monasterios y templos. 

*

Por nuestras parroquias no dejan de pasar personas que quieren conocer a Dios. Deberíamos preguntarnos qué respuesta estamos dando a su demanda. A veces me da la impresión de que vemos en ellas sólo personas-objeto con las que cubrir nuestras tareas pastorales. No vienen a nosotros pidiendo ser catequistas de niños de primera comunión o confirmación, tampoco ser voluntarios de Caritas o formar parte de un grupo de liturgia, que es lo que habitualmente le damos: tareas. No es extraño que muchos abandonen pronto la parroquia. Si miramos con atención detectaremos que nos están pidiendo sentir a Dios, conocerle, vivir su presencia. La pregunta es: ¿estamos llevando al conocimiento de Dios, su experiencia,  a quienes se acercan a  nosotros buscándolo?

Nos jugamos mucho aquí. El primer objetivo a cumplir para mantener viva  la Iglesia ha de ser facilitar a las personas el encuentro con Jesucristo proveyéndoles así del alimento espiritual que necesitan. Para esto hacen falta quienes desde la propia experiencia de Dios ayuden a otros a adentrarse en el Misterio y disfrutarlo. 

Elí y el Bautista son actores secundarios de la película evangélica de hoy; esa es su grandeza; no se predicaron a sí mismos, no retuvieron a sus discípulos sino que se limitaron a  lanzarlos al encuentro con Dios; sabían que con esto todo lo demás vendría por añadidura (cf Mt 6,33).

Más que quejarnos por la falta de respuestas a la llamada de Dios procure cada cual responder a su llamada y ayude con humildad a otros a conocerle y amarle. ¿Qué hubiera sido de Samuel y de Andrés y sus compañeros si Elí y el Bautista no se hubieran cruzado en sus vidas?

Buen domingo.

*
Un comentario distinto al evangelio  de hoy en:

Enero 2024
Casto Acedo

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