EVANGELIO Mt 23,1-12.
En aquel tiempo, Jesús habló
a la gente y a sus discípulos, diciendo:
«En la cátedra de Moisés se
han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero
no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos
pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos
no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que
los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto;
les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las
sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame
maestros.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar
maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y
no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro
Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro
consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se
enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
¡Palabra del Señor!
*

El texto de Mateo 23,1-5 pone en boca de Jesús palabras dirigidas en especial a los líderes religiosos (clérigos) de su tiempo. Una lectura actual, por tanto, no puede pasar por alto lo que tiene de crítica a sacerdotes y religiosos de hoy; sin embargo, ¿nos vamos a quedar en ello?
Además de la sana crítica a los responsables de las instituciones religiosas, que ya tomamos nota de ello, también podemos ver en esta enseñanza de Jesús una serie de exigencias para el pueblo fiel y para los sacerdotes de la religión secular, esa especie de fe que prescinde de la religión para sustituirla por lo que podemos llamar laicismo o secularización, cuya moral de ocasión no es menos hipócrita que la de los escribas y los fariseos del tiempo de Jesús.
No limitemos pues el concepto de “clérigo” a la autoridad religiosa católica. Hace unos años leí un libro: Los nuevos clérigos (1) y quedé persuadido de que también con propiedad podemos llamar “clérigos” a las personas que ocupan un cargo donde la palabra, el testimonio, el consejo, el discurso, la promesa... tienen un valor social y moral importante. Si antes de la modernidad los referentes principales de la vida moral eran los sacerdotes y religiosos, ahora lo son esos nuevos clérigos.
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Los clérigos tradicionales (religiosos)
Clérigo de Iglesia el que suscribe no puede menos que recibir la Palabra del evangelio de san Mateo como un aldabonazo a su conciencia. Ya el profeta Malaquías tuvo mucho de invectiva profética para los que nos dedicamos a instruir religiosamente al pueblo: “Y ahora os toca a vosotros, sacerdotes:... os apartasteis del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la ley... os fijáis en las personas al aplicar la ley” (Mal 1, 2,1-2.9b); y el Evangelio remacha la actitud de los que ocupan cargos sagrados y no responden escrupulosamente a la ley de Dios; los que “no hacen lo que dicen”. Inevitable mea culpa.
Es un principio moral elemental que no hay derecho a imponer ni a exigir a otros lo que uno no está dispuesto a exigirse a sí mismo. "Con la medida que uséis se os medirá" (Mt 7,2). La coherencia debe ser el requisito ético mínimo exigible“. ¿Cómo puedes fijarte en la mota del ojo de tu hermano sin reparar en la viga que llevas en el tuyo? (cf Lc 6,41). Desgraciadamente esta ceguera del corazón es frecuente; son muchos los que andan entre libros sagrados y ritos solemnes, los que se mueven entre legajos de leyes canónicas y reuniones oficiales, muchos los llamados al oficio de predicar y enseñar, y que acaban viviendo y viviéndose desde la biblioteca, el despacho o el púlpito, sin bajar ni a la calle ni al reclinatorio. Se trata, en lenguaje del Papa Francisco, de pastores sin olor a oveja, con miedo a salir de sí y de su entorno religioso, más preocupados por una Iglesia autorreferencial que por una Iglesia en salida ocupada en las cosas del Reino de Dios.
Jesús dirige hoy su evangelio a todo clérigo religioso que que enturbia sus ojos con el polvo del legalismo y el ritualismo vacíos y genera “ciegos guías de ciegos” (cf Mt 15,14). Quienes nos dedicamos a la evangelización y los sacramentos, antes de llamar al seguimiento de Jesús y al testimonio de la fe, deberíamos ponernos al frente de la tropa para no caer en la falsedad de los que dicen y no hacen, para no ser capitanes Araña que embarcan a la tropa para luego quedarnos nosotros en tierra.
Los nuevos clérigos (seculares)
La llegada de la modernidad dió lugar al surgimiento de nuevos clérigos, con lo cual este evangelio puede leerse sin miedos desde una perspectiva más secular.
Podemos contar entre estos nuevos sacerdotes de la religión secular a los políticos de oficio, a artistas famosos que pontifican sobre cualquier tema filosófico o moral aunque sean ajenos al arte que dominan, a los profetas del sagrado neoliberalismo, del igualitarismo, el feminismo, y a tantos y tantos que se afanan en consagrar su vida a una solidaridad de letra, hueca e indolora. También pertenecen a la cofradía de nuevos clérigos los ministros, consejeros, directores generales, líderes victimistas de cualquier género con derecho a discriminación positiva, maestros o padres que se limitan a educar desde las alturas, sin tocar tierra. Las palabras de Jesús se dirigen a todas las personas que se sientan en las nuevas cátedras para enseñar y dirigir, y que se creen poseedores de una supremacía moral que les permite dar sin darse y exigir sin exigirse.
No nos dejemos engañar por la inercia mental. Los nuevos clérigos no son curas ni visten de sotana. Son individuos que, siguiendo los mismos pasos de los clérigos judíos que crítica Jesús, buscan ante todo medrar en los nuevos templos del status social, de la política, el espectáculo o las finanzas.
Estos nuevos clérigos presentadores televisivos de moda, coordinadores de magazine, catequistas de la posverdad, productores y directores de cine con subvención oficial o blogueros con éxito, endiosados influencers de youtube y otras plataformas mediáticas. En todos esos ámbitos presiden sus solemnes liturgias civiles.
Se les conoce por su hablar ex catedra; sus prédicas se ciñen a la corrección política y gozan del privilegio de la infalibilidad laica, lo que es hace merecedores de cierta indiscutibilidad social. Sin pudor alguno han elevado a categoría divina la moral progresista (?) y consensuada, moral de obligado cumplimiento para todos menos para ellos. Predican derechos humanos, respeto o tolerancia para los que están en su línea de pensamiento, pero se muestran intransigentes ante quienes se oponen a sus modelos.
Cuando la realidad se opone a sus intereses los clérigos seculares se adaptan a ella con un simple cambio de opinión so pretexto de necesidad; donde dije "digo" digo "Diego" o, como decía Groucho Marx, "estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros".
Todos estamos viendo con impasibilidad como los nuevos clérigos establecen leyes y principios morales, recortes y sacrificios, de los cuales ellos y los suyos quedan exentos; prometen pero no cumplen, “dicen pero no hacen”, y si algo hacen es para guadardar las apariencias y que los vea la gente. ¡Vaya también para estos nuevos clérigos las palabras de Jesús!
La obsesión por la “imagen”
Crítica también Jesús en su evangelio la obsesión compulsiva por hacerse notar, por ocupar espacios mediáticos, por salir en la tele y ser punto de referencia en las chácharas de la plaza pública.
Esta obsesión egocéntrica y narcisista es un mal que corroe a la persona y a la sociedad. A la persona porque le lleva a identificarse con la imagen que quiere proyectar alejándole cada vez más de ella misma; y a la sociedad porque promueve valores sociales individualistas, superficiales y ficticios incapaces de dar respuesta a los problemas reales que se han de afrontar para mejorar la vida de la gente.
Así describe Jesús a estos obsesos de la imagen que desperdician su energía espiritual en aparentar lo que no son: “Todo lo hacen para que los vea la gente..,. les gustan los primeros puestos y los asientos de honor..., que la gente les haga reverencias por la calle y que la gente les llamen maestro”(Mt 23,3b-7). Nadie se libra de la tentación de la vanagloria y el poder social o moral que se supone tiene el famoso.
Hay que estar atentos a estos encantadores de serpiente que se mueven con astucia por los entresijos del mundo de la pantalla consiguiendo que se valore más lo que se propaga (realidad virtual) que lo que se vive (realidad pura y dura). En un mundo así aquello que no se publicita en los medios no existe o carece de valor.
Atentos pues primero para evitar caer en la tentación de fabricarnos una personalidad falsa, de pantalla, sustentada por la mentira de mostrarme a los otros no como soy sino como los demás quieren que se sea; y segundo, atentos a mantener los sentidos despiertos y no confundir la realidad con la propaganda, y para no dejarse engañar por las coloristas luces de neón que tan hábilmente dirigen al viajero hacia donde no quiere ir. ¡Líbrenos Dios de hacer las cosas sólo para que nos vea la gente y de fiarnos sólo de lo que la gente hace para que se les vea!
* * *

Para terminar, una pregunta necesaria: con su crítica a la hipocresía de los escribas y fariseos ¿está exigiendo Jesús que sólo prediquen los perfectos? ¿Sólo quien ha alcanzado la santidad más absoluta es digno de hablar de la santidad que Jesús predica? ¡De ninguna manera. La Palabra no puede ser recortada por las limitaciones morales del predicador; sería privar de la riqueza total del Evangelio a los que le escuchan. La crítica de Jesús no va en contra del mensaje, sino en contra de las actitudes soberbias e hipócritas de los mensajeros; No ataca Jesús la cátedra de Moisés sino a quienes indignamente la ocupan y la usan en beneficio propio, sin dejarse convertir por el mensaje.
La invectiva evangélica termina con una llamada a anunciar, a profetizar, a enseñar las cosas de arriba desde abajo, desde la cátedra del pueblo, desde el reconocimiento de la propia indignidad: “no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis Padre nuestro a nadie en la tierra, porque uno sólo es vuestro padre, el del cielo. No os dejéis llamar jefes, porque uno solo es vuestro Señor, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Mt 23,8-12).
La llamada de atención sobre la hipocresía no es para rebajar el Evangelio al nivel del mediador, sino para quedar en claro que, más allá y muy por encima del evangelizador está el Evangelio que anuncia. Por eso al “no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen”, Jesús antepone: “haced y cumplid lo que os digan” (Mt 23,3). Ampararse en la hipocresía de otros para no cumplir con los propios deberes sería signo de que no hemos entendido nada de lo que dice Jesús.
______(1) ENRIQUE DE DIEGO, Ed LibrosLibres, 2004.
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Noviembre 2023
Casto Acedo.
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