EVANGELIO
Jn 14,15-21
Dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque. no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros.
No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros.
El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
Palabra del Señor

Verdad y verdades
Basta abrir los medios tradicionales de comunicación o las redes sociales para comprobar que hoy la verdad no es precisamente un valor en alza. La sociedad de la información es paradójicamente sociedad de la desinformación. Nunca hubo tantos medios de información y nunca estuvimos tan mal informados. No es accidental el hecho de que un gobierno establezca una "oficina anti-bulos" para prevenir el daño que la no-verdad puede ejercer sobre la ciudadanía. Idea noble y digna de elogio si no escondiera el peligro de crear un ministerio de la verdad que, en otra paradoja evidente, sería la consagración de la mentira.
Esta supuesta defensa de la verdad se predica sin tener en cuenta la jaculatoria pos-moderna que repite incansable que todo es relativo y que no hay verdad, sólo verdades. Hoy se habla incluso de la post-verdad, que no es sino la construcción mediática de los hechos a gusto del consumidor. Si la mentira es "decir lo contrario de lo que se piensa con intención de engañar", la post-verdad es la elevación de la mentira a categoría de verdad objetiva, es decir, lograr que las cosas no sean lo que son sino lo que yo quiero que sean.
Pero, seamos honrados: la verdad existe, la post-verdad no. Y el peligro está en construir una sociedad sobre verdades parciales subjetivas y contrarias cuando sólo la verdad objetiva es digna de fe. ¿No se da a menudo la situación de dos visiones subjetivas enfrentadas e incapaces de crear comunión al no aceptar una verdad objetiva?
Todo esto, más allá de parecer un juego de palabras, es algo muy serio, porque en el juego de la verdad arriesgamos algo tan importante como la paz social. A la situación actual de Europa y de España me remito. ¿No consiste la paz entre Rusia y Ucrania en acordar una sola verdad? ¿No hay en España un cierto tufillo a verdades a medias que no hacen sino crear divisiones?
A un mundo sin verdad o medias verdades (no sabemos qué es peor) nos han ido acercando los maestros de la sospecha (Feuerbach, Marx, Nietzsche y Freud): no hay Dios, no hay justicia, no hay nada, no hay realidad. No hay verdad. Todo es motivo de sospecha, nada digno de confianza. No hay Dios, sólo hay "nada". ¿Será cierto? Y si lo es, ¿no hay nada ni nadie en qué o en quien confiar? Si no hay una verdad absoluta que esté por encima de nuestras verdades, ¿hacia dónde vamos? ¿No estamos perdidos en el espacio?
En una palabra, ¿no nos estamos quedando huérfanos?
El espíritu de la verdad
El Señor, poco antes de partir -próximamente celebraremos el día de la Ascensión-, promete que no dejará huérfanos a los suyos, sino que les mandará un Defensor al que, curiosamente, define como el “Espíritu de la Verdad” (Jn 14,17).
¿Es posible que exista este Espíritu? La "Verdad", así, en singular absoluto, es una palabra caída en desuso, y ya hemos dado a entender que insignificante para el hombre contemporáneo. Sin embargo, Jesús dijo: “Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz. Pilato le responde:“¿Y qué es la verdad?”(Jn 18,37-38). La pregunta del procurador quedó en suspenso, sin respuesta. Tal vez por su escepticismo pueda ser considerado Pilato un adelantado a nuestro tiempo en el que creer en la verdad es ser un hereje de la -otra paradoja- "absoluta relatividad".
Hay verdad. Y la podemos definir con dos palabras que se complementan mutuamente: amor y humildad. Si se ha de creer en algo éste algo es el Amor; y a este Amor sólo se puede acceder desde la humildad.
Y es evidente que, para llegar a conocer y vivir la verdad como humildad se precisa una alta dosis de conocimiento de sí, otro valor en declive debido a los engaños y a utoengaños a los que nos someten y nos sometemos.
¿Cómo llegar a alcanzar humildad? Santa Teresa aprendió en la contemplación que humildad y verdad son dones de Dios, y van de la mano.
"Una vez estaba yo considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo de esta virtud de la humildad, y púsoseme delante -a mi parecer sin considerarlo, sino de presto- esto: que es porque Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad, que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira" (6M 10,7).
La santa recibió esta revelación en una intuición divina -"sin considerarlo, sino de presto"-: sólo en la Verdad que es Dios, se tiene acceso a la verdad que somos y estamos llamados a vivir. Dios. El Espíritu de la verdad (Jn 14,16), que arraiga allí donde hay humildad, es el único que nos garantiza una verdad sólida.
Adoradores en espíritu y en verdad
Enfrentado al Dios de la Verdad está el Príncipe de la mentira, el diablo, que trabaja para que sigamos ignorando el Amor, lo cual equivale a ignorar a Dios. Así quien adora al señor de la mentira “no puede recibir al Espíritu de la Verdad, ya que no lo ve ni lo conoce” (Jn 14,17), es decir, lo ignora. Cuestión aparte es si se trata de una ignorancia culpable o inocente.
A menos que pongamos algún remedio el señor de la mentira va ganando terreno y haciendo poco a poco su obra. ¿Qué hacer? Jesús envía el “Espíritu de la verdad” que nos libera de nuestras mentiras y de las falsedades en y con las cuales nos tiene encadenado el mundo. “Cuando venga él, el Espíritu de la verdad –dice Jesús- , os guiará hasta la verdad completa” (Jn 16,13).
Hay una palabra que define a Dios como la verdad: “amen”. Es una palabra que significa algo sólido, digno de confianza, estable, para siempre. Cuando se habla de Dios en la Biblia se dice de él que es fiel. La verdad es Dios, porque es digno de confianza y no falta nunca a sus promesas. En él la verdad se equipara a la fidelidad. El Dios de la verdad es el Dios fiel. Podemos fiarnos de Dios, podemos abandonarnos confiadamente a él, porque no nos defraudará. Él es la verdad porque es fidelidad amorosa, amor invencible.
Y esta verdad-amor que es Dios se ha manifestado en Jesucristo. En la persona de Jesucristo se revela la verdad de Dios, la verdad del hombre y, por tanto, también la propia verdad. Abrazar la verdad que es Jesús es abrazar su evangelio: “En verdad, en verdad, os digo... (amen, amen, dico vobis)”.
Cristo ha venido a dar testimonio de la verdad. Con Él cambia el modo de entender las relaciones con Dios y con el prójimo. Hay que construir no desde la ley y el templo, sino desde la verdad. “La ley fue dada por Moisés, por Cristo viene la gracia y la verdad” (Jn 1,17). “Llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Jn 4,23). Todos sabemos lo que quiere decir esto; los profetas del Antiguo Testamento ya habían preparado el terreno cuando echaron en cara a los poderosos la falsedad de su fe y de sus actos de culto.
Lo que Dios quiere es “adoradores en espíritu y en verdad”, o lo que es lo mismo, hombres misericordiosos capaces de servir a Dios y a los hombres sin artimañas ni componendas, en la desnudez de la verdad. Vivir en la verdad es amar. Del odio no surge conocimiento alguno sino oscuridad e ignorancia. Conocer la verdad es conocer a Dios, y este conocimiento viene del amor y se manifiesta en el amor. “Quien dice: ´Yo le conozco´ y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él” (1 Jn 2,4).
Hay que ser muy humilde para aceptar la Palabra de Dios como la verdad definitiva sobre la persona, el mundo y la historia. Pero es el camino; basta dejarle a Dios la última palabra.
Sé pues, celosamente libre para buscar la verdad, y celosamente humilde para seguir siendo libre.
Mayo 2023
Casto Acedo.
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