EVANGELIO
Mt 5,13-16.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».
Palabra del Señor
* * *
“Esto dice el Señor: Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, cubre a quien ves desnudo y no te desentiendas de los tuyos. Entonces surgirá tu luz … Entonces clamarás al Señor y te responderá; pedirás ayuda y te dirá: “Aquí estoy” (Is 58,7-9).
La cita es de la primera lectura de este domingo. Hace años que me sorprendió este texto que se proclama hoy por su fuerza y por el cambio de mentalidad que propone. No parte de una enseñanza moral que hay que estudiar y después seguir fielmente (catequesis magisterial); tampoco del esquema popularizado por la acción católica: ver la vida e iluminarla con el evangelio para terminar orando y actuando los cambios que hemos visto como necesarios en mi vida y en la sociedad (catequesis antropológica); éste texto consagra la actividad como lugar de encuentro con Dios, poner en el centro del corazón y de la mente la compasión y dejarse llevar por ella (catequesis política, teología de la acción compasiva o teología de la liberación).
Primero, dice Isaías, actúa liberando de sus miserias a quienes nunca entenderán tus discursos si no van precedidos de tu ayuda compasiva, luego párate a confrontar y evaluar tus acciones con la Palabra; si lo haces tendrás la iluminación que esperas, porque al conectar con la misericordia y la compasión de Dios inevitablemente “surgirá tu luz … clamarás al Señor y te responderá; pedirás ayuda y te dirá: “Aquí estoy”. (Is 58,8a-9); y llegado a la presencia de Dios le alabarás y le darás gracias por las maravillas que hace por ti y por tu mediación. Dándote a los demás recibes más que reservándote.
* * *
Muchas personas suelen preguntarse por qué no avanzan más en su vida espiritual. “No falto a la formación que se imparte en la parroquia, voy a misa los domingos y otros días si puedo, procuro confesarme con frecuencia, ayudo en Cáritas, pero no acabo de sentirme satisfecho”. Tal vez la causa esté en que todo eso que haces, y que es encomiable, está desligado de tu vida real; y no me refiero a la vida de relaciones particulares de cada uno, sino a la vida social que late más allá de los muros de la familia, los amigos y la Iglesia. Tal vez vives un amor acotado a esos ámbitos y poco universal.
Cuando la luz que recibo de Dios se queda en el ámbito de mi grupo-estufa social o parroquial, o ilumina sólo mi interioridad individual, acaba por asfixiarse, como se asfixia la vela que se pone debajo de un celemín. Cuando el papa Francisco te habla de una “Iglesia en salida” te está diciendo que has de abrir tu corazón al mundo, porque el celemín que reduce el ámbito de la fe a un círculo cerrado, aunque sea muy pío, no sólo no ayuda a transmitir la luz sino que, desgraciadamente, la apaga.
¿Comprendes ahora por qué tu vida espiritual anda tibia y mortecina? La luz que no se expande, como el amor que no se da, se pierde.
Sin menoscabo de misas, oraciones, estudios bíblicos y colaboración puntual con Cáritas, deberías valorar más los pequeños-grandes gestos que te abren a la "vida exterior”, como pueden ser el dedicar un tiempo al enfermo en casa o en el hospital, animar al anciano condenado a vivir solo escuchándole, poner tus bienes al alcance del vecino necesitado, no faltar a esa manifestación donde se reclaman derechos justos o participar en los actos culturales y festivos que se realizan en tu pueblo o en tu barrio, etc.. En una palabra, deberías compadecerte de todos, permitir que tu corazón lata al ritmo que te marcan las necesidades y retos de cada momento; y, cuando la justicia lo requiere, priorizar la acción sobre la contemplación. Y al decirte esto no estoy devaluando los momentos de oración sino dándole valor, porque la oración que no pone en el altar la vida, como la vida que no se ora, acaban por apagarse.
* * *
Priorizar la compasión, el “padecer con”, la disponibilidad para el servicio a los más pobres y necesitados, y evaluar tu vida espiritual y religiosa desde esta prioridad. ¿No dice algo de esto el profeta Isaías? ¿No es esto lo que dice Jesús cuando enseña “vosotros sois la sal de la tierra, … vosotros sois la luz del mundo?”. Deberías preguntarte, llegado a este punto: ¿Cuál es tu prioridad? ¿La justicia o tus intereses profanos y religiosos? ¿tu prójimo o tu yo engreído (ego)? Jesús apostó por un amor universal, una compasión sin límites, sin los recortes que a veces exige la corrección política: “Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos” (Mt 5,44-45). Esta apertura universal del amor forma parte del plan de vida de Jesús.
¡Qué importante es lo que antes he definido como “teología de la acción compasiva”! Es muy común oír hoy hablar de la necesidad de formación de los fieles laicos. Es verdad que hay una formación teórica que es buena y útil para discernir, pero no olvidemos que el “lugar teológico” (lugar de encuentro y conocimiento de Dios) por excelencia es la práctica de la misericordia. Así lo dice hoy Isaías, y lo dijo Jesús: cada vez que das de beber al sediento, de comer al hambriento, posada al peregrino, compañía al encarcelado, etc. “conmigo lo hacéis” (Mt 25,40) y entráis en comunión conmigo: “venid, benditos de mi padre” (Mt 25,34). ¿No habría que priorizar la acción a la lección magisterial? A menudo olvidamos que Jesús no nos legó ningún escrito directo, nos dejó una vida de acciones de las que extrajo enseñanzas; y de la vida y enseñanzas de Jesús, después, se redactaron los evangelios. ¿Qué seria de “los evangelios” sin la realidad del “evangelio” personificado y actuado en Jesús?
En un mundo donde la verdad cada cual la falsea y la maquilla a conveniencia (fake news), ¿en qué o en quién creer? Lo único que nos queda es el amor; no el amor emotivo y romántico sino el amor activo, amor entregado, amor en la dimensión de la cruz. Solo el amor es digno de fe. Sólo desde la práctica de las obras de misericordia podemos entender algo de la verdad y adquiere sentido nuestra vida; también la vida religiosa.
Es importante no descartar el sentido comunitario del llamamiento al amor. No somos “lobos solitarios” en esto de expandir la luz del Reino, somos ciudad, somos Iglesia. Para la Iglesia es esencial ser lámpara de la misericordia, ser "ciudad ciudad puesta en lo alto de un monte". Una luz solitaria alumbra poco. No dice Jesús “tú eres la luz” sino “vosotros sois la luz”; su mensaje se dirige a la ciudad que está en la cima del monte, a la Iglesia. Sentirte Iglesia, poner tu luz en Asamblea junto a la Luz de Cristo, alumbrar y dejarte iluminar por otros, es más necesario que nunca en una cultura consagrada al relativismo y al individualismo. El primer paso del amor ha de comenzar por casa. “Mirad como se aman”, decían de los primeros cristianos.
* * *
Tenemos tan cerca a Dios que no le vemos. Necesitamos limpiar nuestras gafas con la Palabra de Isaías: primero obrar, y luego vendrá la luz. Empecé este comentario con la primera parte del texto del profeta que propone hoy la Iglesia. Quiero terminarlo con la segunda parte. Es repetición de lo mismo, pero ahora no exhorta sino que simplemente afirma los beneficios de la práctica de la misericordia. "Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia, cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies al alma afligida, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía» (Is 58,10-11). En las religiones de oriente se habla de “iluminación”, de experiencia de plenitud de vida; Isaías dice algo semejante.
¿Buscas la iluminación? Este es el camino: la compasión. La Luz está fuera, y también está dentro de ti. Sólo tienes que quitar el barro que no te deja ver la Luz de fuera y tampoco deja salir la que hay en tu corazón. Practicar la compasión rompe el muro que hay entre tu luz y su Luz; facilita tu visión y tu unión con Dios y con la Iglesia; y es un modo privilegiado de evangelización: "Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos". Puedes decir entonces con admiración y gozo: es verdad, "tu Luz, Señor, nos hace ver la luz" (Sal 35,10).
¡Feliz domingo!
______________
Otro comentario a las lecturas de hoy en :
Febrero 2023
Casto Acedo
No hay comentarios:
Publicar un comentario