EVANGELIO
Mateo 5,17-37:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. ... Os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado.
Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. ...
Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón....
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”. Pero yo os digo que no juréis en absoluto».
¡Palabra del Señor!
* * *
Decía san Pablo hablando del final de la vida: "deseo partir
para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor" (Flp 1,23). Me quedo con la expresión última. Si algo puede satisfacer el final o la finalidad de la vida ese algo es Cristo que "es, con mucho, lo mejor". Y desde ahí quiero leer el evangelio de hoy. Las correcciones que Jesús hace al decálogo no suponen una anulación de la ley sino una invitación a ir, más allá de la letra, "a lo mejor", al espíritu de la ley, que es lo que la hace atractiva, sanadora y gratificante.
Una espiritualidad para adultos
Casi todos aprendimos los diez mandamientos cuando nos prepararon para la Primera Comunión. Desde niños aprendimos a mirar nuestra vida moral desde ellos. A esa edad entendíamos el pecado como una norma divina que era necesario cumplir para ir al cielo.
Muchos de los niños de entonces, ya adultos, se han quedado ahí, atados a los hilos de los mandamientos como única herramienta para revisar sus vidas; de ahí que la gran preocupación de quienes en su formación cristiana no sea otra que evitar cruzar el límite de lo permitido (¿hasta dónde es pecado y hasta dónde no?). Las personas estancadas en este fariseísmo sufren lo indecible porque viven en la contradicción de que el pecado (que quieren rechazar) les resulta más atractivo y apetecible que el amor de Dios (que deberían abrazar).
Muchos de los niños de entonces, ya adultos, se han quedado ahí, atados a los hilos de los mandamientos como única herramienta para revisar sus vidas; de ahí que la gran preocupación de quienes en su formación cristiana no sea otra que evitar cruzar el límite de lo permitido (¿hasta dónde es pecado y hasta dónde no?). Las personas estancadas en este fariseísmo sufren lo indecible porque viven en la contradicción de que el pecado (que quieren rechazar) les resulta más atractivo y apetecible que el amor de Dios (que deberían abrazar).
Los mandamientos pertenecen al Antiguo Testamento, a los tiempos de la preparación; la ley es parte de la pedagogía divina que apunta a Aquel que está por encima de la ley, Jesús, que trae algo nuevo. Si no fuera así, si Jesús no hubiera añadido ninguna novedad al modo de vivir la relación con Dios, ¿para qué vino? ¿Qué sentido tendría la Encarnación si con la ley de Moisés ya se hubiera dicho todo?
Jesús aporta la madurez necesaria para superar el legalismo infantil de la religión judía; su reiterado “habéis oído que se dijo (pasado), pero yo os digo (presente, futuro)” pone en evidencia la corrección de lo viejo. Más tarde san Pablo dirá: "Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño" (1 Cor 13,11). Para san Pablo, como para Jesús, la libertad moral que da el Espíritu está por encima de la ley (cf Gal 4-5); Jesús y san Pablo hablan de una espiritualidad para adultos que han superado el miedo infantil al castigo (moral heterónoma) y se mueven impulsados por el amor (moral autónoma).
Jesús aporta la madurez necesaria para superar el legalismo infantil de la religión judía; su reiterado “habéis oído que se dijo (pasado), pero yo os digo (presente, futuro)” pone en evidencia la corrección de lo viejo. Más tarde san Pablo dirá: "Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño" (1 Cor 13,11). Para san Pablo, como para Jesús, la libertad moral que da el Espíritu está por encima de la ley (cf Gal 4-5); Jesús y san Pablo hablan de una espiritualidad para adultos que han superado el miedo infantil al castigo (moral heterónoma) y se mueven impulsados por el amor (moral autónoma).
Según Jesús, el acierto a la hora de enfocar la vida no está en el sometimiento a un código moral, sino en el sano ejercicio de la propia libertad. El hombre es un ser creado en y para la libertad y como tal tiene el deber de elegir. Por su parte, el mal no es un castigo de Dios por las negligencias cometidas sino la consecuencia más o menos directa de elecciones equivocadas (pecados). Así lo dice el libro del Eclesiástico, “ante ti están fuego y agua, echa mano a lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida, le darán lo que él escoja” (15,17-18).
El éxito de la vida está en arriesgar y escoger lo mejor. Limitarse a vivir en la tibieza de la Ley no suele dar muchas satisfacciones; a la hora de elegir, el seguidor de Jesús no debe conformarse con el cumplimiento -cumplo y miento-, porque “si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos” (Mt 5,20); Jesús recomienda hacer una opción por “lo mejor” yendo más allá de la norma, pasar del "habéis oído que se dijo" al “pero yo os digo…”.
Las propuestas de Jesús: ¿Qué es lo mejor…?
¿Qué es "lo mejor"?. Las correcciones o apostillas de Jesús a la ley que se introducen con la expresión "pero yo os digo" no pretenden añadir nuevas exigencias a lo ya escrito sino aportar luz para ver con claridad que tras cada mandamiento del decálogo se encuentra un aviso para no perderse en el camino de felicidad que es el camino de las bienaventuranzas. Tal vez Jesús pudo haber dicho ¿qué es lo mejor, seguir fríamente los preceptos del Decálogo o ahondar en el significado profundo de esas normas humanizándolas y haciéndolas propias? (Mt 5,17-19).
Lo primero que nos enseña Jesús es que seguir los impulsos del Espíritu de libertad es más comprometido y a la vez más gozoso que seguir la letra de la ley; porque el Espíritu supone y supera a la ley; y aquello que sin Él es una carga, con Él es un gozo.
1. ¿Qué es "lo mejor": vivir toda tu vida conteniendo los impulsos asesinos por temor a la cárcel en esta vida o al infierno en la otra, o buscar con empeño la concordia con todos los que te rodean viviendo la reconciliación? (cf Mt 5,21-24). ¿De veras crees que los asesinos y pendencieros son felices?. Nadie que es feliz por dentro saca violencia hacia fuera. Hay no hay felicidad. Pero tampoco hay mucha satisfacción en quien racanea el amor.
"No matarás”, dice el quinto mandamiento, y muchos, para justificar su mezquindad espiritual, siguen recurriendo al “yo ni robo ni mato”; es la espiritualidad del cementerio donde todo está quieto, porque no hay vida. Pero Jesús no ha venido a aquietarnos sino a inquietarnos con sus propuestas. La vida no crece en la pasividad del no matar con la espada o con la lengua sino en la actividad de quien apuesta por el perdón y el amor. Por tanto, si tu hermano tiene quejas contra ti -¡atención! si él tiene quejas contra ti, no sólo si tú las tienes contra él-, reconcíliate con él antes de acercarte al altar de Dios. Es lo mejor, porque tendrás unas relaciones con Dios y con los hermanos.
2. ¿Qué es ¨lo mejor": entrar en pleitos por pura soberbia y deseo de dominio, o evitarlos potenciando la virtud de la humildad? (cf Mt 5,25-26). La vida evangélica busca ante todo el diálogo desde la igualdad; no se soluciona nada venciendo al adversario con las malas artes de unos pleitos que se pueden amañar. Eso no hace sino alimentar tu ansiedad. Ya sabes: “¡pleitos tengas y los ganes!”. Sé humilde y no quieras imponerte por la fuerza a los demás. En el plato de la felicidad la humildad es el producto base.
3. ¿Qué es "lo mejor": obsesionarte ciegamente por la mujer (el marido) de tu prójimo (prójima) hasta el punto de llegar al adulterio con ella (con él), o cortar de raíz esa obsesión que te conducirá al sufrimiento de una vida de traición y mentira? (cf Mt 5, 27-28). No sólo hay un adulterio de los cuerpos, también hay un “adulterio del corazón” que desea. Todos sabemos que la fidelidad matrimonial no es cuestión de fría legalidad sino de fidelidad en el amor. Ser fiel es vivir el día a día entregado a la propia familia, cultivar la gracia del sacramento; esto es lo mejor. Hacer dejación de ello es ser infiel a la palabra dada con el “si quiero”. Aventurarse en relaciones extramatrimoniales, además de lo que supone de deshonestidad y engaño suele acarrear sufrimientos impredecibles. La estabilidad familiar es un bien inenarrable que hay que buscar y proteger a cualquier precio. No te dejes embaucar por cantos de sirena.
4. ¿Qué es ¨lo mejor": cortar de raíz con determinadas propiedades, relaciones, ideas y actitudes tóxicas que están robándote la libertad y la vida, o seguir aferrado a ellas hipotecando tu libertad? (cf Mt 5,29-30). La calidad de la fruta depende de la tala del árbol. Podar todo lo que entorpece el buen desarrollo de una planta no es matarla sino revivirla. Cada uno sabe cuáles son las ramas que le estorban para crecer como discípulo. Ya lo dijo Jesús: “Vende todo lo que tienes y luego sígueme” (Mt 19,21).
5. ¿Qué es "lo mejor": padecer el fracaso afectivo y familiar que supone un proceso de divorcio, o esforzarse por cultivar el día a día del amor matrimonial? (Mt 5,31-33). El triunfo del amor es el triunfo de la cruz, sabiduría de Dios (cf 1 Cor 2,7-8), donde Cristo se mantuvo fiel a Dios y al hombre siendo fiel a su misión. Sólo con la mirada común puesta en el crucificado, dejando que su mirada penetre el ser de la pareja matrimonial, es posible la unidad y fidelidad hasta la muerte.
Cuando llegan las dificultades en la vida matrimonial, lo mejor -aunque no precisamente lo que más gusta- es amar en la dimensión de la cruz buscando en la medida de lo posible el retorno al amor primero. "El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es
indecoroso ni egoísta: no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que
goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca" (1 Cor 4-8), pero en su ignorancia “los príncipes de este mundo no han conocido esta sabiduría, pues si la hubiesen conocido nunca hubiesen crucificado al Señor de la gloria” (1 Cor 2,8).
6. ¿Qué es "lo mejor": echar mano de firmas y juramentos para ser creído, o llevar una vida honesta, sincera y honrada que no necesite de artificios para que seas reconocido como “hombre (mujer) de palabra”? (cf Mt 5,33-37). Quien necesita imperiosamente de juramentos para justificar y asegurar sus palabras es porque sabe que su vida nada en la mentira. Y la mentira es cosa del diablo.
6. ¿Qué es "lo mejor": echar mano de firmas y juramentos para ser creído, o llevar una vida honesta, sincera y honrada que no necesite de artificios para que seas reconocido como “hombre (mujer) de palabra”? (cf Mt 5,33-37). Quien necesita imperiosamente de juramentos para justificar y asegurar sus palabras es porque sabe que su vida nada en la mentira. Y la mentira es cosa del diablo.
* * *
El sermón del monte con sus "pero yo os digo" expone un proyecto de vida para valientes que, como Jesús, se preguntan: ¿cuál es la voluntad de Dios para mi matrimonio, para mi familia, mi trabajo, mis diversiones, mi futuro... para toda mi vida? ¿Cómo vivir todas estas realidades felizmente y sin engaños? Para hallar la respuesta adecuada hay que impregnarse del Espíritu de las bienaventuranzas del Reino.
Las propuestas de Jesús te invitan a adentrarte en el espíritu de esas bienaventuranzas. Has buscado la felicidad sometiéndote a unas normas externas (la letra de la ley); y hay momentos en los que te has sentido satisfecho de ser cumplidor de la ley, pero también ha habido situaciones que te han revelado tu impotencia para conseguirlo. Has acudido una y otra vez al confesionario con sincero arrepentimiento y empeño por mejorar y reiniciar el camino; pero todo sigue igual.
Deberías vivir más atento a la interioridad que a la exterioridad de tu vida, porque en cada caída exterior (pecado) se esconde una falla interior que deberías retocar (conversión). Para eso sirven los mandamientos, para poner en evidencia el pecado, los actos fallidos. Dice san Pablo: "La ley ha intervenido para que abundara el delito;
pero, donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rm 5,20). Jesús no suprime la ley (quedaríamos ciegos para ver las causas de nuestras desdichas), pero quiere que nos demos cuenta de que quien salva del pecado no es la ley (¿alguien es capaz de vivir por sí mismo cumpliendo la perfección de los mandamientos?) sino la gracia de Dios, su amor misericordioso, capaz de llenar el vacío de la falla interior que te hace tropezar. ¿Cómo llenar ese vacío? Jesús, que quiere para ti lo mejor, puede llenarlo, y para ello te da sus "pero yo os digo", su proyecto de vida basado en un amor sin límites ni recortes.
¡Feliz domingo!
Febrero 2023
Casto Acedo.
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