viernes, 26 de agosto de 2022

Al hilo de la Palabra (28 de Agosto)


EVANGELIO  Lc 14, 1.7-14.

Un sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:

«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.

Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».

Y dijo al que lo había invitado:

«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».

¡ Palabra del Señor!

* * *

Hay quien se toma muy a mal que le reserven un lugar  poco vistoso cuando asiste a un evento social, ya sea una comida de empresa, una conferencia, una boda o cualquier otro acto, incluso puede ser una misa. ¿Tan poco importante soy que me han colocado en este irrelevante rinconcito de la sala? 

Desde niños se nos educa para sobresalir, ser el primero, el más listo, el que llega más alto. Si queremos tener una vida provechosa y feliz has de triunfar sobre los otros. Quien educa para esto ignora que lo que hace es sembrar la semilla de la infelicidad en el corazón del educando.  

Aspirar compulsivamente a ser el centro de atención, a ocupar los primeros puestos, conduce a  una vida  constante de malestar y sinsabores como consecuencia de esos deseos inalcanzables. Si para ser feliz tengo que ser la estrella, el primero, digamos entre cien, tengo sólo un 1% de probabilidades de serlo, y un 99% de que no sea así. Es más, si tengo que ser la persona más perfecta y exitosa del mundo -¿quién no aspira a ello?- está claro que mis posibilidades de llegar a ser eso que aspiro son ínfimas, sino imposibles.

Tal vez la infelicidad sea la característica más peculiar del fariseo. Obsesionado por cumplir unas cuotas de perfección moral, cuando no logra hacerse con ellas se le abre la puerta al desánimo y la tristeza. 

¿Qué puedo hacer cuando no doy la talla que se espera de mí? Me quedan dos caminos: 

1. la aceptación de mi impotencia y el abandono a la gracia de Dios,  

2. o la hipocresía,  vivir en el engaño y la simulación, ocultando mis fallos por temor a ser rechazado si no respondo a la perfección que me imagino se espera de mi. 

En esta segunda opción se fragua el fariseo y su insatisfecha existencia. En su deseo de perfección, o por el cinismo de "ocultar para no escandalizar", se forja un ego hipócrita con que tapar sus debilidades. En un estúpido ejercicio de autoengaño llega a ocultarse a sí mismo sus propias faltas. ¿Hay alguien más desgraciado que quien es ciego y se niega aceptar su ceguera? El fariseo se ha inventado una personalidad ficticia, un ego falso, que ata su modo de vida al yugo del qué dirán y le desconecta de su propio ser. El fariseo llega a ser un zombi espiritual, un cuerpo sin vida, una forma sin fondo.

* * *

Jesús, invitado a comer en casa de “uno de los principales fariseos” observó “que los convidados -posiblemente otros fariseos- escogían los primeros puestos”. Ya dejé entrever que el fariseo cree merecer los mejores puestos y consideraciones en virtud de sus méritos; gusta de ser protagonista en todo; cuanto más débil es más se afana por mostrarse fuerte; trabaja para ocupar el primer puesto, y así abona el terreno para el enfrentamiento con otros muchos que ambicionan lo mismo. En la mesa del anfitrión no pueden todos sentarse a la derecha de éste, y como todos quieren ocupar ese puesto se producen los choques. En el pico de la pirámide sólo puede haber uno. Jesús te aconseja estar mejor en la base del edificio. 

Contra el fariseísmo aconseja Jesús hacer ejercicios de humildad: “Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto”. Un sabio consejo para no exponerse al ridículo y para curarse de la posible depresión de quien se  ha hecho una imagen aumentada de su valor. 

"Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto". El fariseo, que tanto confía y presume de sus éxitos, es un personaje expuesto al ridículo; siempre vendrá alguien que le sacará los colores y hará evidente su fachada de cartón-piedra. 

Fruto de la contemplación del propio yo como humus (tierra), la humildad es remedio contra el fariseísmo y clave para lograr la felicidad. Humildad es “andar en verdad” dice santa Teresa; quien acepta la verdad de quién es, con sus defectos y también sus perfecciones, inicia un camino de vida interesante. El humilde sabe que  necesita del Otro y de los otros, se acerca a ellos y aprende sobre el amor, ya sea fascinado por la gratuidad del amor de un Dios que le quiere tal como es, o sorprendido por la verdad fundamental de que  no es feliz quien más recibe sino quien más da.

Amar no es recibir amor (honores, atenciones) sino dar el propio ser. Quien hace esto mata en sí el virus del fariseísmo. Esto del amor es el segundo consejo que da Jesús en el evangelio de hoy: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado” . 

Una característica propia del fariseo es la de hacer todo esperando cobrar.  En sus relaciones con el prójimo como en sus relaciones con Dios se rige por el principio del do ut des,  "te doy para que me des". Siempre anda por medio el interés. Así no se puede ser feliz. “Cuando des un banquete -corrige Jesús- , invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos”.  Serás dichoso si haces esto, porque has sido creado a imagen de Jesús, y tu vida se realiza abrazándote en Él, es decir, abrazando la tierra, la humildad, que eres, siendo  último, con la convicción de que “todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido”. Procurar la felicidad del prójimo es procurarte la tuya. Contra encumbramiento fariseo, fraternidad.


* * *

Si andas triste, si tu vida no es tan perfecta como te han dicho que debería ser, no desesperes. Si te sientes mal a causa de ello es porque algo hace aguas en ti. 

El mundo es como es, cambia a mejor lo que puedas, pero no pretendas someter a nadie a tus criterios de perfección. Reconoce que ni tú mismo te sometes a ellos. De hipócritas y de locos todos tenemos un poco. Convéncete de que tu infelicidad no te viene de fuera sino de dentro. La causa está en tu interior, en no aceptar la realidad de lo que eres y de lo que Dios pone en tu camino. Todo los obstáculos que encuentras en tu vida, incluso tus caídas, son oportunidades que Dios te ofrece para superarte en fe y abandono a Él y así cambiar por luz la oscuridad de tu ceguera farisaica. 

Acéptate y acepta tu historia, con sus aciertos y sus mentiras; no simules virtudes que no tienes ni ocultes vicios que tienes. Abre los ojos a la dura realidad de tu pecado y a la magnífica realidad de la misericordia de Dios.

San Pablo, que fue fariseo converso, decía que pretender salvarnos con nuestras perfecciones es un acto de soberbia mediante el cual hacemos inútil la pasión de Cristo. "Si la justificación es por medio de la ley, Cristo habría muerto en vano" (Gal 2,21). Si yo puedo por mí mismo vivir la perfección del amor, ¿para qué murió Cristo? Si el ser humano puede con sus solas artes lograr la vida plena, ¿no hubiera bastado con que Dios nos diese los mandamientos para que los cumplamos? Jesús  te invita a la virtud, pero sabe también de tus pecados; tal vez el mayor de sea el del fariseísmo.

"Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte", serás feliz, porque tu felicidad no la tienes puesta en algo que alcanzar fuera sino en la gracia de Cristo que invade tu interior y modela tu corazón devolviéndote la imagen de Dios que eres. 

 ¿No es todo el evangelio un canto a los pecadores arrepentidos y un lamento por los fariseos pertinaces? El mayor obstáculo para la propia salvación es el de creerte santo cuando eres pecador. Abájate. La humildad y la caridad te igualan con el mismo Jesús, que no te llama a la perfección sino a vivir la unión con Él. Sólo Él es perfecto. Déjate en sus brazos.

¡FELIZ DOMINGO

Agosto 2022

Casto Acedo.

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