Este domingo comienza el tiempo de Adviento, días previos a la celebración del nacimiento de Jesús y que la Iglesia invita a VIVIR EN ESPERANZA, con los ojos abiertos para reconocer a Jesús que viene.
Ya hace días que comenzó la estresante carrera del consumo navideño: Black friday, luces y decoraciones navideñas, compra de juguetes y regalos, reservas de comidas de empresa, etc. Es sorprendente cómo se ha dado la vuelta al sentido de la Navidad. Se debería preparar la acogida de quien va a nacer, y sin embargo, el primer lugar lo ocupa la alienación, la borrachera, la juerga y el divertimento, esperanzas en caprichos exteriores.
Tenemos casi de todo, y no estamos satisfechos. Vivimos saturados de deseos y esperanzas (en plural) que aguardamos lleguen desde fuera. Pero ¿y si la esperanza, en lugar de estar fuera, estuviera dentro? ¿No estaremos confundiendo la esperanza con las expectativas y los deseos?
Tal vez te equivocas al pensar que la felicidad cosiste en satisfacer tus aspiraciones a poseer o controlarlo todo. La ambición sólo genera sufrimiento. Quien vive en esperanza aniquila el deseo, acepta lo que le venga y en un arranque de generosidad vive más preocupado por los sufrimientos y problemas ajenos que por los propios.
Te propongo para este Adviento un ejercicio muy simple: soltar tus dependencias o apegos, tus deseos y expectativas, la ilusión que pones en obtener bienes que consideras imprescindibles para ser feliz. Recuerda que quien vive de ilusiones es un iluso. Es mejor actuar que esperar ilusionado que la solución caiga del cielo. ¡Despierta a la realidad y actúa en ella! Así alimentas la esperanza. Es lo que hizo Jesús.
Me atrevo a darte unos consejos:
* Vacíate de todo deseo. Cuando deseas algo con vehemencia vives en el sufrimiento por no tenerlo, y una vez en tu mano pasas a vivir en otro sufrimiento, el del miedo a perderlo. ¿Merece la pena?
* Deja ir el sueño de que se solucionen tus problemas por arte de magia. Trabaja por una salida, pero no te agobies y desesperes si tarda en llegar. No olvides que los obstáculos son una oportunidad para crecer.
*Suelta tu "ego". Que tu felicidad personal no sea lo más importante. Busca satisfacer y alegrar a los que te rodean; sin excepciones; al hacerlo repartes esperanza, y lo que siembras cosecharás.
*No seas tan torpe como para creer que del vacío existencial puedes salir dándote a “juergas y borracheras”; sabes bien que la droga no elimina sino que aumenta la desesperación.
*Despierta. “¡Estad despiertos!” dice el evangelio. Sal del sueño en que vives. Creer que tu felicidad depende de que se cumpla siempre lo que te apetece sólo te conducirá a la pesadilla del eterno desencanto.
*Medita, entra dentro de ti para hallar y sentir a Dios. Eres “imagen y semejanza de Dios”. Llevas impresa la imagen divina. Si quieres vivir en esperanza suelta todo lo que desdibuja esa imagen y déjate embaucar por su amor.
*Permanece abierto a la novedad de lo que pasa ante de ti cada día; porque tus días están preñados de Dios. Lo tienes a tu lado, no como tú lo imaginas o deseas que venga, sino como él es: encarnado, pobre, sorprendente. Abre tus ojos a la realidad de su paso.
* La esperanza, la tuya y la de tus
hermanos, se alimenta y crece con la
práctica de la caridad. Allí donde te necesiten, abre camino a la esperanza.
Amar es el mejor ejercicio de Adviento, la mejor cuna para acoger
al Niño Dios.
No te dejes embaucar por "las esperanzas mundanas" y afírmate en la Esperanza auténtica, la que está anclada en Dios y sus promesas.
¡Feliz Adviento!
Casto Acedo