Hoy prevalece el domingo sobre la fiesta de la Nuestra Señora del Pilar. No obstante, por motivos pastorales se puede celebrar la fiesta mariana en la liturgia del domingo. Al final van unas notas que pueden ayudar a enfocar el evangelio desde la figura de la Virgen María.
EVANGELIO
Lc 17,11-19
“Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:
-«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».
Al verlos, les dijo:
-«Id a presentaros a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias.
Este era un samaritano.
Jesús, tomó la palabra y dijo:
-«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?».
Y le dijo:
-«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».
¡Palabra del Señor!
* * *
“Jesús, maestro. Ten compasión de nosotros”. Hermosa oración para ser pronunciada con los labios del cuerpo o del alma acosados por la enfermedad. “¡Jesús, maestro, ten piedad de mi!”. ¿Quién no ha gritado así alguna vez pidiendo ayuda a Dios? ¿Y quién no ha sabido alguna vez que su grito fue escuchado, que el cuerpo sanó tras la enfermedad, el alma se calmó tras la tormenta o el ambiente de nubarrones se despejó?
Las experiencias de sanación física o espiritual forman parte de nuestra vida; por ello deberíamos mirar el pasar de los días con ojos cada vez más positivos. Porque muy a menudo caemos en la negatividad del “todo está muy mal”, “la cosa se está poniendo fea”, “hasta dónde vamos a llegar”, etc. Lo negativo ejerce sobre nosotros una atracción que, curiosamente, no le permitimos a lo positivo.
Parece ser un vicio muy humano el de vivir instalados en la cultura de la queja, cerrando la puerta a la luz que proporciona la mística del agradecimiento. El evangelio de hoy parece ratificar esa tendencia mayoritaria a no disfrutar lo que recibimos; diez son curados de la lepra física, pero sólo uno se curó de su propio egoísmo. “¿No han quedado limpios los diez? Los otros nueve, dónde están?.
Sólo uno de los leprosos fue lo suficientemente contemplativo como para darse cuenta de que su curación no fue a consecuencia, ni de su grito oracional ni del cumplimiento del rito de presentarse a los sacerdotes; sólo uno trascendió su mente y percibió en el corazón que fue el poder de Jesús, la confesión de su nombre, la causa de su sanación. Diez fueron insistentes en su oración de petición, sólo uno, el contemplativo, meditó en lo recibido y alabó a Dios dándole gracias. Diez tuvieron delante a Dios, sólo uno lo vio.
* * *
Cada día despierto al milagro de la vida. Sale el sol, o el cielo gris cubre el firmamento y me bendice con la lluvia; puedo levantarme de la cama por mi pie; desayuno permitiéndome elegir tomar unas tostadas con café solo o con leche, o té, o zumo de frutas; salgo a la calle y me encuentro con amigos a los que dar los buenos días; me traslado al trabajo con comodidad andando, tomando el autobús o conduciendo mi propio vehículo; realizo mi trabajo y tomo una pausa para tomar un refrigerio; regreso a casa donde me espera la familia para compartir el almuerzo; luego de recoger todo disfruto un ligero y distendido descanso en el sofá hasta el momento de distraer la tarde compartiendo juego o deberes con mis hijos, dedicado a alguna afición, haciendo alguna compra fuera, o tomando algo en el bar de la esquina; al caer la noche ceno en familia, veo un poco de televisión y me retiro a descansar.
No me falta nada, tengo todo lo necesario para vivir; o eso me parece. Pero hay algo esencial que falta en mi día a día. En mi andadura diaria, tal como la he presentado, faltan tiempos de silencio y oración, momentos de pausa en medio del ajetreo para percibir que mi vida no es una rutina programada; faltan espacios de serenidad para abrir los ojos y ser consciente del milagro de la vida que se me está concediendo. Echo de menos ahí un tiempo de oración para dar gracias. Puede ser la celebración de la misa -eucaristía es acción de gracias- u oración personal en casa o en alguna iglesia, capilla o ermita. En todo caso, momentos de despertar al presente con gratitud.
Sólo uno de los diez leprosos se volvió a dar gracias; lo cual indica que sólo uno de diez despertó al milagro de vivir. Sólo uno era hombre de oración contemplativa. Su acción de gracias le abrió a la sanación espiritual que está más allá de lo que se ve a simple vista; “levántate, vete, tu fe te ha salvado”,
* * *
El evangelio de hoy te está invitando a abrir en tu vida espacios de oración, a hacer pausas para mirar dónde estás, para abrir los ojos y ver la suerte que tienes al estar aquí, ahora, vivo; momentos para pararte, vivir el instante, y estar agradecido por todo lo que recibes sin ni siquiera merecerlo. Tu horario, para ser completo, debería incluir tiempos para la oración, para alimentar, además del cuerpo y la mente, el espíritu que eres. No te basta vivir como un vegetal o un animal. Además de carne e instinto de supervivencia, Dios te ha dado también un espíritu que participa del suyo, que te hace libre y capaz de tomar tus propias decisiones. La vida no se te da predeterminada sino abierta a un futuro que puedes elegir. Pararte y hacer silencio, orar y meditar, es tomar consciencia de los dones recibidos, es sonreír mientras te disfrutas vivo y miras con entusiasmo el horizonte a fin de seguir caminando por las sendas de la gratitud.
Insisto: diez fueron curados, sólo uno vuelve para dar gracias. Curiosamente un samaritano, el que menos esperaba un judío que fuera virtuoso. Los otros nueve volvieron a su vida anterior; seguramente olvidaron pronto el don recibido, o simplemente lo asimilaron como algo que merecieron por sus méritos. Nueve volvieron a su vida de siempre, sin haber logrado una mirada profunda sobre ella. Tras la alegría del momento resurgiría la insatisfacción y su ser profundo, que no había cambiado en la prueba de la enfermedad, volvería a la queja; ahora no por la lepra sino por cualquier otra causa. Cuando el fondo no cambia, la vida tampoco. ¡Siempre encontramos razones para la queja! Ay, si…
Este domingo Jesús quiere que hagas balance de tus quejas y tus gratitudes. Mira que tienes más razones para agradecer que para quejarte, aunque ya sabes que te has educado para lo segundo. Tus automatismos mentales son comunes a los de tu sociedad: “el que no llora no mama”, “el que no se queja no saca nada”, … ¡Qué triste!. No te fíes de esta filosofía; despierta a la vida y mira por cuántas cosas puedes dar gracias hoy.
¿Quién es más feliz? ¿El que se queja de todo o el que todo lo agradece? Responde tú mismo o tú misma a la pregunta y extrae de tu respuesta la sabiduría que necesitas para ser feliz. Esto es orar, abrir los ojos a la realidad presente y hacer ejercicios de agradecimiento.
* * *
Otro comentario a la liturgia de este domingo
*
Fiesta de Nuestra Señora del Pilar
Celebramos a la Virgen María como patrona de la Hispanidad; y al hilo del Evangelio de este domingo, que nos incita a la gratitud y la generosidad, no podemos menos que dar gracias a Dios por el don de la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra.
Damos gracias a Dios porque María es para nosotros “salud”, y podemos dirigir a ella la misma oración de los leprosos a Jesús: “Señora nuestra, ten compasión de nosotros”. Jesús orienta a los leprosos para que se dirijan a los sacerdotes; María nos dirige a su Hijo: "Haced lo que Él os diga" (Jn 2,5)
Tuvieron fe los leprosos, y ni siquiera hubieron de llegar a los sacerdotes para quedar limpios. ¡Qué importante es la fe! Por la fe en la palabra de Jesús se realiza el milagro de la curación, algo que nos recuerda las enseñanzas del domingo pasado: “El justo vivirá por su fe” (Hbc 2,4). “«Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería” (Lc 17,6).
Cuando hablamos de “Virgen del Pilar” estamos hablando de María, imagen y ejemplo de fe. El pilar es Cristo, y María se asienta en la fe en la promesa de que Dios, revelado en su Hijo, no defrauda. “Fíat. Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). La fe facilita y colabora a hacer posible el milagro de la Encarnación; asentarnos en la Roca que es Cristo (1 Cor 10,4), creer su Evangelio, es el principio de toda sanación-salvación; "la fe es garantía de las cosas que esperamos y certeza de las realidades que no vemos" (Hb 11,1). La fe, algo aparentemente banal, es garantía de seguridad y prosperidad en el futuro; con fe podemos salir adelante en todos los proyectos que nos propongamos, algo que pedimos hoy a la Virgen como Patrona de la Hispanidad.
La fiesta de hoy está muy unida a la Solemnidad del apóstol de Santiago que celebramos como patrón de España el 25 de junio; de él se dice en su Prefacio que “con su guía y patrocinio se conserva la fe en España y en los pueblos hermanos y se dilata por toda la tierra”. Fe y misión son las palabras claves que definen a Santiago, las mismas palabras que definen a María del Pilar: asentada en la Roca con su fiat, y misionera que acerca al mundo la salvación.
Pidamos para España y los pueblos hermanos profundizar en la fe que recibimos del Apóstol, y en la cual la Virgen nos acompaña; y no dejemos de solicitar y actuar el impulso misionero que difundió el Evangelio en Hispanoamérica; que la fe recibida se conserve y acreciente a pesar de las dificultades de los tiempos que vivimos.
Como el leproso que volvió a Jesús tras su curación, hagamos del día de hoy una acción de gracias; no cabe duda de que el legado del Evangelio sigue presente en España; reconozcamos todo lo que de Jesús y María, hemos recibido. Lo que tenemos no ha salido de la nada; todo es don de Dios, ¡Demos gloria a Dios! De los diez leprosos que se beneficiaron de la curación sólo uno volvió a dar gracias. Toda España y la humanidad entera se beneficia del amor y la misericordia de Dios, pocos lo reconocen y vuelven su mirada agradecidos a Él. Pero quién despierta a la fe y adquiere un espíritu de gratitud no sólo se beneficia de la salud material, también tiene la dicha de vivir una intensa renovación espiritual.
En estos tiempos en que parece que la fe anda en crisis y flaquea la misión, volvamos hoy la mirada a Cristo y a su Madre y escuchemos la Palabra de Jesús y María que dice: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado».
Octubre 2025
Casto Acedo
No hay comentarios:
Publicar un comentario