miércoles, 20 de agosto de 2025

21º Domingo Ordinario C (24 de Agosto)

 

EVANGELIO Lc 13, 22-30

"Jesús pasaba por las ciudades y aldeas enseñando. 

Uno le preguntó a Jesús:
- «Señor, ¿son pocos los que se salvan?».

Él les dijo:
-«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán.

Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: Señor, ábrenos; pero él os dirá: “No sé quiénes sois”.

Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”.
Pero él os dirá: “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.

Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera.

Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos".

!Palabra del Señor!

* * *

"Señor, ¿son pocos los que se salvan?" (Lc 13,23). La pregunta parece traslucir cierto miedo a perderse algo. Esconde un interés más personal: ¿Cómo puedo salvarme? Después de esta vida, se entiende.

Jesús no responde directamente a su requerimiento, pero aprovecha para dar una lección sobre la esencia de una vida religiosa auténtica. Ésta no consiste en realizar oraciones, cultos, meditaciones, retiros, etc., sino en la práctica de la compasión y la misericordia a la que todo lo demás debe servir. No basta cumplir y decirse uno a sí mismo o decirle a Dios: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”, he ido a misa los domingos, he recibido la comunión y escuchado con atención las enseñanzas de la Iglesia. 

La formación y las prácticas religiosas pueden ayudar a la salvación, a tener una vida feliz ahora y para siempre, pero  por sí mismas no garantizan la vida eterna. Sólo rezar y estudiar teología no asegura entrar en el verdadero conocimiento de Dios. ¡No os conozco!. “¡No sé de dónde sois!", dice Jesús en el evangelio,  "alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”; palabras que recuerdan las de Mt 25 42-43: “Tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis". 

Podemos decir que el evangelio de hoy da un toque de atención a quienes viven obsesionados por la religión y las normas morales como medio para obtener el beneficio futuro de la vida eterna. Toda institución religiosa tiende a considerarse a sí misma  misma como la única puerta de acceso a la vida eterna. Extra ecclesiam nulla salus;  muchos entienden esta sentencia de un modo que Jesús desautoriza en el evangelio de hoy:  "vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios". Olvidamos a menudo que una cosa es la Iglesia y otra distinta el Reino de Dios. Y la Salvación no se logra por pertenecer a la Iglesia, santa y pecadora, sino por la pertenencia o estancia en los valores del Reino de Dios: "que es justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo" (Rm 14,17). Vivir el Reino de Dios es "vivir en Dios"; y sólo en Él está la vida eterna  (Jn 3,36; 4,14; 5,24).

* * *

Hubo un momento en la historia de la Iglesia en que ley (mandamientos, normas, disciplinas) se establecieron como lo único importante. La moral pasó a ocupar un lugar preeminente, por encima del mismo Dios.  Se pensó que lo único valioso es "ir al cielo", la vida aquí abajo sólo la justifica el sufrimiento para merecer el cielo,  y al pueblo cristiano le basta saber qué tienen que hacer para llegar a él.  Se dejó de hablar de Dios (del Dios que se revela en la persona de Jesucristo), que pasó a ser un desconocido. ¿Cómo vivir en Alguien  que se desconoce?

En situaciones de cristiandad la fe y el conocimiento de Dios se dieron por supuestos. Pero ¿qué pasa hoy, cuando no vivimos en cristiandad sino en el siglo (secularización)? Los mandatos en que se asentó la religión y la esperanza de vida eterna pierden su sentido. ¿Para qué amar al prójimo más que a uno mismo? ¿Para qué rezar? ¿Para qué ir a misa? ¿Para qué bautizarse, comulgar  o casarse por la Iglesia? etc. Todo esto tiene sentido si hay Dios y si se da una relación con Él; sin Dios las normas morales pierden autoridad. Si no hay Dios, ¿quién tiene derecho a imponerme normas?

Jesús nos viene a recordar hoy que no salvan la ley sino la fe (Gal 2.16), con  la gracia de Dios (cf Rm 7,22.25). Los mandamientos son un mapa, una propuesta divina, pero sin Dios (fe y gracia) son imposibles de cumplir (Jn 15,5). "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán", dice Jesús. No podrán por sí mismos, pero "para Dios nada hay imposible" (Lc 18,27;  Rm, 8,3); por tanto, no te agarres a la ley sino a Dios.

¡Qué importante es conocer y tratar con Dios! ¡Qué importante es la oración!  ¡Qué importante no vaciar la religión de su espiritualidad (presencia divina)! Tal vez haya decaído la práctica de la religión en su vertiente de "búsqueda de seguridad para la salvación eterna"; pero la humanidad, de modo más o menos consciente, sigue buscando una espiritualidad que llene su día a día. Y es esto lo que pone sobre la mesa Jesús: un modo de ver y vivir la vida desde el Padre; una salvación para el cielo que no se entiende separada de la tierra. 


No te preocupes por tu salvación futura, busca mejor la salvación presente: el Reino de Dios en la tierra. Jesús predica y promueve la salvación integral de la persona, que consiste en conjugar el verbo rezar al ritmo del verbo amar, aliñar la oración con mucha compasión, sustituir o  completar los sacrificios rituales con la misericordia

Acierta en el camino cristiano quien busca la salud, la felicidad, la dignidad del prójimo; o, lo que es lo mismo, busca su salud, su felicidad, su dignidad en la salud, la  felicidad y la dignidad del prójimo. No soy un eslabón suelto en la cadena de la vida; soy parte de un todo. El prefijo "com" de com-pasión o com-padecer, indica comunión; y esto es muy significativo para el tema que nos ocupa: solo puedo  salvarme en comunión-comunicación con otros.  Una buena respuesta al que preguntó a Jesús podría haber sido ésta: "Busca el Reino de Dios y su justicia -practica la compasión y la misericordia- y todo lo demás -salvación eterna incluida- se te dará por añadidura" (Mt 6,33). 

No te obsesiones, pues, por el tema de la salvación reduciéndola al momento del "juicio final" como día terrible (dies irae); de eso se preocupan los que no quieren vivir amando. Tú vive un amor sin restricciones personales ni sociales, y no tengas miedo a ser el último, el siervo de los siervos. Te aseguro que el mismo Jesús te sentará a su mesa cuando venga. Te lo dijo el domingo pasado (cf Lc 12,37) y hoy te lo repite: sé el último y serás el primero. La salvación consiste en algo tan sencillo como estar dispuesto a perderte con gozo día a día en las manos de Dios abrazando tu historia y la de tus hermanos.


¡Que tengas un buen Domingo!

Agosto 2025
Casto Acedo

1 comentario:

  1. Ni una coma se le puede añadir. Una maravilla de meditación. Me ha ayudado en mi momento.
    Y, como me gusta, en primera persona cuento: (sin echar balones fuera)
    Sin embargo hay estaciones de mi vida en que Dios está lejos y no se deja sentir, me siento sola y sin luz y desde luego no veo ese Reino de Dios aquí y ha de estar aquí, para qué sino la creación? No me gusta el valle de lágrimas... Dios hizo un paraíso y no para El sino para el hombre, con lo que entiendo que tb para mi. Y, a pesar de redimirnos, sigue la enfermedad, la muerte, el dolor, el trabajo con sudor. Somos los humanos los encargados de cambiar todo eso me dirá, hacer del trabajo algo justo y acabar con la enfermedad y la muerte con nuestro esfuerzo científico, paliar el dolor... Pero eso ya se intentaba antes de nacer Jesús... los egipcios, los griegos, ...
    Muchos interrogantes para mi pobre mente y mi espíritu que tiene una fe incapaz de mover montañas, es decir, menor que un grano de mostaza.
    Gracias D. Casto
    .

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