EVANGELIO Lc 12, 40-53
Dijo Jesús a sus discípulos:«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».
Palabra del Señor
¡Ladran, luego cabalgamos! dice una sentencia que pone de manifiesto que quien vive con autenticidad genera a su alrededor situaciones que le hacen molesto, y quienes se molestan, ¿cómo no?, ladran, critican, marginan, queriendo conjurar el peligro que supone la verdad para sus intereses.
Acostumbrados a un Jesús dulce, amable, acogedor, el evangelio de hoy nos deja ver que no tiene por qué ser así para todos. Él mismo se presenta como motivo de división, enfrentamiento y ruptura. No es que busque directamente el enfrentamiento, su postura fue siempre de diálogo y conciliación, pero hay personas que no comparten sus ideas ni su modo de entender la vida, lo cual crea rechazo y problemas incluso en ámbitos tan sagrados como la familia: “Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra”.
¿Por qué esas divisiones de las que habla Jesús? Porque incluso en el ámbito familiar, donde se supone que todo es maravilloso, a veces no es fácil ejercer la libertad. Son incontables los conflictos familiares que se han dado en la historia debido a cuestiones de fe religiosa. Y no me refiero tanto al problema que puede generarse cuando algún hijo decide no casarse por la Iglesia y los padres se disgustan, ni al hecho de que algunos padres decidan no bautizar a su hijo con el consiguiente disgusto de los abuelos. Esto genera conflicto, pero sólo en la medida en que choca con los convencionalismos sociales al uso, y cada vez más secularizados. Tal como hoy va la deriva de la religión el choque parece estar hoy más bien en quien se bautiza o se casa por la Iglesia.
El verdadero conflicto se da cuando el mensaje del evangelio a causa del enamoramiento de la persona de Jesucristo y su proyecto de vida, chocan con quienes tienen una idea estereotipada de lo que se espera de una persona muy religiosa. A saber: se espera que sea dócil y obediente a su marido o a su mujer, que guarde la debida prudencia y cortesía en el lenguaje y las relaciones sociales, o que sea modestamente condescendiente con quienes desprecian lo religioso o que, en caso de conflicto, sepa ceder complaciente.

Pero el seguimiento de Jesús no es cuestión de adaptación al medio, sino de revolución-renovación del mismo; no es sólo tema de ritos y preceptos sino de amor. Y ahí, donde el amor de Cristo arde, empiezan los problemas. Hay conflictos:
*Cuando hablas con naturalidad de Jesús hasta el punto que quienes te escuchan piensan: ¡Anda, pero si va a ser verdad que existe, siempre pensé que era un abstracto!
*Cuando en un arrebato de locura cristiana perdonas a ese enemigo al que todo el mundo odia, y quienes eran hasta ahora tus amigos te dan la espalda por quererlo como a un hermano más;
*Hay conflicto cuando decides acoger con cariño y absoluto respeto a esas personas que de siempre han sido consideradas pecadoras a causa de sus creencias, su condición sexual o su modo diferente de vivir en pareja;
*Cuando haces de la compasión y la misericordia la clave de tu vida hasta el punto de perder puntos en tu reputación, para ganar en amor;
*Cuando vives la libertad de expresar tu fe y tus ideas con claridad y sinceridad, denunciando las mentiras concretas a las que nos someten las modas o los condicionamientos sociales.
*Y, en fin, cuando tu vida no la montas sobre los dineros, los cargos y la buena fama, sino sobre la caridad, la humildad y la denuncia de las injusticias.
En definitiva, cuando Jesús y su seguimiento, su persona y su mensaje, son percibidos por los demás como piedras angulares de la existencia, y no como ridículos ritos y preceptos de obligado y virtuoso cumplimiento; entonces la cosa arde; Jesús pasa de ser icono de devoción a ser motor de la vida. Y no a todos gusta su fuego, porque deja ver las tibiezas que impiden la purificación del mundo.
El fuego del que hablamos es el fuego del Espíritu Santo, que prende en el corazón del creyente y le arrastra a ser profeta, como le pasó a “Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hch 10,38).
El incendio del Espíritu encuentra oposición en los enemigos de la cruz de Cristo, y se oponen a Él; por eso se pide estar dispuesto a seguir los pasos de Jesús hasta el final: “con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!”. Ese bautismo es el de la cruz (cf Mc 10,38), destino más que posible de quien hace del amor sin límites la consigna de su vida.
* * *
Esta semana te puedes hacer unas preguntas: ¿Entiendes tu fe como una mera práctica de ritos y cumplimientos morales o arde tu corazón por amor a Jesús? ¿Encuentras en tu entorno algún rechazo por ser cristiano? ¿Hasta qué punto eres fiel cuando eso te supone contrariar ciertas costumbres sociales? Cuando tu fe entra en conflicto con lo habitual ¿tienes a romper moldes o te acomodas? ¿Estás dispuesto a mantener tu fe aunque te acarree cierto rechazo o problemas incluso en tu familia? A Jesús le tocó lidiar con la oposición de los judíos más religiosos de su tiempo; no se acomodó sino que mantuvo su fidelidad al Padre por encima de todo. Su espíritu sigue incendiando el mundo. Déjate encender por Él.
Agosto 2025
Casto Acedo.
Amén Casto amén!!
ResponderEliminarAmén Casto amén
ResponderEliminarEso sí es incendiar!! No los tímidos y acomplejados silencios que me hacen creer que soy ¡tan humilde! (sumisa diría yo), pero verdaderamente soy ¡tan cobarde! ¡tan tibia!
ResponderEliminarCon el corazón enamorado y no encorsetado en ritos, ¡si hay fuego y valor!