EVANGELIO. Mc 1,29-39
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EVANGELIO. Mc 1,29-39
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Convertirse (adherirse) a la ley de Dios
"De noche, por tres veces, oyó Samuel su nombre". Así reza un himno de la liturgia de las horas cuya antífona se repite una y otra vez proclamando que “la noche es tiempo de salvación”.(1)
No hace falta decir que el texto de san Mateo, donde se describe el periplo de unos magos de oriente siguiendo una estrella en busca del Mesías nacido en Belén, es un relato de dudosa historicidad pero lleno de simbolismos: magos de oriente, estrella, camino, oro, incienso y mirra. Hay toda una simbología escondida en estos personajes, en la luz estelar en mitad de la noche y en los dones que se ofrecen al Niño Dios.
San Mateo quiere transmitir un mensaje fundamental: el niño nacido en Belén, Jesús de Nazaret, es Rey de reyes; es aquel a quien todos buscan en sus noches y ante quienes, según la profecía, “se postrarán todos los reyes de la tierra” (Sal 72,11) presentes en estos magos peregrinos. Se da una paradoja que luego se hará realidad: el pueblo judío, representado en Herodes, se muestra reacio al reconocimiento de Jesús como Mesías; sin embargo es aceptado como tal por los paganos (griegos, romanos, etíopes, sirios, etc.) a quienes los magos representan.
Un mensaje central en este día: Jesús es el Mesías, el Salvador del mundo; no sólo de los judíos sino de toda la humanidad; la palabra griega epifanía significa manifestación, y de un modo concreto para nosotros hoy significa que es manifestación de Dios, luz visible de Dios sobre y para todos los pueblos. Las iglesias cristianas de rito ortodoxo conceden a este día más importancia que a la Navidad; consideran que si importante es el hecho del nacimiento de Jesús, aún más relevante es que aquel que parecía propiedad cerrada de un pueblo se manifiesta como Luz para todos.
En la fiesta de hoy el evangelio viene a decir que el nacimiento de Jesús no es una simple anécdota histórica; ha venido para reinar en el corazón de quienes vagando por la oscuridad de ignorancia, la violencia y la guerra, no han perdido la esperanza de un mundo nuevo. Dios manda la luz de la Palabra como estrella que conduce al encuentro con Cristo. Dios pone la estrella, los magos ponen su respuesta: salen de sus seguridades, entran en la noche de la fe dejándose guiar por la luz del evangelio y están dispuesto a darlo todo por Aquel a quien le revelan las señales.
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Si nos fijamos en las ofrendas de los magos (oro, incienso y mirra) hay en ellas un mensaje acerca de quién es Aquel a quienes se le ofrecen los dones. Al mismo tiempo lo ofrecido habla del camino espiritual que está llamado a seguir quien reconoce a Jesús como Maestro y Salvador.
El oro, el incienso y la mirra, no son unos regalos materiales sin más. En la oración sobre las ofrendas de la misa de hoy se dice que se trata de “Jesucristo, tu Hijo, al que aquellos dones representaban”. Los magos de oriente, pues, con esas ofrendas están haciendo simbólicamente una profesión de fe:
a) Al regalarle oro al niño están diciendo que Jesús es Rey. Era costumbre regalarle oro a los reyes cuando se presentaban ante él sus súbditos o los señores de los pueblos sometidos. Regalar oro es decir "tú eres rey". Decir que Jesús es rey es confirmar algo que aparece a lo largo de todo el evangelio: con Jesús irrumpe en la historia el Reino de Dios; el mismo Jesús es proclamado Rey de forma paradójica en el ecce homo, “aquí tenéis a vuestro rey" (Jn 19,14) y en la cruz pusieron un letrero; en él estaba escrito "Jesús el Nazareno, el Rey de los Judíos" (Jn 18,19). Por tanto, la epifanía es la manifestación de la divina realeza de Jesús.
b) El incienso, tradicional signo de ofrenda a Dios, dice que el Niño de Belén es un hombre-Dios, Dios hecho hombre, Dios-con-nosotros a quien se debe dar un culto de adoración. No solo admiran y “veneran” los magos al niño sino que le “adoran” reconociendo de este modo su naturaleza divina; este es el gran secreto de Jesús, la clave de interpretación de toda su vida.
c) Y la mirra, un perfume especialmente reservado para el embalsamamiento del cuerpo antes de la sepultura, está diciendo que Jesús, aunque Dios, es también hombre, es decir, ha asumido la humanidad hasta el límite de pasar por la muerte.. En todo semejante a nosotros menos en el pecado (GS 22).
a) * Mi vida ha de ser oro, es decir, ha de revestirse y adornarse con el manto de oro del Rey que son las bienaventuranzas: pobreza, pacifismo, misericordia, consuelo, persecución por el nombre de Jesús, etc.
b) *También ha de ser una vida de incienso, de recogimiento espiritual, de reconocimiento y adhesión a Jesús como único Dios. Cultivar la vida espiritual dejando crecer en mi interior la luz del Espíritu deberá formar parte de mis tareas.
c) *Y, finalmente, la mirra me habla de una humanidad que he de asumir. Formo parte de un todo que es la humanidad; soy hombre, no Dios, y como tal he de tomar conciencia de mi “estar de paso por el mundo”. No soy eterno por más que mi ego me quiera convencer de lo contrario. La humildad ha de ser el adorno de mi casa, porque soy humus (tierra) y sólo en mi humildad puedo encontrarme con Dios, con los hermanos y conmigo mismo.
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