viernes, 10 de junio de 2022

Al hilo de la Palabra (12 de Junio, Santísima Trinidad)

 


EVANGELIO 
Jn 16, 12-15

Dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.

* * *

“El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la "jerarquía de las verdades de fe" . Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos. (Catecismo de la Iglesia Católica, 234)
Dios es Uno, y sin embargo son tres Personas. Dogma de fe. Durante mucho tiempo miré los dogmas como muros que encorsetaban mi mente, obstáculos insalvables que impedían el progreso de mi vida espiritual, imposiciones que limitaban mi libertad y ansias de volar.

Me costó tiempo descubrir que los dogmas no son jaulas donde se encierran las verdades acerca de Dios, sino puertas abiertas a la búsqueda de algo o de alguien siempre mayor.

La luz me vino al descubrir que los grandes dogmas de fe cristiana, tales como el de la naturaleza divina y humana de Cristo, la muerte y resurrección de Jesús, o la afirmación de que en Dios Uno hay una Trinidad de Personas, no son verdades impuestas a mi conciencia, sino todo lo contrario, una invitación a buscar y a creer en Dios como Misterio siempre abierto.

Tiendo a encerrar en mis propios esquemas mentales todo lo que vivo. Deseo comprenderlo todo, dominarlo con mi mente, sumarlo a mi modo particular de ver el mundo.   Cuando mis experiencias no encajan con mis ideales, desespero,  y al no estar dispuesto a vivir en la incertidumbre acabo inventando una explicación propia para el misterio de mi vida y el Misterio de Dios; es decir, acabo fabricando un ídolo, una imagen de Dios a mi gusto y manera, un “dogma personal”; y todo porque me cuesta aceptar que algo  escape a mi control y mis expectativas. Soberbia.

Aceptar un dogma de fe es un acto de humildad. El dogma me dice que para entrar en el Misterio modere las pretensiones de mi ego y me adhiera a una tradición, es decir, a una corriente de vida espiritual que lleva siglos fluyendo; me aconseja que me fíe de los santos que han creído y vivido en Dios y luego han querido expresar con palabras precisas en qué Dios han vivido y creído.

Como supongo que le  ocurre a cualquier persona, a mí también me parece racionalmente absurdo decir que “Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero”; 1+1+1 siempre han sido tres. Afirmar lo contrario es irracional. ¡Que me lo expliquen! Sin embargo, la experiencia de mi vida espiritual me dice que, aunque irracional, el Misterio parece “razonable”, es decir, puedo intuir que tres personas pueden amarse hasta el extremo de  formar una sola piña de amor sin dejar de ser ellas mismas. 

¿No es razonable que se pueda hablar de una única familia con muchos y variados miembros? ¿Es de locos admitir lo que la Biblia afirma sobre la pareja humana: “dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”? (Gn 2,24). Si miramos la vida sólo con los ojos de la ciencia la Trinidad es un absurdo, pero si miramos con los ojos del corazón, lo que parece irracional puede ser razonable.

Hoy para mí no supone un problema creer en la Santísima Trinidad. Cuando me paro a meditar o contemplar dirijo indistintamente mis pensamientos al Padre, al Hijo o al Espíritu Santo. Pero hay momentos en los que se desdibujan las imágenes concretas de las personas, y mi oración fluye en el Todo, el Dios Único que envuelve toda la creación. Y esta doble visión no me crea problemas; no la veo opuesta sino complementaria. Como cuando intento ser compasivo con un hermano o hermana concreto y esa compasión la vivo como dirigida a todos y a todo lo creado. Intuyo que desde la orilla del Misterio se ven las realidades divinas y humanas con más simpleza, sencillez y claridad.


Se me antoja decir que los dogmas de la Iglesia, y sobre todo éste de la Trinidad, el más importante de todos, son koans, definiciones absurdas e incomprensibles que hay que meditar, y que sólo pueden ser entendidas desde la revelación (“iluminación” diría un budista). La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los “misterios escondidos en Dios, que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto” (Vaticano I). 

Tomaré el dogma que hoy celebramos como una invitación a meditar descifrando  el koan que reza “Tres son Uno, Uno son Tres”. Sólo me será posible dilucidarlo yendo más allá de  palabras y conceptos, sumergiéndome en el silencio, soltando el lastre de mis pensamientos y dejándome llevar por el vuelo del Espíritu. Sé que éste me  “llevará hasta la Verdad plena”. En el resplandor de esta Verdad, si Él lo permite, conoceré a Dios y me reconoceré a mi mismo en Él.

Cada vez cala más en mi ánimo el convencimiento de que el Misterio de Dios Trino guarda el secreto de mi propia identidad; creo que para conocerme he de adentrarme en Dios, o dicho desde otra perspectiva: he de permitir que la Santísima Trinidad se adueñe de mí y ocupe el lugar que le corresponde en el centro de mi ser. Que Él sea en mí.  Creado a su imagen, también yo soy misterio para mí mismo. Y en verdad que el misterio del hombre sólo se esclarece a la luz del misterio de Dios. Pero esta es una cuestión para ser abordada en otro momento.

A todos mis feligreses de Trujillanos, felicidades en el día de su Patrona, ¿o es Patrón?, la Santísima Trinidad. Que Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo os bendiga y reciba siempre de vosotros la alabanza y la gloria que le son propias y nunca le habéis negado.

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Un comentario más amplio a la liturgia de hoy en: 


Junio 2022
Casto Acedo

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