Este segundo domingo de Pascua se celebra el Domingo de la Divina Misericordia,
título que recibió gran impulso con el pontificado de Juan Pablo II.
¿Por qué la misericordia de Dios adquiere importancia en la
Pascua? ¿No es más cosa de la Cuaresma? La Cuaresma invita a ponernos en
manos de Dios misericordioso tras reconocer nuestros pecados, pero es en la Pascua
donde se muestra explosiva y sorprendente la divina misericordia.
“Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”. A partir de ahora lo que moverá al discípulo de Jesús no será el temor servil a Dios, ni el miedo a los judíos, sino al amor y la alegría. Sabemos que lo más contrario al amor no es el odio sino el miedo; y lo más parecido a él no son las buenas obras sino la alegría con que éstas se hacen. La presencia de Jesús da alegría e infunde paz. Por tres veces repite Jesús en el evangelio: “Paz a vosotros”. La clave del crecimiento espiritual está en la paz y la alegría. Y quien vive en paz y alegría las irradia.
Misericordia de Dios, paz de Dios y alegría de Dios brillan de modo especial en este domingo. No debemos confundir la misericordia de Dios con la nuestra, ni su alegría con nuestros contentos, ni su paz con el silencio de las armas. La misericordia divina no es el fruto de una “buena confesión de nuestros pecados”, ni su alegría es la consecuencia de nuestras satisfacciones, ni su paz el resultado de nuestra paciencia. La divina misericordia es ante todo un don de Dios que sólo se comprende desde la experiencia personal del encuentro con el Resucitado. Repito: la misericordia, la paz y la alegría son dones de Dios; y quien los deja entrar en su vida, los goza. Si hasta ahora yo buscaba esos dones sin conseguirlos, ahora es Dios el que me los regala sin yo merecerlos. ¡Basta que tengas fe! "Dichosos los que crean sin haber visto".
Me gusta decir que la Iglesia es la comunidad de los que se han encontrado con Jesucristo resucitado. ¡El Señor ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado! Estas dos frases resumen la experiencia de ser Iglesia; en ellas yo confieso mi fe, mi experiencia de haberme encontrado con Cristo, y otros ratifican y comparten conmigo esa experiencia. La Iglesia es la comunidad de los que comparten ese Misterio. A partir de mi experiencia todo lo que sabía sobre Jesús y sobre mí se ilumina. Cuando los discípulos conocen y aceptan al Resucitado, cuando “se les abrieron los ojos y le reconocieron”, se “les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras” (Lc 24, 31.45). A la luz de la vida, muerte y resurrección de Jesús comprendieron su propia vida. Fue entonces cuando Tomás profesó su fe: “¡Señor mío y Dios mío!”. Ha entrado en la Iglesia del Resucitado; ya no es un extraño entre los demás discípulos.
* * *
No me resisto a señalar otro dato importante en el evangelio de hoy. Jesús resucita “el domingo de Pascua”, se aparece a los suyos “el primer día de la semana”, domingo, y vuelve a aparecerse estando Tomás “a los ocho días”, otro domingo. Los primeros cristianos celebramos el domingo como el día del Señor (eso significa domingo) porque en este día recordamos la resurrección. Es muy importante no perder esta tradición fundamental para nosotros: el domingo. Su celebración participando en la misa, descansando, conviviendo con familia y amigos, debería adquirir relevancia en nuestra vida personal y parroquial.
Sobre la importancia del tema puedes leer lo publicado en
otro de mis blogs:
https://blogdecastoacedo.blogspot.com/2022/04/domingo-de-la-misericordia-24-de-abril.html
Feliz domingo de la octava, y no dejes de anunciar a otros que
¡Jesucristo ha resucitado!, porque ¡verdaderamente ha resucitado!.
Abril 2022
Casto Acedo
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