lunes, 15 de septiembre de 2025

25º DOMINGO ORDINARIO C (21 de septiembre)

EVANGELIO

"Dijo Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando».
El administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”.
Este respondió:
“Cien barriles de aceite”.
Él le dijo:
“Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él contestó:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dice:
“Toma tu recibo y escribe ochenta”.
Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz.

* * *


Extraña parábola la que se nos ofrece este domingo; la podemos malinterpretar si no le añadimos la explicación que da el mismo Señor a continuación: “Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas" (Lc 16,9).

El texto no pretende alabar la mala actuación del administrador sino su astucia e inteligencia al invertir en beneficio propio. Y lo que el Señor quiere despertar en ti con la parábola es el interés por invertir tu vida en lo que más te convenga espiritualmente.

Yendo a lo concreto, Jesús te está diciendo que seas inteligente a la hora de organizar tus días procurando vivir feliz en el aquí como prefacio de acceso a la felicidad  futura. Para ello conviene usar adecuadamente los bienes que se reciben, ¿y qué mayor bien que la vida misma? ¿Cómo aprovecharla del mejor modo? Poniéndola al servicio de lo que verdaderamente te va a dar la felicidad, que no es otra cosa que el amor. Porque mis bienes los puedo invertir en proyectos egoístas que me conducirán a la tristeza, pero también los puedo usar para practicar la compasión y la generosidad que me abrirán al gozo de vivir.

La pregunta de hoy para tu conciencia es esta: ¿Dónde invierto mis bienes? ¿Dónde mi tiempo? ¿Dónde mi saber? Porque de manera más o menos consciente solemos invertir en proyectos ególatras, mirando siempre salvar la propia imagen e intereses. Me explico: nos consideramos personas muy religiosas y buenas, cumplidoras, pasablemente justas, pero si miramos bien no lo somos tanto. Decimos creer en la igualdad de todos, en la sinceridad, en la bondad de ser honrados, pero lo cierto es que ponemos ante todo nuestros privilegios, mentimos o callamos la verdad si es preciso para mantener nuestra fama y estatus, y justificamos muchas maldades en nombre de nuestros derechos. Y así no hay modo de crecer, ni como personas y ni como comunidad de discípulos.


Una actuación de doble vida, no puede dar como resultado un vivir satisfecho, porque lleva consigo tensiones, incertidumbres o miedo a ser descubierto en la falsedad. Pasa cuando queremos nadar y guardar la ropa, servir a dos señores, encender una vela a Dios y otra al diablo. ¿Se puede ganar la vida y ser feliz así? No. Imposible vivir dos vidas. Para disfrutar de la vida hay que elegir lo mejor siguiendo la sabiduría divina, que es vivir en verdad, con y como Jesucristo. En Jesús encontramos el modelo de sabiduría que nos conviene: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6).

Jesús invita a mirarle a Él y a cambiar desde su ejemplo de vida honesta; sugiere desmantelar lo que de hipocresía haya en nuestra vida. Un hipócrita es un "actor" (eso significa la palabra griega que utiliza san Mateo para calificar a los fariseos); más que una persona maliciosa es una persona "engañada". Somos hipócritas cuando nos engañamos a  nosotros mismos creyéndonos y poniéndonos cara de buenos.
 
¿Cómo exigir a Dios misericordia si no perdono a mi hermano? ¿Cómo buscar felicidad si hago infeliz a la persona con la que vivo? ¿Cómo exigir de Dios bondad si yo no soy bueno? ¿Cómo pedir justicia para mi si no soy justo en mis negocios? Imposible. No te engañes a ti mismo queriendo cambiar a otros si tú no cambias. Te conviene amar; sé astuto, sabes que si siembras amor cosecharás amor (San Juan de la Cruz). Lo primero es vivir la generosidad del amor cristiano, luego el mismo amor volverá a ti y llenará tu vida.  

La buena inversión no es otra que la coherencia de fuerzas; invertir tus energías en potenciar aquello que te garantiza de veras la felicidad. Y la conversión comienza con pequeños cambios que preparan para los grandes: “El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?” (Lc 16,8)

Un ejercicio para este domingo puede ir en esta línea: descubrir mis engaños y crecer en sabiduría.  Párate, pues, y revisa cuán ignorante y torpe estás siendo, o cuán sabio e inteligente. Me pregunto: ¿En qué medida soy coherente en mi vida? ¿Cuántas veces pretendo en mi ignorancia el imposible de servir a dos señores y ser feliz? , “ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo” (Lc 16,13)

Servir a un solo Señor, y elegir el mejor, es de sabios; servir a dos o más es de necios por lo que supone de dispersión, división interna y frustración. Por tanto, si detectas en ti algo que haya de ser cambiado, haz como el administrador de la parábola, negocia tus dones, y pon los medios necesario para proteger tu vida. Imagina que tus días se terminan, ¿crees quie tu vida ha merecido la pena? Siempre estás a tiempo de renovar tu corazón; ya sabes que si no eres coherente -"¿Qué es eso que me dicen de ti?"- serás despedido del grupo de los justos y felices. ¿No harás lo posible para evitarlo renegociando tu vida? Jesús te da la oportunidad. No la desaproveches.

Septiembre 2025
Casto Acedo 

viernes, 12 de septiembre de 2025

EXALTACION DE LA CRUZ (14 de Septiembre)


EVANGELIO 
Jn  3, 13-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.

Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él».

        Palabra del Señor

*



Los devotos de la Santa Cruz deben mirar la fiesta que hoy celebramos en paralelo con la que se adora el Viernes Santo y se conmemora el día 3 de Mayo. No hay dos o más cruces, solo hay una, porque todas las cruces cristianas remiten a un único Dios y Señor Crucificado. Y para evitar equívocos hay que decir una y otra vez que la Cruz la entendemos los cristianos como una metonimia -según la Real Academia de la Lengua Española: una metonimia es "un tropo que consiste en designar algo con el nombre de otra cosa tomando el efecto por la causa o viceversa, el autor por sus obras, el signo por la cosa significada, etc.; p. ej., las canas por la vejez; leer a Virgilio, por leer las obras de Virgilio; el laurel por la gloria, etc."-. 

Adorar la Cruz, para el creyente, no es, pues, adorar un madero o exaltar el dolor que produce una crucifixión, sino adorar al Crucificado que triunfa sobre el dolor y la muerte. Así nos lo canta san Pablo en su carta a los Filipenses (Flp 2,6-11). La cruz huérfana (sin Cristo), separada del acto redentor por el que hemos sido salvados, es una idolatría. Podemos ver la Cruz como un signo de masoquismo enfermizo, o como un tótem mágico puesto a nuestro servicio y que usamos para justificar nuestros caprichos; o podemos reducirla a simple adorno sin conexión alguna con su sentido cristiano; adorna mucho llevar una cruz al cuello. Quienes se decantan por cualquiera de estos sentidos pervierten el sentido genuino que la Iglesia, y muy en especial san Pablo, predica acerca de la Cruz.

Si la celebración del Viernes Santo incluye una reflexión sobre la muerte de Jesús en el silencio del Padre, la Exaltación de la Santa Cruz parece querer mirar la Cruz como lenguaje sanador de Dios. La cruz, que en Viernes Santo nos invita a mirar al Hijo y nos pone ante el misterio de su muerte, nos revela en la fiesta de hoy su poder vivificador y nos invita a gozar sus beneficios en una fiesta sensiblemente cercana al Domingo de Resurrección.

* * *

El valor redentor de la Cruz se deja entrever como adelanto y profecía en el Antiguo Testamento; en la lectura primera de la liturgia de este día (Nm 21,4-9), se describe como el pueblo, hastiado de la dureza del desierto, se vuelve contra Dios y contra Moisés: "¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos pan ni agua y nos da náusea ese pan sin cuerpo". Esa rebeldía y repudio de Dios y su enviado tiene un efecto búmeran y produce una herida en el mismo que repudia; es el pecado, que consiste en dar la espalda a Dios y sus planes; este hecho no deja impune al pecador. La serpiente, signo del mal, se ceba con los Israelitas que no se acogen a Dios y lleva a muchos a la muerte. 

Sin embargo, Dios no abandona a los suyos. Cuando vuelven arrepentidos encuentran en Moisés un intercesor y en la misericordia de Dios el remedio a sus males: “haz una serpiente de bronce y colócala en un estandarte: los mordidos de serpiente quedarán sanos al mirarla”. Así se hizo, y “cuando una serpiente mordía a uno, miraba la serpiente de bronce y quedaba curado”.

La tradición cristiana ha visto en aquella serpiente de bronce la profecía y la imagen del mismo Jesús crucificado; lo enseña así el Evangelio (Jn 3,13-17): “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna”. Situados ante la realidad de la Cruz de Jesús, nos encontramos, como en el caso de la serpiente, con una paradoja: la invitación a acercarse a un instrumento de muerte para alcanzar la vida. Es como vacunarse contra un veneno recurriendo al mismo veneno, pero ya debilitado por el tratamiento farmacológico, porque en el árbol de la Cruz el amor vence al odio.

Mirar la cruz con fe es contemplar como el mal se debilita con el exceso de bien que se concentra en el amor del crucificado; en la Cruz confluyen el mal del hombre que rechaza a Dios y el amor de Dios que perdona al hombre; del choque que se da entre ambas realidades el amor de Cristo sale vencedor, porque no cae en la tentación de olvidar a Dios ni de odiar al hombre a pesar de la prueba de fuego que supone el sufrimiento propio de quien se sabe inocente. Con la victoria de Cristo el poder maléfico del demonio ha perdido su aguijón; y los creyentes son así fortalecidos frente a la tentación del desfallecimiento bajo el peso de la cruz de cada día.

Para alcanzar a entender este misterio hay que trascender el significado material de la cruz y aferrarse con fe a su sentido espiritual: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”. Por la cruz nos ha venido la vida. Si en el árbol del paraíso pecamos todos, en el árbol de la cruz todos hemos sido sanados. Dios ha puesto la salvación del género humano en el árbol de la Cruz, para que donde tuvo origen la muerte, de allí surgiera la vida, y el que venció en un árbol, fuera en un árbol vencido (Prefacio de la fiesta).

* * *

La cruz, apuntábamos al principio, es una metonimia; más que un objeto de devoción cristiana es una condición sin la cual no se puede ser cristiano. Porque no hay cruz cristiana sin Cristo, aunque algunos se empeñen en que la haya. El culto de adoración se da sólo a Dios; y nosotros el Viernes Santo adoramos la Cruz; está claro que la adoración no es al madero (sería idolatría) sino al Hijo que clavado en Él mostró el rostro amoroso y misericordioso del Padre. Una cruz sin Cristo es una farsa. Hoy es la fiesta de la exaltación del Crucificado.

Un teólogo del siglo XX, J. B. Metz, dijo que hemos olvidado la “peligrosa memoria” de Jesús de Nazaret”. ¡Peligrosa memoria! La Cruz es el vértice de esa “memoria peligrosa” que nos pone delante al revolucionario que lucha hasta el límite por la justicia, la verdad y la libertad; “peligrosa” porque desestabiliza el mundo de los satisfechos y pide cambios radicales. La fe en la Cruz es peligrosa para quienes no quieren renunciar a sus privilegios, para los que no quieren que las cosas cambien a mejor. ¿Quiénes vieron en Jesús de Nazaret un peligro para sus intereses? Los poderosos y situados de su tiempo. La actividad de Jesús fue la de devolver la dignidad a los crucificados. Y eso no gustó a muchos. Por eso lo mataron. 

No hay fe ni devoción-adoración de la Cruz si no trabajamos por desclavar a los crucificados de nuestro tiempo; si no perdemos la vida dando vida a quienes carecen de ella; los tiempos que vivimos invitan a mirar a los que cargan con la cruz de la falta de trabajo, de salud o que padecen cualquier otra necesidad. Si nos encuentran dispuestos a ayudarlos estamos en el buen camino de la fe en la Cruz.

La Cruz es signo de un mundo nuevo, distinto, que no nos va a caer del cielo, sino que habrá que construir con esfuerzos y sacrificios, como hizo Jesús. Un mundo distinto. “Una utopía, algo inalcanzable”, dicen los incrédulos. Pero, para los que creen en el poder de la Cruz, un mundo posible y esperable. ¡Están locos estos cristianos!, dirán. Como dijeron o dicen de tantos como se mueven o se han movido en su momento para cambiar cosas que parecía imposible cambiar.

* * *


La liturgia quiere que hoy mires con fe a la cruz. Mira tu propia cruz, los sufrimientos que te afligen en la travesía de la vida; dolores que te invitan a murmurar contra Dios y sus mediadores (Cristo, los santos, sacerdotes, catequistas,…) y mediaciones (Palabra, Sacramentos, Iglesia...). ¡Estoy cansado de tanto penar! -dices-. Igual que el pueblo de Israel en el desierto, te preguntas: ¿Donde está Dios? ¿Por qué tuve que embarcarme en este camino de fe para verme ahora abandonado? ¿No me habrán engañado los que me hablaron de Dios? Y yo te digo: ¡No caigas en la trampa! Es el tentador que quiere que no sigas adelante, hacia la tierra prometida; pretende que te acomodes, que te vuelvas a Egipto. Y si lo has hecho, si el pecado de la infidelidad y su desesperanza se han apoderado de ti, mira la serpiente levantada en medio de la comunidad: mira a Cristo crucificado.

 Muy cerca de tu cruz, en medio del campamento, en el centro mismo de la Iglesia y del mundo, ha sido levantada para ti la Cruz de Cristo, el remedio para no sucumbir bajo el peso de tus cruces. Contempla con fe este misterio. Ya sabes que mirando con fe al crucificado quedarás curado. Porque en la cruz está el poder de Dios, que no es otro que el amor. Mirando al que te ama en la Cruz puedes hallar luz para la oscuridad; es la luz del amor que se apoya más en la “decisión de la fe” que en el “sentimiento”. Si Dios ha decidido amar hasta morir por ti, ¿qué puedes temer?

Y si has experimentado la liberación en la contemplación del amor del Crucificado, ¿a qué esperas para seguir su peligrosa memoria? "Haced esto en memoria mía", dijo. 

Septiembre 2025
Casto Acedo 

jueves, 4 de septiembre de 2025

23º DOMINGO ORDINARIO C (7 de septiembre)

  EVANGELIO 

 Lc 14,25-30.33

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:

«Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.

Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.

Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”....

... Todo aquel que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.

¡Palabra de Dios!

* * *

En el evangelio de hoy Jesús habla de posponer “padre, madre, mujer e hijos, hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo”. San Mateo añade “tierras” (Mt 19,29) a la lista de necesarios desapegos, san Lucas pide "renuncia a todo sus bienes";  y san Mateo no sólo dice que hay que posponer, sino dejar.

¿Qué significa eso de dejarlo todo? ¿Si deseo ser un auténtico cristiano debería abandonar a mis padres y al resto de mi familia a su suerte, y ser célibe, además de quedarme sin blanca en el bolsillo? En una lectura fundamentalista literal sería así; pero entonces sólo serían discípulos genuinos los eremitas que se retiran al desierto apartándose de todos y de todo; quedarían excluidos del grupo los monjes que viven en comunidad ¿o no son hermanos también los que comparten vida en común entre los muros de un monasterio?

Lejos de mí una lectura tan radical de este texto. Sí así fuera no me atrevería a llamarme cristiano, discípulo de Cristo; no reuniría los requisitos. Me inclino más por leer este evangelio viendo  en él más un posponer o relativizar que un dejar totalmente. Porque tener familia o bienes con los que sustentarme y sustentarla no va contra los planes  que Dios tiene para mi.

Ser discípulo de Cristo, decidir seguirle, es optar por un buen proyecto de vida que no se base en los parámetros que hasta entonces hemos considerado mejores. Desde niños se nos han ido inculcando una serie de principios y valores a poner en juego que no siempre coinciden plenamente con aspectos del espíritu cristiano. Si observamos con detenimiento y objetividad descubrimos que nos educaron con un cierto espíritu de clase, de pertenencia a un colectivo concreto y limitado, con mentalidad estrecha a la hora de plantearnos grandes retos. Nos miramos desde el apellido, la pertenencia a un pueblo o ciudad, una región o nación, una ideología,  unas creencias, etc. En teoría “todos somos iguales”, pero en la práctica consideramos como más dignos de nuestro amor y cuidados a nuestros familiares y compatriotas, y  por supuesto a nosotros mismos.

A causa de la educación tan, digamos, "patriarcal", nuestro amor queda estrecho de miras, sin proyección universal. Y esto es, tal vez, algo que quiere corregir el evangelio de hoy. El discípulo ha de procurar amar a todos por igual, más allá de sus preferencias familiares y sociales. Jesús llama a seguirle en el amor que Él es y manifestó. ¿A quién amó Jesús? A su padre José y su madre María, a sus parientes, a sus vecinos; pero no se quedó ahí. Superó el judaísmo cerrado amando y acercándose con la misma ternura a los que no eran judíos y además eran pecadores públicos; y en el colmo del amor, llegó a amar a sus enemigos hasta dar la vida por ellos, los amó con la misma intensidad que a su familia más cercana.

Hay un texto de san Pablo a los Romanos que merece la pena meditar, porque nos pone ante la evidencia de que si Jesús nos ama no es porque merezcamos ser amados por nuestros méritos sino por pura gratuidad. “Cuando nosotros estábamos aún sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo; por una persona buena tal vez se atrevería alguien a morir; pues bien: Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rm 5,6-8).  

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Tú y yo no somos de su familia de sangre; de hecho le traicionamos muy a menudo; sin embargo, él nos ama y nos hace hijos de Dios, familia suya, por pura gratuidad; Jesús relativiza su familia humana y su pertenencia social o religiosa para abrir el abanico de su amor a todo ser humano y a toda la creación.

La compasión universal de Jesús es la que justifica que posponga a su familia, sus amigos y a sí mismo cuando se trata de amar. Él predicaba amor de total entrega hacia todos. Esta virtud es parte esencial de su proyecto de vida y su misión. Muchos consideraron imposible vivir semejante propuesta. 

Dicen los evangelios que cuando la pasión los fariseos y uno de los crucificados con él se burlaban porque no se salvaba a sí mismo. Pero Jesús se mantuvo fiel a su mensaje de amor misericordioso infinito: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). Estas palabras de perdón pronunciadas en la cruz son una señal de coherencia, honestidad y victoria del amor total sobre quienes lo consideran utópico o ridículo. Jesús "amó hasta el extremo" (Jn 13,1).

Nosotros sabemos ahora que al amar hasta el punto de dar la vida por nosotros nos estaba honrando, y desde ahí nos estaba salvando. El amor sin fisuras es sanador para quien lo practica y para quien lo recibe. 

Es difícil entender esto del amor in límites. Como se afirma en la primera lectura de hoy (Sab 9,13-18) "los pensamientos de los mortales son frágiles e inseguros nuestros razonamientos, porque el cuerpo mortal oprime el alma y esta tienda terrena abruma la mente pensativa". Necesitamos la luz de la sabiduría divina, el conocimiento íntimo de Jesucristo, porque "si apenas vislumbramos lo que hay sobre la tierra,...¿quién rastreará lo que está en el cielo?". Me gusta decir que lo natural es amar a los amigos; para amar a los enemigos necesitamos un plus de gracia de Dios, porque amar así es sobrenatural.

*

Concluyendo: El evangelio de este domingo no está invitando a adherirnos con decisión a la sabiduría de Cristo. Para hacerlo no se necesita despreciar a la familia de sangre sino a amar a  toda persona con el mismo amor con que Jesús me ama, o al menos con la misma premura con que estoy dispuesto a amar a los míos. Ser discípulo no es posible desde el corralito de la familia o del grupo afín. Está bien ser un buen padre-madre, esposo-esposa hijo-hija o hermano-hermano; tampoco desmerece ser un patriota o amante de la nación a la que pertenezco; el pecado es permitir que ese amor sea putrefacto, y lo es cuando se limita a las realidades de corto alcance y no se abre a la universalidad.

*

Medita: como discípulo de Jesús deberías cultivarte y prepararte, entrenarte en la práctica del amor sin fronteras, al modo de Jesús. Si no lo haces así no te extrañe que quienes no ven en ti el amor que predicas sonrían maliciosamente y te consideren un beato o beata en el peor sentido de la palabra. Ocurre eso cuando por tus rezos y tus devociones presumes de ser un cristiano o cristiana integral cuando en realidad eres sólo un constructor fracasado que proyectó una torre muy alta, comenzó a construirla, pero fue incapaz de terminarla.  

¡Feliz Domingo!

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