miércoles, 27 de agosto de 2025

22º Domingo Ordinario C (31 de Agosto)

EVANGELIO  Lc 14, 1.7-14.

Un sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:

«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.

Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».

Y dijo al que lo había invitado:

«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».

¡ Palabra del Señor!

* * *

Hay quien se toma muy a mal que le reserven un lugar  poco vistoso cuando asiste a un evento social, ya sea una comida de empresa, una conferencia, una boda o cualquier otro acto; incluso puede ser una misa. ¿Tan poco importante soy que me han colocado en este irrelevante rinconcito de la sala? 

Desde niños se nos educa para sobresalir, ser el primero, el más listo, el que llega más alto. Si queremos tener una vida provechosa y feliz has de triunfar sobre los otros. Quien educa para esto ignora que lo que hace es sembrar la semilla de la infelicidad en el corazón del educando.  

Aspirar compulsivamente a ser el centro de atención, a ocupar los primeros puestos, conduce a  una vida  constante de malestar y sinsabores como consecuencia de esos deseos inalcanzables. Si para ser feliz tengo que ser la estrella, el primero, digamos entre cien, tengo sólo un 1% de probabilidades de serlo, y un 99% de que no sea así. Es más, si tengo que ser la persona más perfecta y exitosa del mundo -¿quién no aspira a ello?- está claro que mis posibilidades de llegar a ser eso que aspiro no son sólo ínfimas sino imposibles.

Tal vez la infelicidad sea la característica más peculiar del fariseo. Obsesionado por cumplir unas cuotas de perfección moral, cuando no logra hacerse con ellas se predispone al desánimo y la tristeza. 

¿Qué puedo hacer cuando no doy la talla que se espera de mí? Me quedan dos caminos: el virtuoso camino de la aceptación de mi impotencia y abandono a la gracia de Dios (humildad); o el camino de la hipocresía, vivir en el engaño y la simulación, ocultando mis fallos por temor a ser rechazado por no responder a la perfección que me imagino se espera de mi (soberbia). 

En la segunda de estas opciones se fragua el fariseo y su insatisfecha existencia. En su deseo de perfección, o por el cinismo de "ocultar para no escandalizar", se forja un ego hipócrita que se ocupa de tapar debilidades. En un estúpido ejercicio de autoengaño el hipócrita  llega incluso a ocultarse a sí mismo sus propias faltas. ¿Hay alguien más desgraciado que quien es ciego y se niega aceptar su ceguera? El fariseo se ha inventado una personalidad ficticia, un ego falso, que ata su modo de vida al yugo del qué dirán y le desconecta de su propio ser. El fariseo pasa así a ser un zombi espiritual, un cuerpo sin vida, una forma sin fondo, un corazón vacío.

* * *

Jesús, invitado a comer en casa de “uno de los principales fariseos” observó “que los convidados -posiblemente otros fariseos- escogían los primeros puestos”. Ya hemos dicho  que el fariseo cree merecer los mejores puestos y consideraciones en virtud de sus méritos; gusta de ser protagonista en todo; cuanto más débil es más se afana por mostrarse fuerte; vive obsesionado por el primer puesto, y así abona el terreno para el enfrentamiento con otros muchos que comparten su ambición.  En la mesa del anfitrión no pueden todos sentarse a la derecha de éste, y como todos quieren ocupar ese puesto se produce el choque. 

En el pico de la pirámide sólo puede haber uno. Jesús aconseja estar mejor en la base del edificio; contra el fariseísmo soberbio, hacer ejercicios de humildad: “Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto”. Un sabio consejo para no exponerse al ridículo y para curarse de la posible depresión de quien se ha hecho una imagen aumentada de su propio valor. 

La humildad es el fruto de la contemplación del propio yo como humus (tierra), el remedio adecuado  contra el fariseísmo y clave para lograr la felicidad. Humildad es “andar en verdad” dice santa Teresa; quien acepta la verdad de quién es, con sus defectos y también sus perfecciones, inicia un camino de vida interesante. El humilde sabe que  necesita del Otro y de los otros, se acerca a ellos y aprende sobre el amor, ya sea fascinado por la gratuidad del amor de un Dios que le quiere tal como es, o sorprendido por la verdad fundamental de que  no es feliz quien más recibe sino quien más da.

* * *

Amar no es recibir amor (honores, atenciones) sino dar el propio ser. Quien hace esto mata el virus del fariseísmo. Este es el segundo consejo que da Jesús en el evangelio de hoy: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado” . 

Una característica propia del fariseo es la de hacer todo esperando cobrar.  En sus relaciones con el prójimo como en sus relaciones con Dios se rige por el principio del do ut des,  "te doy para que me des".  Así no se puede ser feliz. “Cuando des un banquete -corrige Jesús- , invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos”.  Serás dichoso si haces esto, porque has sido creado a imagen de Jesús, y tu vida se realiza abrazándote en Él, es decir, abrazando la tierra (humildad) que eres, siendo  último, con la convicción de que “todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido”. Procurar la felicidad del prójimo es procurarte la tuya. Contra encumbramiento farisaico, humildad y fraternidad.


* * *

Si andas triste, si tu vida no es tan perfecta como te han dicho que debería ser, no desesperes. Si te sientes mal a causa de ello es porque algo hace aguas en ti. 

El mundo es como es, procura cambiar a mejor lo que puedas, pero no pretendas someter a nadie a tus criterios de perfección. Reconoce que ni siquiera tú mismo te sometes a ellos. De hipócritas y de locos todos tenemos un poco. Convéncete de que tu infelicidad no te viene de fuera sino de dentro. La causa está en tu interior, en no aceptar la realidad de lo que eres y lo que Dios pone en tu camino. Todo los obstáculos que encuentras en tu vida, incluso tus caídas, son oportunidades que Dios te ofrece para superarte en fe y abandono a Él y así cambiar por luz la oscuridad de tu ceguera farisaica. 

Acéptate y acepta tu historia, con sus aciertos y sus mentiras; no simules virtudes que no tienes ni ocultes vicios que tienes. Abre los ojos a la dura realidad de tu pecado y a la magnífica realidad de la misericordia de Dios.

San Pablo, que fue fariseo converso, decía que pretender salvarnos con nuestras perfecciones es un acto de soberbia mediante el cual hacemos inútil la pasión de Cristo. "Si la justificación es por medio de la ley, Cristo habría muerto en vano" (Gal 2,21). Si yo puedo por mí mismo vivir la perfección del amor, ¿para qué murió Cristo? Si el ser humano puede con sus solas artes lograr la vida plena, ¿no hubiera bastado con que Dios nos diese los mandamientos para que los cumplamos? Jesús  te invita a la virtud, pero sabe también de tus pecados; tal vez el mayor de ellos sea el fariseísmo.

 No escondas tu hipocresía, reconócela y ponla ante la misericordia divina. ¿No es todo el evangelio un canto a los pecadores arrepentidos y un lamento por los fariseos pertinaces? El mayor obstáculo para la propia salvación es el de creerte santo cuando eres pecador. Abájate. La humildad y la caridad te igualan con el mismo Jesús, que no te llama a la perfección sino a vivir la unión con Él. Sólo Él es perfecto. Déjate en sus brazos.

¡FELIZ DOMINGO

Agosto 2025

Casto Acedo.

miércoles, 20 de agosto de 2025

21º Domingo Ordinario C (24 de Agosto)

 

EVANGELIO Lc 13, 22-30

"Jesús pasaba por las ciudades y aldeas enseñando. 

Uno le preguntó a Jesús:
- «Señor, ¿son pocos los que se salvan?».

Él les dijo:
-«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán.

Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: Señor, ábrenos; pero él os dirá: “No sé quiénes sois”.

Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”.
Pero él os dirá: “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.

Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera.

Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos".

!Palabra del Señor!

* * *

"Señor, ¿son pocos los que se salvan?" (Lc 13,23). La pregunta parece traslucir cierto miedo a perderse algo. Esconde un interés más personal: ¿Cómo puedo salvarme? Después de esta vida, se entiende.

Jesús no responde directamente a su requerimiento, pero aprovecha para dar una lección sobre la esencia de una vida religiosa auténtica. Ésta no consiste en realizar oraciones, cultos, meditaciones, retiros, etc., sino en la práctica de la compasión y la misericordia a la que todo lo demás debe servir. No basta cumplir y decirse uno a sí mismo o decirle a Dios: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”, he ido a misa los domingos, he recibido la comunión y escuchado con atención las enseñanzas de la Iglesia. 

La formación y las prácticas religiosas pueden ayudar a la salvación, a tener una vida feliz ahora y para siempre, pero  por sí mismas no garantizan la vida eterna. Sólo rezar y estudiar teología no asegura entrar en el verdadero conocimiento de Dios. ¡No os conozco!. “¡No sé de dónde sois!", dice Jesús en el evangelio,  "alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”; palabras que recuerdan las de Mt 25 42-43: “Tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis". 

Podemos decir que el evangelio de hoy da un toque de atención a quienes viven obsesionados por la religión y las normas morales como medio para obtener el beneficio futuro de la vida eterna. Toda institución religiosa tiende a considerarse a sí misma  misma como la única puerta de acceso a la vida eterna. Extra ecclesiam nulla salus;  muchos entienden esta sentencia de un modo que Jesús desautoriza en el evangelio de hoy:  "vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios". Olvidamos a menudo que una cosa es la Iglesia y otra distinta el Reino de Dios. Y la Salvación no se logra por pertenecer a la Iglesia, santa y pecadora, sino por la pertenencia o estancia en los valores del Reino de Dios: "que es justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo" (Rm 14,17). Vivir el Reino de Dios es "vivir en Dios"; y sólo en Él está la vida eterna  (Jn 3,36; 4,14; 5,24).

* * *

Hubo un momento en la historia de la Iglesia en que ley (mandamientos, normas, disciplinas) se establecieron como lo único importante. La moral pasó a ocupar un lugar preeminente, por encima del mismo Dios.  Se pensó que lo único valioso es "ir al cielo", la vida aquí abajo sólo la justifica el sufrimiento para merecer el cielo,  y al pueblo cristiano le basta saber qué tienen que hacer para llegar a él.  Se dejó de hablar de Dios (del Dios que se revela en la persona de Jesucristo), que pasó a ser un desconocido. ¿Cómo vivir en Alguien  que se desconoce?

En situaciones de cristiandad la fe y el conocimiento de Dios se dieron por supuestos. Pero ¿qué pasa hoy, cuando no vivimos en cristiandad sino en el siglo (secularización)? Los mandatos en que se asentó la religión y la esperanza de vida eterna pierden su sentido. ¿Para qué amar al prójimo más que a uno mismo? ¿Para qué rezar? ¿Para qué ir a misa? ¿Para qué bautizarse, comulgar  o casarse por la Iglesia? etc. Todo esto tiene sentido si hay Dios y si se da una relación con Él; sin Dios las normas morales pierden autoridad. Si no hay Dios, ¿quién tiene derecho a imponerme normas?

Jesús nos viene a recordar hoy que no salvan la ley sino la fe (Gal 2.16), con  la gracia de Dios (cf Rm 7,22.25). Los mandamientos son un mapa, una propuesta divina, pero sin Dios (fe y gracia) son imposibles de cumplir (Jn 15,5). "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán", dice Jesús. No podrán por sí mismos, pero "para Dios nada hay imposible" (Lc 18,27;  Rm, 8,3); por tanto, no te agarres a la ley sino a Dios.

¡Qué importante es conocer y tratar con Dios! ¡Qué importante es la oración!  ¡Qué importante no vaciar la religión de su espiritualidad (presencia divina)! Tal vez haya decaído la práctica de la religión en su vertiente de "búsqueda de seguridad para la salvación eterna"; pero la humanidad, de modo más o menos consciente, sigue buscando una espiritualidad que llene su día a día. Y es esto lo que pone sobre la mesa Jesús: un modo de ver y vivir la vida desde el Padre; una salvación para el cielo que no se entiende separada de la tierra. 


No te preocupes por tu salvación futura, busca mejor la salvación presente: el Reino de Dios en la tierra. Jesús predica y promueve la salvación integral de la persona, que consiste en conjugar el verbo rezar al ritmo del verbo amar, aliñar la oración con mucha compasión, sustituir o  completar los sacrificios rituales con la misericordia

Acierta en el camino cristiano quien busca la salud, la felicidad, la dignidad del prójimo; o, lo que es lo mismo, busca su salud, su felicidad, su dignidad en la salud, la  felicidad y la dignidad del prójimo. No soy un eslabón suelto en la cadena de la vida; soy parte de un todo. El prefijo "com" de com-pasión o com-padecer, indica comunión; y esto es muy significativo para el tema que nos ocupa: solo puedo  salvarme en comunión-comunicación con otros.  Una buena respuesta al que preguntó a Jesús podría haber sido ésta: "Busca el Reino de Dios y su justicia -practica la compasión y la misericordia- y todo lo demás -salvación eterna incluida- se te dará por añadidura" (Mt 6,33). 

No te obsesiones, pues, por el tema de la salvación reduciéndola al momento del "juicio final" como día terrible (dies irae); de eso se preocupan los que no quieren vivir amando. Tú vive un amor sin restricciones personales ni sociales, y no tengas miedo a ser el último, el siervo de los siervos. Te aseguro que el mismo Jesús te sentará a su mesa cuando venga. Te lo dijo el domingo pasado (cf Lc 12,37) y hoy te lo repite: sé el último y serás el primero. La salvación consiste en algo tan sencillo como estar dispuesto a perderte con gozo día a día en las manos de Dios abrazando tu historia y la de tus hermanos.


¡Que tengas un buen Domingo!

Agosto 2025
Casto Acedo

jueves, 14 de agosto de 2025

20º Domingo Ordinario C (17 de Agosto)

EVANGELIO Lc 12, 40-53

Dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».

Palabra del Señor 

 * * *

¡Ladran, luego cabalgamos! dice una sentencia que pone de manifiesto que quien vive con autenticidad genera a su alrededor situaciones que le hacen molesto, y quienes se molestan, ¿cómo no?, ladran, critican, marginan, queriendo conjurar el peligro que supone la verdad para sus intereses.

Acostumbrados a un Jesús dulce, amable, acogedor, el evangelio de hoy nos deja ver que no tiene por qué ser así para todos. Él mismo se presenta como motivo de división, enfrentamiento y ruptura. No es que busque directamente el enfrentamiento, su postura fue siempre de diálogo y conciliación, pero hay personas que no comparten sus ideas ni su modo de entender la vida, lo cual crea rechazo y problemas incluso en ámbitos tan sagrados como la familiaDesde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra”.

¿Por qué esas divisiones de las que habla Jesús? Porque incluso en el ámbito familiar, donde se supone que todo es maravilloso, a veces no es fácil ejercer la libertad. Son incontables los conflictos familiares que se han dado en la historia debido a cuestiones de fe religiosa. Y  no me refiero tanto al problema que puede generarse cuando algún hijo decide no casarse por la Iglesia y los padres se disgustan, ni al hecho de que algunos padres decidan no bautizar a su hijo con el consiguiente disgusto de los abuelos. Esto genera conflicto, pero sólo en la medida en que choca con los convencionalismos sociales al uso, y cada vez más secularizados. Tal como hoy va la deriva de la religión el choque parece estar hoy más bien en quien se bautiza o se casa por la Iglesia. 

El verdadero conflicto se da cuando el mensaje del evangelio a causa del enamoramiento de la persona de Jesucristo y su proyecto de vida, chocan con quienes tienen una idea estereotipada de lo que se espera de una persona muy religiosa. A saber: se espera que sea dócil y obediente a su marido o a su mujer, que guarde la debida prudencia y cortesía en el lenguaje y las relaciones sociales, o que sea modestamente condescendiente con quienes desprecian lo religioso o que, en caso de conflicto, sepa ceder complaciente. 


Pero el seguimiento de Jesús no es cuestión de adaptación al medio, sino de revolución-renovación del mismo; no es sólo tema de ritos y preceptos sino de amor. Y ahí, donde el amor de Cristo arde, empiezan los problemas. Hay conflictos: 

*Cuando hablas con naturalidad de Jesús hasta el punto que quienes te escuchan piensan: ¡Anda, pero si va a ser verdad que existe, siempre pensé que era un abstracto!

*Cuando en un arrebato de locura cristiana perdonas a ese enemigo al que todo el mundo odia, y quienes eran hasta ahora tus amigos te dan la espalda por quererlo como a un hermano más;

*Hay conflicto cuando decides acoger con cariño y absoluto respeto a esas personas que de siempre han sido consideradas pecadoras a causa de sus creencias, su condición sexual o su modo diferente de vivir en pareja;

*Cuando haces de la compasión y la misericordia la clave de tu vida hasta el punto de perder puntos en tu reputación, para ganar en amor;

*Cuando vives la libertad de expresar tu fe y tus ideas con claridad y sinceridad, denunciando las mentiras concretas a las que nos someten las modas o los condicionamientos sociales.

*Y, en fin, cuando tu vida no la montas sobre los dineros, los cargos y la buena fama, sino sobre la caridad, la humildad y la denuncia de las injusticias.

En definitiva, cuando Jesús y su seguimiento, su persona y su mensaje, son percibidos por los demás como piedras angulares de la existencia, y no como ridículos ritos y preceptos de obligado y virtuoso cumplimiento; entonces la cosa arde; Jesús pasa de ser icono de devoción a ser motor de la vida. Y no a todos gusta su fuego, porque deja ver las tibiezas que impiden la purificación del mundo.

El fuego del que hablamos es el fuego del Espíritu Santo, que prende en el corazón del creyente y le arrastra a ser profeta, como le pasó a “Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”  (Hch 10,38).  

El incendio del Espíritu encuentra oposición en los enemigos de la cruz de Cristo, y se oponen a Él;  por eso se pide estar dispuesto a seguir los pasos de Jesús hasta el final: “con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!”. Ese bautismo es el de la cruz (cf Mc 10,38), destino más que posible de quien hace del amor sin límites  la consigna de su vida.

* * *

Esta semana te puedes hacer unas preguntas: ¿Entiendes tu fe como una mera práctica de ritos y cumplimientos morales o arde tu corazón por amor a Jesús? ¿Encuentras en tu entorno algún rechazo por ser cristiano? ¿Hasta qué punto eres fiel cuando eso te supone contrariar ciertas costumbres sociales? Cuando tu fe entra en conflicto con lo habitual ¿tienes a romper moldes o te acomodas? ¿Estás dispuesto a mantener tu fe aunque te acarree cierto rechazo o problemas incluso en tu familia? A Jesús le tocó lidiar con la oposición de los judíos más religiosos de su tiempo; no se acomodó sino que mantuvo su fidelidad al Padre por encima de todo. Su espíritu sigue incendiando el mundo. Déjate encender por Él.

Agosto 2025

Casto Acedo.

martes, 12 de agosto de 2025

Asunción de la Virgen María (15 de Agosto )

Primera lectura del día

Apocalipsis 11, 19a; 12, 1. 3-6a. 10ab

"Se abrió en el cielo el santuario de Dios y apareció en su santuario el arca de su alianza.

Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; y está encinta, y grita con dolores de parto y con el tormento de dar a luz.

Y apareció otra signo en el cielo: un gran dragón rojo que tiene siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas, y su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra.

Y el dragón se puso en pie ante la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo cuando lo diera a luz.

Y dio a luz un hijo varón, destinado el que ha de pastorear a todas las naciones con vara de hierro, y fue arrebatado su hijo junto a Dios y junto a su trono; y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios.

Y oí una gran voz en el cielo que decía:

«Ahora se ha establecido la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo»"

Palabra de Dios
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Cf también; : 

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El Apocalipsis describe la lucha del bien contra el mal poniendo de manifiesto que la victoria final es del bien. Anima así este libro a  a la Iglesia naciente que sufría persecución. Aparece en el libro una mujer, que la tradición identifica con María, pero también podemos leer como la Iglesia. La fiesta de la Asunción de María, conectada con la de la Ascensión del Señor, celebra cada año que hay motivos de esperanza de triunfo para todos.  María en su asunción nos muestra que por la humildad (humus, tierra) se llega al cielo. La victoria de Cristo es la  victoria de la Mujer y la garantía de nuestra victoria. Un breve poema de Pedro Casaldáliga sobre la Asunción  cierra este comentario.

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El libro del Apocalipsis

Hay quienes consideran el libro del Apocalipsis como libro esotérico, que recoge enseñanzas ocultas reservadas sólo a unos pocos. Craso error, porque el Apocalipsis no contiene la revelación de  calamidades futuras de la humanidad; se trata más bien de un libro que, recurriendo a una amplia simbología, narra la lucha del bien y el mal que vivió el cristianismo naciente de forma muy tangible. El libro pretende poner de manifiesto que la victoria final es la del bien, la de los santos.

En el texto que se proclama hoy la lucha y la victoria última se concentra en una figura portentosa, “una mujer vestida del sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Estaba encinta, le llegó la hora y gritaba entre los dolores del parto”. ¡Hermosa imagen de la de la mujer en lucha, que entre dolores apunta al nacimiento de algo nuevo! ¿No nos recuerda este dolor a la Cruz?  

Por otra parte, en el mismo texto, se habla de “un dragón rojo... que estaba enfrente de la mujer dispuesto a tragarse al niño en cuanto naciera”, dragón que representa al demonio, al mal, cuya obsesión es devorar el bien , indicado con el niño cuyo nacimiento se espera y que inaugura un tiempo nuevo, figura e imagen del Mesías, “un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos”.

La visión apocalíptica habla de que el niño es “arrebatado y lo llevaron junto al trono de Dios” (ascensión de Jesús a los cielos), “Mientras tanto, la mujer escapaba al desierto”. Otra imagen para interiorizar: el desierto como retiro de la humanidad y lugar para activar la esperanza en la victoria de Cristo, sumo bien:  “Ya llega la victoria, el poder y el reinado de nuestro Dios, y el mando del Mesías”.

Cristo, María y la Iglesia 

Esa mujer de la que habla el Apocalipsis es la Virgen María. Así lo ha reconocido la tradición cristiana. ¡Cuántos artistas la han pintado y esculpido así: nimbada de luz, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas!; tras la ascensión de su Hijo ella espera también su propia asunción.

Pero también podemos ver en la mujer a la Iglesia, que, con dolores y sufrimientos –martirio- testimonia, da a luz, a Jesucristo; la Iglesia  que lucha contra el mal en el mundo, espera  en  el desierto a la espera de la victoria definitiva de nuestro Dios. En la Asunción celebramos la glorificación de María, pero no la celebramos desconectada de nuestra realidad, sino como “primicia de la Iglesia que un día será glorificada” (prefacio de la solemnidad).

Ahora bien, a María hay que contemplarla siempre unida al misterio de Cristo. La carta primera de san Pablo a los Corintios nos viene a recordar que el primero de todos es Cristo “resucitado, primicia de todos los que han muerto”. Que en esta fiesta mariana se proclame tan claramente la resurrección de Cristo es una manera directa de indicarnos que la figura de María, su importancia en la devoción y de la Iglesia no se comprende desligada del del Hijo.

En última instancia, lo que celebramos en la Asunción es la victoria de Nuestro Señor sobre el mal y la muerte. No olvidemos que Cristo “ascendió” a los cielos (Él mismo realiza activamente ese acto, porque tiene poder para ello; en otros textos se dice que “fue elevado” por el Padre; de todas formas es una acción sólo posible por el poder de Dios) mientras que la Virgen María “fue asunta” (asunción; no asciende por su poder sino por el poder de otro: Dios).

En la Asunción de María se nos muestra el destino de la Iglesia. Si ella, la primera cristiana, la Madre de la Iglesia Santa, el modelo de los creyentes, ha llegado a la meta de la salvación, ¡Alegrémonos porque, hacia Cristo y hacia ella también nos dirigimos los creyentes confiados en participar como María de la victoria de Cristo!



Al cielo desde la tierra

La victoria es de nuestro Dios, pero no se realiza sin nosotros. Es gracia actuada por Dios, pero también aceptada y respondida por la persona. Algo que el místico, poeta y obispo Pedro Casaldáliga daba a entender diciendo que "la tierra es el único camino que nos puede llevar al cielo".

María alcanzó la gloria de la incorrupción. Ella fue la elegida del Señor. Pero tuvo conciencia de que no son sus grandezas las que hay que cantar sino las de Dios (cf. Magníficat). Dios es el único que salva. Ella sólo fue elegida y acompañada. ¿Quiere decir esto que María no tuvo que poner nada de su parte para alcanzar el cielo? ¡De ninguna manera! María tuvo que responder con sus actos ante Dios, como tú y como yo. Y mostró una responsabilidad ejemplar. Imitó a su Hijo con una vida de servicio total a Dios en los hombres. Subió al cielo desde la tierra. "Dios ha mirado la humildad de su sierva". No olvidemos que humildad viene de humus, tierra. 

En esto imitó a María, entrega generosa en la pobreza de Belén, en el servicio escondido de Nazaret o en la disponibilidad para atender a Isabel. María entendió perfectamente la predicación de Jesús, que dijo que “no he venido a ser servido sino a servir” (Mt 20,28) y que “el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado” (Mt 23,12). No me cabe duda de que estas enseñanzas las aprendió Jesús niño y joven en el libro abierto que fue para Él su Madre. El mismo evangelio lo deja entrever; ante la alabanza a María que surge de la multitud Jesús responde de manera insospechada: “Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”. Bien vista tenía Jesús esta bienaventuranza en el día a día de la madre que le amamantó, acunó y educó en su infancia y juventud. 

María tuvo vocación de tierra, “aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38), y por tener los pies bien asentados (encarnados) en la tierra mereció el cielo. No se podría esperar otra cosa de quien llevó en su seno al mismo Verbo , Dios hecho tierra para salvar a la tierra.


Asunción, de Pedro Casaldáliga

María es modelo e imagen de la Iglesia, comunidad de discípulos de Jesús por su actitud oyente (obediente) y comprometida frente al evangelio de Jesús. 

Tú también eres llamado o llamada también a responder a Dios como María, y como ella estás destinado o destinada a la liberación que tiene su culmen en el cielo. Para ello no necesitas elevarte, solo descender a tu realidad, mirarte y sentirte parte de la debilidad del mundo, sentirte tierra. El Dios de los pobres mirará tu humus y te elevará. No te eleves tú, deja que sea Él quien te de alas. El cielo no es para los soberbios y avariciosos que se atan a la gravedad de sus cargos y riquezas. El cielo es para quien asume su fragilidad y se sabe pobre con los pobres, ligero de equipaje, desatado, liberado para volar con los ángeles. Y con María. 

En la fiesta de la Asunción tienes un motivo para alegrarte y alimentar tu esperanza, porque en ella celebras todo lo que ella esperó y mereció alcanzar y todo lo que tú puedes esperar y alcanzar. Tú, hijo o hija de la Iglesia de Jesús, también gozas de su elección y quieres vivir en obediencia y servicio viviendo para los demás antes que para ti; has escogido el camino del descenso y humillación del Hijo y de la Madre; así también, con cuerpo y alma (con todo tu ser) puedes gozar la visión beatífica. 

Qué bien entendió esto el obispo de la Amazonia brasileña que, misionero del Corazón de María (claretiano), amó la tierra haciéndose  humus con los humildes de este mundo. Como misionero del Corazón de María siempre tuvo a la Madre en su trasfondo espiritual. Vaya como ejemplo uno de sus poemas:

ASUNCIÓN

Plenitud de agosto,
vuelo de Asunción.
Bodega con mosto
de tu Corazón.

Rutas de Araguaia,
con mi pueblo en cruz.
Mi «seca» y tu playa:
la Paz de Jesús.

Lograda María,
llegada Asunción,
que reclama y guía
nuestra romería
de Liberación.


Hermoso canto. María de la Asunción, María de la liberación. En otro poema, el autor canta a María como su amor y bandera junto con el Evangelio y el amor al Cielo en la tierra. Amar a María es amar el cielo al que fue asunta, sin dejar de pisar la tierra. Da gracias a Dios por su Hijo Jesucristo, resucitado y ascendido al cielo, y por María, madre de Dios y madre tuya. Su asunción te llene de alegría y esperanza. “Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar y gozar, como tú, las promesas de nuestro Señor Jesucristo”. Amén.

Nota (1), Más poemas marianos de Pedro casaldáliga en 


Agosto 2025
Casto Acedo

jueves, 7 de agosto de 2025

19º Domingo Ordinario (10 de Agosto)

EVANGELIO Lc 12,32-37

Dijo Jesús a sus discípulos: 

«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.

Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.

Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo".

Palabra del Señor

La semana pasada el evangelio nos ponía en guardia acerca de cómo la muerte desvaloriza  lo que sobrevaloramos en la vida. Siguiendo las palabras que se proclamaron entonces, el san Lucas habla luego de la confianza en la providencia, invitando a no preocuparse tanto del mañana sino del hoy,  a contemplar cómo los pájaros y las plantas, que no se afanan por nada gozan del hoy que Dios les regala (cf Lc 12, 22-29), y acaba  Jesús diciéndoles que por la comida y la supervivencia “se afana la gente del mundo, pero vuestro Padre ya sabe lo que necesitáis. Buscad más bien el reino, y él os dará lo demás” (Lc 12, 30-31).

Sigue el evangelio con el texto que hoy comentamos: "No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.

Tenemos aquí una llamada a soltar, a descargar la vida de cosas, de negocios, de preocupaciones que no soportan la prueba de la finitud del hombre cuando se cruza con la infinitud de Dios. 

El evangelio de hoy es una invitación a relativizar todo trampantojo que se ofrece a nosotros como maravilloso, como fuente de la vida, pero que en realidad no es sino engaño,  apariencia, sueño, “representación de este mundo se termina” (1 Cor 7,31). 

La vida es sueño, recita Segismundo en la obra de Calderón de la Barca:

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Los negocios en los que solemos  poner la vida son invención de nuestra mente, fantasías que nuestro egocentrismo inventa para subsistir. Tan obsesionados estamos por vivir en ese mundo ficticio y de ensueño del “yo ideal”, que no nos damos cuenta de que ese mundo no existe, que es solo un constructo de nuestra imaginación. Por eso no satisface: ¡Todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende! 

Perseguimos propiedades, riquezas, distinciones, etc., con que mantener en pie el sueño de un personaje-facebook de cartón piedra, de pura apariencia. Por eso no entendemos la vida, ni hallamos sosiego, porque ni siquiera nos conocemos a nosotros mismos; vivimos en un inexistente mundo de yupi. Ignoramos quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos. Y lo peor de todo es que preferimos seguir engañándonos creyendo ser lo que nos gustaría ser (yo ideal) y gastando en ello nuestras energías.

Frente al “yo ideal” Jesús muestra el “ideal del yo”, es decir, la verdad de lo que cada uno es. Conocerse uno a sí mismo es el principio de todo camino de renovación espiritual. Sólo partiendo de él se puede vivir en la verdad. Y la verdadera identidad humana tiene un nombre: Jesucristo; Él es el ideal en persona y el ideal de persona. Si he sido creado a imagen y semejanza de Dios, y si Jesucristo es Dios hecho hombre, Jesús es el camino, la verdad y la vida que debo seguir si quiero encontrarme y vivirme a mí mismo. A eso vino al mundo, a mostrarme mi ser; a decirme quien soy; conocerle a Él es conocerme a mí; seguirle es encontrarme.

Vivir feliz es posible. te basta crecer en ternura; es cuestión de  procurarte un corazón tierno, de carne, compasivo y misericordioso (cf Ez 36,26-28). “Vended vuestras posesiones y dad limosna”, no viváis centrados en la apropiación de riquezas exteriores sino en la generosidad del corazón. La grandeza de Jesús no está en el reconocimiento recibido de los hombres, ni en la materialidad de sus buenas obras. Él decía que su alimento era hacer la voluntad de Dios  (Jn 4,1), su vida fue toda sumisión amorosa a los deseos de su Padre (Mc 14,36).

* * *

Merece la pena meditar esto: “Donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón”. Mira tu corazón. El mundo te propone riquezas que se apolillan y se pierden, Jesús te abre la puerta a otra dimensión: tu vida interior, tu corazón, un santuario donde todo adquieres sentido, un lugar donde se juega todo. Puedes poner tu corazón en lo exterior y material que te rodea o en lo interior y espiritual que te habita al tiempo que te envuelve.

Vivir feliz es posible, para ello te basta crecer en ternura; es cuestión de  procurarte un corazón tierno, de carne, compasivo y misericordioso (cf Ez 36,26-28). “Vended vuestras posesiones y dad limosna”, no viváis centrados en la apropiación de riquezas exteriores sino en la generosidad del corazón. La grandeza de Jesús no está en el reconocimiento recibido de los hombres, ni en la materialidad de sus buenas obras. Él decía que su alimento era hacer la voluntad de su padre (Jn 4,1), su vida fue toda sumisión amorosa a los deseos de su Padre (Mc 14,36).

¿Cómo hallar a Jesús? ¿Dónde encontrar la riqueza de su reino? * En la humildad (palabra que viene de humus, tierra, polvo), *en el reconocimiento de la fragilidad de la naturaleza humana, necesitada de la gracia de Dios para prosperar,  y *en la disponibilidad para el servicio a Dios en el prójimo: “¡dichosos los criados a los que el amo encuentre vigilantes cuando llegue”. ¿Qué ganará quien  vive como Jesús?: el mismo Jesús "se ceñirá, los hará sentarse a la mesa y se pondrá a servirlos”. ¿Puedes imaginar como premio un amor más grande?

* * *

Contempla a Jesús, que “siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8,9), ¡oh admirable misterio! El amo sirviendo al criado, Dios mismo sirviéndote  a ti. Lo  hace en la Eucaristía que celebras hoy. Ahí te enseña qué es llevar una vida eucarística, de comunión fraterna, de servicio. Aprenderás mucho meditando esto. 

Jesús es tu “ideal de yo”, un espejo donde mirarte y reconocerte. Si le adoras, si le estudias, si le dejas entrar en tu vida, si pones tu confianza en su reino, si le tienes fe, brotará en ti espontáneamente, casi sin esfuerzo, eso de vender todas tus posesiones y darlo en limosna; y al hacer eso no perderás nada sino que ganarás todo, porque tu corazón ha encontrado el único Tesoro por el que merece la pena invertir con alegría toda tu vida (cf Mt 13,44).

Donde está tu tesoro, está tu corazón. ¿Dónde está tu corazón? ¿En la ilusión de una vida ficticia e inalcanzable? ¿En la fragilidad de unos sueños egoístas? Busca el tesoro del reino, busca a Jesús y pon en segundo plano todo lo demás. 

¡Feliz Domingo!

Agosto 2025

Casto Acedo

25º DOMINGO ORDINARIO C (21 de septiembre)

EVANGELIO "Dijo Jesús a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes. Enton...