lunes, 31 de octubre de 2022

Al hilo de la Palabra (1 de Noviembre)

 

APOCALIPSIS (7,2-4.9-14)

Yo, Juan, miré y vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.
Y gritan con fuerte voz: 
-«La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.» ...

... Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: 
-«Esos que están vestidos con vestiduras blancas quiénes son y de dónde han venido?»
Yo le respondí: 
-«Señor mío, tú lo sabrás.»
Me respondió: 
-«Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre del Cordero.»

Palabra de Dios


Siempre me han llamado la atención estos versículos del Apocalipsis por lo que tienen de paradójico. “han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre del Cordero.»”. No son santos porque han llevado una "vida blanca" sino porque la sangre de Cristo (su amor) los ha blanqueado. La única "vida blanca" (santidad absoluta) es la de Cristo, simbolizada en "la sangre del Cordero".

Los santos no han lavado sus almas en la piscina de sus perfecciones, sino que se presentaron manchados ante Jesús, que perdonó sus pecados. La santidad no es fruto del esfuerzo humano sino de su humildad al reconocer el pecado y acudir a Dios. Los santos son pecadores perdonados; algo que con frecuencia olvidamos.

En mi infancia me enseñaron que un santo o un santa eran personas que habían vivido siempre las perfecciones cristianas: obediencia, castidad, pobreza, etc. Con la inocencia de mi niñez procuraba imitar las perfectas virtudes de tal o cual santo, algo que ya me parecía difícil. Llegada la adolescencia y la juventud tanta perfección no me pareció difícil sino imposible. Sólo con la madurez he ido aprendiendo que la santidad no es una cuestión de  perfecciones sino un asunto de humildad. Los santos son simple y llanamente personas humildes; el corazón en el cielo y los pies en la tierra.

La humildad, virtud cristiana por excelencia,  no presume de perfecciones; al contrario, si de algo presume es de sus debilidades. “Por lo que a mí respecta, -dice san Pablo- solo me gloriaré de mis debilidades” (2 Cor 12,5). A nadie le gustan sus debilidades, por eso san Pablo oró pidiendo a Dios que le liberara de algo que le hacía sufrir constantemente: “Por tres veces le he pedido al Señor que lo apartase de mí y me ha respondido: «Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad». Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo” (Ibid. 8-10). Donde yo tiendo a decir "yo, mi, me" como referencia de santidad, san Pablo pone a Cristo. Donde yo presumo de mis virtudes, san Pablo presume de sus debilidades; no porque ser santo es ser débil y pecador sino porque sólo desde la consciencia del propio pecado (humildad) puedo acceder a la gracia de Dios. "Te basta mi gracia".

¡Qué importante es conocer a los santos no sólo en sus virtudes sino también en su debilidad! Ahí mismo se miraron ellos; cuando santa Teresa se define como "mujer y ruín" no lo hace solamente por quedar bien; ella misma se sentía pecadora; a medida que te acercas a la luz más se ven las manchas de tu vestido. Saber que fueron pecadores convertidos  acerca a los santos nosotros, porque los hace más humanos. Propio del hombre es errar y propio el levantarse. Me dan miedo las personas que nunca se equivocan.

Un buen ejercicio para este día de Todos los santos es sentir que están cerca de nosotros, que no nos aman y aceptan sólo en los momentos de gracia sino también en los de pecado. Nos acompañan en la debilidad. Interceden por nosotros. Cuando nuestra fe vacila y nuestras obras dejan que desear ellos saben de nuestro estado porque vivieron lo mismo.  Se dice de Cristo en la carta a los Hebreos que "no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado". ¿Podríamos decir lo mismo de los santos? Sí, pero sabiendo que éstos también fueron probados en el pecado, es decir,  sucumbieron y necesitaron "blanquear sus vestidos en las sangre del cordero". Los santos saben dónde encontrar la vida e interceden por nosotros ante el Señor Jesucristo, para que también por Él alcancemos la gloria de la santidad.

* * *

Pon hoy ante ti la imagen del santo de tu devoción. Mira y admira las virtudes que adornaron su vida.  Pero, por favor, no lo divinices, contempla también las debilidades de su vida. Al contrario, tu santo, como todos, no se consideró santo mientras anduvo en la tierra, se sabía pecador, siempre necesitado de la misericordia de Dios. Más que ponerte de rodillas ante tu santo favorito ponte con él de rodillas ante Jesús.

Y no pierdas la oportunidad de pedir a Dios la santidad para ti. No le pidas que un día vayas al cielo (deja eso para Dios en su momento) o que te adoren en un altar (eso es soberbia); pídele simplemente que no pierdas la conciencia de tu debilidad; que cada mañana te recuerde que eres un pecador, que la túnica de tu vida está manchada. No gires la cabeza ni vuelvas la vista a tu pecado; reconócelo con humildad y acude a Cristo que blanqueará tu vestido con su sangre derramada por ti. Así entrarás a formar parte tu también de la asamblea de los santos.

¡FELIZ DIA DE TODOS LOS SANTOS!

Un comentario más amplio y doctrinal en:

Casto Acedo. Noviembre 2022

viernes, 28 de octubre de 2022

Al hilo de la Palabra (30 de Octubre)


EVANGELIO  (Lc 19,1-10):

En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad.

En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. 

Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento.

Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».
Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más». Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

¡Palabra del Señor1

* * *

Primera escena: 
Zaqueo busca Jesús .

Contemplamos hoy la conversión de Zaqueo. Toda conversión parte de una búsqueda, de una necesidad previa que necesita ser satisfecha. Y el evangelio nos deja ver que Zaqueo no llevaba una vida satisfactoria, y él mismo lo deja ver. El hecho de que tratara de ver y saber quién era Jesús, el profeta del que todos se hacían lenguas, indica ya algo. Estaba en búsqueda; ha descubierto que el dinero no lo es todo y necesitaba llenar su vida con algo más sólido. Nadie se acerca a Dios si antes no ha sufrido un vacío.

En su búsqueda Zaqueo hubo de superar un primer problema, era demasiado bajo para ver a Jesús, y “no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura”. Lo de ser pequeño de estatura no suele ser algo que la persona acepte con facilidad, y mucho menos cuando te obliga a hacer algo ridículo para alguien que debería considerarse a sí mismo un personaje importante. Pero Zaqueo supera el miedo al ridículo: “Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí”.

Imaginad la escena: la gente que llega acompañando a Jesús y Zaqueo, todo un hombre de respeto, subido a un árbol como un niño travieso para poder ver al profeta.

Dice el evangelio que, al llegar allí Jesús "levantó los ojos y se dirigió a él". ¿Qué le dirá?  Los vecinos estarían mofándose de él, y por eso debió fijarse Jesús en él; al mirarle Jesús sus paisanos debieron aumentar las burlas a Zaqueo,  frotándose las manos y soltando la lengua. ¿Querías ver al profeta? ¡Pues escucha lo que te va a decir, estúpido! Seguro que esperaban que Jesús le echase la bronca.

Hubo silencio. Un silencio espeso, atento a la voz de Dios que dicen que habla por boca del profeta de Nazaret. Jesús se acerca y se pone bajo la mirada de Zaqueo. Imagina el cruce de sus miradas: dulce la de Jesús, temerosa la de Zaqueo. «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». Imagino ahora el estupor de los oyentes. Esperaban de Jesús una descalificación,  una denuncia de las injusticias, una condena de aquel pecador público. Pero nada de eso ocurre. Quedan boquiabiertos, estupefactos, mientras Zaqueo “se dio prisa en bajar y lo recibió en su casa muy contento”.

* * *



Segunda escena: 
Jesús encuentra a Zaqueo

Zaqueo ha sido tocado por la gracia de Dios, por el beso de su amor. Él no se lo esperaba. Como a buen judío le habían enseñado que a los impuros no se les premia sino que se les castiga. Y él era un pecador reconocido por todos, como aquella mujer adúltera que un día pusieron ante Jesús.  Con la visita de Jesús la mente y el corazón de Zaqueo debieron dar un vuelco, un giro total. ¿Cómo es posible que este santo se haya fijado en mí, que soy malo y no lo merezco?

No se puede explicar los movimientos internos que se producen en la alcoba interior de una persona que conoce el amor por primera vez, pero debe ser algo tan incomprensible e inefable como excelso.

Desde lo más hondo de Zaqueo, de su inconsciente más olvidado, emerge el sufrimiento vivido en los años de pecado. ¿Quién sabe cómo fue su infancia? ¿Sufrió por verse despreciado, relegado, marginado, abusado? Una vida de soberbia, egoísmo o avaricia no sale de la nada, sino de un corazón que sufre y se revuelve buscando una salida que no encuentra. Y se vuelve rencoroso, agresivo, malvado.  Y el único antídoto, la única medicina capaz de sanar esas heridas es la medicina del amor que echa en falta. Es lo que hizo Jesús.

Zaqueo, no tengas miedo, baja de tu árbol de tristeza, Dios Padre ama a todos los seres y no aborrece nada de lo que ha creado. Tú eres amado del Padre. Si Dios te odiara no te habría creado, porque no aborrece nada de lo que ha hecho”

Contempla las lágrimas de Zaqueo. Lágrimas de compunción donde se mezcla el dolor del propio pecado y la alegría por la misericordia divina. El llanto muestra una conversión afectiva (del corazón) que se prolongará en conversión efectiva: “Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más". Cuando el corazón suelta amarras, se despega de él todo aquello en lo que tenía puesta su seguridad (dinero, posición, fama) y se libera para navegar libremente por los mares del mundo. Con Zaqueo se ha producido el milagro. Por eso Jesús dice: “Hoy ha sido la salvación de esta casa”. El demonio sometía el corazón de Zaqueo ha sido vencido.

Epílogo: 
La medicina de la compasión

Muchos salieron al encuentro de Jesús en Jericó. Sólo uno lo recibió con provecho en su casa. ¿Por qué Jesús se aposentó precisamente en la casa de Zaqueo? Él mismo lo dice: “Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.

Y yo, ¿cómo ando de perdido? ¿Qué Dios espero? ¿Un Dios que bendiga mis caprichos? ¿Un Dios a mi servicio? A los paisanos de Zaqueo les sorprendió el Dios de Jesús: “Todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”. El Dios en que creían era un Dios vengativo, revanchista, inmisericorde; como ellos. ¿Quién se convierte  a un Dios así es el que cree en la discordia, el chinchorreo la y revancha?


Siempre que me cruzo con este evangelio recuerdo un canto infantil  que enseñaba a los niños hace años en la catequesis de infancia y 
que resume muy bien su contenido.  Puedes escucharla clicando la foto.

Zaqueo era un hombre bajito, 
tenía mucho dinero,
Zaqueo tenía dinero, 
pero no era feliz
Zaqueo no era feliz 
porque era despreciado,
Zaqueo era despreciado 
porque era un hombre ladrón.
Pero un día, Zaqueo 
subió hasta un árbol
para poder ver mejor a Jesús,
y en su vida todo cambió, 
porque Jesús no lo despreció.

Es una letra muy simple que enseña transmite un mensaje muy profundo y sencillo: si quieres ayudar a alguien a salir de sus oscuridades no le señales con el dedo, ni le margines de ningún modo, ámalo como se ama a quien sufre una desgracia; no mires su violencia, o su soberbia, su avaricia o su ira como parte de su ser sino como su enfermedad; un mal que se cura con la medicina de la compasión.

He llevado siempre en mi corazón la frase de este canto: “En su vida todo cambió, porque Jesús no lo despreció”. He aprendido con esto que si quiero ayudar a alguien, si quiero darle a conocer a Dios, que es la mejor ayuda que puedo ofrecerle, el camino es la compasión, comenzar por aceptarle tal como es, amarle como Dios le ama, incondicionalmente. Puedo iniciar un buen cambio de vida mirándome a mí mismo en Zaqueo, descubriendo con él el amor de Dios que Dios me tiene, y soltando con él todo lo que hasta entonces me alejaba de Dios y de mí mismo.

¡FELIZ DOMINGO!

Otro comentario en:
 
Casto Acedo. Octubre 2022

jueves, 20 de octubre de 2022

Al hilo de la Palabra (23 de Octubre)

 EVANGELIO Lc (18,9-14)

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:

«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.

El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “Oh Dios!, ten compasión de este pecador”.

Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

¡Palabra del Señor!

* * *
Puedes enfocar tu vida de dos maneras: desde el exterior o desde el interior, desde la fachada o desde dentro de casa. Según decidas así serán tus cuidados y desvelos.; o te desvelarás por cultivar tu imagen o bien te preocuparás ante todo de tu estado de ánimo interior. Tienes que decidir donde pones tu atención. Lo que no puedes hacer es comer y cantar, nadar y guardar la ropa, apoyar tu vida en brillos exteriores y al mismo tiempo gozar  de solidez interior; la vida auténtica es única y no se puede desdoblar; es un error querer llevar una doble vida. Lo dice el evangelio: “no  se puede servir a dos señores” (Lc 16,13).

La parábola que hoy te pone el Señor pretende desenmascarar el fariseo que hay en ti, ese ego que tienes, que presume de virtuoso pero es amante del vicio, que cuida la apariencia ignorando el fondo, que teme ser visto en su pobre realidad y se defiende ocultándola tras una máscara fantástica.

Dos hombres van al templo a orar. Sus maneras de rezar muestran cómo un mismo acto puede ser bueno o no; lo que  justifica o hace bueno un acto es la actitud con que se ejecuta. En la parábola uno va al templo a presumir, otro a humillarse ante Dios. Ya de principio aprendes de la parábola que puedes orar desde tu realidad o desde tus sueños, desde tu verdad o desde tus mentiras.

El fariseo

El fariseo, en realidad, no ora, porque no se pone él mismo ante Dios. Observa cómo se describe: “no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano”. No se define por lo que es sino por lo que no es. Me recuerda a mí mismo cuando critico a alguien; lo que hago, más que condenar al otro, es justificarme yo. “Mira ese, bla, bla, bla, pero -pienso en mis adentros- yo no soy así”.

El fariseo me recuerda a mí mismo cuando evalúo lo bien que hago las cosas, las alabanzas que me merezco, lo injustas que son conmigo las personas que me rodean o lo injusto que es Dios que no tiene en cuenta mis desvelos por Él y por su Iglesia. ¿Acaso este soy yo? ¿O es ese ego que me he inventado para estar contento conmigo mismo sin crear problemas a los demás?

El fariseísmo es un vicio muy sutil; te encierra en una jaula de oro de la que cuesta salir porque hasta cierto punto es cómoda; ¡se está tan bien en ella!. ¿Cómo no felicitarme y jactarme de las alabanzas que otras personas me dirigen? ¿Quién va a negar -mas allá de un educado “por Dios, no lo merezco”- que me gustan los reconocimientos y  homenajes? ¿No te has deprimido nunca al menos un poco porque crees que no te han tratado o recibido como crees que mereces? ¡Quién se habrán creído que soy! ¿Un cualquiera?

Fíjate bien en para quién propone Jesús esta parábola: para  ”algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás”. Este soy yo, y si no me reconozco debería cerrar el evangelio, porque no me enteraré de nada.


El pecador

El publicano, sin embargo, no se considera mejor que el otro; simplemente reconoce lo que es, y desde su ser pobre, débil y pecador se relaciona con Dios. No hace, como el fariseo,  un monólogo consigo mismo; en su oración hay diálogo, porque no se presenta ante Dios como querría ser sino como es, y desde su ser real habla con Él. Le gustaría ser humilde, pero le come la soberbia; sabe que debe perdonar a quien le ofende, pero no lo consigue; sufre arranques de violencia que no consigue frenar; se deja llevar por la gula, la envidia y la lujuria,  ante las cuales se siente incapaz, etc. ¿Entiendes ahora por qué santa Teresa dice que “humildad es andar en verdad”? El publicano está en la verdad de sí mismo, mientras que el fariseo vive en la mentira.

El publicano no es, en lo exterior, mejor que el fariseo; pero reacciona no ocultando su pecado a sí mismo y a Dios, sino poniéndolo delante y pidiendo a Dios que se apiade de él. Ha entendido que Jesús no ha venido para los justos sino para los pecadores (Lc 5,32 y sabe que difícilmente curará su enfermedad si no comienza por reconocerla y confesarla al médico.

Podríamos llamar a esta parábola la de “los dos pecadores”, como lo es en la parábola del Hijo pródigo (cf Lc 15,11-31), uno que reconoce el error que comete al vivir lejos del Padre (“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti”)  y otro que vive lejos pero se cree que está en casa (“Tantos como te sirvo y a mí nunca me has dado un cabrito, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”).


Conversión pastoral (DOMUND)

En el fondo, lo que persigue Jesús con la parábola es provocar la conversión del fariseo poniendo ante sus ojos una realidad necesitada de conversión. Que cada cual se aplique el cuento. 

¿Y ya está?

Podría quedarme aquí, en la lectura personal de la parábola. Pero me gustaría que en este día en que también se celebra el DOMUND (Domingo Mundial de la Propagación de la Fe), y cuando se está hablando de "conversión pastoral", leyéramos también la parábola en clave comunitaria. 
 
Tendríamos desde esta perspectiva dos iglesias o dos modos distintos de ver la Iglesia: Por  un lado la iglesia “autorreferencial”, cumplidora (“Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”), obsesionada por hacer ver que ella es mejor que otras instituciones, sino la mejor. 

Es esta una Iglesia que sigue atada a cargos, sistemas y protocolos de organización anclados en la "mundanidad espiritual", que bendice primeras comuniones, confirmaciones y bodas claramente catequizadas y alentadas por el consumismo ambiente. Es una iglesia permisiva con lo ostentoso de las celebraciones sacramentales.  Tanto en lo litúrgico como en lo profano se tiende a la ostentación sin que resuene en la Iglesia una palabra o un gesto proféticos, un discernimiento serio de lo que se está bendiciendo al administrar esos sacramentos.  

¿Quién se atreve a hacer una encuesta a pie de calle, a las puertas de una Iglesia, donde se celebran alguno de esos "eventos"?  Simplemente preguntar a los protagonistas: ¿qué vas a hacer? , o a los invitados ¿a qué has venido?  Y no conformarse con respuestas estereotipadas. Por sus respuestas podríamos ver lo que no nos atrevemos ni a imaginar. 

¿Es posible acompasar sin caer en la falsedad el anuncio del evangelio con la práctica global (religiosa y secular) de estas celebraciones? Lo dudo. Y es una pena. Cada vez son más los que se acercan de buena fe a la Iglesia y luego la abandonan ante semejante desajuste. No se puede nadar y guardar la ropa, hay que decidir: o una Iglesia estancada, poco evangelizadora, instalada en la mediocridad, o una Iglesia profética y rompedora.

Por el bando del publicano tendríamos la Iglesia de esos que se acercan o recalan en ella buscando un refugio seguro que les salve de sus vidas vacías y sin sentido. Esta es la que llamo Iglesia de pecadores. Me decía hace poco un monje carmelita que él vive en la esperanza de que para los “tiempos recios” que corren y que se auguran más recios aún, el futuro de la Iglesia vendrá de la mano de los pecadores, de todos esos a los que con frecuencia consideramos impuros (divorciados, drogadictos, frustrados, ricos insatisfechos, incrédulos,…). Acogerlos debería ser el principio de nuestra conversión pastoral. ¿No habéis notado la fuerza con la que viven y anuncian el evangelio los  conversos procedentes de ambientes descristianizados que entran en las filas de la Iglesia? ¿O hemos olvidado la procedencia de san Pablo y de la mayoría de los primeros testigos del evangelio?

La parábola de hoy puede ayudarnos a mirar con ojos de evangelio qué Iglesia queremos, y cuál vemos más necesaria para evangelizar, ¿la del fariseo o la del publicano? "Para ser mis testigos", dice el eslogan de este año. Puedes preguntarte: quién es más creíble cuando habla del evangelio, ¿un cristiano "de toda la vida", acostumbrado ya a unas formas y modos estereotipados de testimoniar?, ¿o un recién converso que ha descubierto la novedad del evangelio como apoyo para superar su pecado y habla de ello con la frescura del agradecido? 

Ya que se habla tanto de la “conversión pastoral” meditemos si en la Iglesia no estamos necesitando más pecadores y menos justos. Creo que me explico. Nuestro tiempo precisa una Iglesia de humillados enaltecida por el Señor. La "conversión pastoral", o es un cambio de espiritualidad y estructuras de fondo o será sólo un golpe de efecto, un entretenimiento farisaico más para seguir haciendo lo mismo. Y vistos los resultados, ¿merece la pena?

 "El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido". La iglesia que se enaltece será abajada, la iglesia humillada será enaltecida. Sé honrado contigo mismo y con la  Iglesia y  escoge el camino de la humildad 

* * *

Otro comentario para el evangelio de hoy;

¡Feliz domingo!

Octubre 2022

Casto Acedo

viernes, 14 de octubre de 2022

Al hilo de la Palabra (16 de Octubre)


EVANGELIO Lucas (18,1-8):

En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer.

«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”.

Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”».

Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar.

Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».

¡Palabra del Señor!

* * *

El domingo pasado, a partir de la narración de la curación de los diez leprosos, de los cuales sólo uno volvió para dar gracias, veíamos dos modos de oración: la de petición “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”, y la de acción de gracias, uno de los diez leprosos curados “se volvió y se postró a los pies de Jesús dándole gracias”

Hoy el evangelio nos indica otra cualidad importante en la oración y por extensión a la vida cristiana: la perseverancia, que junto a la humildad, que se dejará ver en el evangelio del próximo domingo, completan toda una lección para quienes desea llevar una vida según Cristo.

Hablar de perseverancia en la sociedad que el Papa Francisco llama de la "rapidación”, donde se vive de manera acelerada y teniendo el consumo como objetivo prioritario, parece un atrevimiento mayúsculo; porque la perseverancia requiere paciencia, virtud poco amada ya que supone dilatar la consecución de lo que se espera o desea.

Muchos, por no decir todos los fracasos en la vida espiritual tienen como trasfondo la impaciencia. Se comienza a caminar en solitario o en grupos de fe con ilusión; normal si se tiene en cuenta que a la entrada en religión le suele preceder una vida de "cansancio vital". Pero más tarde o más temprano, el ideal de vida feliz que se esperaba de lo espiritual muestra su cara oculta: el aburrimiento y el hastío. 

* * *

La sociedad de consumo lo invade todo. No podemos negar que esta sociedad transforma a los alumnos de la universidad en proyectos de rentabilidad,  a los ancianos del geriátrico en clientes, al obrero en máquina de producción, al periodista en propagandista, al político en clérigo del bienestar o al intelectual en inventor de slogans. 

La espiritualidad y la religión no escapan a esta contaminación consumista. ¿No son consumistas las primeras comuniones, las bodas, los bautizos, e incluso las confirmaciones? La celebración de los sacramentos está cada vez más como orientada al consumo, y como tal requiere rapidez, desconexión con el espíritu crítico y sometimiento a los deseos superficiales de quien la recibe y al beneficio de quien negocian con ella. No hay tiempo (falta paciencia) para una preparación adecuada. 

Por otro lado, los grupos que parecen huir de la espiritualidad institucional repiten el esquema. La “nueva era” y movimientos afines ofrecen espiritualidades a la carta, prácticas de usar y tirar, centradas en el “qué bien estoy”, “qué bonito ha sido todo”, "cuánta energía he recibido", etc.; y cuando la "satisfacción espiritual" decae, me cambio a otra secta que esté más de moda donde  vuelva a reiniciar el proceso de ilusión-cansancio-abandono. 


Una vida espiritual auténtica sólo es posible desde la perseverancia en la fe. Santa Teresa insiste en ello:  "Tornando a los que quieren ir por él (camino de perfección o viaje divino) y no parar hasta el fin, ... digo que importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo..." (Camino, 21,2). ¿No parece que la santa está describiendo la tenacidad de la a viuda del evangelio?

Sin perseverancia no hay avance en la vida interior. La viuda del evangelio espera justicia, pero las circunstancias no son las más apropiadas. La definición que por dos veces se da del juez de la parábola es lacónica y pone en evidencia el muro con el que se encuentra la fe, la realidad de un mundo “que ni cree en Dios, ni le importan los hombres”. ¿No es el ateísmo y la indiferencia una buena definición del ser íntimo del consumismo? Sólo me importo yo y mis intereses?

Queda claro que el mundo del consumo no está por la labor de mirar a Dios y potenciar el espíritu fraternal de la comunión de bienes.  Por eso, como el juez de la parábola, no hace caso al Evangelio. 

Pues bien, en un mundo de increencia e indiferencia toca hoy ser cristianos. ¿Cómo? Con ingenio y perseverancia en buscar y practicar lo que es justo y verdadero. Esto sólo es posible desde la constancia en la escucha de la Palabra de Dios como antídoto frente a la seducción del consumismo, desde la práctica de la oración constante para no dejar resquicio al diablo (Ef 4,27), y desde la perseverancia en la lucha por la justicia más allá de los convencionalismo políticos y sociales.

* * *


La viuda tenía motivos para desilusionarse y abandonar su militancia espiritual, pero no lo hizo, y siendo persistente en su clamor día a día logró derribar el muro del ateísmo y la desidia que parecía infranqueable. 

La conclusión de la parábola es clara: la perseverancia, hija predilecta de la fe, todo lo alcanza.  Viene muy bien aplicar esto a nuestra vida personal (formación, oración, práctica de la caridad), eclesial (¿quién ha dicho que un persistente anuncio del evangelio no puede derribar el individualismo y el consumismo sacramental?) y social (si quieres puedes, quien no cesa en su empeño por cambiar el mundo lo puede lograr).

Termina el texto, y yo este comentario, lanzando al aire la misma enigmática pregunta de Jesús tras ensalzar la perseverancia de la viuda. “Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”. Para pensárselo. 

¡Feliz domingo!

Casto Acedo. Octubre 2022

viernes, 7 de octubre de 2022

Al hilo de la Palabra (9 de Octubre)


EVANGELIO 
Lc 17,11-19

“Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:
-«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».
Al verlos, les dijo:
-«Id a presentaros a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias.
Este era un samaritano.
Jesús, tomó la palabra y dijo:
-«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?».
Y le dijo:
-«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».

¡Palabra del Señor!

* * *
Jesús, maestro. Ten compasión de nosotros”. Hermosa oración para ser pronunciada con los labios del cuerpo o del alma acosados por la enfermedad. “¡Jesús, maestro, ten piedad de mi!”. ¿Quién no ha gritado así alguna vez pidiendo ayuda a Dios? ¿Y quién no ha sabido alguna vez que su grito fue escuchado, que el cuerpo sanó tras la enfermedad, el alma se calmó tras la tormenta o el ambiente de nubarrones se despejó?

Las experiencias de sanación física o espiritual forman parte de nuestra vida; por ello deberíamos mirar el pasar de los días con ojos cada vez más positivos. Porque muy a menudo caemos en la negatividad del “todo está muy mal”, “la cosa se está poniendo  fea”,  “hasta dónde vamos a llegar”, etc. Lo negativo ejerce sobre nosotros una atracción que, curiosamente, no le permitimos a lo positivo.

Parece ser un vicio muy humano el de vivir instalados en la cultura de la queja, cerrando la puerta a la luz que proporciona la mística del agradecimiento. El evangelio de hoy parece ratificar esa tendencia mayoritaria a no disfrutar lo que recibimos; diez son curados de la lepra física, pero sólo uno se curó de su propio egoísmo. “¿No han quedado limpios los diez? Los otros nueve, dónde están?.

Sólo uno de los leprosos fue lo suficientemente contemplativo como para darse cuenta de que su curación  no fue a consecuencia, ni de su grito oracional ni del cumplimiento del rito de presentarse a los sacerdotes; sólo uno trascendió su mente y percibió en el corazón que fue el poder de Jesús, la confesión de su nombre, la causa de su sanación. Diez fueron insistentes en su oración de petición, sólo uno, el contemplativo, meditó en lo recibido y alabó a Dios dándole gracias. Diez tuvieron delante a  Dios, sólo uno lo vio.

* * *

Cada día despierto al milagro de la vida. Sale el sol, o el cielo gris cubre el firmamento y me bendice con la lluvia; puedo levantarme de la cama por mi pie; desayuno permitiéndome elegir tomar unas tostadas con café solo o con leche, o té, o zumo de frutas; salgo a la calle y me encuentro con amigos a los que dar los buenos días; me traslado al trabajo con comodidad andando, tomando el autobús o conduciendo mi propio vehículo; realizo mi trabajo y tomo una pausa para tomar un refrigerio; regreso a casa donde me espera la familia para compartir el almuerzo; luego de recoger todo disfruto un ligero y distendido descanso en el sofá hasta el momento de distraer la tarde compartiendo juego o deberes con mis hijos, dedicado a alguna afición, haciendo alguna compra fuera, o tomando algo en el bar de la esquina;  al caer la noche ceno en familia, veo un poco de televisión y me retiro a descansar.

No me falta nada, tengo todo lo necesario para vivir; o eso me parece. Pero hay algo esencial que falta en mi día a día. En mi andadura diaria, tal como la he presentado, faltan tiempos de silencio y oración, momentos de pausa en medio del ajetreo para percibir que mi vida no es una rutina programada; faltan espacios de serenidad para abrir los ojos y ser consciente del milagro de la vida que se me está concediendo. Echo de menos ahí un tiempo de oración para dar gracias. Puede ser la celebración de la misa -eucaristía es acción de gracias- u oración personal en casa o en alguna iglesia, capilla o ermita. En todo caso, momentos de despertar al presente con gratitud.

Sólo uno de los diez leprosos se volvió a dar gracias; lo cual indica que sólo uno de diez despertó al milagro de vivir. Sólo uno era hombre de oración contemplativa. Su acción de gracias le abrió a la sanación espiritual que está más allá de lo que se ve a simple vista; “levántate, vete, tu fe te ha salvado”, 

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El evangelio de hoy te está invitando a abrir en tu vida espacios de oración, a hacer pausas para mirar dónde estás, para abrir los ojos y ver la suerte que tienes al estar aquí, ahora, vivo; momentos para pararte, vivir el instante, y estar agradecido por todo lo que recibes sin ni siquiera merecerlo. Tu horario, para ser completo, debería incluir tiempos para la oración, para alimentar, además del cuerpo y la mente, el espíritu que eres. No te basta vivir como un vegetal o un animal. Además de carne e instinto de supervivencia, Dios te ha dado también un espíritu que participa del suyo, que te hace libre y capaz de tomar tus propias decisiones. La vida no se te da predeterminada sino abierta a un futuro que puedes elegir. Pararte y hacer silencio, orar y meditar, es tomar consciencia de los dones recibidos, es sonreír mientras te disfrutas vivo y miras con entusiasmo el horizonte a fin de seguir caminando por las sendas de la gratitud.

Insisto: diez fueron curados, sólo uno vuelve para dar gracias. Curiosamente un samaritano, el que menos esperaba un judío que fuera virtuoso. Los otros nueve volvieron a su vida anterior; seguramente olvidaron pronto el don recibido, o simplemente lo asimilaron como algo que merecieron por sus méritos. Nueve volvieron a su vida de siempre, sin haber logrado una mirada profunda sobre ella. Tras la alegría del momento resurgiría la insatisfacción y su ser profundo, que no había cambiado en la prueba de la enfermedad, volvería a la queja; ahora no por la lepra sino por cualquier otra causa. Cuando el fondo no cambia, la vida tampoco. ¡Siempre encontramos razones para la queja! Ay, si…

Este domingo Jesús quiere que hagas balance de tus quejas y tus gratitudes. Mira que tienes más razones para agradecer que para quejarte, aunque ya sabes que te has educado para lo segundo. Tus automatismos mentales son comunes a los de tu sociedad: “el que no llora no mama”, “el que no se queja no saca nada”, … ¡Qué triste!. No te fíes de esta filosofía;  despierta a la vida y mira por cuántas cosas puedes dar gracias hoy.

¿Quién es más feliz? ¿El que se queja de todo o el que todo lo agradece? Responde tú mismo o tú misma a la pregunta y extrae de tu respuesta la sabiduría que necesitas para ser feliz. Esto es orar, abrir los ojos a la realidad presente y hacer ejercicios de agradecimiento.

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Otro comentario a la liturgia de hoy en;

Octubre de 2022
Casto Acedo

jueves, 6 de octubre de 2022

Sobre la renovación de la hermandad de la Virgen de la Albuera

A TODOS LOS HERMANOS DE LA HERMANDAD

DE LA VIRGEN DE LA ALBUERA DE SAN PEDRO DE MÉRIDA

Comunicado del Párroco como responsable actual de la misma.


Queridos amigos:

El pasado martes, 4 de Octubre, tuvimos una reunión, convocada desde la Parroquia y abierta a todas las personas que forman parte de la hermandad.

Fue una reunión informativa, donde en primer lugar por mi parte expuse los distintos modos de entender nuestra relación con Ntra. Sra. de la Albuera en San Pedro de Mérida. He de decir que la asistencia a la reunión fue escasa, 12 personas,  y básicamente miembros actuales de la hermandad.

1

Recordamos que la Hermandad es una Asociación de fieles católicos al servicio del culto a la Virgen de la Albuera, radicada en la Parroquia de San Pedro, y que desde ella realiza su misión, que es básicamente la de promover la devoción a la Virgen, dar solemnidad a los actos de culto celebrados en su honor, en especial los propios de su fiesta,  y servir de cauce de encuentro y comunión entre todos los hermanos, devotos y vecinos del pueblo.

Seguidamente informé acerca de la situación canónica de la Hermandad, que de momento tiene unos estatutos no propiamente de Hermandad sino de Asociación Religiosa. Esto significa que a todos los efectos es una hermandad que depende en todo de la Parroquia

Alcanzar la autonomía propia de una Hermandad a nivel archidiocesano es un objetivo deseable pero, de principio la Iglesia para reconocer a quienes ocupan cargos directivos de una hermandad les pide la asistencia a un curso de formación religiosa de dos cursos de duración, que se da en Mérida y otros lugares. Aprovecho para decir que actualmente está impartiendo este curso los lunes de 8 a 10 de la noche. Si alguien está interesado en asistir puede comunicármelo a mí e iniciarlo. De hecho las sesiones comenzaron el lunes pasado.

2

Uno de los temas que más preocupa en estos momentos es la de elegir nuevo mayordomo tras el fallecimiento Antonio Mendoza hace poco más de un año. Es necesario pues, o bien elegir un nuevo presidente o articular una forma de gobierno colegiada entre el equipo directivo de la hermandad. Sea como sea, hay que renovar la hermandad.

Según los estatutos de la asociación, para ser miembro de la hermandad, y por tanto también para ser parte del equipo directivo, hay unos requisitos mínimos, que básicamente son el ser mayor de edad, estar bautizado, ser natural de San Pedro de Mérida o residente en el pueblo al menos desde hace 10 años, residir en la localidad y llevar una vida cristiana pública en regla con los requisitos de la Iglesia católica. Reunidas estas condiciones cualquier persona puede ser elegida como mayordomo-presidente de la Hermandad, que, aprobado por la junta de gobierno y una vez ratificado por el Párroco, tomaría posesión del cargo.

3

Ahora bien, ¿cómo hacer la elección? A este respecto se propuso un modo que parece el más adecuado.

Dado que se trata de elegir un equipo, más que un mayordomo, y vista la conveniencia de que en ese equipo estén representados todos los hermanos, quedamos en la reunión celebrada el martes pasado que todas las personas que estén interesadas en trabajar en el equipo directivo de la hermandad como mayordomo (presidente), vicepresidente, secretario, tesorero, vocal, etc., se inscriba haciéndolo saber a Ana María Morgado, secretaria actual de la hermandad, antes el 30 de Noviembre de 2022. Se hizo hincapié en que sean personas dispuestas a trabajar y con las que se pueda contar para las tareas y actividades que realice la Hermandad.

Una vez se tenga la lista de las personas interesadas en el compromiso de colaborar y formar parte de la junta directiva, se hará una consulta pública donde la generalidad de los hermanos (un voto por familia inscrita y al día en el pago de su cuota anual) pueda elegir por voto a tres de los que se han ofrecido; y del resultado de dicha votación establecer como junta directiva a los 8 más votados, que posteriormente entre ellos elegirían al mayordomo-presidente, vicepresidente, secretario, tesorero y vocales con los que trabajar en equipo.

Consideramos que esta es la manera más adecuada de elección. ¿Por qué?

·      * Todos los hermanos que reúnan las condiciones exigidas y deseen trabajar directamente en la junta de la hermandad pueden presentarse para ser elegidos.

·       * La junta de gobierno es elegida por votación de la mayoría entre los dispuestos a servir a la hermandad en alguna encomienda. Constatando así que no buscan el cargo sino el servicio. Este es un dato de vital importancia

·     * Propiamente, la generalidad de los votantes no elige al mayordomo sino a la junta rectora, que una vez constituida elige al mayordomo.

·      * Los elegidos, al inscribirse para su elección, se ponen a disposición de lo que decidan los votantes primero y la junta de gobierno después.

·   * Con este sistema el presidente o mayordomo es elegido por las personas que más directamente le tendrán que “sufrir”, la junta directiva, y con los que evidentemente estará en relación más cercana coordinando las tareas que se programen y lleven a cabo.

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Cerramos la sesión del día 4 de Octubre de 2022 con este acuerdo, y con la decisión de hacerlo saber a todos los hermanos por medio de este blog parroquial, accesible a cualquier persona interesada. Una vez se tenga la lista de personas que decidan  presentarse a la elección como miembro de la junta directiva esperamos poder hacer la votación en los primeros días de diciembre y tener formalizada la nueva junta, con su mayordomo o mayordoma, para el inicio de 2023. 

Espero que todo lo que hagamos sea para mayor honra y gloria de la Virgen de la Albuera. Ella es la referencia primera y última de la Hermandad. En sus manos ponemos todo este proceso. ¡Gracias, Madre!

 San Pedro de Mérida, 6 de Octubre de 2022

Casto Acedo, párroco

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