lunes, 15 de septiembre de 2025

25º DOMINGO ORDINARIO C (21 de septiembre)

EVANGELIO

"Dijo Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando».
El administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”.
Este respondió:
“Cien barriles de aceite”.
Él le dijo:
“Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él contestó:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dice:
“Toma tu recibo y escribe ochenta”.
Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz.

* * *


Extraña parábola la que se nos ofrece este domingo; la podemos malinterpretar si no le añadimos la explicación que da el mismo Señor a continuación: “Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas" (Lc 16,9).

El texto no pretende alabar la mala actuación del administrador sino su astucia e inteligencia al invertir en beneficio propio. Y lo que el Señor quiere despertar en ti con la parábola es el interés por invertir tu vida en lo que más te convenga espiritualmente.

Yendo a lo concreto, Jesús te está diciendo que seas inteligente a la hora de organizar tus días procurando vivir feliz en el aquí como prefacio de acceso a la felicidad  futura. Para ello conviene usar adecuadamente los bienes que se reciben, ¿y qué mayor bien que la vida misma? ¿Cómo aprovecharla del mejor modo? Poniéndola al servicio de lo que verdaderamente te va a dar la felicidad, que no es otra cosa que el amor. Porque mis bienes los puedo invertir en proyectos egoístas que me conducirán a la tristeza, pero también los puedo usar para practicar la compasión y la generosidad que me abrirán al gozo de vivir.

La pregunta de hoy para tu conciencia es esta: ¿Dónde invierto mis bienes? ¿Dónde mi tiempo? ¿Dónde mi saber? Porque de manera más o menos consciente solemos invertir en proyectos ególatras, mirando siempre salvar la propia imagen e intereses. Me explico: nos consideramos personas muy religiosas y buenas, cumplidoras, pasablemente justas, pero si miramos bien no lo somos tanto. Decimos creer en la igualdad de todos, en la sinceridad, en la bondad de ser honrados, pero lo cierto es que ponemos ante todo nuestros privilegios, mentimos o callamos la verdad si es preciso para mantener nuestra fama y estatus, y justificamos muchas maldades en nombre de nuestros derechos. Y así no hay modo de crecer, ni como personas y ni como comunidad de discípulos.


Una actuación de doble vida, no puede dar como resultado un vivir satisfecho, porque lleva consigo tensiones, incertidumbres o miedo a ser descubierto en la falsedad. Pasa cuando queremos nadar y guardar la ropa, servir a dos señores, encender una vela a Dios y otra al diablo. ¿Se puede ganar la vida y ser feliz así? No. Imposible vivir dos vidas. Para disfrutar de la vida hay que elegir lo mejor siguiendo la sabiduría divina, que es vivir en verdad, con y como Jesucristo. En Jesús encontramos el modelo de sabiduría que nos conviene: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6).

Jesús invita a mirarle a Él y a cambiar desde su ejemplo de vida honesta; sugiere desmantelar lo que de hipocresía haya en nuestra vida. Un hipócrita es un "actor" (eso significa la palabra griega que utiliza san Mateo para calificar a los fariseos); más que una persona maliciosa es una persona "engañada". Somos hipócritas cuando nos engañamos a  nosotros mismos creyéndonos y poniéndonos cara de buenos.
 
¿Cómo exigir a Dios misericordia si no perdono a mi hermano? ¿Cómo buscar felicidad si hago infeliz a la persona con la que vivo? ¿Cómo exigir de Dios bondad si yo no soy bueno? ¿Cómo pedir justicia para mi si no soy justo en mis negocios? Imposible. No te engañes a ti mismo queriendo cambiar a otros si tú no cambias. Te conviene amar; sé astuto, sabes que si siembras amor cosecharás amor (San Juan de la Cruz). Lo primero es vivir la generosidad del amor cristiano, luego el mismo amor volverá a ti y llenará tu vida.  

La buena inversión no es otra que la coherencia de fuerzas; invertir tus energías en potenciar aquello que te garantiza de veras la felicidad. Y la conversión comienza con pequeños cambios que preparan para los grandes: “El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?” (Lc 16,8)

Un ejercicio para este domingo puede ir en esta línea: descubrir mis engaños y crecer en sabiduría.  Párate, pues, y revisa cuán ignorante y torpe estás siendo, o cuán sabio e inteligente. Me pregunto: ¿En qué medida soy coherente en mi vida? ¿Cuántas veces pretendo en mi ignorancia el imposible de servir a dos señores y ser feliz? , “ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo” (Lc 16,13)

Servir a un solo Señor, y elegir el mejor, es de sabios; servir a dos o más es de necios por lo que supone de dispersión, división interna y frustración. Por tanto, si detectas en ti algo que haya de ser cambiado, haz como el administrador de la parábola, negocia tus dones, y pon los medios necesario para proteger tu vida. Imagina que tus días se terminan, ¿crees quie tu vida ha merecido la pena? Siempre estás a tiempo de renovar tu corazón; ya sabes que si no eres coherente -"¿Qué es eso que me dicen de ti?"- serás despedido del grupo de los justos y felices. ¿No harás lo posible para evitarlo renegociando tu vida? Jesús te da la oportunidad. No la desaproveches.

Septiembre 2025
Casto Acedo 

viernes, 12 de septiembre de 2025

EXALTACION DE LA CRUZ (14 de Septiembre)


EVANGELIO 
Jn  3, 13-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.

Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él».

        Palabra del Señor

*



Los devotos de la Santa Cruz deben mirar la fiesta que hoy celebramos en paralelo con la que se adora el Viernes Santo y se conmemora el día 3 de Mayo. No hay dos o más cruces, solo hay una, porque todas las cruces cristianas remiten a un único Dios y Señor Crucificado. Y para evitar equívocos hay que decir una y otra vez que la Cruz la entendemos los cristianos como una metonimia -según la Real Academia de la Lengua Española: una metonimia es "un tropo que consiste en designar algo con el nombre de otra cosa tomando el efecto por la causa o viceversa, el autor por sus obras, el signo por la cosa significada, etc.; p. ej., las canas por la vejez; leer a Virgilio, por leer las obras de Virgilio; el laurel por la gloria, etc."-. 

Adorar la Cruz, para el creyente, no es, pues, adorar un madero o exaltar el dolor que produce una crucifixión, sino adorar al Crucificado que triunfa sobre el dolor y la muerte. Así nos lo canta san Pablo en su carta a los Filipenses (Flp 2,6-11). La cruz huérfana (sin Cristo), separada del acto redentor por el que hemos sido salvados, es una idolatría. Podemos ver la Cruz como un signo de masoquismo enfermizo, o como un tótem mágico puesto a nuestro servicio y que usamos para justificar nuestros caprichos; o podemos reducirla a simple adorno sin conexión alguna con su sentido cristiano; adorna mucho llevar una cruz al cuello. Quienes se decantan por cualquiera de estos sentidos pervierten el sentido genuino que la Iglesia, y muy en especial san Pablo, predica acerca de la Cruz.

Si la celebración del Viernes Santo incluye una reflexión sobre la muerte de Jesús en el silencio del Padre, la Exaltación de la Santa Cruz parece querer mirar la Cruz como lenguaje sanador de Dios. La cruz, que en Viernes Santo nos invita a mirar al Hijo y nos pone ante el misterio de su muerte, nos revela en la fiesta de hoy su poder vivificador y nos invita a gozar sus beneficios en una fiesta sensiblemente cercana al Domingo de Resurrección.

* * *

El valor redentor de la Cruz se deja entrever como adelanto y profecía en el Antiguo Testamento; en la lectura primera de la liturgia de este día (Nm 21,4-9), se describe como el pueblo, hastiado de la dureza del desierto, se vuelve contra Dios y contra Moisés: "¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos pan ni agua y nos da náusea ese pan sin cuerpo". Esa rebeldía y repudio de Dios y su enviado tiene un efecto búmeran y produce una herida en el mismo que repudia; es el pecado, que consiste en dar la espalda a Dios y sus planes; este hecho no deja impune al pecador. La serpiente, signo del mal, se ceba con los Israelitas que no se acogen a Dios y lleva a muchos a la muerte. 

Sin embargo, Dios no abandona a los suyos. Cuando vuelven arrepentidos encuentran en Moisés un intercesor y en la misericordia de Dios el remedio a sus males: “haz una serpiente de bronce y colócala en un estandarte: los mordidos de serpiente quedarán sanos al mirarla”. Así se hizo, y “cuando una serpiente mordía a uno, miraba la serpiente de bronce y quedaba curado”.

La tradición cristiana ha visto en aquella serpiente de bronce la profecía y la imagen del mismo Jesús crucificado; lo enseña así el Evangelio (Jn 3,13-17): “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna”. Situados ante la realidad de la Cruz de Jesús, nos encontramos, como en el caso de la serpiente, con una paradoja: la invitación a acercarse a un instrumento de muerte para alcanzar la vida. Es como vacunarse contra un veneno recurriendo al mismo veneno, pero ya debilitado por el tratamiento farmacológico, porque en el árbol de la Cruz el amor vence al odio.

Mirar la cruz con fe es contemplar como el mal se debilita con el exceso de bien que se concentra en el amor del crucificado; en la Cruz confluyen el mal del hombre que rechaza a Dios y el amor de Dios que perdona al hombre; del choque que se da entre ambas realidades el amor de Cristo sale vencedor, porque no cae en la tentación de olvidar a Dios ni de odiar al hombre a pesar de la prueba de fuego que supone el sufrimiento propio de quien se sabe inocente. Con la victoria de Cristo el poder maléfico del demonio ha perdido su aguijón; y los creyentes son así fortalecidos frente a la tentación del desfallecimiento bajo el peso de la cruz de cada día.

Para alcanzar a entender este misterio hay que trascender el significado material de la cruz y aferrarse con fe a su sentido espiritual: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”. Por la cruz nos ha venido la vida. Si en el árbol del paraíso pecamos todos, en el árbol de la cruz todos hemos sido sanados. Dios ha puesto la salvación del género humano en el árbol de la Cruz, para que donde tuvo origen la muerte, de allí surgiera la vida, y el que venció en un árbol, fuera en un árbol vencido (Prefacio de la fiesta).

* * *

La cruz, apuntábamos al principio, es una metonimia; más que un objeto de devoción cristiana es una condición sin la cual no se puede ser cristiano. Porque no hay cruz cristiana sin Cristo, aunque algunos se empeñen en que la haya. El culto de adoración se da sólo a Dios; y nosotros el Viernes Santo adoramos la Cruz; está claro que la adoración no es al madero (sería idolatría) sino al Hijo que clavado en Él mostró el rostro amoroso y misericordioso del Padre. Una cruz sin Cristo es una farsa. Hoy es la fiesta de la exaltación del Crucificado.

Un teólogo del siglo XX, J. B. Metz, dijo que hemos olvidado la “peligrosa memoria” de Jesús de Nazaret”. ¡Peligrosa memoria! La Cruz es el vértice de esa “memoria peligrosa” que nos pone delante al revolucionario que lucha hasta el límite por la justicia, la verdad y la libertad; “peligrosa” porque desestabiliza el mundo de los satisfechos y pide cambios radicales. La fe en la Cruz es peligrosa para quienes no quieren renunciar a sus privilegios, para los que no quieren que las cosas cambien a mejor. ¿Quiénes vieron en Jesús de Nazaret un peligro para sus intereses? Los poderosos y situados de su tiempo. La actividad de Jesús fue la de devolver la dignidad a los crucificados. Y eso no gustó a muchos. Por eso lo mataron. 

No hay fe ni devoción-adoración de la Cruz si no trabajamos por desclavar a los crucificados de nuestro tiempo; si no perdemos la vida dando vida a quienes carecen de ella; los tiempos que vivimos invitan a mirar a los que cargan con la cruz de la falta de trabajo, de salud o que padecen cualquier otra necesidad. Si nos encuentran dispuestos a ayudarlos estamos en el buen camino de la fe en la Cruz.

La Cruz es signo de un mundo nuevo, distinto, que no nos va a caer del cielo, sino que habrá que construir con esfuerzos y sacrificios, como hizo Jesús. Un mundo distinto. “Una utopía, algo inalcanzable”, dicen los incrédulos. Pero, para los que creen en el poder de la Cruz, un mundo posible y esperable. ¡Están locos estos cristianos!, dirán. Como dijeron o dicen de tantos como se mueven o se han movido en su momento para cambiar cosas que parecía imposible cambiar.

* * *


La liturgia quiere que hoy mires con fe a la cruz. Mira tu propia cruz, los sufrimientos que te afligen en la travesía de la vida; dolores que te invitan a murmurar contra Dios y sus mediadores (Cristo, los santos, sacerdotes, catequistas,…) y mediaciones (Palabra, Sacramentos, Iglesia...). ¡Estoy cansado de tanto penar! -dices-. Igual que el pueblo de Israel en el desierto, te preguntas: ¿Donde está Dios? ¿Por qué tuve que embarcarme en este camino de fe para verme ahora abandonado? ¿No me habrán engañado los que me hablaron de Dios? Y yo te digo: ¡No caigas en la trampa! Es el tentador que quiere que no sigas adelante, hacia la tierra prometida; pretende que te acomodes, que te vuelvas a Egipto. Y si lo has hecho, si el pecado de la infidelidad y su desesperanza se han apoderado de ti, mira la serpiente levantada en medio de la comunidad: mira a Cristo crucificado.

 Muy cerca de tu cruz, en medio del campamento, en el centro mismo de la Iglesia y del mundo, ha sido levantada para ti la Cruz de Cristo, el remedio para no sucumbir bajo el peso de tus cruces. Contempla con fe este misterio. Ya sabes que mirando con fe al crucificado quedarás curado. Porque en la cruz está el poder de Dios, que no es otro que el amor. Mirando al que te ama en la Cruz puedes hallar luz para la oscuridad; es la luz del amor que se apoya más en la “decisión de la fe” que en el “sentimiento”. Si Dios ha decidido amar hasta morir por ti, ¿qué puedes temer?

Y si has experimentado la liberación en la contemplación del amor del Crucificado, ¿a qué esperas para seguir su peligrosa memoria? "Haced esto en memoria mía", dijo. 

Septiembre 2025
Casto Acedo 

jueves, 4 de septiembre de 2025

23º DOMINGO ORDINARIO C (7 de septiembre)

  EVANGELIO 

 Lc 14,25-30.33

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:

«Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.

Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.

Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”....

... Todo aquel que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.

¡Palabra de Dios!

* * *

En el evangelio de hoy Jesús habla de posponer “padre, madre, mujer e hijos, hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo”. San Mateo añade “tierras” (Mt 19,29) a la lista de necesarios desapegos, san Lucas pide "renuncia a todo sus bienes";  y san Mateo no sólo dice que hay que posponer, sino dejar.

¿Qué significa eso de dejarlo todo? ¿Si deseo ser un auténtico cristiano debería abandonar a mis padres y al resto de mi familia a su suerte, y ser célibe, además de quedarme sin blanca en el bolsillo? En una lectura fundamentalista literal sería así; pero entonces sólo serían discípulos genuinos los eremitas que se retiran al desierto apartándose de todos y de todo; quedarían excluidos del grupo los monjes que viven en comunidad ¿o no son hermanos también los que comparten vida en común entre los muros de un monasterio?

Lejos de mí una lectura tan radical de este texto. Sí así fuera no me atrevería a llamarme cristiano, discípulo de Cristo; no reuniría los requisitos. Me inclino más por leer este evangelio viendo  en él más un posponer o relativizar que un dejar totalmente. Porque tener familia o bienes con los que sustentarme y sustentarla no va contra los planes  que Dios tiene para mi.

Ser discípulo de Cristo, decidir seguirle, es optar por un buen proyecto de vida que no se base en los parámetros que hasta entonces hemos considerado mejores. Desde niños se nos han ido inculcando una serie de principios y valores a poner en juego que no siempre coinciden plenamente con aspectos del espíritu cristiano. Si observamos con detenimiento y objetividad descubrimos que nos educaron con un cierto espíritu de clase, de pertenencia a un colectivo concreto y limitado, con mentalidad estrecha a la hora de plantearnos grandes retos. Nos miramos desde el apellido, la pertenencia a un pueblo o ciudad, una región o nación, una ideología,  unas creencias, etc. En teoría “todos somos iguales”, pero en la práctica consideramos como más dignos de nuestro amor y cuidados a nuestros familiares y compatriotas, y  por supuesto a nosotros mismos.

A causa de la educación tan, digamos, "patriarcal", nuestro amor queda estrecho de miras, sin proyección universal. Y esto es, tal vez, algo que quiere corregir el evangelio de hoy. El discípulo ha de procurar amar a todos por igual, más allá de sus preferencias familiares y sociales. Jesús llama a seguirle en el amor que Él es y manifestó. ¿A quién amó Jesús? A su padre José y su madre María, a sus parientes, a sus vecinos; pero no se quedó ahí. Superó el judaísmo cerrado amando y acercándose con la misma ternura a los que no eran judíos y además eran pecadores públicos; y en el colmo del amor, llegó a amar a sus enemigos hasta dar la vida por ellos, los amó con la misma intensidad que a su familia más cercana.

Hay un texto de san Pablo a los Romanos que merece la pena meditar, porque nos pone ante la evidencia de que si Jesús nos ama no es porque merezcamos ser amados por nuestros méritos sino por pura gratuidad. “Cuando nosotros estábamos aún sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo; por una persona buena tal vez se atrevería alguien a morir; pues bien: Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rm 5,6-8).  

*

Tú y yo no somos de su familia de sangre; de hecho le traicionamos muy a menudo; sin embargo, él nos ama y nos hace hijos de Dios, familia suya, por pura gratuidad; Jesús relativiza su familia humana y su pertenencia social o religiosa para abrir el abanico de su amor a todo ser humano y a toda la creación.

La compasión universal de Jesús es la que justifica que posponga a su familia, sus amigos y a sí mismo cuando se trata de amar. Él predicaba amor de total entrega hacia todos. Esta virtud es parte esencial de su proyecto de vida y su misión. Muchos consideraron imposible vivir semejante propuesta. 

Dicen los evangelios que cuando la pasión los fariseos y uno de los crucificados con él se burlaban porque no se salvaba a sí mismo. Pero Jesús se mantuvo fiel a su mensaje de amor misericordioso infinito: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). Estas palabras de perdón pronunciadas en la cruz son una señal de coherencia, honestidad y victoria del amor total sobre quienes lo consideran utópico o ridículo. Jesús "amó hasta el extremo" (Jn 13,1).

Nosotros sabemos ahora que al amar hasta el punto de dar la vida por nosotros nos estaba honrando, y desde ahí nos estaba salvando. El amor sin fisuras es sanador para quien lo practica y para quien lo recibe. 

Es difícil entender esto del amor in límites. Como se afirma en la primera lectura de hoy (Sab 9,13-18) "los pensamientos de los mortales son frágiles e inseguros nuestros razonamientos, porque el cuerpo mortal oprime el alma y esta tienda terrena abruma la mente pensativa". Necesitamos la luz de la sabiduría divina, el conocimiento íntimo de Jesucristo, porque "si apenas vislumbramos lo que hay sobre la tierra,...¿quién rastreará lo que está en el cielo?". Me gusta decir que lo natural es amar a los amigos; para amar a los enemigos necesitamos un plus de gracia de Dios, porque amar así es sobrenatural.

*

Concluyendo: El evangelio de este domingo no está invitando a adherirnos con decisión a la sabiduría de Cristo. Para hacerlo no se necesita despreciar a la familia de sangre sino a amar a  toda persona con el mismo amor con que Jesús me ama, o al menos con la misma premura con que estoy dispuesto a amar a los míos. Ser discípulo no es posible desde el corralito de la familia o del grupo afín. Está bien ser un buen padre-madre, esposo-esposa hijo-hija o hermano-hermano; tampoco desmerece ser un patriota o amante de la nación a la que pertenezco; el pecado es permitir que ese amor sea putrefacto, y lo es cuando se limita a las realidades de corto alcance y no se abre a la universalidad.

*

Medita: como discípulo de Jesús deberías cultivarte y prepararte, entrenarte en la práctica del amor sin fronteras, al modo de Jesús. Si no lo haces así no te extrañe que quienes no ven en ti el amor que predicas sonrían maliciosamente y te consideren un beato o beata en el peor sentido de la palabra. Ocurre eso cuando por tus rezos y tus devociones presumes de ser un cristiano o cristiana integral cuando en realidad eres sólo un constructor fracasado que proyectó una torre muy alta, comenzó a construirla, pero fue incapaz de terminarla.  

¡Feliz Domingo!

* * *
Un comentario más amplio en:



Septiembre 2025


Casto Acedo

miércoles, 27 de agosto de 2025

22º Domingo Ordinario C (31 de Agosto)

EVANGELIO  Lc 14, 1.7-14.

Un sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:

«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.

Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».

Y dijo al que lo había invitado:

«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».

¡ Palabra del Señor!

* * *

Hay quien se toma muy a mal que le reserven un lugar  poco vistoso cuando asiste a un evento social, ya sea una comida de empresa, una conferencia, una boda o cualquier otro acto; incluso puede ser una misa. ¿Tan poco importante soy que me han colocado en este irrelevante rinconcito de la sala? 

Desde niños se nos educa para sobresalir, ser el primero, el más listo, el que llega más alto. Si queremos tener una vida provechosa y feliz has de triunfar sobre los otros. Quien educa para esto ignora que lo que hace es sembrar la semilla de la infelicidad en el corazón del educando.  

Aspirar compulsivamente a ser el centro de atención, a ocupar los primeros puestos, conduce a  una vida  constante de malestar y sinsabores como consecuencia de esos deseos inalcanzables. Si para ser feliz tengo que ser la estrella, el primero, digamos entre cien, tengo sólo un 1% de probabilidades de serlo, y un 99% de que no sea así. Es más, si tengo que ser la persona más perfecta y exitosa del mundo -¿quién no aspira a ello?- está claro que mis posibilidades de llegar a ser eso que aspiro no son sólo ínfimas sino imposibles.

Tal vez la infelicidad sea la característica más peculiar del fariseo. Obsesionado por cumplir unas cuotas de perfección moral, cuando no logra hacerse con ellas se predispone al desánimo y la tristeza. 

¿Qué puedo hacer cuando no doy la talla que se espera de mí? Me quedan dos caminos: el virtuoso camino de la aceptación de mi impotencia y abandono a la gracia de Dios (humildad); o el camino de la hipocresía, vivir en el engaño y la simulación, ocultando mis fallos por temor a ser rechazado por no responder a la perfección que me imagino se espera de mi (soberbia). 

En la segunda de estas opciones se fragua el fariseo y su insatisfecha existencia. En su deseo de perfección, o por el cinismo de "ocultar para no escandalizar", se forja un ego hipócrita que se ocupa de tapar debilidades. En un estúpido ejercicio de autoengaño el hipócrita  llega incluso a ocultarse a sí mismo sus propias faltas. ¿Hay alguien más desgraciado que quien es ciego y se niega aceptar su ceguera? El fariseo se ha inventado una personalidad ficticia, un ego falso, que ata su modo de vida al yugo del qué dirán y le desconecta de su propio ser. El fariseo pasa así a ser un zombi espiritual, un cuerpo sin vida, una forma sin fondo, un corazón vacío.

* * *

Jesús, invitado a comer en casa de “uno de los principales fariseos” observó “que los convidados -posiblemente otros fariseos- escogían los primeros puestos”. Ya hemos dicho  que el fariseo cree merecer los mejores puestos y consideraciones en virtud de sus méritos; gusta de ser protagonista en todo; cuanto más débil es más se afana por mostrarse fuerte; vive obsesionado por el primer puesto, y así abona el terreno para el enfrentamiento con otros muchos que comparten su ambición.  En la mesa del anfitrión no pueden todos sentarse a la derecha de éste, y como todos quieren ocupar ese puesto se produce el choque. 

En el pico de la pirámide sólo puede haber uno. Jesús aconseja estar mejor en la base del edificio; contra el fariseísmo soberbio, hacer ejercicios de humildad: “Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto”. Un sabio consejo para no exponerse al ridículo y para curarse de la posible depresión de quien se ha hecho una imagen aumentada de su propio valor. 

La humildad es el fruto de la contemplación del propio yo como humus (tierra), el remedio adecuado  contra el fariseísmo y clave para lograr la felicidad. Humildad es “andar en verdad” dice santa Teresa; quien acepta la verdad de quién es, con sus defectos y también sus perfecciones, inicia un camino de vida interesante. El humilde sabe que  necesita del Otro y de los otros, se acerca a ellos y aprende sobre el amor, ya sea fascinado por la gratuidad del amor de un Dios que le quiere tal como es, o sorprendido por la verdad fundamental de que  no es feliz quien más recibe sino quien más da.

* * *

Amar no es recibir amor (honores, atenciones) sino dar el propio ser. Quien hace esto mata el virus del fariseísmo. Este es el segundo consejo que da Jesús en el evangelio de hoy: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado” . 

Una característica propia del fariseo es la de hacer todo esperando cobrar.  En sus relaciones con el prójimo como en sus relaciones con Dios se rige por el principio del do ut des,  "te doy para que me des".  Así no se puede ser feliz. “Cuando des un banquete -corrige Jesús- , invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos”.  Serás dichoso si haces esto, porque has sido creado a imagen de Jesús, y tu vida se realiza abrazándote en Él, es decir, abrazando la tierra (humildad) que eres, siendo  último, con la convicción de que “todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido”. Procurar la felicidad del prójimo es procurarte la tuya. Contra encumbramiento farisaico, humildad y fraternidad.


* * *

Si andas triste, si tu vida no es tan perfecta como te han dicho que debería ser, no desesperes. Si te sientes mal a causa de ello es porque algo hace aguas en ti. 

El mundo es como es, procura cambiar a mejor lo que puedas, pero no pretendas someter a nadie a tus criterios de perfección. Reconoce que ni siquiera tú mismo te sometes a ellos. De hipócritas y de locos todos tenemos un poco. Convéncete de que tu infelicidad no te viene de fuera sino de dentro. La causa está en tu interior, en no aceptar la realidad de lo que eres y lo que Dios pone en tu camino. Todo los obstáculos que encuentras en tu vida, incluso tus caídas, son oportunidades que Dios te ofrece para superarte en fe y abandono a Él y así cambiar por luz la oscuridad de tu ceguera farisaica. 

Acéptate y acepta tu historia, con sus aciertos y sus mentiras; no simules virtudes que no tienes ni ocultes vicios que tienes. Abre los ojos a la dura realidad de tu pecado y a la magnífica realidad de la misericordia de Dios.

San Pablo, que fue fariseo converso, decía que pretender salvarnos con nuestras perfecciones es un acto de soberbia mediante el cual hacemos inútil la pasión de Cristo. "Si la justificación es por medio de la ley, Cristo habría muerto en vano" (Gal 2,21). Si yo puedo por mí mismo vivir la perfección del amor, ¿para qué murió Cristo? Si el ser humano puede con sus solas artes lograr la vida plena, ¿no hubiera bastado con que Dios nos diese los mandamientos para que los cumplamos? Jesús  te invita a la virtud, pero sabe también de tus pecados; tal vez el mayor de ellos sea el fariseísmo.

 No escondas tu hipocresía, reconócela y ponla ante la misericordia divina. ¿No es todo el evangelio un canto a los pecadores arrepentidos y un lamento por los fariseos pertinaces? El mayor obstáculo para la propia salvación es el de creerte santo cuando eres pecador. Abájate. La humildad y la caridad te igualan con el mismo Jesús, que no te llama a la perfección sino a vivir la unión con Él. Sólo Él es perfecto. Déjate en sus brazos.

¡FELIZ DOMINGO

Agosto 2025

Casto Acedo.

miércoles, 20 de agosto de 2025

21º Domingo Ordinario C (24 de Agosto)

 

EVANGELIO Lc 13, 22-30

"Jesús pasaba por las ciudades y aldeas enseñando. 

Uno le preguntó a Jesús:
- «Señor, ¿son pocos los que se salvan?».

Él les dijo:
-«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán.

Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: Señor, ábrenos; pero él os dirá: “No sé quiénes sois”.

Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”.
Pero él os dirá: “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.

Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera.

Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos".

!Palabra del Señor!

* * *

"Señor, ¿son pocos los que se salvan?" (Lc 13,23). La pregunta parece traslucir cierto miedo a perderse algo. Esconde un interés más personal: ¿Cómo puedo salvarme? Después de esta vida, se entiende.

Jesús no responde directamente a su requerimiento, pero aprovecha para dar una lección sobre la esencia de una vida religiosa auténtica. Ésta no consiste en realizar oraciones, cultos, meditaciones, retiros, etc., sino en la práctica de la compasión y la misericordia a la que todo lo demás debe servir. No basta cumplir y decirse uno a sí mismo o decirle a Dios: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”, he ido a misa los domingos, he recibido la comunión y escuchado con atención las enseñanzas de la Iglesia. 

La formación y las prácticas religiosas pueden ayudar a la salvación, a tener una vida feliz ahora y para siempre, pero  por sí mismas no garantizan la vida eterna. Sólo rezar y estudiar teología no asegura entrar en el verdadero conocimiento de Dios. ¡No os conozco!. “¡No sé de dónde sois!", dice Jesús en el evangelio,  "alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”; palabras que recuerdan las de Mt 25 42-43: “Tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis". 

Podemos decir que el evangelio de hoy da un toque de atención a quienes viven obsesionados por la religión y las normas morales como medio para obtener el beneficio futuro de la vida eterna. Toda institución religiosa tiende a considerarse a sí misma  misma como la única puerta de acceso a la vida eterna. Extra ecclesiam nulla salus;  muchos entienden esta sentencia de un modo que Jesús desautoriza en el evangelio de hoy:  "vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios". Olvidamos a menudo que una cosa es la Iglesia y otra distinta el Reino de Dios. Y la Salvación no se logra por pertenecer a la Iglesia, santa y pecadora, sino por la pertenencia o estancia en los valores del Reino de Dios: "que es justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo" (Rm 14,17). Vivir el Reino de Dios es "vivir en Dios"; y sólo en Él está la vida eterna  (Jn 3,36; 4,14; 5,24).

* * *

Hubo un momento en la historia de la Iglesia en que ley (mandamientos, normas, disciplinas) se establecieron como lo único importante. La moral pasó a ocupar un lugar preeminente, por encima del mismo Dios.  Se pensó que lo único valioso es "ir al cielo", la vida aquí abajo sólo la justifica el sufrimiento para merecer el cielo,  y al pueblo cristiano le basta saber qué tienen que hacer para llegar a él.  Se dejó de hablar de Dios (del Dios que se revela en la persona de Jesucristo), que pasó a ser un desconocido. ¿Cómo vivir en Alguien  que se desconoce?

En situaciones de cristiandad la fe y el conocimiento de Dios se dieron por supuestos. Pero ¿qué pasa hoy, cuando no vivimos en cristiandad sino en el siglo (secularización)? Los mandatos en que se asentó la religión y la esperanza de vida eterna pierden su sentido. ¿Para qué amar al prójimo más que a uno mismo? ¿Para qué rezar? ¿Para qué ir a misa? ¿Para qué bautizarse, comulgar  o casarse por la Iglesia? etc. Todo esto tiene sentido si hay Dios y si se da una relación con Él; sin Dios las normas morales pierden autoridad. Si no hay Dios, ¿quién tiene derecho a imponerme normas?

Jesús nos viene a recordar hoy que no salvan la ley sino la fe (Gal 2.16), con  la gracia de Dios (cf Rm 7,22.25). Los mandamientos son un mapa, una propuesta divina, pero sin Dios (fe y gracia) son imposibles de cumplir (Jn 15,5). "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán", dice Jesús. No podrán por sí mismos, pero "para Dios nada hay imposible" (Lc 18,27;  Rm, 8,3); por tanto, no te agarres a la ley sino a Dios.

¡Qué importante es conocer y tratar con Dios! ¡Qué importante es la oración!  ¡Qué importante no vaciar la religión de su espiritualidad (presencia divina)! Tal vez haya decaído la práctica de la religión en su vertiente de "búsqueda de seguridad para la salvación eterna"; pero la humanidad, de modo más o menos consciente, sigue buscando una espiritualidad que llene su día a día. Y es esto lo que pone sobre la mesa Jesús: un modo de ver y vivir la vida desde el Padre; una salvación para el cielo que no se entiende separada de la tierra. 


No te preocupes por tu salvación futura, busca mejor la salvación presente: el Reino de Dios en la tierra. Jesús predica y promueve la salvación integral de la persona, que consiste en conjugar el verbo rezar al ritmo del verbo amar, aliñar la oración con mucha compasión, sustituir o  completar los sacrificios rituales con la misericordia

Acierta en el camino cristiano quien busca la salud, la felicidad, la dignidad del prójimo; o, lo que es lo mismo, busca su salud, su felicidad, su dignidad en la salud, la  felicidad y la dignidad del prójimo. No soy un eslabón suelto en la cadena de la vida; soy parte de un todo. El prefijo "com" de com-pasión o com-padecer, indica comunión; y esto es muy significativo para el tema que nos ocupa: solo puedo  salvarme en comunión-comunicación con otros.  Una buena respuesta al que preguntó a Jesús podría haber sido ésta: "Busca el Reino de Dios y su justicia -practica la compasión y la misericordia- y todo lo demás -salvación eterna incluida- se te dará por añadidura" (Mt 6,33). 

No te obsesiones, pues, por el tema de la salvación reduciéndola al momento del "juicio final" como día terrible (dies irae); de eso se preocupan los que no quieren vivir amando. Tú vive un amor sin restricciones personales ni sociales, y no tengas miedo a ser el último, el siervo de los siervos. Te aseguro que el mismo Jesús te sentará a su mesa cuando venga. Te lo dijo el domingo pasado (cf Lc 12,37) y hoy te lo repite: sé el último y serás el primero. La salvación consiste en algo tan sencillo como estar dispuesto a perderte con gozo día a día en las manos de Dios abrazando tu historia y la de tus hermanos.


¡Que tengas un buen Domingo!

Agosto 2025
Casto Acedo

jueves, 14 de agosto de 2025

20º Domingo Ordinario C (17 de Agosto)

EVANGELIO Lc 12, 40-53

Dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».

Palabra del Señor 

 * * *

¡Ladran, luego cabalgamos! dice una sentencia que pone de manifiesto que quien vive con autenticidad genera a su alrededor situaciones que le hacen molesto, y quienes se molestan, ¿cómo no?, ladran, critican, marginan, queriendo conjurar el peligro que supone la verdad para sus intereses.

Acostumbrados a un Jesús dulce, amable, acogedor, el evangelio de hoy nos deja ver que no tiene por qué ser así para todos. Él mismo se presenta como motivo de división, enfrentamiento y ruptura. No es que busque directamente el enfrentamiento, su postura fue siempre de diálogo y conciliación, pero hay personas que no comparten sus ideas ni su modo de entender la vida, lo cual crea rechazo y problemas incluso en ámbitos tan sagrados como la familiaDesde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra”.

¿Por qué esas divisiones de las que habla Jesús? Porque incluso en el ámbito familiar, donde se supone que todo es maravilloso, a veces no es fácil ejercer la libertad. Son incontables los conflictos familiares que se han dado en la historia debido a cuestiones de fe religiosa. Y  no me refiero tanto al problema que puede generarse cuando algún hijo decide no casarse por la Iglesia y los padres se disgustan, ni al hecho de que algunos padres decidan no bautizar a su hijo con el consiguiente disgusto de los abuelos. Esto genera conflicto, pero sólo en la medida en que choca con los convencionalismos sociales al uso, y cada vez más secularizados. Tal como hoy va la deriva de la religión el choque parece estar hoy más bien en quien se bautiza o se casa por la Iglesia. 

El verdadero conflicto se da cuando el mensaje del evangelio a causa del enamoramiento de la persona de Jesucristo y su proyecto de vida, chocan con quienes tienen una idea estereotipada de lo que se espera de una persona muy religiosa. A saber: se espera que sea dócil y obediente a su marido o a su mujer, que guarde la debida prudencia y cortesía en el lenguaje y las relaciones sociales, o que sea modestamente condescendiente con quienes desprecian lo religioso o que, en caso de conflicto, sepa ceder complaciente. 


Pero el seguimiento de Jesús no es cuestión de adaptación al medio, sino de revolución-renovación del mismo; no es sólo tema de ritos y preceptos sino de amor. Y ahí, donde el amor de Cristo arde, empiezan los problemas. Hay conflictos: 

*Cuando hablas con naturalidad de Jesús hasta el punto que quienes te escuchan piensan: ¡Anda, pero si va a ser verdad que existe, siempre pensé que era un abstracto!

*Cuando en un arrebato de locura cristiana perdonas a ese enemigo al que todo el mundo odia, y quienes eran hasta ahora tus amigos te dan la espalda por quererlo como a un hermano más;

*Hay conflicto cuando decides acoger con cariño y absoluto respeto a esas personas que de siempre han sido consideradas pecadoras a causa de sus creencias, su condición sexual o su modo diferente de vivir en pareja;

*Cuando haces de la compasión y la misericordia la clave de tu vida hasta el punto de perder puntos en tu reputación, para ganar en amor;

*Cuando vives la libertad de expresar tu fe y tus ideas con claridad y sinceridad, denunciando las mentiras concretas a las que nos someten las modas o los condicionamientos sociales.

*Y, en fin, cuando tu vida no la montas sobre los dineros, los cargos y la buena fama, sino sobre la caridad, la humildad y la denuncia de las injusticias.

En definitiva, cuando Jesús y su seguimiento, su persona y su mensaje, son percibidos por los demás como piedras angulares de la existencia, y no como ridículos ritos y preceptos de obligado y virtuoso cumplimiento; entonces la cosa arde; Jesús pasa de ser icono de devoción a ser motor de la vida. Y no a todos gusta su fuego, porque deja ver las tibiezas que impiden la purificación del mundo.

El fuego del que hablamos es el fuego del Espíritu Santo, que prende en el corazón del creyente y le arrastra a ser profeta, como le pasó a “Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”  (Hch 10,38).  

El incendio del Espíritu encuentra oposición en los enemigos de la cruz de Cristo, y se oponen a Él;  por eso se pide estar dispuesto a seguir los pasos de Jesús hasta el final: “con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!”. Ese bautismo es el de la cruz (cf Mc 10,38), destino más que posible de quien hace del amor sin límites  la consigna de su vida.

* * *

Esta semana te puedes hacer unas preguntas: ¿Entiendes tu fe como una mera práctica de ritos y cumplimientos morales o arde tu corazón por amor a Jesús? ¿Encuentras en tu entorno algún rechazo por ser cristiano? ¿Hasta qué punto eres fiel cuando eso te supone contrariar ciertas costumbres sociales? Cuando tu fe entra en conflicto con lo habitual ¿tienes a romper moldes o te acomodas? ¿Estás dispuesto a mantener tu fe aunque te acarree cierto rechazo o problemas incluso en tu familia? A Jesús le tocó lidiar con la oposición de los judíos más religiosos de su tiempo; no se acomodó sino que mantuvo su fidelidad al Padre por encima de todo. Su espíritu sigue incendiando el mundo. Déjate encender por Él.

Agosto 2025

Casto Acedo.

martes, 12 de agosto de 2025

Asunción de la Virgen María (15 de Agosto )

Primera lectura del día

Apocalipsis 11, 19a; 12, 1. 3-6a. 10ab

"Se abrió en el cielo el santuario de Dios y apareció en su santuario el arca de su alianza.

Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; y está encinta, y grita con dolores de parto y con el tormento de dar a luz.

Y apareció otra signo en el cielo: un gran dragón rojo que tiene siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas, y su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra.

Y el dragón se puso en pie ante la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo cuando lo diera a luz.

Y dio a luz un hijo varón, destinado el que ha de pastorear a todas las naciones con vara de hierro, y fue arrebatado su hijo junto a Dios y junto a su trono; y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios.

Y oí una gran voz en el cielo que decía:

«Ahora se ha establecido la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo»"

Palabra de Dios
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Cf también; : 

* * *

El Apocalipsis describe la lucha del bien contra el mal poniendo de manifiesto que la victoria final es del bien. Anima así este libro a  a la Iglesia naciente que sufría persecución. Aparece en el libro una mujer, que la tradición identifica con María, pero también podemos leer como la Iglesia. La fiesta de la Asunción de María, conectada con la de la Ascensión del Señor, celebra cada año que hay motivos de esperanza de triunfo para todos.  María en su asunción nos muestra que por la humildad (humus, tierra) se llega al cielo. La victoria de Cristo es la  victoria de la Mujer y la garantía de nuestra victoria. Un breve poema de Pedro Casaldáliga sobre la Asunción  cierra este comentario.

*



El libro del Apocalipsis

Hay quienes consideran el libro del Apocalipsis como libro esotérico, que recoge enseñanzas ocultas reservadas sólo a unos pocos. Craso error, porque el Apocalipsis no contiene la revelación de  calamidades futuras de la humanidad; se trata más bien de un libro que, recurriendo a una amplia simbología, narra la lucha del bien y el mal que vivió el cristianismo naciente de forma muy tangible. El libro pretende poner de manifiesto que la victoria final es la del bien, la de los santos.

En el texto que se proclama hoy la lucha y la victoria última se concentra en una figura portentosa, “una mujer vestida del sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Estaba encinta, le llegó la hora y gritaba entre los dolores del parto”. ¡Hermosa imagen de la de la mujer en lucha, que entre dolores apunta al nacimiento de algo nuevo! ¿No nos recuerda este dolor a la Cruz?  

Por otra parte, en el mismo texto, se habla de “un dragón rojo... que estaba enfrente de la mujer dispuesto a tragarse al niño en cuanto naciera”, dragón que representa al demonio, al mal, cuya obsesión es devorar el bien , indicado con el niño cuyo nacimiento se espera y que inaugura un tiempo nuevo, figura e imagen del Mesías, “un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos”.

La visión apocalíptica habla de que el niño es “arrebatado y lo llevaron junto al trono de Dios” (ascensión de Jesús a los cielos), “Mientras tanto, la mujer escapaba al desierto”. Otra imagen para interiorizar: el desierto como retiro de la humanidad y lugar para activar la esperanza en la victoria de Cristo, sumo bien:  “Ya llega la victoria, el poder y el reinado de nuestro Dios, y el mando del Mesías”.

Cristo, María y la Iglesia 

Esa mujer de la que habla el Apocalipsis es la Virgen María. Así lo ha reconocido la tradición cristiana. ¡Cuántos artistas la han pintado y esculpido así: nimbada de luz, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas!; tras la ascensión de su Hijo ella espera también su propia asunción.

Pero también podemos ver en la mujer a la Iglesia, que, con dolores y sufrimientos –martirio- testimonia, da a luz, a Jesucristo; la Iglesia  que lucha contra el mal en el mundo, espera  en  el desierto a la espera de la victoria definitiva de nuestro Dios. En la Asunción celebramos la glorificación de María, pero no la celebramos desconectada de nuestra realidad, sino como “primicia de la Iglesia que un día será glorificada” (prefacio de la solemnidad).

Ahora bien, a María hay que contemplarla siempre unida al misterio de Cristo. La carta primera de san Pablo a los Corintios nos viene a recordar que el primero de todos es Cristo “resucitado, primicia de todos los que han muerto”. Que en esta fiesta mariana se proclame tan claramente la resurrección de Cristo es una manera directa de indicarnos que la figura de María, su importancia en la devoción y de la Iglesia no se comprende desligada del del Hijo.

En última instancia, lo que celebramos en la Asunción es la victoria de Nuestro Señor sobre el mal y la muerte. No olvidemos que Cristo “ascendió” a los cielos (Él mismo realiza activamente ese acto, porque tiene poder para ello; en otros textos se dice que “fue elevado” por el Padre; de todas formas es una acción sólo posible por el poder de Dios) mientras que la Virgen María “fue asunta” (asunción; no asciende por su poder sino por el poder de otro: Dios).

En la Asunción de María se nos muestra el destino de la Iglesia. Si ella, la primera cristiana, la Madre de la Iglesia Santa, el modelo de los creyentes, ha llegado a la meta de la salvación, ¡Alegrémonos porque, hacia Cristo y hacia ella también nos dirigimos los creyentes confiados en participar como María de la victoria de Cristo!



Al cielo desde la tierra

La victoria es de nuestro Dios, pero no se realiza sin nosotros. Es gracia actuada por Dios, pero también aceptada y respondida por la persona. Algo que el místico, poeta y obispo Pedro Casaldáliga daba a entender diciendo que "la tierra es el único camino que nos puede llevar al cielo".

María alcanzó la gloria de la incorrupción. Ella fue la elegida del Señor. Pero tuvo conciencia de que no son sus grandezas las que hay que cantar sino las de Dios (cf. Magníficat). Dios es el único que salva. Ella sólo fue elegida y acompañada. ¿Quiere decir esto que María no tuvo que poner nada de su parte para alcanzar el cielo? ¡De ninguna manera! María tuvo que responder con sus actos ante Dios, como tú y como yo. Y mostró una responsabilidad ejemplar. Imitó a su Hijo con una vida de servicio total a Dios en los hombres. Subió al cielo desde la tierra. "Dios ha mirado la humildad de su sierva". No olvidemos que humildad viene de humus, tierra. 

En esto imitó a María, entrega generosa en la pobreza de Belén, en el servicio escondido de Nazaret o en la disponibilidad para atender a Isabel. María entendió perfectamente la predicación de Jesús, que dijo que “no he venido a ser servido sino a servir” (Mt 20,28) y que “el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado” (Mt 23,12). No me cabe duda de que estas enseñanzas las aprendió Jesús niño y joven en el libro abierto que fue para Él su Madre. El mismo evangelio lo deja entrever; ante la alabanza a María que surge de la multitud Jesús responde de manera insospechada: “Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”. Bien vista tenía Jesús esta bienaventuranza en el día a día de la madre que le amamantó, acunó y educó en su infancia y juventud. 

María tuvo vocación de tierra, “aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38), y por tener los pies bien asentados (encarnados) en la tierra mereció el cielo. No se podría esperar otra cosa de quien llevó en su seno al mismo Verbo , Dios hecho tierra para salvar a la tierra.


Asunción, de Pedro Casaldáliga

María es modelo e imagen de la Iglesia, comunidad de discípulos de Jesús por su actitud oyente (obediente) y comprometida frente al evangelio de Jesús. 

Tú también eres llamado o llamada también a responder a Dios como María, y como ella estás destinado o destinada a la liberación que tiene su culmen en el cielo. Para ello no necesitas elevarte, solo descender a tu realidad, mirarte y sentirte parte de la debilidad del mundo, sentirte tierra. El Dios de los pobres mirará tu humus y te elevará. No te eleves tú, deja que sea Él quien te de alas. El cielo no es para los soberbios y avariciosos que se atan a la gravedad de sus cargos y riquezas. El cielo es para quien asume su fragilidad y se sabe pobre con los pobres, ligero de equipaje, desatado, liberado para volar con los ángeles. Y con María. 

En la fiesta de la Asunción tienes un motivo para alegrarte y alimentar tu esperanza, porque en ella celebras todo lo que ella esperó y mereció alcanzar y todo lo que tú puedes esperar y alcanzar. Tú, hijo o hija de la Iglesia de Jesús, también gozas de su elección y quieres vivir en obediencia y servicio viviendo para los demás antes que para ti; has escogido el camino del descenso y humillación del Hijo y de la Madre; así también, con cuerpo y alma (con todo tu ser) puedes gozar la visión beatífica. 

Qué bien entendió esto el obispo de la Amazonia brasileña que, misionero del Corazón de María (claretiano), amó la tierra haciéndose  humus con los humildes de este mundo. Como misionero del Corazón de María siempre tuvo a la Madre en su trasfondo espiritual. Vaya como ejemplo uno de sus poemas:

ASUNCIÓN

Plenitud de agosto,
vuelo de Asunción.
Bodega con mosto
de tu Corazón.

Rutas de Araguaia,
con mi pueblo en cruz.
Mi «seca» y tu playa:
la Paz de Jesús.

Lograda María,
llegada Asunción,
que reclama y guía
nuestra romería
de Liberación.


Hermoso canto. María de la Asunción, María de la liberación. En otro poema, el autor canta a María como su amor y bandera junto con el Evangelio y el amor al Cielo en la tierra. Amar a María es amar el cielo al que fue asunta, sin dejar de pisar la tierra. Da gracias a Dios por su Hijo Jesucristo, resucitado y ascendido al cielo, y por María, madre de Dios y madre tuya. Su asunción te llene de alegría y esperanza. “Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar y gozar, como tú, las promesas de nuestro Señor Jesucristo”. Amén.

Nota (1), Más poemas marianos de Pedro casaldáliga en 


Agosto 2025
Casto Acedo

25º DOMINGO ORDINARIO C (21 de septiembre)

EVANGELIO "Dijo Jesús a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes. Enton...