miércoles, 12 de marzo de 2025

La transfiguración (II Cuaresma, 16 de Marzo)



EVANGELIO Lc 9, 28 – 36.

Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago y subió a una montaña a orar. Y mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestidos resplandecía de blancura. De pronto dos hombres hablaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecieron gloriosos y comentaban la partida de Jesús que se iba a consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño. Al despertar, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.Cuando éstos se retiraron, dijo Pedro a Jesús: —Maestro, ¡qué bien se está aquí! Armemos tres tiendas: una para ti, una para Moisés y una para Elías –no sabía lo que decía–.

Apenas lo dijo, vino una nube que les hizo sombra. Al entrar en la nube, se asustaron. Y se escuchó una voz que decía desde la nube: —Éste es mi Hijo elegido. Escuchadle.

Al sonar la voz, se encontraba Jesús solo. Ellos guardaron silencio y por entonces no contaron a nadie lo que habían visto.
Palabra del Señor
*


El pasaje evangélico de la transfiguración (Lc 9,28-36) es un lugar paradigmático desde el que podemos considerar la experiencia mística cristiana, un ejemplo detallado de esos momentos en que se siente la cercanía y el amor de Dios, y desde ahí se llega entender que todo lo que dice la Escritura -Moisés y Elías, la ley y los profetas- es cierto: Dios “es” y, desde la luz de “Dios que es”, la realidad se transfigura, es decir, la visión que teníamos sobre las cosas, las personas y los acontecimientos se esclarece, porque se alcanza a ver lo que los sentidos materiales no dejan ver.

Todo parte de la experiencia de Dios, que genera un entusiasmo capaz de empujar al corazón a vivir los mandamientos no como un ejercicio para esquivar el infierno -¡lástima que haya quien siga pensando así!- sino como modo de gratitud y amor a Dios.

Cuando se tiene la experiencia de inmediatez con Dios se pasa de la esperanza en un "Dios al que quieres llegar" a la seguridad de "Dios que se ha allegado",  que  está aquí ahora y te abraza. La fe, entendida hasta ese momento como "creer lo que no se ve", pasa a ser "abandono a lo que se ha visto", oído, olido, gustado, tocado, con los ojos, los oídos, la nariz, el paladar y el tacto del corazón o el alma.

A partir de la experiencia de Dios se comprende que la fe no es un simple asentimiento a verdades conceptualizadas (dogmas); y tampoco el dócil sometimiento a unas costumbres o modos de obrar (moral) que  parecen adecuados por su carácter de revelación divina. Sin experiencia del Misterio todo lo religioso sabe a lección aprendida o a ley impuesta;  a partir de ella la visión de la realidad se transfigura.  

*Se transfigura la vida, antes caótica y contradictoria; ahora se ordena a la luz de Dios y todo adquiere sentido; se ve con claridad el porqué y el para qué de existir; se lloran los pecados con verdadera compunción ante la magnanimidad misericordiosa e infinita de Dios; los obstáculos (tentaciones) que antes se antojaban insuperables, menguan ahora milagrosamente; todo lo que se tiene y se recibe, que antes no bastaba para satisfacer al ego, se percibe como exceso y abundancia que ni se merece ni se necesita para ser feliz. La vida se hace “adoración”, ya no giran los días en torno al propio yo sino en referencia a Dios.

San Agustín, en el momento de su conversión tras la lectura de Rm13,13-14 -"Andemos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas y borracheras, nada de lujuria y desenfreno, nada de riñas y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo, y no deis pábulo a la carne siguiendo sus deseos"-, explica así su paso del caos al orden: "Al instante, al terminar la lectura, una luz de seguridad se derramó en mi corazón, y desaparecieron todas las tinieblas de mis dudas." (Confesiones, VIII, 12). La lectura del texto, mejor decir la voz de Dios hablando en el texto, le hace pasar de la inseguridad del pecado a la seguridad de la gracia de Dios.

*La experiencia de inmediatez con Dios también transfigura la percepción del prójimo. El esposo, la esposa, el compañero o compañera de trabajo, el vecino y la vecina, la humanidad toda, adquieren un rostro nuevo, distinto. Se abandona la visión antigua de la realidad, la que se mueve a ras de tierra y está teñida de egocentrismo; una vez que el alma se adentra en Dios mira la realidad desde arriba, con una mirada de compasión universal; desde Dios y con Dios se ama todo y a todos con un amor nuevo.

En la obra anónima El peregrino ruso, el protagonista expresa así el cambio de su visión tras palpar en su interior la presencia de Jesús: "Durante el día, cuando me ocurría encontrarme algunas personas, me parecían tan amables como si hubieran sido de mi familia". Experimentar a Dios cambia la percepción de las relaciones humanas; quien ve a Dios descubre la realidad de la fraternidad universal.

*Se transfigura, en fin, la percepción del mundo; lo material, tan excesivamente valorado e imprescindible hasta ahora, se sitúa en el lugar relativo que le corresponde; Dios y las personas como imagen suya pasan a ser el número uno. Las preocupaciones económicas, los agobios en el trabajo, el miedo a no ser amado si no se tiene nada, la indiferencia calculada ante los problema ajenos, dan paso a una gran serenidad y a un deseo apremiante de  practicar la misericordia; la naturaleza y la humanidad toda en ella, encuentran su lugar adecuado en el corazón; se ama todo lo que existe, y la persona que ama así se ama también a sí misma en lo que es; y se siente feliz.

"Cuando oraba en lo más profundo de mi corazón, todas las cosas que me rodeaban las veía bajo un aspecto encantador: árboles, hierbas, aves, tierra, aire, luz, todas parecían decirme que existen para el hombre y que dan testimonio del amor de Dios por el hombre; todas oraban, todas cantaban la gloria de Dios", confiesa el peregrino de la obra antes citada.

*

El encuentro con Dios, la experiencia de su Ser, es determinante en la vida de fe. Aunque formalmente podemos llamar cristiano a todo aquel que ha recibido el bautismo, lo que  determina la hondura del ser cristiano es el nuevo nacimiento en el Espíritu; "Tenéis que nacer de nuevo" (Jn 3,7). Es este un nacimiento que no está en nuestras manos, es un don totalmente gratuito de Dios. Nosotros sólo podemos disponernos a él procurando una vida de oración que abra nuestra conciencia a su Presencia: silencio, escucha de la palabra y práctica de las virtudes.

¡Qué importante es la oración! Ahora bien, ¡atentos!, porque cuando viene con gusto y regalo espiritual la oración corre el peligro de transformarse en válvula de escape, en opio del pueblo. Los gozos de la oración no han de ser mirados  como un fin. Deben apreciarse sólo como el descanso reparador del obrero del Reino, un stop, un alto para seguir avanzando. 

Muchos viven en el error de identificar los medios con los fines, los gozos y la felicidad que se viven en algunas etapas de la vida espiritual con la meta, que no es otra que la "unión con Dios"  (San Juan de la Cruz), la inmersión en Él, la conformidad de la voluntad humana con la divina. Para llegar a esto pueden ser de gran ayuda los momentos de Tabor con sus gustos y consuelos; pero también pueden ser un estorbo esos momentos si se tiene apego a ellos. Y digo que estorba el  "apego" a los gustos y regalos, no el hecho de recibirlos. 

Para ir adelante se ha de evitar la espiritualidad nostálgica, esa que vive pasivamente mirando al pasado esperando se vuelva a repetir lo maravilloso vivido en el Tabor de juventud. ¡Qué bien se está aquí, hagamos tres tiendas!  La fijación en "aquello que viví" es fruto de la identificación y reducción de Dios a experiencia religiosa. Y Dios no es una experiencia religiosa; Dios es Dios, el Otro que siempre está ahí. Quédate con el amor que Dios te hace sentir en el Tabor, pero sólo con el amor, no te alienes esperando la vuelta a experiencias pasadas.  Dios no está en tu pasado, sino en tu presente y tiene preparadas para ti cosas mayores. Sin dejar de dar gracias por todo lo recibido toma tu cruz y sigue a Jesús. 

Acércate a Dios. Haz silencio en tu alma y descubrirás que ya estaba contigo, que al buscarlo lo has encontrado. Póstrate ante Él y deja que Dios sea Dios. Primero Dios. 

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Marzo 2025
Casto Acedo 

1 comentario:

  1. Cómo se nota que el Espíritu Santo tiene misericordia de mi y va obrando! Ya casi le entiendo! Le he enviado una canción que me ha pasado por la mente cuando le leía. Dios lo cambia todo!! https://www.youtube.com/watch?v=y9RW_6eXPG8

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