lunes, 31 de marzo de 2025

Prepara tu Celebración Penitencial


Prepara tu celebración del perdón

En estos días están teniendo lugar en las Parroquias las Celebraciones Penitenciales de Cuaresma, con las que nos disponemos  como cristianos a vivir en profundidad los días de Pascua de Resurrección.

Como creyentes nos preguntamos hasta que punto estamos respondiendo con fe y buenas obras al llamamiento que el Señor nos hizo en su momento y que renueva cada día. Una Celebración Penitencial (la “confesión” decíamos antes) debe ser algo más que un rito. Hay dos elementos que no pueden faltar para que sea y signifique algo: Dios y tú. Se trata de celebrar un encuentro de la misericordia, bondad y luz de Dios con tu propio ser, que puede estar dañado por el la dureza de corazón, la malicia y la oscuridad. Dios te interpela estos días y tú respondes (responsabilidad) de tu vida ante Él y la comunidad.

Para celebrar bien la Penitencia lo primero que has de poner ante ti son tus faltas, reconocer tus pecados; y para eso, previamente, los has de conocer. No puedo saber qué es mejorable en mí si primero no sé en qué cosas he empeorado. 

Solemos vivir muy a nuestro aire y nos cuesta ver el daño que nos hacemos y hacemos a otras personas con determinados actos y actitudes. En nuestra cultura, que peca de arrogancia, tendemos a echar balones fuera; nos apuntamos los  éxitos y las bondades, pero tendemos a ocultar y no reconocer los fracasos y las maldades. Nadie cuelga en su cuenta de Facebook o Watsap sus maldades -aunque algunos ingenuamente las dejan ver-, sólo publicamos las bondades. Pero si te detienes a mirar con atención puedes observar que, sin negar que con tu modo de vida y comportamientos haces mucho bien, también salen de ti palabras, obras y omisiones que a veces hacen mucho daño; en algunas ocasiones te das cuenta de ello, pero miras para otro lado; en otras ni siquiera te fijas ni eres consciente del daño que provocan tus actos. Acostumbrados a verlo todo desde nuestro exclusivo punto de vista nos volvemos ciegos para advertir el mal que hacemos; los malos son los otros, no yo.

Cinco pautas 

Tradicionalmente la Iglesia ha considerado cinco pautas para corregir la ceguera a la que nos conducen las maldades. Son cinco puntos que tradicionalmente se enseñan en la catequesis como premisas para que se dé una buena Celebración del perdón. Con estos cinco pasos, a veces entendidos rutinariamente y mal, la Iglesia te invita a trabajarte espiritualmente a fin de dar los pasos adecuados que te lleven a conocer los males que te afligen y a permitir así que sean sanados por Dios y no causen daño a nadie. Veamos esos cinco puntos o pautas.

Primero EXÁMEN DE CONCIENCIA (CATIC. Catecismo de la Iglesia Católica, 454). Algo absolutamente imprescindible es conocer tu realidad. Para ello necesitas pararte, silenciar tu alma y mirar con serenidad su hondura. A veces nos sentimos culpables pero sin saber de qué o por qué; no logramos identificar el mal que nos posee. Mentalmente no asumimos algunos de nuestros actos concretos y tendemos a esconderlos en el trastero del corazón, en un rincón donde creemos que podremos evitarlos y así no nos dañarán. Pero el pecado y la culpa son  obstinados y tarde o temprano afloran, ¿porqué no sacarlos a la luz de la conciencia y sanarlos?. Otras veces nos sentimos culpables de todo, “me arrepiento de todos mis pecados”, decimos al confesor, pero estas palabras son sólo una máscara para no enfrentarnos a lo concreto que de verdad nos hace sentirnos culpables.

¿Bajo qué luz examinamos nuestra conciencia? En tiempos de subjetivismos y de idolatría de la conciencia personal la tentación es la de poner como criterio de juicio moral los parámetros que nosotros mismos hemos establecido. La conciencia es el sagrario del alma, así lo dice el Concilio Vaticano II (GS,16), pero este sagrario requiere un cuidado, una formación espiritual que la eduque y la purifique, porque puede que el dios que la habite no sea el Dios verdadero. Para un buen examen de conciencia la luz propia de la conciencia no es suficiente, ya que ella misma tiende a desterrar en el inconsciente las cosas que nos desagradan.  Hay otra luz que debemos aplicar al examen, la Luz de Dios que alumbra a quien no teme que sus obras sean vistas ( cf Jn 3,21 ). Si no queremos engañarnos a nosotros mismos debemos examinarnos a la luz de Dios,  que es el mismo Jesucristo, “Yo soy la luz del mundo” (Jn 9,5). 

Conviene -dice el CATIC- preparar la recepción de este sacramento mediante un examen de conciencia hecho a la luz de la Palabra de Dios. Los textos más adaptados a este respecto se encuentran en la catequesis moral de los evangelios y de las cartas de los apóstoles: Sermón de la montaña y enseñanzas apostólicas: Rm 12–15; 1 Co 12–13; Ga 5; Ef 4–6, etc." (n.1454) Toma nota de estas citas y medítalas.

Un buen examen de conciencia requiere pararte, contemplarte, definir tus insatisfacciones, ¿por qué no soy feliz?, ¿por qué murmuro contra Dios?, ¿por qué existe rencor y odio en mi corazón?, etc. A tus insatisfacciones deberás añadir las reacciones que producen en ti: juicios, violencia, mentiras, desprecio del prójimo, etc. Las malas acciones no nacen por generación espontánea, hay una semilla del mal que facilita su nacimiento; igual que hay una semillas del bien (Espíritu Santo, gracia de Dios) que fructifica en buenas obras.

Analiza pues, tu vida a la luz de Jesucristo y su Palabra. Mírate en Él como si te miraras en un espejo; viendo su humildad -dice santa Teresa- podrás ver tu soberbia, viendo su amor podrás discernir tus odios, viendo su hermosura lograrás ver tu fealdad. Es importante tomar conciencia de las propias maldades a la luz de la infinita bondad de Dios revelada en Jesucristo. ¿Cuánto me falta para ser como Él?

El segundo requisito o pauta para una celebración fructífera de la penitencia es tener DOLOR DE CORAZÓN (CATIC 1451-1453), es decir, que de veras te sientas dolido por tus faltas. Ese dolor puede tener dos causas: una más perfecta, que es cuando el dolor procede de la contemplación del amor de Dios, es decir, te sientes dolido por no responder debidamente al amor que te tiene (contricción); la otra causa, menos perfecta, que llamamos atricción, es que te duela el pecado por temor a las consecuencias negativas para tu paz y salud interior hoy o para tu salvación eterna mañana (miedo al purgatorio o el infierno). Aquí deberías revisarte: ¿sientes tus faltas como una ingratitud al amor de Dios?, ¿o tu dolor es narcisista y te duele el mal solamente por el daño que produce en ti y en los demás?.

Sólo desde el dolor de corazón se puede activar un cambio en tu vida. Si no te duele el pecado, o, peor aún, si ni siquiera tienes conciencia de él, difícilmente podrás dar un giro a tu vida para mejor.  Pasas entonces por el mundo como elefante por cacharrería, rompiendo cosas con indolencia.

El tercer punto para una buena penitencia es PROPÓSITO DE ENMIENDA, que consiste en el esfuerzo de comprometerte en un proceso de cambio personal. No vale querer cambiar de vida teóricamente, algo que de algún modo queremos todos; se trata de decidir un sí comprometido desde dentro, un sí que vaya más allá de las palabras y los propósitos. Si no hay este deseo de mejorar estamos ante un autoengaño penitencial; solo lavarás la fachada para ocultar los defectos y seguir igual.


Nos quedan dos elementos entre los importantes para el Sacramento de la Penitencia; el primero de éstos que quedan es CONFESAR LOS PECADOS (CATIC 1455-1456), que deberíamos entender como algo más que acercarnos al confesionario y recitar unas palabras acusatorias con frecuencia nada sólidas. Aquí se trata de decir interiormente a Dios y explícitamente al confesor la verdad de lo que ocultamos; y esta verdad no la podemos decir a otros si antes no nos la decimos a nosotros mismos.

Nos cuesta reconocer, poner nombre y pronunciar los propios pecados; es triste comprobar que no es fácil atrevernos a decirnos en voz alta a nosotros mismos, a otros y a Dios en el confesor, la verdad de lo que deseamos, sentimos, pensamos o hacemos. Una verdad que a veces avergüenza. Pronunciar tu pecado es ponerle nombre: vivo en la avaricia, mi corazón es adúltero, me domina la ira, la gula me puede, soy incapaz de refrenar mi lujuria, me come la envidia, etc...). Poner nombre al pecado es importante; cualquier psicólogo sabe que lo más importante para la sanación del alma que pide ayuda es descubrir y poner nombre -traer a la consciencia e identificar- el mal que causa su tristeza y no le deja vivir. Así ocurre con el Sacramento del perdón; señalar con nombre la falta nos permite desactivar su poder y echarla fuera.

Finalmente, el quinto y último condicionante para una buena celebración penitencial es CUMPLIR LA PENITENCIA (CATIC 1459.1460). Quien vive un sincero arrepentimiento con dolor de haber obrado el mal no puede evitar el deseo de reparar el daño causado. Es lo que llamamos “hacer penitencia” (satisfacción) que no puede limitarse a rezar un número determinado de padrenuestros, ni a hacer tal o cual acto piadoso, sino asumir las consecuencias de nuestros actos y reparar el daño producido.

Si he robado lo lógico es que la penitencia sea devolver aquello de lo que me apropié, e incluso reparar el perjuicio realizado con ello si lo hubiere; si he difamado deberé devolver la buena fama; si he despreciado a alguien marginándolo es mi tarea penitencial acogerle y servirle de puerta para que se sienta querido y aceptado; si he colaborado a la muerte o mutilación de alguien mi penitencia será tomar sobre mis hombros las responsabilidades de esa persona; por ejemplo, si he provocado la muerte de un padre de familia, y esta se queda sin recursos, deberé asumir de alguna manera en mi cuidado lo que otros han perdido por causa  mi pecado; etc.

Dios perdona gratuitamente al pecador arrepentido que tiene voluntad de reparar. No pide nada a cambio, porque Dios no necesita nada de él. Pero el pecador sí que necesita reparar en lo posible el daño producido:  Para lograr la paz de la conciencia no es suficiente con pedir y recibir perdón; la misma dinámica de la conversión supone aceptar en cierto modo el precio de nuestros actos. Esta es la penitencia a cumplir. 

Pedir perdón y permanecer en la fantasía de la impunidad es un gesto superficial que no lleva a ninguna modificación (conversión) seria. La conversión al bien siempre desemboca en reparación del mal. Tenemos el ejemplo de san Pablo; éste persiguió a los cristianos; y cuando camino de Damasco se vio y se miró a sí mismo a los ojos del Señor (“Soy Jesús, a quien tú persigues”. Hch 26,14) da un giro tal a su vida pasando de perseguidor a perseguido, muriendo finalmente mártir; satisfizo con creces el daño que con su fanatismo farisaico había producido.

*

Ahí tienes los cinco puntos. Prepara desde ahí tu Penitencia de Cuaresma. No te plantees la confesión de tus pecados como un trámite sino como un momento importante dentro de un proceso: tu propio camino de crecimiento espiritual. La gracia de Dios, su perdón te ayuda a caminar erguido ahí donde tú pareces zozobrar. No desaproveches la oportunidad de este sacramento.
*
Marzo 2025
Casto Acedo

miércoles, 26 de marzo de 2025

El pródigo y el murmurador (IV Cuaresma. 30 de Marzo)


EVANGELIO 
Lc 15, 1-3.11-32.

En aquel tiempo, solían acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: – «Ese acoge a los pecadores y come con ellos.»

Jesús les dijo esta parábola: 
– «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte que me toca de la fortuna.»
El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.

Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.

Recapacitando entonces, se dijo: -«Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros».

Se levantó y vino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.

Su hijo le dijo: -«Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo».

Pero el padre dijo a sus criados: -«Sacad en seguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.»

Y empezaron a celebrar el banquete.

Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Este le contestó: -«Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.»

El se indignó y no quería entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Entonces él respondió a su padre: -«Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.»

El padre le dijo: -«Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado»».

Palabra del Señor

*

 

El cuarto domingo de Cuaresma  pone ante nosotros un evangelio clásico del tiempo  cuaresmal: la “parábola del hijo pródigo”. Hay  quien aboga por llamarla  “parábola del Padre misericordioso”, que parece más en línea con el mensaje de fondo. No obstante, estos dos títulos olvidan algo que es crucial en el texto: Jesús se dirige a los “fariseos y escribas que murmuraban diciendo: ´este acoge a los pecadores y come con ellos´”, y desde este detalle podríamos denominar esta historia como "parábola del pródigo y el murmurador"  o “parábola del converso y el insatisfecho”, en doble el sentido de cómo hay uno que partiendo de su insatisfacción encuentra la satisfacción del amor del Padre y otro que pareciendo satisfecho revela su insatisfacción de su alma  contemplando el mismo amor. 

Quienes solemos leer estas reflexiones y acostumbramos a ir a misa cada domingo deberíamos mirarnos principalmente en el hermano mayor, el que se cree satisfecho. No estamos lejos de la casa de Dios que es la Iglesia, ni llevamos una vida explícita de perdición, incluso intentamos hacer las cosas lo mejor que podemos, pero corremos siempre el riesgo de deslizarnos por el resbaladero del fariseísmo conformándonos con una fe conceptual (teórica), moralista (legalista) y de cumplimientos (ritualista). Y la fragilidad espiritual de una vida así queda en evidencia cuando hacemos balance de nuestro "ser misericordiosos como el Padre", cuando vemos la fragilidad de nuestro amor incondicional al hermano. La doctrina, la ley y el rito quedan desacreditados por la soberbia propia y el desprecio de los otros.

Mirémonos hoy en el hijo mayor, el cual comete muchos errores que dejan entrever el desprecio al hermano y la soberbia espiritual.

Cuatro errores del hermano mayor (fariseo)

1. Primer error: sentirse molesto por la vuelta de su hermano y, sin acceder directamente a la casa, dejarse informar por un criado, que suele ser ese amigo o amiga que acostumbra a engordarnos el ego a costa de desprestigiar a otros. "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." Le faltó añadir, "porque siempre ha sido el preferido y a ti ni te mira".

No puedo dejar de ver en estos -el criado y el hijo mayor- a esos feligreses de toda la vida, que no se han ido de la casa del Padre porque no tienen ni valor ni decisión para ello. Han hecho de las prácticas religiosas la justificación de su permanencia; les cuesta aceptar la llegada de nuevos conversos, sobre todo si se les da un protagonismo que haga sombra a la labor callada que ellos creen hacer desde el silencio. Son “feligreses okupas”, que ni hacen fraternidad ni dejan hacerla.

2. Segundo error: del hermano mayor. Poner sus obras como garantía de fidelidad y elemento de intercambio comercial: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos". Esta respuesta pone en evidencia la pobreza de su relación con el Padre; no le mueve a estar con Él, el amor, la ternura y la comunión, sino el interés económico, el bienestar propio. Amor interesado, que no es amor.

3. Tercer error: negarse a entrar en el banquete,: El se indignó y no quería entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo", pero él sigue enojado: "Cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.". No es mala persona, reclama lo que todos pedimos en esos casos: igualdad de trato. Y previendo que eso que considera justicia no se le está dando opta por chantajear emocionalmente al padre haciendo huelga: “El se indignó y no quería entrar”. Pienso en cuántas veces digo que yo tampoco quiero entrar en tal grupo o iglesia, en tal institución, mientras sigan esos que considero con un estilo distinto al mío, poco propicios a mis intereses, o indignos de estar ahí.

4. Cuarto error: no darse cuenta, no tener consciencia, de la presencia soberana y amorosa del Padre en todo momento. En realidad el hijo mayor estaba tan o más lejos de la casa paterna que su hermano cuando se marchó. Al hijo menor le alejó del Padre la búsqueda de la felicidad por el camino de los deseos y apegos mundanos; el mayor se alejó haciéndose una imagen conceptual de Dios según sus criterios e intereses personales; se ha distanciado de Dios; lo ha sacado de su corazón y lo ha llevado a la cabeza; no tiene fe esperanza y amor sino teologías, amarguras, sentimientos de culpa y soberbia. ¡Qué lejos está del corazón de su Padre! Más que padre lo considera un patrón que gobierna su casa con leyes inapelables, un encargado de obras que “premia a los buenos y castiga a los malos”.

Amor universal

El quid de la parábola está en la invitación a cambiar la imagen que cada cual tiene de Dios,  en convertirse al Dios de la misericordia; aceptar que Dios ama gratuitamente, que no necesita de nuestras obras, que su amor no está mediatizado por nuestra amabilidad.

Merece la pena releer y contemplar la respuesta del Padre al Hijo que se niega a entrar; son palabras llenas de ternura y reconocimiento, pero al mismo tiempo de dureza profética: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado". Una respuesta para meditar en silencio contemplativo. Una llamada a hacer del cristianismo la religión del amor fraternocompasión universal.

Y una consideración final para concluir la meditación de la parábola. ¿Entrará finalmente el hijo mayor en la casa del Padre donde se celebra la fiesta? La parábola no dice nada, lo deja en incógnita. Deja la respuesta abierta; eres tú quien debe responder: ¿entrarás esta Pascua en en el hogar de Dios o no?

Marzo 2025

CA

jueves, 20 de marzo de 2025

Cuidado, no caigas (III de Cuaresma, 23 de Marzo)


LECTURA BIBLICA
1 Corintios,10,1-6.10-12.

No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto.

Estas cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo hicieron ellos. Y para que no murmuréis, como murmuraron algunos de ellos, y perecieron a manos del Exterminador. 

Todo esto les sucedía como un ejemplo y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades.

Por lo tanto, el que se crea seguro, ¡cuidado!, no caiga.

¡Palabra de Dios!

* * *


No coger las flores

La segunda lectura de la liturgia de la Palabra de hoy pone en guardia ante las seguridades que creemos tener por el hecho de pertenecer a una buena tradición espiritual o por haber vivido en algún momento de la vida claras experiencias de Dios. Esto nos ayuda también a entender la idea central del Evangelio, que invita a una conversión que sea más efectiva que afectiva. Hemos de reconocer que a menudo nos sentimos seguros con ser higueras frondosas, aunque poco productivas (cf Lc 13,1-9). Cuidamos mucho la imagen que damos al exterior, pero nuestras almas no siempre dan el fruto del amor que Dios espera de ellas. 

Somos como el Israel del Antiguo Testamento “Todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo”. La vida religiosa tiene un peligro muy sutil que consiste en creer que ya lo tenemos todo hecho por estar bautizados o confirmados, por ser fieles a los cultos semanales, por haber vivido momentos de efusión mística o porque hayamos superado duras crisis de fe. ¿Hace falta algo más? Sí,  una vida de sincero servicio a Dios. “La mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto”.

San Juan de la Cruz considera dos extremos que retrasan la comunión con Dios: los éxitos y los miedos. Lo dice en una hermosa estrofa del cántico espiritual:

Buscando mis amores
iré por esos montes y riberas;
no cogeré las flores,
ni temeré a las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.

Quédate con lo de “las flores” y “las fieras”. *Las fieras son los miedos que vienen cuando se trata de dejarlo todo para andar libremente por la vida en busca de “mis amores” (la felicidad en Cristo); *“las flores” son las experiencias gozosas de Dios: el regalo de un momento de oración glorioso, la visión de su presencia en algún acontecimiento milagroso, la paz tras una buena celebración penitencial, el deleite de una consciente comunión eucarística, etc. 

Dice el santo que hay que perder el miedo a las fieras, a todo lo que amedranta para seguir adelante en la entrega a Dios, pero también es importante no quedarse embelesado por las experiencias gozosas, que es quedarse alelado por la belleza de las flores, enganchado a la nostalgia de esas experiencias. Ese embelesamiento te da la sensación de que ya has llegado y  frena tu crecimiento espiritual; es más, te ancla en el  pasado, esperando que vuelva a repetirse aquella experiencia que viviste, y que ya pertenece al pasado. 

He escuchado muchas veces a personas dando testimonio de su fe con motivo de algún retiro o encuentro religioso. Los organizadores les invitan a contar su experiencia, y ellos siempre cuentan lo mismo; las primeras veces con una alegría desbordante que, cuando pasan los años, va aminorándose paulatinamente hasta convertirse en rutina. Se han quedado con las flores; como quien ya llegó al cielo y sólo espera que el tiempo dé marcha atrás para volver a estar en él. ¡Cuidado no caigas en esto!

Las experiencias felices de Dios hay que vivirlas cuando se tienen, pero no hay que engancharse a ellas.  ¿Entonces, hay que olvidar todo lo bueno vivido y recibido? Sí que conviene olvidar los gustos; es bueno quedarse con todo el amor que Dios te dio en ese momento pero dejando atrás la memoria sensible (fenomenología) de la experiencia; esta no volverá; no te apegues a ella porque te puede dar una falsa sensación de seguridad que pone en peligro tu crecimiento en la verdadera madurez espiritual. En esto no es bueno mirar atrás porque como ocurrió a la mujer de Lot podría quedar tu alma petrificada (Gn 19,26), atada al pasado e incapaz de progresar. En esto de la fe no se puede vivir de las rentas; lo pasado pasó, "cada día tiene su afán" (Mt 6,34). Dios es siempre nuevo.


Cultivar el cuidado

Un dicho popular dice que “el que peca y reza, empata”. Algo que viene a negar el texto que comentamos: el que peca y reza, como la higuera infructuosa, no sólo no empata sino que pierde por goleada, porque a sus pecados se le suma la hipocresía de  sus oraciones, el único pecado contra el que Jesús descarga duramente su ira en el evangelio. ¡Ay de vosotros, hipócritas…! (cf Mt 23,23-29).

Las virtudes y los rezos de hoy no se guardan en un almacén al que podemos acudir mañana para equilibrar la balanza en el día del juicio final. Quien practica la injusticia se engaña si cree que con limosnas puntuales y oraciones esporádicas puede eludir su obligación de amar. Es una farsa hacer obras de caridad con el dinero del narcotráfico, la explotación del pobre o el tráfico de armas; ningún bien puede servir de bandera para bendecir el mal;  ningún mal puede justificarse como medio para el bien.    

La oración y las buenas obras, si son sinceras, fortalecen el alma; pero cuando son falsas la arruinan del todo. ¡Cuidado!, no caigas por confiar en tus méritos. Hacer el bien por un lado no es una venia para hacer el mal por el otro; y tener un presente virtuoso no te garantiza que no volverás al vicio en el futuro. *Cuando ya crees que eres santo y lo tienes todo comienzas a perderlo, la soberbia te come; *cuando ya crees tener la seguridad de la fe puede que la hayas perdido, porque la fe no es certeza sino duda; *cuando estás convencido de haber alcanzado la libertad te estás descuidando, porque estás poniendo los cimientos para que algo te esclavice de nuevo; *cuando ya te ves como un ejemplo de amor para todos acabas de vender tu alma al diablo.

*

“El que se cree seguro, ¡cuidado!, no caiga”.  No te creas nunca seguro por oraciones, ni por tus acciones y experiencias pasadas. Cultiva el presente, no te fíes de tus éxitos pasados; agradécelos y ahonda en el día a día. Deja el futuro siempre abierto; busca el bien en cada momento y no te preocupes de nada más. Créeme, Dios te tiene preparado algo que ni puedes imaginar. Conviértete al presente de Dios y vive en Él la esperanza.

Marzo 2025
Casto Acedo

lunes, 17 de marzo de 2025

San José (19 de Marzo)

Fe y valentía de José 
 
Junto a su esposa  María, san José es *modelo de fe. Una fe no exenta de dudas y temores que han de ser asumidos y superados. Dadas las circunstancias, tal como lo narra el evangelio, debió ser decepcionante para José la noticia de que María, su prometida, esperaba un hijo; la conclusión evidente es pensar en un acto de infidelidad por parte de María. No obstante, en la situación de duda no prevalece en José el odio o el deseo de venganza del hombre engañado; se impone ante todo el sentido de la justicia como misericordia: “era bueno y no quería denunciarla”. La duda, bastante razonable, no le cierra la posibilidad de apostar por la inocencia de María. Y tal vez por eso, porque estuvo abierto a lo inexplicable, mereció una explicación divina: “No tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo”.
 
Además de su fe merece la pena destacar la *valentía de José. No debió asumir la misión encomendada por Dios sin ciertos miedos. ¡Qué responsabilidad adquiere José! Seguramente habría escuchado más de una vez la Palabra de Dios que profetizaba el nacimiento del Mesías en la familia de David a la que él pertenecía. Pero ¿no sería una carga demasiado dura? No obstante sus lógicos temores José acepta la misión de ejercer de hecho como padre de Jesús. Y recibió a María y a Jesús en su casa, formando un equipo, la Sagrada Familia, que a lo largo de siglos no ha dejado de ser para todos punto de referencia de vida cristiana familiar y eclesial.

Tal vez hoy, inmersos en un mundo excesivamente activo, la fe parezca una virtud innecesaria. Basta con el amor, basta con que hagamos esto y lo otro, con que cumplamos este y el otro precepto moral, con que vivamos volcados hacia el prójimo... Pero ¿es posible vivir de cara al prójimo sin fe? ¿No es desesperante una acción sin “motivo”? *La fe es al amor como el alma al cuerpo. Es cierto que una fe sin obras es una fe muerta, como afirma Santiago en su carta (2,26), pero las obras sin fe que las aliente, son obras vacías, agotadoras, desesperantes, imposibles. La fe llena de contenido al amor. ¿Acaso sin fe hubiera aceptado José a María y con ella la responsabilidad de ser educador de Jesús y hombre comprometido en la salvación de la humanidad? ¿No fue la fe la que le hizo superar las dudas y el temor de lo que tenía ante sí? Sin fe Abrahán no hubiera salido de su tierra; sin fe José no hubiera facilitado el “nacimiento de Dios”.

La solemnidad de san José la vivimos en plena Cuaresma. Y podemos aprovechar la figura de este santo para crecer espiritualmente en estos días que nos acercan a la Semana Santa,. días para sorprendernos de los extraños caminos de cruz que Dios escoge para manifestarse, y en los que, enfrentados a los misterios divinos, también surge en nosotros la duda: ¿cómo un crucificado puede ser Dios? Hoy, con san José, podemos escuchar la voz del ángel disipando dudas: *“No tengas reparo en llevarte a María”, no tengas reparo en abrir de par en par tu casa al Salvador. José, respondiendo afirmativamente al llamamiento divino, vivió su Pascua –el paso del Señor por su vida- con gran sentido de la responsabilidad, con dedicación y entereza.


Día del seminario 

Por otro lado, celebramos hoy el día del seminario. El motivo es evidente: la Sagrada Familia fue el primer seminario, el lugar donde Jesús se formó con el inestimable  acompañamiento de San José y de su madre la Virgen María. ¡Cuántos detalles del obrar humano de Jesús: su apertura a todos, su confianza en el Padre, su compasión, su lenguaje plagado de imágenes rurales y familiares, su delicadeza en el trato con los hombres,  etc., se fueron fraguando al arrimo de unos padres tan excelentes! 

San José sembró en Jesús una esperanza que floreció y fructificó en su vida pública. *El seminario es semillero de esperanza,  un lugar donde aprenden a esperar en Dios jóvenes que se forman en valores humanos y en la fe cristiana para luego llevar al mundo a Cristo "esperanza de la gloria" (Col 1,27). Pensemos en la multitud de sacerdotes que con su presencia allí donde la enfermedad, la marginación o el descarte parecen invitar a la desesperación son signos de esperanza con su ayuda personal y con los auxilios sacramentales. Donde hay una comunidad que celebra la Eucaristía hay esperanza de que la memoria de Jesús pueda disipar totalmente las tinieblas a las que nos conduce el olvido del amor. 

Roguemos a San José por nuestros seminarios, ¡recemos y apoyemos a esta institución tan importante para la Iglesia! y no dejemos que se pierda ninguna vocación por falta de apoyo espiritual, social o económico.



Marzo 2025
Casto Acedo 

miércoles, 12 de marzo de 2025

La transfiguración (II Cuaresma, 16 de Marzo)



EVANGELIO Lc 9, 28 – 36.

Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago y subió a una montaña a orar. Y mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestidos resplandecía de blancura. De pronto dos hombres hablaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecieron gloriosos y comentaban la partida de Jesús que se iba a consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño. Al despertar, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.Cuando éstos se retiraron, dijo Pedro a Jesús: —Maestro, ¡qué bien se está aquí! Armemos tres tiendas: una para ti, una para Moisés y una para Elías –no sabía lo que decía–.

Apenas lo dijo, vino una nube que les hizo sombra. Al entrar en la nube, se asustaron. Y se escuchó una voz que decía desde la nube: —Éste es mi Hijo elegido. Escuchadle.

Al sonar la voz, se encontraba Jesús solo. Ellos guardaron silencio y por entonces no contaron a nadie lo que habían visto.
Palabra del Señor
*


El pasaje evangélico de la transfiguración (Lc 9,28-36) es un lugar paradigmático desde el que podemos considerar la experiencia mística cristiana, un ejemplo detallado de esos momentos en que se siente la cercanía y el amor de Dios, y desde ahí se llega entender que todo lo que dice la Escritura -Moisés y Elías, la ley y los profetas- es cierto: Dios “es” y, desde la luz de “Dios que es”, la realidad se transfigura, es decir, la visión que teníamos sobre las cosas, las personas y los acontecimientos se esclarece, porque se alcanza a ver lo que los sentidos materiales no dejan ver.

Todo parte de la experiencia de Dios, que genera un entusiasmo capaz de empujar al corazón a vivir los mandamientos no como un ejercicio para esquivar el infierno -¡lástima que haya quien siga pensando así!- sino como modo de gratitud y amor a Dios.

Cuando se tiene la experiencia de inmediatez con Dios se pasa de la esperanza en un "Dios al que quieres llegar" a la seguridad de "Dios que se ha allegado",  que  está aquí ahora y te abraza. La fe, entendida hasta ese momento como "creer lo que no se ve", pasa a ser "abandono a lo que se ha visto", oído, olido, gustado, tocado, con los ojos, los oídos, la nariz, el paladar y el tacto del corazón o el alma.

A partir de la experiencia de Dios se comprende que la fe no es un simple asentimiento a verdades conceptualizadas (dogmas); y tampoco el dócil sometimiento a unas costumbres o modos de obrar (moral) que  parecen adecuados por su carácter de revelación divina. Sin experiencia del Misterio todo lo religioso sabe a lección aprendida o a ley impuesta;  a partir de ella la visión de la realidad se transfigura.  

*Se transfigura la vida, antes caótica y contradictoria; ahora se ordena a la luz de Dios y todo adquiere sentido; se ve con claridad el porqué y el para qué de existir; se lloran los pecados con verdadera compunción ante la magnanimidad misericordiosa e infinita de Dios; los obstáculos (tentaciones) que antes se antojaban insuperables, menguan ahora milagrosamente; todo lo que se tiene y se recibe, que antes no bastaba para satisfacer al ego, se percibe como exceso y abundancia que ni se merece ni se necesita para ser feliz. La vida se hace “adoración”, ya no giran los días en torno al propio yo sino en referencia a Dios.

San Agustín, en el momento de su conversión tras la lectura de Rm13,13-14 -"Andemos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas y borracheras, nada de lujuria y desenfreno, nada de riñas y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo, y no deis pábulo a la carne siguiendo sus deseos"-, explica así su paso del caos al orden: "Al instante, al terminar la lectura, una luz de seguridad se derramó en mi corazón, y desaparecieron todas las tinieblas de mis dudas." (Confesiones, VIII, 12). La lectura del texto, mejor decir la voz de Dios hablando en el texto, le hace pasar de la inseguridad del pecado a la seguridad de la gracia de Dios.

*La experiencia de inmediatez con Dios también transfigura la percepción del prójimo. El esposo, la esposa, el compañero o compañera de trabajo, el vecino y la vecina, la humanidad toda, adquieren un rostro nuevo, distinto. Se abandona la visión antigua de la realidad, la que se mueve a ras de tierra y está teñida de egocentrismo; una vez que el alma se adentra en Dios mira la realidad desde arriba, con una mirada de compasión universal; desde Dios y con Dios se ama todo y a todos con un amor nuevo.

En la obra anónima El peregrino ruso, el protagonista expresa así el cambio de su visión tras palpar en su interior la presencia de Jesús: "Durante el día, cuando me ocurría encontrarme algunas personas, me parecían tan amables como si hubieran sido de mi familia". Experimentar a Dios cambia la percepción de las relaciones humanas; quien ve a Dios descubre la realidad de la fraternidad universal.

*Se transfigura, en fin, la percepción del mundo; lo material, tan excesivamente valorado e imprescindible hasta ahora, se sitúa en el lugar relativo que le corresponde; Dios y las personas como imagen suya pasan a ser el número uno. Las preocupaciones económicas, los agobios en el trabajo, el miedo a no ser amado si no se tiene nada, la indiferencia calculada ante los problema ajenos, dan paso a una gran serenidad y a un deseo apremiante de  practicar la misericordia; la naturaleza y la humanidad toda en ella, encuentran su lugar adecuado en el corazón; se ama todo lo que existe, y la persona que ama así se ama también a sí misma en lo que es; y se siente feliz.

"Cuando oraba en lo más profundo de mi corazón, todas las cosas que me rodeaban las veía bajo un aspecto encantador: árboles, hierbas, aves, tierra, aire, luz, todas parecían decirme que existen para el hombre y que dan testimonio del amor de Dios por el hombre; todas oraban, todas cantaban la gloria de Dios", confiesa el peregrino de la obra antes citada.

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El encuentro con Dios, la experiencia de su Ser, es determinante en la vida de fe. Aunque formalmente podemos llamar cristiano a todo aquel que ha recibido el bautismo, lo que  determina la hondura del ser cristiano es el nuevo nacimiento en el Espíritu; "Tenéis que nacer de nuevo" (Jn 3,7). Es este un nacimiento que no está en nuestras manos, es un don totalmente gratuito de Dios. Nosotros sólo podemos disponernos a él procurando una vida de oración que abra nuestra conciencia a su Presencia: silencio, escucha de la palabra y práctica de las virtudes.

¡Qué importante es la oración! Ahora bien, ¡atentos!, porque cuando viene con gusto y regalo espiritual la oración corre el peligro de transformarse en válvula de escape, en opio del pueblo. Los gozos de la oración no han de ser mirados  como un fin. Deben apreciarse sólo como el descanso reparador del obrero del Reino, un stop, un alto para seguir avanzando. 

Muchos viven en el error de identificar los medios con los fines, los gozos y la felicidad que se viven en algunas etapas de la vida espiritual con la meta, que no es otra que la "unión con Dios"  (San Juan de la Cruz), la inmersión en Él, la conformidad de la voluntad humana con la divina. Para llegar a esto pueden ser de gran ayuda los momentos de Tabor con sus gustos y consuelos; pero también pueden ser un estorbo esos momentos si se tiene apego a ellos. Y digo que estorba el  "apego" a los gustos y regalos, no el hecho de recibirlos. 

Para ir adelante se ha de evitar la espiritualidad nostálgica, esa que vive pasivamente mirando al pasado esperando se vuelva a repetir lo maravilloso vivido en el Tabor de juventud. ¡Qué bien se está aquí, hagamos tres tiendas!  La fijación en "aquello que viví" es fruto de la identificación y reducción de Dios a experiencia religiosa. Y Dios no es una experiencia religiosa; Dios es Dios, el Otro que siempre está ahí. Quédate con el amor que Dios te hace sentir en el Tabor, pero sólo con el amor, no te alienes esperando la vuelta a experiencias pasadas.  Dios no está en tu pasado, sino en tu presente y tiene preparadas para ti cosas mayores. Sin dejar de dar gracias por todo lo recibido toma tu cruz y sigue a Jesús. 

Acércate a Dios. Haz silencio en tu alma y descubrirás que ya estaba contigo, que al buscarlo lo has encontrado. Póstrate ante Él y deja que Dios sea Dios. Primero Dios. 

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Marzo 2025
Casto Acedo 

jueves, 6 de marzo de 2025

La tentación mesiánica (I Cuaresma)

Reflexión para el primer domingo de Cuaresma
a la luz de la situación sociopolítica actual

Las sorprendentes circunstancias internacionales que estamos viviendo se escenifican claramente en el evangelio de hoy (Lc 4,1-13). El eje del mal (diablo) sigue extendiendo sus tentáculos. Nuestro mundo está siendo puesto a prueba.  Y por lo que se ve, la conciencia del hombre no ha evolucionado mucho desde los tiempos de Jesús. 

El pasaje de las tentaciones en el desierto resume magistralmente la matriz del conflicto político  y bélico que  está teniendo lugar ante nuestros ojos. ¿Cuáles son los polvos que nos han traído estos lodos? No cabe duda de que el mundo occidental, construido sobre el pilar de los valores cristianos luego secularizados (libertad, igualdad, fraternidad) ha ido alejándose de su base original, volviéndose intolerante, discriminatorio e individualista. Seguimos cayendo en las tentaciones de siempre:

*La ambición y afición desmedida por el dinero fácil. (La tentación del pan). ¿No están los intereses económicos tras el conflicto de Ucrania y el giro que se le quiere dar a la economía mundial? ¿No hemos llegado hasta aquí por la caída de la laboriosidad, la austeridad y el sentido comunitario del ser humano (familia)? Hemos creído que la persona es más grande si se cubre de oro, si tiene una cohorte de servidores y si exalta su ególatra individualidad; yo, yo y yo. Y estamos viendo que la riqueza mal distribuida divide, la persona que vive sin hacer nada termina asqueada, y quien es individualista empequeñece como persona y su grado de intolerancia aumenta a medida que se aísla. 

¿No hemos estado edificando en los últimos decenios sobre la arena de una mano de obra barata -¡que trabajen los chinos, los indios y los inmigrantes!- y una economía de mucha especulación y poca productividad propia? ¿No es el Bitcoin una moneda ficticia que sólo sirve para el enriquecimiento de especuladores, algo poco productivo y aún menos ético? ¿Y qué decir de los casos de corrupción económica nacional? ¿Y nos extrañamos de hasta dónde estamos llegando? ¡Qué difícil es llegar a acuerdos que restauren la paz cuando se ha llegado hasta aquí sin que nadie alce la voz! Deberíamos recuperar la Palabra de Dios. "No sólo de pan vive el hombre". Pero seguimos creyendo que sí.

*El delirio del poder que se expresa en querer mandar sobre todo el mundo. (La tentación del poder absoluto). Vivimos tiempos mesiánicos. Son muchos los votantes que están dando un giro hacia los extremismos liderados por los nuevos mesías (Putin, Trump, Xi Jinping y sus acólitos). Hemos olvidado las nefastas consecuencias causadas al mundo tanto por el Nazismo (Hitler) como por el Comunismo (Stalin). Hasta aquí nos está llevando la insolidaridad del día a día, el enroque narcisista en nuestros lujos, la falta de fe en una auténtica democracia que es imposible sin la confianza mutua, y la comodidad de no tener que pensar ni decidir y dejar que otros piensen y decidan por mí. ¿No es vergonzoso y penoso cómo contemplamos impasibles la reducción de la democracia (gobierno del pueblo) a partidocracia (gobierno del partido) e incluso autocracia (gobierno de un listillo)?

Hay amantes del poder que se aprovechan de los indolentes para sembrar la polarización social e ideológica y subir así al trono que ambicionan. Jesús dice: No adoréis a nadie más que a Dios, "al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto". Urge poner la espiritualidad evangélica en el centro: no ser servido, sino servir (Mt 20,28), resulta paradójico que Jesús, el único que merece adoración, se haya hecho servidor nuestro en su encarnación. Este es el remedio para la enfermedad del mundo: descentralizar el poder.

*El afán de sobresalir, de ser reconocido por la grandeza de las propias conquistas y las propias obras. (La tentación de la fama y la apariencia).“Hagámonos famosos” dijeron los hombres (Gn 11,4), y se pusieron a construir la torre de Babel, una torre imposible porque no todos pueden estar en la cima; el proyecto de las ambiciones personales les dispersó finalmente y confundió sus lenguas, es decir, dejaron de entenderse. Vivimos hoy una guerra entre arquitectos que quieren construir su torre de espaldas a Dios; o si se quiere: de espaldas a la mayoría de la humanidad que vive en situaciones de pobreza. Una cultura donde un señor o señora (empresario, artista, deportista, especulador... ¡qué mas da!) puede ganar cientos o miles de millones de Euros en un año, ya sea por su alto standing  o por  un golpe de efecto o suerte, mientras medio mundo se ve obligado a emigrar para subsistir en condiciones inhumanas, no puede acabar bien; aquí se necesita una seria reflexión, porque nos estamos acostumbrando a ver estas cosas como normales y justas 

Las lenguas están confundidas, cada nación tiene su lengua, sus intereses y modos de ver el mundo; cada individuo impone sus ideas como las únicas válidas; cada grupo reivindica su verdad a costa de los otros; y si no se dan pasos hacia el idioma común del amor nuestros males no tendrán remedio. No es bueno obsesionarse por ser famoso, por hacerse un nombre; el único nombre digno de ser alabado es el de Dios; no queramos hacerle sombra, no le pidamos que sea Él quien bendiga nuestros desmanes; no le exijamos que nos recoja en vuelo cuando nos hemos lanzado al vacío; "no tentarás al Señor tu Dios".

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La Cuaresma es una invitación a cambiar este nuestro mundo; el término griego para indicar la conversión es "metanoia", cambio de mentalidad, ir más allá (meta) de lo que conocemos (gnoia), romper viejos patrones de pensamiento y comportamiento y ser creativos buscando cada día soluciones justas para la vida. Convertirse no es hacer un simple cambio devocional (volver a ir más a misa, a confesar los pecados, a rezar el viacrucis, etc.); si no cambio mis patrones mentales viciados por  el conformismo y el ritualismo, no me estoy convirtiendo, simplemente estoy afianzando lo que ya hay. 

Las relaciones internacionales no van a cambiar a mejor porque nos demos golpes de pecho o porque los poderosos lo decidan. Quién simplemente se golpea el pecho está asintiendo a la situación, y quien está arriba ni suele ser revolucionario ni se le espera; no quiere cambiar; lo más lógico es que se vuelva conservador, ¿para qué cambiar una situación que ya le tiene arriba?  Los cambios sociales revolucionarios, los que benefician a todos, nacen desde abajo. Jesús pudo nacer en una familia noble o imperial, pero escogió el camino de lo pequeño; ¿por qué? Hay quien dice que la razón fue que sólo desde abajo se puede articular un mensaje que llegue a todos, y que sólo desde la base se puede construir un Reino como el que propone el Evangelio.

¿Qué puedes hacer esta Cuaresma para cambiar el mundo? Acepta de entrada que ni en los lujos (dinero), ni en los cargos importantes (poder), ni en la buena reputación (fama) está el camino de la paz y la felicidad. Vive con honradez, sé justo en tu trabajo y en tus negocios, no ambiciones lo que no es tuyo, mira a todos desde la igualdad, muéstrate reconciliador con quien busca la pendencia, ama por encima de ideas o situaciones personales propias o ajenas y no rehúyas tus responsabilidades políticas y sociales. Las tres mentiras del diablo: lo único válido es el poder, la riqueza y la fama, sólo pueden desmontarse desde la compasión, la austeridad de vida y la humildad. Con estas tres virtudes podemos sanar nuestra familia, nuestro pueblo, nuestra Iglesia y nuestro mundo.

Aprender esto y procurar vivirlo en el día a día es el mejor antídoto contra el veneno de la guerra y la mejor sabiduría para cimentar sólidamente nuestra sociedad y ser realmente felices. Y, por supuesto, es la mejor oración que podemos hacer por la paz. Luego, si viene al caso, acude a la manifestación por los derechos de todos: la libertad, la igualdad, la fraternidad. Primero vivir esto, luego exigirlo.

Marzo 2022
Casto Acedo

Las tentaciones de Jesús (I Cuaresma, 9 de Marzo)

EVANGELIO Lc 4,1-13

Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo.

Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: "Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan." Jesús le contestó: "Está escrito: No sólo de pan vive el hombre".

Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: "Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mi, todo será tuyo." Jesús le contestó: "Está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto".

Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras". Jesús le contestó: Está mandado: "No tentarás al Señor, tu Dios".

Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

¡Palabra del Señor!

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No sé ni cuando ni por qué a la Cuaresma que conocemos de siempre se le adhirió un cierto tono de tristeza y sufrimiento. Si la predicación de Jesús es la de una Buena Noticia (Evangelio), es claro que todo lo que sea “mala noticia” se aleja del Evangelio.

La Cuaresma no es un tiempo de pena y llanto sino de alegría. Hay que decirlo: no vives la cuaresma si no se dibuja en tus labios una dulce sonrisa, la de quien escapa de las trampas que el diablo (llámale ego, si quieres)  tiende para robarle el tesoro de la felicidad que ya tiene en casa del Padre..

La Cuaresma es tiempo para descubrirte, oportunidad para darte cuenta de que eres felicidad, y que todo lo que hay de fracaso y tristeza en ti es ajeno a tu ser, no te pertenece, y, por tanto, puedes soltarlo sin riesgo de perder tu vida.

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A Jesús “el Espíritu Santo lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por el diablo”. Es Dios quien lo empuja al desierto como a ti te empuja al desierto cuaresmal de la vida para que tengas ocasión de conocerte mejor y conocer más a Dios. No hablo de un conocimiento intelectual sino de aquel que se adquiere con la vida superando  pruebas a las que solemos llamar “tentaciones”, aprietos en los que las circunstancias  nos ponen para fortalecernos interiormente.

El examen a que Dios te somete lo resume el evangelio en tres ejercicios de evaluación, las tres pruebas que Jesús aprobó en el desierto.

1.- La primera prueba consiste en aprender que la vida fácil no es un buen camino. “¡Convierte estas piedras en panes!”, propuso el diablo a Jesús. Así de fácil. Te enriqueces y puedes hacer un gran bien con tantos dineros. No es raro que el vicio, en este caso la avaricia, propenda a justificarse en la virtud. No te dejes engañar.

Hay quien piensa que los ricos son las personas más felices de la tierra. Y se equivocan. No niego que la holgura económica sea un pilar importante para vivir bien, pero ¿lo es todo? Pues no. Sobre todo cuando se convierte en avara obsesión.

“No sólo de pan vive el hombre”. ¿Acaso soy un cerdo para contentarme con un buen pienso de engorde? Como persona que soy tengo que cubrir necesidades más importantes, como  la libertad, la dignidad o el amor. 

La Cuaresma invita a soltar el apego a los bienes materiales. No basta desprenderte de cosas haciendo un ejercicio de voluntarismo ascético; se trata de “desapego”, de romper el afecto a la riqueza que guardas en tu corazón; que seas como Jesús, pobre en bienes materiales y rico en amor, como Él, que “siendo rico se hizo pobre para enriqueceros con su pobreza" (2 Cor 8,9)

2.- La segunda prueba ante la que te pone el Espíritu es la de vencer la soberbia, que es la madre de todos lo pecados. “Le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: … Si te arrodillas delante de mí, todo eso tuyo”. Un pastel muy apetecible. ¿Quién no ha soñado “en un instante” que es todopoderoso? Ese “instante” es una brecha a la maldad que se abre en tu corazón. Cuida de tapar esa grieta, porque acabará por cuartear y hundir el edificio entero.

El pecado de soberbia consiste en querer ocupar el lugar preeminente que solo pertenece a Dios. “Seréis como Dios” (Gn3,4), dijo la serpiente a Adán; y cayó en la trampa. En ese “instante” nace el ego, el egoísmo y sus nefastas consecuencias.

Tu ego (el yo que no eres y que presumes ser) es soberbio por naturaleza y huye de la humildad como de la peste, porque la humildad le enflaquece, le empequeñece, le debilita y le mata. Ser “egoísta” va contra la naturaleza original de tu ser; no has nacido para ser amado sino para amar; no para crecer siendo servido sino sirviendo; eres amor, eres compasión. No ganas nada dejándote llevar, arrodillándote, ante tu ego. Jesús te previene: “Al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo darás culto”.

Supera esta prueba quien pone a Dios en el centro de su vida, quien  cultiva la oración contemplativa para que con los ojos en Dios “mirando su grandeza acudamos a nuestra bajeza” (Santa Teresa). Es importante que dediques tiempo a la oración a fin de que no te encuentre distraído o distraída ese “instante” en el que el diablo pone en tu mente y tu imaginación la posibilidad de poseer todo el poder del cielo y de la tierra.

3.- La tercera prueba a la que te somete la vida es más sutil. Yo la llamaría la tentación del éxito o el culto de la propia imagen. ¿No te has sorprendido nunca a ti mismo o a ti misma  actuando teatralmente ante alguien a quien quieres seducir? Pues a Jesús le pide el diablo eso, un poco de hipocresía teatral: “Tírate del alero del templo; antes de caer te recogerán los ángeles, porque eres hijo de Dios". Todos verán el prodigio y te escucharán, creerán en ti y te seguirán. ¿No te parece una buena causa? ¿Habrá entonces alguien más feliz que ellos y que tú? Ellos quedarán "embobados" y tú podrás llevarles por donde quieras.

Hay quien necesita de la religión-espectáculo; pierden los vientos por una buena ceremonia, una espectacular Semana Santa, unas confirmadas apariciones milagrosas de la Virgen o de algún santo. Todo esto les mueve más que la escucha sencilla y directa de la Palabra de Dios. A estos hay que decirles con Jesús: ¿Por qué buscáis fenómenos extraordinarios para creer? Dios esta en la vida diaria; de nuevo Santa Teresa: “entre pucheros anda el Señor”.  Además, se engañan quienes creen que la fe depende de evidencias físicas: “Si no creen a Moisés y a los profetas -si no creen en la Palabra, dice Jesús-  no creerán ni aunque resucite un muerto” (Lc 16,31).

Superas esta prueba si en la espiritualidad o la religión no buscas satisfacer tu curiosidad, tus caprichos o el triunfo personal, si no estás constantemente esperando que Dios atienda tus deseos. “No tentarás al Señor tu Dios”.

La clave de la fe y la consecuente felicidad no está en obtener beneficios de Dios. “La vida, una vez que uno está en unión con Dios se convierte en lo que Dios disponga. Está llena de sorpresas. Hay una cosa que se puede esperar con seguridad en el camino espiritual, y es que aquello que tú esperas que suceda, no va a suceder” (Th. Keating). La felicidad no está en que se cumpla mi voluntad sino en abandonarse a la de Dios.

No esperes a que Dios te recoja a fin de que no caigas. Procura tú recoger a los que han caído o están a punto de hacerlo. Y hazlo en silencio, calladamente, diciendo con los santos: "somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer" (Lc 17,10). Lo demás déjaselo a Dios.

Feliz domingo 
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Como complemento a esta entrada tienes una reflexión para este primer domingo de Cuaresma, a la luz de la situación sociopolítica actual,  en: 


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Marzo 2025
Casto Acedo