miércoles, 26 de marzo de 2025

El pródigo y el murmurador (IV Cuaresma. 30 de Marzo)


EVANGELIO 
Lc 15, 1-3.11-32.

En aquel tiempo, solían acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: – «Ese acoge a los pecadores y come con ellos.»

Jesús les dijo esta parábola: 
– «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte que me toca de la fortuna.»
El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.

Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.

Recapacitando entonces, se dijo: -«Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros».

Se levantó y vino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.

Su hijo le dijo: -«Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo».

Pero el padre dijo a sus criados: -«Sacad en seguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.»

Y empezaron a celebrar el banquete.

Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Este le contestó: -«Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.»

El se indignó y no quería entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Entonces él respondió a su padre: -«Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.»

El padre le dijo: -«Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado»».

Palabra del Señor

*

 

El cuarto domingo de Cuaresma  pone ante nosotros un evangelio clásico del tiempo  cuaresmal: la “parábola del hijo pródigo”. Hay  quien aboga por llamarla  “parábola del Padre misericordioso”, que parece más en línea con el mensaje de fondo. No obstante, estos dos títulos olvidan algo que es crucial en el texto: Jesús se dirige a los “fariseos y escribas que murmuraban diciendo: ´este acoge a los pecadores y come con ellos´”, y desde este detalle podríamos denominar esta historia como "parábola del pródigo y el murmurador"  o “parábola del converso y el insatisfecho”, en doble el sentido de cómo hay uno que partiendo de su insatisfacción encuentra la satisfacción del amor del Padre y otro que pareciendo satisfecho revela su insatisfacción de su alma  contemplando el mismo amor. 

Quienes solemos leer estas reflexiones y acostumbramos a ir a misa cada domingo deberíamos mirarnos principalmente en el hermano mayor, el que se cree satisfecho. No estamos lejos de la casa de Dios que es la Iglesia, ni llevamos una vida explícita de perdición, incluso intentamos hacer las cosas lo mejor que podemos, pero corremos siempre el riesgo de deslizarnos por el resbaladero del fariseísmo conformándonos con una fe conceptual (teórica), moralista (legalista) y de cumplimientos (ritualista). Y la fragilidad espiritual de una vida así queda en evidencia cuando hacemos balance de nuestro "ser misericordiosos como el Padre", cuando vemos la fragilidad de nuestro amor incondicional al hermano. La doctrina, la ley y el rito quedan desacreditados por la soberbia propia y el desprecio de los otros.

Mirémonos hoy en el hijo mayor, el cual comete muchos errores que dejan entrever el desprecio al hermano y la soberbia espiritual.

Cuatro errores del hermano mayor (fariseo)

1. Primer error: sentirse molesto por la vuelta de su hermano y, sin acceder directamente a la casa, dejarse informar por un criado, que suele ser ese amigo o amiga que acostumbra a engordarnos el ego a costa de desprestigiar a otros. "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." Le faltó añadir, "porque siempre ha sido el preferido y a ti ni te mira".

No puedo dejar de ver en estos -el criado y el hijo mayor- a esos feligreses de toda la vida, que no se han ido de la casa del Padre porque no tienen ni valor ni decisión para ello. Han hecho de las prácticas religiosas la justificación de su permanencia; les cuesta aceptar la llegada de nuevos conversos, sobre todo si se les da un protagonismo que haga sombra a la labor callada que ellos creen hacer desde el silencio. Son “feligreses okupas”, que ni hacen fraternidad ni dejan hacerla.

2. Segundo error: del hermano mayor. Poner sus obras como garantía de fidelidad y elemento de intercambio comercial: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos". Esta respuesta pone en evidencia la pobreza de su relación con el Padre; no le mueve a estar con Él, el amor, la ternura y la comunión, sino el interés económico, el bienestar propio. Amor interesado, que no es amor.

3. Tercer error: negarse a entrar en el banquete,: El se indignó y no quería entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo", pero él sigue enojado: "Cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.". No es mala persona, reclama lo que todos pedimos en esos casos: igualdad de trato. Y previendo que eso que considera justicia no se le está dando opta por chantajear emocionalmente al padre haciendo huelga: “El se indignó y no quería entrar”. Pienso en cuántas veces digo que yo tampoco quiero entrar en tal grupo o iglesia, en tal institución, mientras sigan esos que considero con un estilo distinto al mío, poco propicios a mis intereses, o indignos de estar ahí.

4. Cuarto error: no darse cuenta, no tener consciencia, de la presencia soberana y amorosa del Padre en todo momento. En realidad el hijo mayor estaba tan o más lejos de la casa paterna que su hermano cuando se marchó. Al hijo menor le alejó del Padre la búsqueda de la felicidad por el camino de los deseos y apegos mundanos; el mayor se alejó haciéndose una imagen conceptual de Dios según sus criterios e intereses personales; se ha distanciado de Dios; lo ha sacado de su corazón y lo ha llevado a la cabeza; no tiene fe esperanza y amor sino teologías, amarguras, sentimientos de culpa y soberbia. ¡Qué lejos está del corazón de su Padre! Más que padre lo considera un patrón que gobierna su casa con leyes inapelables, un encargado de obras que “premia a los buenos y castiga a los malos”.

Amor universal

El quid de la parábola está en la invitación a cambiar la imagen que cada cual tiene de Dios,  en convertirse al Dios de la misericordia; aceptar que Dios ama gratuitamente, que no necesita de nuestras obras, que su amor no está mediatizado por nuestra amabilidad.

Merece la pena releer y contemplar la respuesta del Padre al Hijo que se niega a entrar; son palabras llenas de ternura y reconocimiento, pero al mismo tiempo de dureza profética: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado". Una respuesta para meditar en silencio contemplativo. Una llamada a hacer del cristianismo la religión del amor fraternocompasión universal.

Y una consideración final para concluir la meditación de la parábola. ¿Entrará finalmente el hijo mayor en la casa del Padre donde se celebra la fiesta? La parábola no dice nada, lo deja en incógnita. Deja la respuesta abierta; eres tú quien debe responder: ¿entrarás esta Pascua en en el hogar de Dios o no?

Marzo 2025

CA

2 comentarios:

  1. Magnífico comentario. Es lo más apropiado, vernos como el "antipático" hijo mayor. No quiere al hermano ( triste por su presencia), le molesta su presencia. Siente que el padre debe quererle por " estar ahí", por ir a misa, por rezar el rosario...por juzgar y apartarse de los que pecaron en definitiva porque no entendemos un amor tan incondicional. No cabe en cabeza humana.
    Julia Timón

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