viernes, 31 de enero de 2025
Presentación del Señor (2 de Febrero)
sábado, 25 de enero de 2025
Parábola (León Felipe)
Un poema de León Felipe digno de ser meditado en el Domingo de la Palabra de Dios.
PARÁBOLA
Había un
hombre que tenía una doctrina.
Una doctrina que llevaba en el pecho,
(junto al pecho, no dentro del pecho),
una doctrina escrita que guardaba
en el bolsillo interno del chaleco.
Y la doctrina creció. Y tuvo que meterla en un arca,
en un arca como la del Viejo Testamento.
Y el arca creció. Y tuvo que llevarla a una casa muy grande.
Entonces nació el templo.
Y el templo creció. Y se comió al arca, al hombre
y a la doctrina escrita que guardaba
en el bolsillo interno del chaleco.
Luego vino otro hombre que dijo:
El que tenga una doctrina que se la coma,
antes de que se la coma el templo;
que la vierta, que la disuelva en su sangre,
que la haga carne de su cuerpo...
y que su cuerpo sea
bolsillo,
arca
y templo.
De «Ganarás la luz», 1943
C. A.
viernes, 24 de enero de 2025
Jesús, Palabra de Dios (Domingo 26 de Enero)
Quiso hace unos años el Papa Francisco que el Tercer domingo del Tiempo Ordinario, se celebre como Domingo de la Palabra de Dios a fin de que los fieles católicos, tal vez excesivamente abstraídos en lo sacramental, tomen conciencia de la necesidad de conocer las Sagradas Escrituras y de escuchar la Palabra que se revela en ellas; porque ciertamente los sacramentos en cuanto acciones de Dios evangelizan, pero ¿acaso hay un sacramento más grande que la Palabra de Dios hecha carne en Jesucristo?
Históricamente se ha dado siempre como un enfrentamiento entre el sacerdote, que preside y administra los ritos en el templo, y el profeta, voz que profiere la Palabra en la calle. El primero suele tener residencia estable en el santuario donde realiza sus oficios, el segundo es invitado a salir de su estabilidad e ir por los caminos anunciando la Palabra de Dios y denunciando la negligencia de los injustos. El oficio del sacerdote es más o menos gratificante según la categoría del santuario donde sirven y según la mayor o menor respuesta de quienes acuden a beneficiarse de sus rituales. La labor del profeta, sin embargo, es más dolorosa, propensa a ser perseguida cuando molesta, sobre todo a las autoridades y los sacerdotes dedicados al culto oficial (cf Amós 7,10-17).
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Teniendo como telón de fondo las figuras del sacerdote y el profeta, hagámonos hoy tres preguntas distintas pero implicadas mutuamente:
Primero nos preguntamos acerca de Jesús: ¿fue sacerdote o profeta? Desde luego que podemos afirmar de él ambas cosas; pero no cabe duda de que en una primera mirada a los evangelios lo primero que nos viene a la mente es su misión profética. Y así lo proclama hoy el evangelio: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres". Tendríamos que remitirnos a escritos posteriores, más teologizados para contemplar la figura de Jesús como sacerdote. Así lo hace la carta a los Hebreos, que pone en evidencia su sacerdocio, pero quedando claro que no se trata tanto de un sacerdocio ritual sino existencial: "Al entrar él (Cristo) en el mundo dice: Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste \ holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije: He aquí que vengo -pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mi— para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad" ... "Todo sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo, después de haber ofrecido por los pecados un único sacrificio, está sentado para siempre jamás a la derecha de Dios" (Hb 10,6-7.11-12). Ese único sacrificio es el de su vida total entregada en obediencia a la voluntad del Padre. En Cristo el sacerdote y el profeta se encuentran, Palabra y Vida confluyen. Su palabra revela su ser y hace creíble su vida y su vida da fuerza y sentido a sus enseñanzas.
La segunda pregunta es para la comunidad: En nuestra Iglesia, parroquia o grupo cristiano, ¿prima más el oficio sacerdotal (sacramentalización) o el profético (evangelización)? Es verdad que seguimos bautizando, confirmando, confesando, diciendo misas, ungiendo enfermos, casando y ordenando personas para el sacerdocio ministerial (de éstos dos últimos sacramentos cada vez menos); también dedicamos tiempo a predicaciones y ofrecemos catequesis; pero ¿a qué damos más importancia? ¿Qué tiempo dedicamos a "ir a misa" en comparación con el tiempo dedicado al estudio, escucha y meditación de la Palabra y a la predicación fuera de los sacramentos?
Sabemos la respuesta. Por eso es importante escuchar este Domingo de la Palabra de Dios la llamada a poner empeño en equilibrar, o, mejor, unificar ambos ministerios. Acostumbrados a acudir cada domingo a la misa a comulgar el sacramento del cuerpo de Cristo, deberíamos potenciar encuentros para entrar en comunión con la Palabra de Dios, que purifica ("Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. Jn 15,3), nutre (“No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” Mt 4,4), ilumina (“Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero”. Sal 118,115) y sana (“Una Palabra tuya bastará para sanarme”. Lc 7,7). ¿No están faltas nuestras comunidades de una espiritualidad sólida asentada en la Palabra? (cf Parábola de la casa edificada sobre roca. Mt 7,24-27)
Y una tercera pregunta, más personal: ¿Qué importancia doy a la Palabra de Dios? Jesús es la Palabra hecha carne (Jn 1,14a). Debería preguntarme hasta qué punto he asumido aquello de san Ignacio de Loyola cuando dijo que "no el mucho saber y satisface al alma", no el conocimiento intelectual de las Sagradas Escrituras llenará mi vida, "sino el sentir y el gustar de las cosas internamente", es decir vivir la meditación de la Palabra haciendo de ella la brújula y el motor de mi cambio de vida hacia una mayor misericordia. Palabra, oración y acción no soportan estar la una sin las otras.
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Jesús pasó treinta años de vida oculta estudiando y meditando la palabra, creciendo en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres (Lc 2,52). Hizo suya la misericordia del Padre manteniéndose atento a la ley y los profetas; luego, durante tres años, desplegó explícitamente su ser en una actividad profética que con sus palabras y su estilo de vida proclamaba el amor y la gloria de Dios. La entrega al Padre en la cruz será el gran signo profético que, por un lado anuncia de facto el amor-perdón de Dios y por otro denuncia la ingratitud e injusticia de quienes siguen dando culto al odio y la violencia. En Jesús la Palabra se hace carne y en su vida, muerte y resurrección hemos contemplado su gloria (Jn 1,14b).
Feliz Domingo de la Palabra.
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Notas:
Otra homilía sobre el Domingo de la Palabra de Dios en:
https://trujillanos-sanpedro.blogspot.com/2022/01/al-hilo-de-la-palabra-23-de-enero.html
Y un poema digno de ser meditado en este día en:
https://trujillanos-sanpedro.blogspot.com/2025/01/parabola-leon-felipe.html
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Enero 2025
Casto Acedo.
viernes, 17 de enero de 2025
Jesús, signo de Dios (19 de Enero)
EVANGELIO . Jn 2,1-11
Casto Acedo
viernes, 10 de enero de 2025
Bautismo del Señor (12 de Enero)
Vida oculta
El pasaje evangélico que se proclama este domingo da un salto en el tiempo y presenta a Jesús con unos treinta años de edad acercándose a Juan Bautista para ser bautizado en el Jordán. Los evangelios no dicen nada de la adolescencia y juventud de Jesús; sólo hablan de un viaje a Jerusalén con sus padres, a los doce años. ¿Qué ha pasado en el periodo de tiempo intermedio, desde el nacimiento hasta la aparición en el Jordán? ¿Qué experiencias ha vivido Jesús en su infancia, adolescencia y juventud? No hay respuestas concretas a estas preguntas. Con razón se llama a este periodo el de la vida oculta de Jesús. Y esta vida oculta es también misterio y evangelio, buena noticia en la que aprender.
Es un gran testimonio que Dios hecho hombre pase en el ocultamiento unos treinta años y sólo tres (según san Juan) o uno (según los sinópticos) de vida pública. Dios se hizo hombre y, de hecho, como la mayoría de seres humanos, tuvo una vida anónima, escondida, sin fama ni publicidad.
En esos años podemos imaginar a Jesús como un niño normal de su tiempo, o como un joven que va madurando humanamente, aprendiendo su oficio, conociendo la realidad en la que se mueve, los problemas de su entorno, sensible a las alegrías y a los sufrimientos de sus vecinos. Podemos sospechar como vivió Jesús en el silencio de Nazaret; un joven contemplativo que abre los ojos y ve como la vida bulle a su alrededor: amas de casa como su madre que amasan el pan poniendo la levadura y barren su casa buscando la moneda perdida; jornaleros que esperan ser contratados al amanecer; labradores que siembran el trigo, que cosechan y limpian el grano quitando la paja; vecinos que llaman en la noche a pedir un pan que necesitan porque han tenido un imprevisto; pastores que pasan el día entero buscando una oveja perdida; hacendados que construyen grandes graneros para almacenar la cosecha; novios que se casan, vecinos que fallecen y son sepultados; etc...
El lenguaje de su predicación posterior da a entender que el joven Jesús no vivió ignorante de su mundo, sino abierto a la realidad que vibraba a su alrededor; con esa apertura de mente y de corazón adquirió una sabiduría que no dan los libros sino la vida. En sus años de Nazaret escuchó la "música callada" de Dios que en el silencio compone la sinfonía de su Reino.
Bautismo
El bautismo de Jesús a manos de Juan es un punto de inflexión en su vida. Sabiéndose preparado para la misión a la que ha sido enviado por el Padre Jesús decide salir del armario y dar a conocer su identidad de Hijo predilecto del Padre.
Comienza por alienarse en el grupo de los que acuden a Juan para recibir el bautismo de conversión que predica. ¿Tiene sentido que Jesús, que es Dios, que no tiene pecado, se deje bautizar por Juan? La única explicación está en que Jesús, que no conoce pecado, no es ajeno el sufrimiento del hombre pecador; se solidariza abajándose y a colocándose entre los que se saben necesitados de perdón y misericordia. “Al que no conocía el pecado, (Dios) lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él” (2 Cor 5,21).
La persona de Jesús, vista desde la perspectiva del Siervo de Yahvé, nos da pie a conocerle ya desde el inicio de su vida pública como aquel que será entregado por nosotros y por nuestros pecados (cf Gal 3,13); el mismo Bautista lo presenta a los suyos diciendo que es "el Cordero de Dios" (Jn 1,29), venido para ser siervo de los siervos, para cargar y liberar a la humanidad de la injusticia en que vive y de las maldades que le dominan.
Mi bautismo
La vida pública de Jesús se inicia con el bautismo de Juan, donde el Espíritu y el beneplácito del Padre, descienden sobre Él: “Tú eres mi hijo el amado, mi predilecto” (Lc 3,22). Luego de salir victorioso en las tentaciones o pruebas del desierto, iniciará su vida pública, un tiempo “que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo” (Hch 10,38), hasta culminar su vida en el bautismo de la Cruz. Había dicho a los suyos: “¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?” (Mc 10,38). Jesús, en la Cruz completa su misión en la Cruz entregando el Espíritu que bajó sobre él en el Jordán. . “A tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46)
El
bautismo de Jesús me remite a mi bautismo, donde recibí el Espíritu Santo
que me introdujo en el desierto de la vida cristiana. Hoy es un buen día para meditar si he asimilado la misión a que me llama el Espíritu, la de hacer mía la entrega de Jesús a la causa del Reino. ¿Estoy dispuesto a ser bautizado con
ese bautismo con el que Cristo se bautizó?
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Enero 2025
Casto Acedo
sábado, 4 de enero de 2025
Epifanía del Señor (6 de Enero)
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"Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron: «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta...»
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo».
Ellos, después de oir al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino"
Epifanía invita a contemplar y adorar al niño nacido en Belén. Los Magos de Oriente son prototipo del contemplativo que en el silencio de la noche, descubre la luz de una estrella que le empuja a salir de la egolatría y a ponerse en camino dejando atrás las seguridades mundanas.
Como los Magos o buscadores de oriente, quien dedica tiempo a la contemplación hace su camino despojándose de apegos materiales y de ideas e imágenes preconcebidas de Dios, se aleja del espacio donde cree ser alguien vaciándose de títulos y se deja llevar por la estrella del evangelio hasta encontrarse con Dios allí donde nunca le imaginó ni esperó: en la kénosis -anonadamiento, vaciamiento, nada- de Belén. Los magos, dejándolo todo atrás, abrazan la fe en Jesús como Dios (incienso), como Rey (oro) y como hombre (mirra), que eso significan los dones regalados al Niño.
Los Magos encuentran en el Misterio de Belén lo que todos buscamos, la sabiduría eterna y universal que es Jesucristo, Dios encarnado. La adquisición de esa sabiduría no exige adscribirse a ninguna tierra o tradición concreta. Por eso los Magos no se quedan en el lugar del encuentro; iluminados por la experiencia de Dios vuelven a sus tareas comunes, a su lugar de origen. Lo único que cambia en ellos es su estilo de vida: "se retiraron cada uno a su tierra por otro camino" (Mt 2,12). Ya no son buscadores de Dios sino adoradores; su culto a Dios no se limitará ya a unos tiempos y espacios concertados sino que va con ellos, enlazado a sus vidas; son "adoradores en espíritu y en verdad" (Jn 4,23).
Aquel a quien los Magos encontraron, no en la capital, Jerusalén, sino en las afueras de Belén, donde nadie lo esperaba, ¿no estará también hoy naciendo fuera de los muros de nuestras iglesias? Los magos nos enseñan con el Papa Francisco a construir una "iglesia en salida", a salir afuera de la institución; no para pescar y atraer a la pecera de la Iglesia de siempre a los nuevos conversos, sino para construir la misma Iglesia fuera de los muros del tradicionalismo institucional. No es el mundo el que tiene que salvar la institución-iglesia afiliándose a ella; todo lo contrario: es la Iglesia la que está para salvar al mundo saliendo a los caminos y plantando las semillas del reino en los campos de la historia, como hizo Jesús.
Dios no es nuestro, es de todos. Los Magos representan la variedad de razas y culturas. Como católicos (universales), el día de Epifanía es una invitación a abrir la mente y la conciencia, a no restringir la presencia de Dios a los espacios de nuestras iglesias. Hoy se nos está diciendo que hemos de superar nuestra particularidad religiosa y abrirnos a la universalidad.
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A Dios se le encuentra allí donde se le busca. Los Magos salieron de sus recintos y se aventuraron a la búsqueda de Dios. ¡Qué gran signo para la Iglesia de nuestros días! ¿Permaneceremos en nuestros reinos haciendo lo mismo y esperando resultados distintos a los de siempre? ¿O saldremos a buscar en la noche que vivimos la estrella que nos lleve a Jesús?
Por exceso de cerrazón en sí misma la religión instituida en Israel no fue capaz de reconocer al Mesías nacido en Belén. Más bien le puso obstáculos. ¿Cómo iba a nacer Dios en un establo? No es propio de Dios mezclarse con gente baja, pensaron.
Evitemos caer en el mismo error. ¿Cómo? Siendo sabios y practicando la escucha. Haciendo silencio. Acallando nuestros esquemas y programas religiosos, guardando nuestros mapas y caminando en la noche, dejándonos llevar sin miedos por la estrella de nuestra búsqueda. Como dijo el poeta Luis Rosales. "De noche iremos, de noche / sin luna iremos, sin luna / que para encontrar la fuente / sólo la sed nos alumbra". Sólo la sed: la fe desnuda, la esperanza incierta, el amor imprevisto, la luz de la esperanza puesta en quien nos guía. Sólo esta sed nos alumbra.
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Feliz día de Epifanía
4 Enero 2025
Casto Acedo
Jesús, sabiduría de Dios (Domingo 5 de Enero)
TEXTOS BÍBLICOS
El día de año nuevo todos nos deseábamos lo mejor. Pero ¿qué es lo mejor? Todos tenemos la impresión de saber muy bien qué es lo que nos conviene, lo más acertado para llevar una vida plena y gratificante. Pero, eso que deseamos ¿es realmente lo mejor? En nuestra lista de deseos para el año suele estar la prosperidad económica, el bienestar material, la salud, el amor correspondido, y toda una lista de aspiraciones personales que parece que cumplidas romperían la rutina del tiempo y nos situarían de golpe en la vida eterna.
No está mal desear, pero es un error poner la esperanza en unos deseos que por experiencia sabemos que no se van a cumplir. Piénsalo bien: ¿qué deseas?, ¿qué condiciones pones a la vida para ser feliz?, ¿crees que alcanzarás esos deseos?, ¿de qué depende su cumplimiento?, ¿no estarás pidiendo imposibles?, ¿de veras crees que va a confluir todo el mundo -economía, salud, circunstancias varias, personas, etc.- para que tus deseos se cumplan? Tus deseos los sueles poner en regalos externos que han de venir a ti. Este es el primer error: poner tu felicidad en tus éxitos cuando sabes que esos triunfos son fugaces; un buen día te abandonan los palmeros, la salud o los amigos te dan la espalda, y te vienes abajo. Aprendes entonces lo frágil que es la felicidad cuando se quiere cimentar en el aplauso ajeno.
La sabiduría verdadera es la que “hace su propia alabanza” (Eclo 24,1), no necesita palmeros que le regalen, porque ella misma es el premio. ¿Tan torpes somos que no vemos que la virtud lleva el premio consigo? ¿Qué mejor premio para un estudiante que lo aprendido con el estudio? ¿Qué mayor regalo para un niño obediente que la adquisición de una disciplina de vida? ¿Qué mejor premio para un artista que la satisfacción y contemplación de su obra de arte? ¿Qué mayor gratificación pueden esperar unos amantes que la satisfacción de su donación mutua? Cualquier regalo o premio que venga del exterior es insignificante para el auténtico sabio.
La tradición cristiana enseña que la sabiduría de la que hablan las Escrituras del Antiguo Testamento es Jesucristo. no es otra que el mismo Jesucristo. “Nosotros -dice san Pablo- predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados — judíos o griegos—, un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios”.
“El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre viniendo al mundo” (Jn 1,9). El Verbo es Jesús, Palabra hecha carne, Sabiduría divina. Quien le encuentra y le deja ser el eje de su vida ha encontrado la clave del verdadero éxito: vivirse uno mismo en profundidad, porque “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado” (GS 22)., en Cristo está la clave de la vida humana, la respuesta a todas tus preguntas. “En Cristo están encerrados todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”. (Col 2,3).
Aprovecha estos primeros días del año
nuevo, cuando los buenos propósitos se multiplican, para hacer un
“despropósito”, algo que no está de moda: adentrarte en el conocimiento de la
ciencia y la sabiduría que se oculta en la persona de Jesús de Nazaret. Es un
propósito contracultural que escandaliza a muchos. Te advierto que la Sabiduría
de Dios no es paliativa no te va a quitar la cruz; es realista, no
idílica. Si de veras estás interesado en ella, pregunta, busca; hay mucha gente
que ha iniciado su camino en grupos de estudio del evangelio, de intercambio de
experiencias espirituales, de revisión de vida, de redescubrimiento de las
celebraciones cristianas (liturgia), de silencio contemplativo, etc. "Buscad
y hallaréis" (Lc 11,9). Seguir la auténtica sabiduría es una
buena decisión para el año recién inaugurado.